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bernaba su vasto imperio de acuerdo con el vicario de Jesucristo, atendiendo a la felicidad de sus súbditos, no solo en este mundo, sino tambien en el otro.

Este dogma de la majestad real era el mas sólido fundamento de la soberanía de España en las comarcas del nuevo continente.

Es por demas fácil comprender que para que se mantuviera incólume esta veneracion estraordinaria a la persona de un simple mortal, era requisito indispensable que el trono estuviera ocupado por un hombre siquiera medianamente digno, que a haber morado en una aldea, no hubiera estado espuesto a las burlas i al desprecio de sus oscuros vecinos.

Sucedió que Cárlos IV, proclamado sucesor de su ilustre padre Cárlos III el 17 de enero de 1789, no poseia una calidad tan vulgar.

Estaba casado con María Luisa, reina tan liviana, como poco recatada, que no se tomaba la molestia de guardar siquiera las apariencias, disimulando su libertinaje.

Los reyes de España se habian esmerado siempre, particularmente en sus dominios de América, por mantener inmaculada la santidad del matrimonio.

A pesar de las numerosas i variadas ocupaciones que era de suponerse les impusiera el gobierno minucioso de rejiones tan estensas, como separadas entre sí, era comunísimo verles espedir ex profeso reales cédulas para reprender o correjir cualquiera irregularidad o escándalo en el hogar doméstico mas ignorado, en uno de Santiago o de Concepcion, por ejemplo.

Parecia que los monarcas habian puesto particular empeño en manifestar que velaban por la

observancia de la mas estricta moralidad hasta en el último rincon de sus dominios.

Pero Cárlos IV, que no se mostró ménos solícito que sus antecesores por la práctica de las buenas costumbres, se ostentaba guardian vijilante de la decencia pública en todas partes, ménos en su real palacio, ménos en su propia alcoba.

Ya se concebirá, sin que yo me detenga a manifestalo, cuál sería el efecto que causaria una conducta semejante, i especialmente en el nuevo mundo.. Pero el rei Cárlos IV no se limitó a no ver o a no querer ver lo que tanto le habria importado observar i enmendar.

Se complació en ir elevando de grado en grado, i con una rapidez injustificable, a uno de sus simples guardias de corps, don Manuel Godoi, a quien por lo gallardo de la figura, la reina María Luisa daba la preferencia entre sus varios galanes favorecidos.

Desde 1784 a 1791, Godoi, por influjo de la reina, i por la complacencia del rei (aun desde ántes que ciñera la corona), fué nombrado sucesivamente comendador de la órden de Santiago, ayudante de su compañía, esento de guardias, ayudante jeneral del cuerpo, brigadier de los reales ejércitos, mariscal de campo, jentilhombre de cámara de Su Majestad con ejercicio, sarjento mayor del real cuerpo de guardias de corps, caballero gran cruz de la real i distinguida órden de Cárlos III, grande de España con el título de duque de la Alcudia, consejero de estado, superintendente jeneral de correos i caminos.

¿Parecen muchas las distinciones enumeradas? Pues todavía no eran todas las que habia recibido.

El libro de que he copiado la precedente enu

meracion pone al fin de ella una etc, la cual está indicando que aun faltaban algunas por mencionar. ¡Era mui amorosa la reina María Luisa, i mui bueno el rei Cárlos IV!

Pero en fin, los mencionados eran honores cortesanos, puede decirse, cuya concesion no influia en la suerte de la monarquía.

Todavía fué mucho mas grave e inesperado lo que ocurrió en noviembre de 1792, cuando el favorito Godoi reemplazó en el ministerio de estado al insigne i esperimentado conde de Aranda, que de la noche a la mañana habia caído en desgracia.

Vióse entónces que el amor de una reina podia llevar hasta mui alto, i que no consultaba para nada el interes de la nacion.

Habria parecido que el privado habia alcanzado a la cúspide del favor.

Pues no era así.

En setiembre de 1795, el bueno de Cárlos IV, para recompensar a su querido Manuel el haber ajustado con la Francia la paz de Basilea, conferia a Godoi el título de príncipe de la Paz, con que éste fué desde entónces jeneralmente designado.

La estrella del favorito tuvo un momentáneo eclipse.

Las exijencias del gobierno frances, en cuyo desagrado no se atrevia Cárlos IV a incurrir, le obligaron en 28 de marzo de 1798, a separar a Godoi de la direccion de los negocios de la monarquía; pero como lo observa un historiador español, "la admision de su renuncia se hizo en los términos mas lisonjeros para el príncipe de la Paz, i tales como rara o ninguna vez en semejantes documentos se emplean" (1).

"Atendiendo a las reiteradas súplicas que me (1) Lafuente, Historia Jeneral de España, parte 3, libro 9, capítulo 5.

habeis hecho, así de palabra como por escrito, para que os eximiese de los empleos de secretario de estado i de sarjento mayor de mis reales guardias de corps, decia el rei a Godoi en cédula espedida en Aranjuez a 28 de marzo de 1798, he venido en acceder a vuestras reiteradas instancias, eximiéndoos de dichos dos empleos, nombrando interinamente a don Francisco de Saavedra para el primero, i para el segundo al marques de Ruchena, a los que podreis entregar lo que a cada uno corresponda, quedando Vos con todos los honores, sueldos, emolumentos i entradas que en el dia teneis, asegurándoos que estoi sumamente satisfecho del celo, amor i acierto con que habeis desempeñado todo lo que ha corrido bajo vuestro mando, i que os estaré sumamente agradecido mientras viva, i que en todas ocasiones os daré pruebas nada equívocas de mi gratitud a vuestros singulares servicios."

El alejamiento de Godoi no fué de larga duracion, habiendo sido llamado por segunda vez al ministerio el año de 1800.

Cárlos IV se propuso, a lo que parece, compensar ampliamente a Godoi lo que habia podido perder durante su separacion del gobierno.

En agosto de 1801, le nombró jeneralísimo de los ejércitos españoles.

Por real cédula de 4 de octubre de 1801, el monarca, detallando los honores de tan elevado cargo, declaraba que "teniendo la mayor confianza en la estensa capacidad i en el celo del príncipe de la Paz por su servicio," le habia nombrado je. neralísimo de los ejércitos de mar i tierra, "cuyos cuerpos todos, aunque estuviesen en la corte, o fuesen de la real casa, debian hacerle los honores correspondientes a un jefe superior."

El jeneralísimo debia usar como insignia una faja azul en lugar de la roja que servia de distintivo a los simples jenerales.

Poco despues, Godoi dirijió a Cárlos IV una representacion en la cual, refiriéndose a lo que el rei le habia dicho, definia como sigue sus atribuciones: "Mi empleo es el superior de la milicia; i mis facultades las mas amplias. Ninguno puede dejar de obedecerme, sea cual fuese su clase, pues mi órden será como si Vuestra Majestad en persona la diese."

El rei, sin pérdida de tiempo, espidió en San Lorenzo a 12 de noviembre de 1801, una real cédula, en que así lo ratificó, i ordenó que se circulara por todos sus dominios de uno i otro mundo.

Don Manuel Godoi quedó declarado la segunda persona, el alter ego del soberano heredero de Cárlos V i descendiente de Luis XIV.

Cárlos IV, que se llevaba inventando como engrandecer a su favorito, a lo ménos con fórmulas i títulos aparatosos, ya que era imposible ensalzarle mas en la realidad, firmó en Aranjuez a 13 de enero de 1807 una cédula por la cual le nombraba gran almirante de España e Indias i protector del comercio con tratamiento de alteza. Copio de este documento, que no recuerdo haber visto publicado, el siguiente trozo, que me parece harto significativo.

"Cuando por mis reales decretos del 6 de agosto i 4 de octubre de 1801, confié al celo i talentos de vos don Manuel Godoi, príncipe de la Paz, el importante encargo de jeneralísimo de mis armas de mar i tierra, fué mi intencion el revestiros de las mas ámplias i omnímodas facultades para el ejercicio de tan alto empleo, i el arreglo de todo lo concerniente al gobierno militar, político i econó

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