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nantes parecieron renovarse con alguna fuerza. Sin embargo, ellas no eran absolutamente signo de pensamiento o conato de rebelion, o cosa parecida. Los que gritaban por la exaccion de los impuestos, o por la severidad desplegada contra los frailes eran buenos i leales vasallos que habrian considerado, como un tentador diabólico, al que les hubiera insinuado la idea de faltar en lo menor a su rei i señor.

Aquellas quejas eran semejantes a las que los cristianos mas devotos pudieran manifestar contra su cura o su obispo.

I adviértase que la comparacion es mui análoga; pues la sumision de los americanos a los españoles se hallaba fundada en una creencia i un sentimiento verdaderamente relijiosos.

Sin embargo, Gramuset lo juzgó equivocadamente de otro modo. Aquella serie de quejas que venian sucediéndose desde tres años le persuadió que habia una ruptura declarada entre la metrópoli i su colonia, no por cierto en los hechos, sino en los espíritus. En su concepto, solo faltaba la realizacion de lo que todos anhelaban.

Este juicio erróneo le hizo volver a fijarse en el plan de independencia de que habia hablado a Berney en 1776.

Bien pensado, la empresa de fundar una nacion era mas gloriosa, i tambien mas lucrativa, que la de desecar minas por medio de una máquina hidráulica.

Gramuset fué a proponer a su compatriota Berney aquel negocio de una revolucion con la misma llaneza con que habria podido invitarle para que entrara en otra especulacion cualquiera.

Berney no encontró disparatada la proposicion. Es verdad que se hallaba a la sazon mui resen

tido con el gobierno colonial. Acababa de oponerse a una clase de matemáticas del Colejio Carolino; i habia sido rechazado con manifiesta injusticia, a lo que aseguraba. Este fracaso habia sido causa de que en su espíritu visionario se formara la alucinacion de creerse el objeto de una persecucion sistemática de parte de las autoridades. Así estaba mui dispuesto a volverles mal por mal.

El ejemplo reciente i memorable de los Estados Unidos era una demostracion práctica de los raciocinios de Gramuset. El descontento ocasionado por la exaccion de contribuciones habia sido allá el oríjen de la insurreccion; ¿por qué en Chile un antecedente análogo no habia de producir iguales resultados?

Habia ademas una circunstancia que podia favorecer mucho el buen éxito del proyecto. En aquella época, la España estaba en guerra con la Inglaterra, cuyas naves, dueñas de los mares, habian precisamente de impedir, o por lo ménos de embarazar mucho, el que vinieran, sea de la Península, sea del Perú, las fuerzas que se habrian menester para tratar de sofocar el alzamiento de los chilenos.

Dos miserables estranjeros, que no poseian ni ejército, ni dinero, se consideraban, pues, capaces de arrebatar sin grandes dificultades al soberano de las Españas i de las Indias, al sucesor de Cárlos V i de Felipe II, una bella porcion de sus dominios.

Berney, sin embargo, aunque convenia en que la empresa era mui realizable, vaciló desde luego para comprometerse en ella. Era un hombre de gabinete, habituado a resolver problemas filosóficos i matemáticos; pero carecia de la audacia que tras

formaba a su compatriota de especulador en conspirador.

Gramuset siguió visitándole por varios dias, i hablándole siempre del importante asunto.

Berney aceptaba todas las ideas de su amigo; pero no se resolvia a tomar parte en la obra.

Al fin, despues de algunas conferencias estériles, llegó una en que Gramuset halló a Berney, no solo decidido, sino entusiasmado.

VII.

El motivo de tal mudanza era el haberse franqueado con un sujeto que ocupaba una alta posicion social en el país, i haber éste prestado la mas completa aprobacion al pensamiento; i sobre haberlo aprobado, haber ofrecido su activa cooperacion para llevarlo a cabo.

El nuevo i poderoso cómplice de la conspiracion se llamaba don José Antonio Rójas.

Me parece que ántes de continuar, conviene que se sepa con algunos pormenores quién era este caballero, tan amigo de novedades en un país i en una época en que no estaban de moda.

Don José Antonio Rójas, que tenia entónces unos treinta años, era mui noble i mui rico.

Habia estudiado con conocido aprovechamiento las matemáticas en la real universidad de San Felipe.

Como una distincion a su mérito, i principalmente a su familia, habia sido agraciado con algunos de los grados militares que, a manera de títulos honoríficos, solian darse a los criollos de su clase para que pudieran usar uniforme. Rójas mereció casi niño ser nombrado cadete de una de las compañías de infantería de la plaza de Santa Jua

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na; i cuando adulto, capitan de caballería de uno de los rejimientos de milicia de Santiago.

El presidente de Chile don Manuel de Amat i Junient, elevado a virrei del Perú, llevó consigo a Rójas en clase de ayudante.

A los cuatro o cinco años de residencia en aquel país, el mismo virrei le ascendió a correjidor de la provincia de Lampa, donde consta, dice un documento oficial de aquella época, que Rójas se dis tinguió, i se hizo digno de las recomendaciones de sus superiores "por la actividad i celo que manifestó al real servicio, en el donativo gracioso de dos mil pesos que remitió a Lima, los quinientos por su parte, i los otros mil i quinientos que exijió de los vecinos de aquella provincia," i "por las disposiciones i providencias que dió para sosegar las inquietudes i alborotos que ocurrieron en su tiempo en las provincias de Chucuito i Puno; resultando igualmente de la pesquisa i residencia que se tomó al referido don José Antonio de Rójas del tiempo que sirvió este correjimiento, (cuya residencia se aprobó por la real audiencia de la Plata) que desempeñó exactamente su obligacion en el uso de este empleo, poniendo la mayor atencion en el cumplimiento de las reales órdenes, i en la utilidad, i beneficio del bien público, celando i castigando los pecados i escándalos públicos, esmerándose en que los indios fuesen bien instruidos i doctrinados en los misterios de nuestra santa fe católica, i tratados con la mayor paz i equidad, como lo certificaron los curas doctrineros i principales caciques de aquel distrito, ponderando el singular desinteres, acierto, equidad, justicia i cristiandad con que dicho don José Antonio de Rójas gobernó aquella provincia; i que en los alborotos i sublevaciones de la provincia de Chucuito

i Puno, acudió personalmente con mas de setecientos hombres, costeados de su propio caudal, i se debió a sus acertadas providencias i disposiciones, el sosiego i quietud de aquellos moradores."

El mismo documento concluye enumerando entre los méritos de Rójas el de haber reimpreso a su costa, i previa la correspondiente licencia del virrei, para la instruccion de las milicias del Perú la "Ordenanza de Su Majestad en que se prescribe la formacion, manejo de armas i evoluciones que se debe establecer i observar en la infantería de su real ejército" (1).

Despues de los sucesos narrados, Rójas hizo un viaje a Europa; estuvo en España, i en Francia, donde dejó sus creencias de criollo hispano-americano para reemplazarlas por las doctrinas políticas i filosóficas entónces dominantes, particularmente en el segundo de aquellos reinos. Habiendo salido de América vasallo leal, volvió súbdito rebelde en el fondo de su alma.

Rójas trajo consigo una coleccion de instrumentos de física i química, i otra mui numerosa i variada de obras escojidas.

Lo que aquel viajero introducia en su patria era un caballo de Troya, una máquina infernal contra el réjimen establecido por los gobernantes pe

ninsulares.

Aquellos libros eran, no los pesados pergaminos en folio, escritos en mal latin, de los comentadores del derecho canónico o civil, sino bellos volúmenes en frances o castellano, bien empastados, cuyo solo aspecto invitaba a leerlos, los cuales trataban de filosofia, política, literatura, historia, viajes, ciencias.

(1) Relacion de los méritos i servicios de don José Antonio Rójas, fecha en Madrid a 25 de agosto de 1772.

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