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obediencia mas humilde. Nada debia hacer sin noticia de Vuestra Majestad; pero fuí sorprendido. He delatado a los culpables, i pido a Vuestra Majestad me perdone por haberle mentido la otra noche, permitiendo besar sus reales piés a su reconocido hijo-Fernando.

"Señora. Mamá mia. Estoi mui arrepentido del grandísimo delito que he cometido contra mis padres i reyes; i así con la mayor humildad le pido a Vuestra Majestad se digne interceder con papá para que permita ir a besar sus reales piés a su reconocido hijo-Fernando.

"En vista de ellas, i a ruegos de la reina mi amada esposa, perdono a mi hijo, i le vuelvo a mi gracia cuando con su conducta me dé pruebas de una verdadera reforma en su frájil manejo; i mando que los mismos jueces que han entendido en la causa desde su principio la sigan, permitiéndoles asociados, si los necesitasen; i que concluida, me consulten la sentencia, ajustada a la lei, segun fuesen la gravedad de los delitos, i calidad de las personas en quienes recaigan, teniendo por principio para la formacion de cargos las respuestas dadas por el príncipe a las demandas que se le han hecho, pues todas están rubricadas i firmadas de su puño, así como los papeles aprehendidos en sus mesas, escritos por su mano; i esta providencia se comunique a mis consejos i tribunales, circulándola a mis pueblos para que reconozcan en ella mi piedad i justicia, i alivien la afliccion i cuidado en que les puso mi primer decreto, cuando por él vieron el riesgo de su soberano i padre, que como a hijos los ama, i así le corresponden. Tendreislo entendido para su cumplimiento. Real Cédula dada en San Lorenzo a 5 de noviembre de 1807.-Caballero."

El presidente Carrasco, bien aconsejado en esta ocasion, como en la otra, puso al pié la misma providencia que en la real órden de 30 de octubre, ántes copiada.

El rei Cárlos IV i sus ministros habian mostrado ménos prudencia i tino que el presidente Carrasco, pues habian mandado publicar en Madrid i en todas partes los dos manifiestos que quedan citados, por el primero de los cuales se pregonaba que el príncipe Fernando era un hijo desnaturalizado que aguardaba con impaciencia la muerte de su anciano padre, i que maquinaba para destronarle; i por el segundo, que era un delator vil i cobarde, que por salvarse entregaba a sus amigos a los rigores de la justicia.

Aquellos manifiestos habian sido redactados por don Manuel Godoi.

Así el sijilo en que el presidente Carrasco procuró mantener aquel suceso estraordinario e inaudito solo sirvió para retardar su conocimiento a los chilenos por limitado tiempo.

La junta nombrada por el rei para juzgar a los cómplices de su hijo los absolvió a todos, i declaró ademas que la prision que habian sufrido no perjudicaria en ningun tiempo a la buena reputacion de que gozaban.

¿Obró de aquel modo por odio al favorito, por temor al príncipe heredero que en tiempo no remoto debia empuñar el cetro, o por espíritu de santa justicia, repugnándole condenar a los cómplices subalternos cuando el principal culpable debia quedar impune?

Sin embargo, el rei gubernativamente castigó los unos con destierro, i a los otros con encierro en un convento.

La conducta oprobiosa del príncipe Fernando no se redujo a lo que queda referido.

Con fecha 11 de octubre de 1807, habia escrito al emperador de los franceses Napoleon I una humildísima carta en la cual se ponia bajo su proteccion, haciendo alusiones indecorosas a la situacion doméstica en que se encontraba, e implorando el honor de recibir por mujer a alguna princeşa de la familia imperial.

Mientras el heredero de la monarquía española se prosternaba ante el soldado feliz que se habia sentado sobre el antiguo trono de los Borbones en Francia, el príncipe de la Paz, por su parte, sacrificaba al mismo conquistador, para obtener la adjudicacion de un principado hereditario, los intereses de la nacion cuyo gobierno se le habia confiado sin merecerlo.

El rei Cárlos IV, la reina María Luisa, el príncipe Fernando i el ministro Godoi eran mui dignos de vivir, o mejor dicho, de intrigar i reñir en familia.

Sin embargo, el jeneroso pueblo español, que estaba impaciente de soportar tanta ignominia, hacía una distincion injustísima entre aquellos cuatro personajes de igual ralea.

Consideraba al rei, i sobre todo a la reina i favorito, como los principales autores de las desgracias i humillaciones públicas.

Cifraba en el príncipe heredero las mas halagüeñas esperanzas de rejeneracion.

Todo era animadversion para los primeros; afecto para el segundo.

Los sentimientos que animaban a los habitantes de la América Española eran enteramente análogos.

Sin embargo, preciso es advertir que el espec

táculo tan degradante que presentaba la corte de Madrid era mui poco propio para conservar pura i viva la veneracion a la real persona que servia de principal fundamento a la dominacion española en las comarcas del nuevo mundo.

IV.

El desgobierno de España, las divisiones de la familia real, los necios procedimientos de Godoi habrian inspirado por sí solos al audaz i ambicioso Napoleon I el pensamiento de adjudicar la soberanía de aquel reino o imperio a uno de sus hermanos, aun precidiendo de las otras consideraciones que pudieron haberle inclinado a cometer un atentado que no era el primero de su clase perpetrado por él.

No tengo el propósito de narrar, o siquiera de resumir a la lijera en esta ocasion los mui conocidos i memorables sucesos que ocurrieron en Esраñа.

Todos recuerdan con mas o ménos pormenores la invasion de las provincias españolas, los tumultos de Aranjuez, la prision de Godoi, la abdicacion de Cárlos IV, la proclamacion de Fernando VII, los deplorables altercados que el padre i el hijo tuvieron en Bayona delante del emperador, las vergonzosas renuncias de la corona que hicieron uno i otro, su internacion en Francia.

Todos saben igualmente que Napoleon cedió el cetro de España a su hermano José Bonaparte; i que la gran mayoría del pueblo español, con patriótico fuego, sin reparar ni en dificultades ni en peligros, se levantó heroicamente contra el usurpador intruso i descreído, que debia su elevacion a su hermano el Atila moderno, el cual mas osa

do que el antiguo, no habia retrocedido ante poner en prision al vicario de Jesucristo.

Pero aquel movimiento nacional contra la invasion francesa estuvo distante de ser unánime.

Es este un hecho que importa mucho hacer constar, porque ejerció indudable influencia en las conmociones de la América Española, que trajeron al fin la revolucion de la independencia.

Hubo crecidísimo número de españoles, i entre ellos, algunos mui ilustres por distintos aspectos, que sigueron la bandera del rei José.

Allá por el año de 1809 particularmente, el Diario Oficial del Gobierno, órgano del monarca estranjero, aparecia atestado de manifestaciones en su favor que le dirijian las diputaciones de las ciudades sometidas, los ayuntamientos, los prelados i cabildos catedrales, las órdenes i comunidades relijiosas, en una palabra, las corporaciones ecleciásticas i civiles de toda especie.

El usurpador consiguió aun alistar para que defendiesen su causa rejimientos enteros compuestos de españoles.

La junta suprema central gubernativa del reino que los patriotas españoles habian organizado para que rijiese la monarquía durante la cautividad de Fernando VII, a quien reputaban el único soberano lejítimo, tomaba empeño en comunicar con la mayor indiscrecion, tales defecciones a los habitantes del las provincias hispano-america

nas.

Voi a citar dos ejemplos de esta conducta, por demas impolítica.

Por real órden de 25 de marzo de 1809, se previno a todas las autoridades de América, i por supuesto a las de Chile, que indagaran los bienes que podian poseer en estos dominios varios espa

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