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sulares, sino tambien porque no alcanzando a distinguir cuáles españoles son traidores, i cuáles nó, deseamos tomar las debidas precauciones para conservar estos dominios a nuestro amado señor don Fernando VII. Nosotros sabrémos guardárselos mejor que cualesquiera otros.

Presencióse entónces en el nuevo mundo el mas estraño de los espectáculos.

Tanto el partido peninsular, como el partido criollo, enarbolaron por bandera el nombre de Fernando el amado, e hicieron ostentacion de fidelidad a su persona.

I preciso es declarar que la gran mayoría del partido criollo obraba con la mas perfecta sinceridad.

Aspiraba a que se remediase el mal gobierno, i a que no se mantuviera a los hispano-americanos en una degradante inferioridad; pero estaba mui ajena de negar obediencia al soberano, de quien precisamente esperaba la mas amplia reparacion de todos los agravios.

¿En qué consistia entónces la diverjencia de opiniones que debia llevar a una larga i sangrienta lucha?

Las autoridades nacionales de España i sus ajentes i parciales en el nuevo mundo imputaban como una traicion, como un crímen horrendo, a los patriotas americanos, el que imitaran lo mismo que ellos habian llevado a cabo en la Península.

Esto era todo.

Segun los peninsulares, la instalacion de juntas gubernativas en América era un acto de rebelion, una declaracion de independencia.

¿Por qué no lo habia sido en las provincias de España?

¿Por qué, siendo iguales en derechos, era lícito a los españoles europeos hacer lo que no se permitia a los españoles americanos?

El resultado lójico de semejante situacion fué que muchos hispano-americanos principiaran, no solo a desear el establecimiento de juntas gubernativas semejantes a las creadas en la Península, sino tambien a abominar a las autoridades nacionales que se mostraban hostiles a ellos en la realidad a pesar de las buenas palabras, i deseosísimas de mantener con las menores modificaciones posibles el detestado réjimen colonial.

Ocurrió en aquella época un hecho bastante curioso.

Los que hablaban mas de la independencia de América fueron precisamente las autoridades nacionales de España, que tanto la temian.

A fuerza de discurrir acerca de aquel punto negro que divisaban mas allá del Atlántico en el horizonte político, llamaron hacia él la atencion de muchos de los interesados, que ántes talvez no lo habian notado.

¿La independencia no era el mejor arbitrio, quizá el único, de resolver dificultades, que los gobernantes de España se manifestaban tan poco empeñados por allanar equitativamente?

En el tiempo a que me refiero, la inmensa mayoría de los criollos era fiel de corazon a Fernando VII; pero rechazaba con horror la soberanía del rei intruso, i esperimentaba repugnancia suma en obedecer a autoridades que consideraba desfavorables a la América, i dominadas por los monopolistas de Cádiz.

La suspicacia que los ajentes de la metrópoli en el nuevo mundo, i sus secuaces, desplegaban para perseguir las opiniones mencionadas, que encon

traban en muchos benévola acojida, contribuia, como sucede en casos análogos, a hacerlos mas odiosos, i a aumentar la impopularidad de la causa a que servian.

Voi a referir como comprobacion un caso de esta especie que ocurrió en nuestro país.

En el libro de votos de la audiencia de Santiago de Chile, se lee en la fecha correspondiente al juéves 5 de octubre de 1809 lo que sigue:

"Se contestó un oficio del señor presidente que remitió con una denuncia de la villa de Chillan contra don Ramon Arriagada i el prior de San Juan de Dios sobre sembrar ideas suversivas i de independencia, esponiéndole remitiese una partida con un oficial de graduacion para que previas las dilijencias correspodientes, i con la debida reserva, condujese a esta capital dichos sujetos para su competente averiguacion" (1).

El presidente interino don Francisco Antonio García Carrasco procedió como se lo indicaba el supremo tribunal o consejo del reino.

Cuando los reos hubieron sido traídos, el presidente Carrasco dirijió al oidor don Manuel de Irigoyen, encargado de levantar el sumario, el oficio que va a leerse.

"Verificada la prision de don Pedro Ramon Arriagada i frai Rosauro Acuña, relijioso de San Juan de Dios, en los cuarteles de Dragones de la Reina i de San Pablo de esta capital, i el comparendo de otros por conversaciones de conspiracion en la ciudad de Chillan, segun instruyen las dilijencias adjuntas, las paso a Usía para que forme la correspondiente sumaria; i evacuada, me dé cuenta.

(1) Libro de votos de la Audiencia de Santiago de Chile, acuerdo de 5 de octubre de 1809.

"Este procedimiento se ha fundado en un denuncio que se me dió con carácter de verídico, de que en un dia del mes de agosto concurrieron con don José del Solar, en su tienda i ciudad de Chillan, don Clemente Lantaño, don Jacinto Piedra, don Felipe José de Aciego i don Pedro Ramon Arriagada, quien, despues de varias noticias i novedades de Europa que refirieron entre todos, concluyó espresando que en España ya no habia rei; que José Bonaparte estaba jurado i coronado por tal, i que estaba gobernando sin impedimento de los españoles; que la junta central era compuesta de unos intrusos, que no eran mas que unos hombres particulares como ellos, a quienes no se debia rendir subordinacion; que no debíamos vivir sujetos a ellos; que esta junta no trataba mas que de mantenernos engañados, sin comunicarnos cosa alguna, i espuestos a una sorpresa; que hacía mui poco aprecio de este reino; que lo que convenia era que los habitantes todos a una tratasen de ser independientes de todas las naciones, i de sacudir el yugo español, haciéndose republicanos; que este reino no necesitaba de rei; que tenian todos los ausilios proporcionados para construir armas i las municiones necesarias para la guerra i nuestra defensa; que así como estos pueblos se habian sometido al gobierno español por su propia voluntad, tambien podian retirarse i vivir libres de tantas pensiones i pechos que están sufriendo; i que poco tiempo se pasaria sin que viesen puesto en planta este proyecto. I aunque alguno de los circunstantes le reconvino sobre tan villanas i traidoras proposiciones, se sostuvo en ellas, repitiendo que poco tardarian en verse republi

canos.

"En otro dia del mes de agosto, como a las ocho

de la noche, estando de visita en casa de doña Javiera del Solar de la misma ciudad de Chillan con don Jacinto Piedra i don Felipe Aciego, suscitó frai Rosauro Acuña, prior del hospital de San Juan de Dios, el mismo plan que produjo don Pedro Ramon Arriagada, a presencia de ellos, de la dicha doña Javiera i sus hijas; i aunque se lo contradijeron los dos primeros, sostuvo su raciocinio, persuadiéndoles, como lo hizo don Pedro Ramon, lo útil que sería poner en ejecucion el sistema, i la conveniencia que debia i podia resultar a este reino de Chile, al del Perú i Buenos Aires, de que tuviese efecto.

"En aquel pueblo, se esparcen de continuo por varias personas algunas palabras sueltas inductivas al mismo fin. El subdelegado no tiene la espedicion correspondiente para el desempeño de su cargo.

"El espresado Arriagada es sujeto de los pudientes de dicha ciudad con conexiones con los superiores i otras personas poderosas de aquella provincia.

"Estos asertos servirán de cuerpo de delito i cabeza de proceso, observándose en cuanto al relijioso Acuña la concurrencia de la jurisdiccion eclesiástica respectiva a su inmunidad conforme a derecho canónico i real cédula; i para adelantarlo, paso igualmente dos envoltorios cosidos de los papeles secuestrados que cita remitir el comisionado, a cuya apertura i reconocimiento acompañará a Usía el secretario de esta presidencia para que dejando los que conduzcan a la causa, recoja los de

mas, formando inventarios de todos con la dicha reserva. Santiago, noviembre 1.o de 1809.-Francisco Antonio García Carrasco.-Señor Oidor Don Manuel de Irigoyen."

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