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e Indias, sorprendido con la noticia de haberse impreso i distribuido algunos ejemplares de una real órden que se supone emanada de Su Majestad en 17 de mayo próximo anterior sobre el comercio libre de las Américas, consideró necesario manifestar por un suplemento a la Gaceta de la Rejencia del 20 del corriente, que no habia precedido resolucion ni órden de Su Majestad para ello; i que en su consecuencia mandaba se recojiesen i quemasen cuántos ejemplares se hallasen, i que se publicase en la Gaceta de la Rejencia i demas papeles públicos para noticia i gobierno de todos. Pero no creyendo suficiente la publicacion de aquel aviso para disipar la impresion favorable o siniestra que haya podido causar en los ánimos el contenido de dicha real órden supuesta, ha juzgado preciso manifestar a la nacion por medio de este real decreto, que, a pesar de los vivos deseos que ha tenido siempre i tiene el consejo de rejencia de conciliar el bien de las Américas con el de la metrópoli, se ha abstenido de tratar un punto tan delicado i de tanta trascendencia, en el cual, aun para hacer algu na innovacion, es necesario derogar las leyes prohibitivas de Indias, cuyo acto podria producir gravísimas consecuencias al estado, sin que por esto haya dejado de pensar i piense el consejo en aliviar por otros medios a las Américas de los males i privaciones que sufren. Declara por tanto de nuevo el consejo que la referida real órden impresa en esta ciudad que comienza:-Atendiendo a la necesidad de dar salida a los frutos de los dominios de América,-i acaba:-i precedido el exámen i aprobacion de la misma junta, se pondrá en práctica sin perjuicio de dar cuenta a Su Majestad,-es apócrifa i de ningun valor ni efecto, i que por lo mismo se deben recojer cuántos ejemplares se hallen; i asimismo.

ha mandado Su Majestad que un ministro del superior consejo de España e Indias proceda a la averiguacion del autor o autores de la supuesta real órden, su impresion i publicacion para que, averiguado que sea, recaiga en ellos el castigo a qee se hayan hecho acreedores. Tendreislo entendido, i dispondreis que se publique inmediatamente. -Javier de Castaños, presidente.-Pedro, obispo de Orense.-Francisco de Saavedra.-Antonio de Escaño.-Miguel de Lardizabal i Uribe.-En Cádiz a 27 de junio de 1810."

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Creo conveniente que sea un esclarecido español contemporáneo quien haga los comentarios a que ofrece fecundo tema el documento que acaba de leerse.

El famoso escritor don José María Blanco White se contó, como su no ménos ilustre compatriota don Alvaro Flórez Estrada, entre los estadistas peninsulares, justicieros i previsores, que señalaron al gobierno de España la senda que debia seguir para impedir, o por lo ménos retardar, la independencia de los reinos hispano-americanos.

Hé aquí lo que escribia en El Español, fecha 30 de julio de 1810, con motivo de la cédula ántes copiada.

"Parece que ha llegado la época de un grande acontecimiento político que se ha estado esperando por largo tiempo: el estandarte de la independencia se ha empezado a levantar en América; i segun podemos calcular, por lo que hemos visto acerca de la revolucion de Carácas, no es un movimiento tumultuario i pasajero el de aquellos pueblos, sino una determinacion tomada con madurez i conocimiento, i puesta en práctica bajo los mejores auspicios: la moderacion i la beneficencia. Esto es lo que respiran las proclamasi las providencias del

nuevo gobierno de Venezuela. Si viéramos empezar aquella revolucion proclamando principios exajerados de libertad, teorías impracticables de igualdad, como las de la revolucion francesa, desconfiaríamos de las rectas intenciones de los promovedores, i creeríamos el movimiento efecto de un partido, i no del convencimiento práctico de todo el pueblo sobre la necesidad de una mudanza política. Pero al ver que solo tratan de mirar por su seguridad, i de hacer lo que todos los pueblos de España han puesto en práctica, esto es, formar un gobierno interino durante la ausencia del monarca, o en tanto que no se establezca la monarquía sobre nuevas i lejítimas bases, nos parece ver en el movimiento de Carácas los primeros pasos del establecimiento del imperio que ha de heredar la gloria, el saber i la felicidad del que está para perecer en el continente de Europa a manos de un despotismo militar el mas bárbaro. Mas ¿qué va a ser de la España si se separan de ella las Américas? Jamas podemos creer que las Américas, aun cuando todas siguieran el ejemplo de Carácas, se olvidaran de los que en España pelean gloriosamente contra la opresion estranjera. La proclama de Venezuela respira amor a los españoles: este es inestinguible en los americanos. Las Américas, libres del yugo en que se las ha querido i quiere tener tan imprudentemente todavía, serán infinitamente mas poderosas para enviar socorros a España, i los americanos no necesitarán de dependientes del fisco para ausiliar abundantemente a sus infelices compatriotas de Europa. Si una de las provincias de la Península estuviese de tal manera rodeada i defendida por la naturaleza que los franceses no pudiesen de modo alguno penetrar en ella, pudiendo ella comunicar con los pueblos

que aun están esentos del yugo, ¿sería menester que éstos aspirasen a tenerla en una absoluta dependencia para que contribuyese a sus esfuerzos contra los enemigos? o ¿sería prudencia que estos pueblos tratasen de impedirle los medios de que adquiriese riquezas que pudiese mandarles? Pues esto es lo que parece que quieren los que se estremecen al oír el nombre de independencia de América. Los americanos no pensarán jamas en separarse de la corona de España, si no los obligan a ello con providencias mal entendidas. Los americanos solo es probable que quieran no estar esperando gobierno i direccion de un país separado por un mar inmenso, de un país casi ocupado por enemigos, i donde un gobierno en perpetuo peligro, i que apénas puede mirar por sí en medio de las circunstancias que lo rodean, nada puede hacer respecto a los dilatados países del nuevo mundo, mas que pedir socorros i enviar empleados.

"Pero aun esto pudiera conservar el gobierno de España, si no insistiera por una mala estrella en cuántos errores de administracion respecto de América mantuvieron sus predecesores. ¡Qué contraste presentan los dos documentos concernientes a América que preceden, i que por casualidad han salido como a encontrarse en el camino! La provincia de Venezuela anuncia que quiere ser libre, i la rejencia de España manda quemar un decreto en que se pretendia volver a los americanos el derecho que todo hombre tiene a ejercitar su industria de cuántos modos alcancen sus fuerzas. ¿No parece que se trata de irritar a los americanos para que no guarden término alguno de moderacion, cuando se les debiera halagar con el mayor afecto?

"Yo respeto la rejencia de España; i por tanto, no puedo ménos que juzgar que algun motivo

oculto la ha llevado a pesar suyo a espedir este decreto contra el comercio libre, cuando todas las circunstancias estaban clamando por el contrario. El que hizo la superchería del decreto que se condena debió ser un gran patriota i un excelente político. La rejencia debia darle las gracias, porque este piadoso engaño sería el mas poderoso antidoto contra todo espíritu de revolucion en las colonias. Pero insistir en el espíritu de monopolio antiguo en este tiempo i tratar de entretener a los americanos con promesas vagas de mejoras, cien veces repetidas i otras cien olvidadas, es moverlos a indignacion, pasion la mas contraria a los menesterosos.

"Todo es mas sufrible respecto a la América, que el monopolio de la metrópolis. Decir a quince millones de hombres:-vuestra industria no ha de pasar del punto que a nosotros nos acomode; habeis de recibir cuanto necesitais por nuestras manos; habeis de pagar mas por ello, que si lo buscarais vosotros, i ha de ser de peor calidad, que lo que pudierais tomar de otros a mas bajo precio; vuestros frutos se han de cambiar solo por nuestras mercaderías, o por las de aquellos a quienes queramos vender este derecho de monopolio; i ántes se han de podrir en vuestros campos, que os permitamos sacar otro partido de ellos;-decir esto en medio de las luces de nuestros dias, i confirmarlo con un decreto, me parece un fenómeno el mas estraordinario en política. No he visto la real órden supuesta, i solo sé de ella sus primeras palabras, que cita la de la rejencia, que la contradice. Mas creo que han copiado en un solo renglon la razon mas poderosa que puede haber contra su decreto: Atendiendo a la necesidad de dar salida a los frutos de los dominios de América. En verdad

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