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Un mendigo posee siquiera sus harapos sin deber nada a nadie; pero la condicion de aquel encumbrado personaje era todavía mas triste.

Su viaje de España a Chile duró cerca de dos años.

Por este incidente, puede juzgarse de la ventaja que habia para la colonia en vivir sujeta a la metrópoli.

Ibáñez se detuvo en Cartajena del nuevo mundo nueve meses por falta de embarcacion, otros tantos en Panamá, i seis meses en Lima por la misma causa.

La necesidad de pagar el flete i la manutencion le obligó a contraer deudas.

En Cartajena tomó dinero en mutuo al ciento diez por ciento; en Panamá i en Lima al cincuenta por ciento.

Cuando llegó a Chile, traia un pasivo de ciento veinte i cinco mil pesos, confesado por él mismo.

Es preciso convenir en que tal situacion no era brillante para quien solo gozaba un sueldo de ocho mil cuarenta pesos anuales.

Los acreedores empezaron a reclamar sus réditos con instancia; i enviaron poderes, o vinieron en persona, para la cobranza i ejecucion.

¿Qué hacer para evitar una quiebra vergonzosa? El apurado presidente pidió prestadas a los vecinos mas pudientes de Santiago fuertes cantidades, que empleó, parte en la satisfaccion de las deudas mas urjentes, i parte en la plantacion i fomento de una multitud de negociaciones emprendidas a diestro i siniestro sin reparar en medios.

Semejante conducta no pudo ménos de desconceptuarle en el ánimo de los colonos, que veian en él un especulador de baja lei, mas bien que un gobernante digno de respeto.

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La imperiosa necesidad de proporcionarse fondos obligaba a Ibáñez a recurrir a espedientes de toda especie con mengua de su carácter i dignidad.

Se llegó hasta el estremo de susurrarse que vendia la justicia, que daba los empleos por dinero, que especulaba con la hacienda pública. Se pretendia que habia conferido el correjimiento del Maule por dos mil o tres mil pesos, i el de Aconcagua por mil.

Así el caballero de San Juan se habia convertido en algo parecido a un caballero de industria.

Principió por no rendir fianza para el ejercicio de su cargo. Sostuvo despues que nadie se la habia exijido, i que él creia no estar obligado a prestarla.

Don Francisco Ibáñez habia venido a residir en Santiago en una casa perteneciente a la viuda del contador don Martin de Upas, casa que habia tomado en arriendo, i donde construyó una cochera i una caballeriza; pero apénas habia celebrado el contrato, pretendió que estaba dispensado de pagar la renta estipulada, porque esta suma se compensaba con la mayor a que ascendia el valor de aquellas mejoras.

El jeneral don Pedro de Prado le proporcionó gratuitamente una finca situada en las inmediaciones de Santiago a fin de que tuviera en ella las aves i corderos para su mesa, las hortalizas i legumbres para la misma, la yerba para los cabaIlos de su servicio i las mulas de su coche; pero el menesteroso caballero dedicó el fundo, no solo a los objetos indicados, sino tambien a la siembra de trigo i a la crianza de ganado menor.

A ejemplo de su antecesor don Francisco de Menéses, estableció en Santiago una carnicería, contra el dietámen de la audiencia, solo para te

ner ocasion de realizar una partida de ovejas a un precio mayor que el corriente.

Criaba cabros, cuyos cordobanes vendia.

Uno de los ramos de comercio en que se ocupó principalmente fué la venta de ropa hecha, que es-. pendia en los diversos partidos del reino, valiéndose de los ajentes subalternos de la administracion, i aun de los mismos correjidores, i cuyo producto se le retornaba en ganado mayor i menor, que hacía matar i beneficiar.

El palacio se convirtió en una verdadera oficina de ajencias i negocios, en el cual, ademas de la habitacion del presidente i su familia, habia un vasto almacen de mercaderías.

Las especulaciones de Ibáñez no se limitaban solo a Chile, sino que se estendian tambien a la provincia de Cuyo í al Perú.

A la sombra del presidente, o por mandado de él, comerciaban su secretario, sus familiares, sus sirvientes, hasta el estremo de que los empleados se olvidaron de copiar las cédulas reales en el libro correspondiente.

El cuidado de los intereses temporales hacía que Ibáñez desatendiera los espirituales. Los colonos observaban con estrañeza que a pesar de ser hombre relijioso, solo comulgaba una o dos veces al año.

El presidente se olvidó tambien de llevar el libro en que se apuntaban las condenaciones i penas impuestas a favor de la cámara de Su Majestad; pero quizá este olvido no fué involuntario. Sin embargo, esta es solo una presuncion que no reposa sobre datos positivos.

En los años que gobernó don Francisco Ibáñez de Peralta, la ciudad de Santiago le debió únicamente el empedrado de algunas calles i una sun

tuosa puerta que regaló para el templo de la Compañía de teatinos.

En 17 de diciembre de 1701, el marques de Corpa, sobrino i allegado de Ibáñez, como se sabe, remató la estancia de Chocalan en catorce mil novecientos cincuenta pesos.

Para que pueda apreciarse el incremento del valor de la propiedad rural desde aquella época acá, advertiré que dicha estancia comprendia entónces, no solo lo que ahora se llama Chocalan, sino tambien la Vega, las dos haciendas del Cármen i el cajon de Aculeo.

El fundo rematado por el marques de Corpa habia pertenecido al finado capitan don Martin de Santander. Se habia formado concurso a su testamentaría; i a peticion de herederos i acreedores, el predio fué puesto en subasta.

Las malas lenguas sostenian que el marques de Corpa se habia limitado a prestar su nombre a su tio para que éste hiciera aquel negocio, eludiendo los preceptos legales.

En los autos de la residencia, hai dos declaraciones notables sobre el particular.

La primera es del maestre de campo don Francisco del Corral Calvo de la Torre, alguacil mayor de corte, que dice así: "Desde el principio de su gobierno, impulsó a los censuatarios de la estancia de Chocalan a que la ejecutasen; i habiéndola sacado de remate, la sacó en su cabeza su sobrino el marques de Corpa en cantidad de once mil pesos o mas, i sabe que no se han pagado, habiendo dejado a los dueños de dicha estancia, que eran de los primeros caballeros de este reino, en estado miserabilísimo, espuestos a perecer, i que sabe que en dicha estancia hizo muchas poblaciones i viviendas, estrayendo para la asistencia de las

obras de ella los indios de sus pueblos, i quitándolos violentamente a sus encomenderos, así para este ministerio, como para las matanzas, que todos los años hacía en dicha estancia de su cuenta, así de ganados vacunos, como cabríos, tan copiosas i crecidas, que pasaban de doce, o catorce mil o mas cabezas, i que éstas sabe que se compraban con ropa que enviaba el gobernador a todos o los mas correjidores de este reino."

La segunda es de don Juan de Rosáles, el cual se espresa así: "Tuvo la estancia de Chocalan en cabeza de su sobrino. La remató en perjuicio grave de todos los acreedores opuestos a ella, pues hizo el remate de contado sin exhibir un real, de que se orijinó el que los censuatarios suspendiesen en la percepcion de sus réditos, sin poderse aprovechar de los principales; i para la dicha estancia compró por medio de muchas personas porciones de ganado, que introdujo en ella, haciendo matanzas crecidas; i estos ganados se compraban con porciones de ropa que remitia i entregaba en su propia casa por don José de Solis, su criado."

El presidente Ibáñez, que, segun aparece, era negociante por mayor, estableció en Chocalan un molino i una curtiembre, cuyos materiales i operarios envió a su sobrino el de Corpa desde Santiago.

Para poblar esta hacienda, Ibáñez hizo al marques merced de una encomienda, que debia pasar a su hijo mayor.

Como uno de los objetos que me he propuesto en esta obra es evocar, por decirlo así, la vida colonial, reproduciendo con las aclaraciones necesarias los documentos inéditos en que ha quedado estampada, no quiero pasar adelante sin dar a conocer prácticamente como se hacía la adjudicacion oficial de las encomiendas.

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