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tre ellos, un parque entero y un almacen copioso fueron el producto de estas dos hazañas que ilustraron al valiente Cuesta. Este general, superior á todo elogio, se preparaba ya á embestir á Mont-Luis, cuando los primeros acentos de la paz resonaron en los dos campos, y hartos de hacerse mal depusieron las armas y se abrazaron de entrambas partes los soldados.

Al otro lado del Pirineo fueron mas las batallas, mas empeñados los combates y la fortuna menos cierta en favor de nuestras armas, nunca empero contraria enteramente. La admirable estrategia de nuestros generales burló hasta el fin el empeño porfiado de Moncey de sitiar á Pamplona (1). La necesidad que tuvieron nuestras tropas de impedir aquel sitio á todo trance, dejó la sola gloria al gene

(1) Los dos generales Crespo y Filangieri, por sus brillantes maniobras, ofrecieron un juego de ajedrez admirable en sus sábias operaciones y en sus rápidos y contrarios movimientos, defendiendo á un tiempo las avenidas de Pamplona y las fronteras de Castilla. Muchas veces pensó Moncey envolver á estos diestros generales, y mas de una vez estuvo él mismo á punto de que los nuestros le envolviesen. En los últimos dias el príncipe Castelfranco concentraba una gran parte de sus fuerzas en Navarra para atacar al enemigo por la parte de Guipuzcoa, interponiéndose entre Moncey divertido en Alava y Vizcaya, y los puestos fortificados que guardaban sus espaldas por delante del Bidasoa. Moncey se daba prisa de acudir á este peligro cuando llegó la nueva de las paces.

ral francés de ocupar á Vitoria y á Bilbao los postreros quince dias de julio. Tres mil infantes, que se alargaron hasta el Ebro y ocuparon algunas horas el castillo de Miranda, fueron arrojados el mismo dia (24 de julio) por los valientes Castellanos. La temeridad de Miollis, que ensayó esta excursion, le costó un buen número de prisioneros, con no pocos muertos. Entre estos se contaron el esforzado Maurás que mandaba los cazadores de montaña, y otros oficiales temerarios que se imaginaron la Castilla sin defensa.

Y he aquí el lugar de deshacer un error en que muchos han caido y al que mis contrarios se suscribieron con aplauso de pies y manos, asentando como un hecho que el ejército francés pasó el Ebro, que se sostuvo en él y que amenazada la Castilla, el terror de la córte la obligó á pedir las paces. Tres mil hombres, que se asomaron á aquel punto, no llevaban mas encargo del general Moncey que llamar la atencion hácia aquel lado para embestir á Pamplona libremente. Esto es lo primero. Lo segundo concluye mas, que es tener cuenta con las fechas. Las paces se firmaron en 22 de julio en Basilca; y la excursion al Ebro por las tropas francesas fué dos dias despues, el 24. ¿Qué se puede responder á esta cuenta? ¡Tanto valdria decir que la Francia hizo la paz porque á fiu de julio el ejército español amenazaba á Mont-Luis y pasaba la frontera!

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Falta ver si el asiento de paces que fué hecho con la Francia correspondió al honor que sostuvieron nuestras armas, y á la decorosa actitud que el gabinete español habia tenido en la negociacion que fué entablada. He aquí á la letra aquel tratado.

«S. M. católica y la república francesa, anima»> dos igualmente del deseo de que cesen las calami» dades de la guerra que los divide, convencidos ín»timamente de que existen entre las dos naciones >> intereses respectivos que piden se restablezca la >> amistad y buena inteligencia; y queriendo por me» dio de una paz sólida durable se renueve la bue

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y

» na armonía que tanto tiempo ha sido basa de la »> correspondencia de ambos paises; han encargado >> esta importante negociacion, es á saber:

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«S. M. católica, á su ministro plenipotenciario enviado extraordinario cerca del rey y la repú>>blica de Polonia Don Domingo de Iriarte, caballe»ro de la real órden de Cárlos III; y la república

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francesa, al ciudadano Francisco Barthélemy, su

>> embajador en Suiza, los cuales despues de haber >> cambiado sus plenos poderes han estipulado los ar»tículos siguientes.

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Habrá

I.

paz, amistad y buena inteligencia en

>>tre el rey de España y la república francesa.

29

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II.

En consecuencia cesarán todas las hostilidades >> entre las dos potencias contratantes, contando des» de el cambio de las ratificaciones del presente tra»tado, y desde la misma época no podrá suministrar » una contra otra, en cualquier calidad ó á cual» quier título que sea, socorro ni auxilio alguno de » hombres, caballos, víveres, dinero, municiones de » guerra, navíos, ni otra cosa.

"

III.

Ninguna de las partes contratantes podrá con» ceder paso por su territorio á tropas enemigas de » la otra.

IV.

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La república francesa restituye al rey de Es»paña todas las conquistas que ha hecho en sus es

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tados durante la guerra actual. Las plazas y paises » conquistados se evacuarán por las tropas francesas » en los quince dias siguientes al cambio de las rati» ficaciones del presente tratado.

V.

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<«< Las plazas fuertes citadas en el artículo ante» cedente se restituirán á España con los cañones,

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municiones de guerra y enseres del servicio de aquellas plazas, que existan al momento de fir»marse este tratado (1).

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de

(1) Yo les pido á mis lectores que se tomen el traba comparar este artículo con el artículo VI del tratado paz de Luneville, por el cual, establecida la demarcacion de las fronteras de la república francesa y del imperio germánico sobre el talweg del Rhin, se estipula lo siguiente: «La república francesa renuncia formalmente » á toda posesion, sea la que fuere, en la orilla derecha » del Rhin, y consiente en restituir á quien pertenezcan » las plazas de Dusseldorf, Ehrenbreitstein, Filisburgo, el » fuerte de Cassel y las demas fortificaciones por frente de » Maguncia, el fuerte de Kehl y el Viejo Brisach, bajo » la condicion expresa de que las dichas plazas y fuertes » deberán permanecer en el estado en que se encuentren » al tiempo de su evacuacion."

¿Cuál fué el objeto de este artículo? Demoler é inutilizar las plazas que debian ser restituidas al Imperio, mientras se aprobaba el tratado y se cambiaban las ratificaciones. Así fué, que al tenor de las órdenes que se comunicaron fueron desmanteladas las fortificaciones de Filisburgo, y arrasadas enteramente las de Ehrenbreitsein. Otro tanto sucedió en Italia, donde fueron derribadas las obras de Porto-Legnago y los castillos de Verona, en una palabra, todas las plazas que debian restituirse se entregaron arruinadas é inservibles.

¿Y en España? No tan solo nos fueron entregadas nuestras plazas sin ningun deterioro, sino ademas mejo

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