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"Llegó esto a tanto, que un obispo de Méjico puso en duda sí los criollos podrian ser ordenados de sacerdotes; i parece haber perseverado en ella, hasta que por el consejo de las Indias se le respondió i encargó que los ordenase sí por lo demas los hallase idóneos i suficientes" (1).

El célebre padre Feijoo destinó el discurso 6.° del tomo 4.o de su Teatro Crítico, publicado en 1730, a desvanecer "la opinion comun de que los criollos o hijos de españoles que nacen en la América, así como les amanece mas temprano que a los de acá el discurso, tambien pierden el uso de él mas temprano."

Vése en este escrito que era creencia jeneral en Europa la de que ningun criollo llegaba a los sesenta años sin ponerse decrépito (2).

El filósofo Pauw, que gozó de bastante reputacion en su tiempo, recapituló i exajeró, al principiar la segunda mitad del siglo XVIII, en una obra titulada: Recherches Philosophiques sur les americains, de la que se dieron a luz varias ediciones, los conceptos desfavorables que se habian esparcido contra la América en jeneral, i contra los criollos en particular.

Oigámosle como se espresa acerca del último punto.

"Como hemos atribuido principalmente al clima del nuevo mundo las causas que han viciado en él las cualidades esenciales del hombre, i hecho dejenerar la naturaleza humana, hai sin duda el derecho de preguntar sí se ha notado algun desarreglo en las facultades de los criollos, esto es, de los europeos nacidos en América de padres oriji

(1) Solórzano i Pereira, Política Indiana, libro 2, capítulo 30. (2) Feijoo, Teatro Crítico, tomo 4, discurso 6, párrafo 3.

narios de nuestro continente. Esta cuestion curiosa i mui importante por sí misma merece que le dediquemos un momento de atencion. Todos los animales conducidos del antiguo mundo al nuevo han esperimentado, sin esceptuar uno solo, una alteracion sensible, sea en su forma, sea en su instinto, lo que desde luego debe hacernos presumir que los hombres han debido recibir alguna modificacion por las influencias del aire, de la tierra, del agua i de los alimentos; pero como han sabido, mucho mejor que los animales, garantirse del poder inmediato del clima, no se ha notado desde luego la variacion de su constitucion i el debilitamiento de su alma; pero si se les compara a los europeos recien desembarcados, se ha creído percibir alguna diferencia entre los unos i los otros, i a fuerza de reiterar las observaciones, se ha adquirido el convencimiento de que la dejeneracion que se habia creído posible, era real. En fin, se ha llegado al punto de afirmar atrevidamente que los criollos de la cuarta i de la quinta jeneracion tienen ménos aptitud para las ciencias que los verdaderos europeos; i esta opinion estaba universalmente adoptada, cuando el padre Benito Feijoo, tan conocido por las monstruosas paradojas que ha sostenido en su Teatro Crítico, se ha levantado contra esta opinion, i ha intentado hacer la apolojía de los criollos americanos, a los cuales se acusaba de ser brutos.

"Aunque respeto en el padre Feijoo un fraile superior a los frailes de España, es menester convenir en que ha sido inducido en una infinidad de errores groseros, tanto por su pasion de singularizarse, como por su inclinacion a lo maravilloso; ha escrito muchas disertaciones formales para probar que ha habido hombres marinos, dotados de un

alma inmortal, lo que basta a mi juicio para recusar su testimonio i autoridad en todas las materias que ha tratado, porque vale mas asegurar que siempre se ha engañado, a decir que siempre ha tenido razon, como lo ha hecho el padre Sarmiento, que ha venido en vano al socorro de su maestro: no es posible defender a un autor que cree en los hombres marinos.

"Resulta de las esperiencias practicadas en los criollos que, como los niños indíjenas, dan en su primera juventud algunas señales de penetracion, que se apagan al salir de la adolecencia; llegan a ser entónces indolentes, desaplicados, obtusos; no obtienen la perfeccion en ninguna ciencia ni arte; así se dice en forma de proverbio que son ya ciegos cuando los otros hombres comienzan a ver, porque su entendimiento se abate i decrece a la época misma en que el de los europeos tiende a alcanzar su mayor vigor. Aunque el padre Feijoo se fatigue para probar el espíritu sublime de los americanos, i para citar hechos que considera serles favorables, lo cierto es que las universidades de América no han producido ningun hombre afamado perteneciente a la raza de los criollos. No ha salido de la academia de San Márcos de Lima ningun hombre que haya sido capaz de componer un mal libro, aunque esta escuela ha gozado de mas celebridad que las demas universidades americanas. Cuando Godin fué nombrado profesor de matemáticas i de astronomía en el Perú, no encontró un estudiante capaz de comprender sus lecciones, las cuales nunca pudieron ser comprendidas en ese rincon del mundo. Los jesuitas han publicado relaciones pomposas de su colejio de Santa Fe, donde dicen que ha habido muchas veces dos mil alumnos, lo que es tanto mas sorprendente, cuanto

que de esa multitud de discípulos no ha salido ningun gran maestro, ningun filósofo, ningun médico, ningun físico, ningun sabio cuyo nombre haya pasado los mares i resonado en Europa. Inútilmente se me objetaria que debe atribuirse esta absoluta escasez de hombres célebres a la ignorancia, a la barbarie de los profesores i al deplorable estado en que se hallan las ciencias en las Indias Occidentales; aquellos que han recibido de la naturaleza el feliz don del jenio sobrepujan con facilidad los obstáculos de una mala educacion, i se elevan por sus propias fuerzas, como todos los grandes hombres se han elevado encima de su siglo i encima de sus maestros, a quienes no son deudores casi nunca de la menor parte de sus talentos i de su fama. Así debe atribuirse a un vicio real i a una alteracion fisica del temperamento bajo un clima ingrato i contrario a la especie humana el poco triunfo que han obtenido los criollos enviados por sus padres a los diferentes colejios del nuevo mundo. A Europa han venido a estudiar algunos, cuyos nombres han quedado tan ignorados, como si hubieran seguido sus cursos de filosofía en Méjico o en Lima; no han escrito nunca ninguna obra sobre los animales, los insectos, las plantas, los minerales, el clima, las singularidades i los fenómenos de la América. A los botánicos i físicos europeos debemos todos los conocimientos que la historia natural ha adquirido en las Indias. ¿Qué sabríamos sin Oviedo, Pison, Margrave, Benzo, Clusius, Mérian, Leri, Clayton, Cornut, Barrère, Catesby, Hans-Sloane, Feuillée, Plumier, La Condamine, Bouguer, Jussieu, Calm, Browne i tantos otros que para instruirnos han viajado por un país que los criollos habrian podido describir sin salir de su patria, si hubiesen te

nido la menor capacidad, el menor gusto, la menor intelijencia? Se les juzga sin parcialidad segun lo que no han hecho; porque como nunca han escrito nada, no se podria juzgarlos segun sus obras; i yo pienso que esto basta para refutar la opinion adoptada por el padre Feijoo" (1).

Los hispano-americanos leian poco o nada; pero lo que contra ellos habia escrito Pauw no tardó en llegar a su noticia.

La indignacion que por esto esperimentaron fué

excesiva.

Tres ex-jesuitas americanos, que despues de la espulsion de la órden vivian en Italia, se apresuraron a salir en defensa de la patria comun, a saber, el mejicano don Francisco Saverio Clavijero en su Historia Antigua de Méjico, el chileno don Juan Ignacio Molina en su Compendio de la Historia Jeográfica, Natural i Civil del reino de Chile i el quiteño, o si se quiere ecuatoriano, don Juan de Velasco en su Historia del reino de Quito, esforzándose por contradecir i refutar las aserciones del escritor prusiano.

Lo que hubo de mas notable fué que los criollos atribuyeron a los peninsulares la culpa de las injurias de Pauw.

Son ellos quienes se las han dictado, decian.
Pauw se ha limitado a resumirlas (2).

No era esto solo todavía.

Los peninsulares, segun los criollos, se deleitaban con lo que habia escrito Pauw, i lo saboreaban.

(1) Pauw, Recherches Philosophiques sur les Americains, parte 5, seccion 1.a

(2) Carta de un Americano al Español sobre su número XIX.— Servando Teresa Miers, Historia de la Revolucion de Nueva España por el doctor José Guerra, libro 8.

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