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duos una obra mui notable del eminente ciudadano don Juan Martínez de Rózas,

Se titulaba: Catecismo Político-Cristiano, dispuesto para la instruccion de la juventud de los pueblos

libres de la América Meridional: su autor don José Amor de la Patria.

Martínez de Rózas combatia valientemente en aquel catecismo el derecho divino de los reyes. Enseñaba que el orijen del gobierno está en la nacion.

Sostenia la superioridad del réjimen republi

cano.

Segun él, los habitantes del nuevo mundo habian jurado obediencia a solo Fernando VII; pero de ninguna manera a la España.

Luego era una deduccion irrefutable que si la Península era dominada por un monarca estranjero, o si lo aceptaba voluntariamente, los pueblos de América tenian el mas incontestable derecho para darse los gobernantes que mejor les pareciesen.

Como se ve, aquel era un caso mui probable de independencia absoluta.

Don Juan Martínez de Rózas, quizá por no lastimar demasiado el sentimiento de fidelidad todavía mui enérjico, acataba los títulos de Fernando VII.

Pero esto con una condicion mui significativa, a saber, la de que habia de venir a fijarse en América.

Hé aquí sus propias palabras:

"Formemos nuestro gobierno a nombre del rei Fernando para cuando venga a reinar entre nosotros. Dejemos lo demas al tiempo, i esperemos los acontecimientos. Aquel príncipe desgraciado es. acreedor a la ternura, a la sensibilidad i a la con

sideracion de todos los corazones americanos. Si el tirano que no puede someternos con sus atroces i numerosas lejiones lo deja que venga a reinar entre nosotros; si por algun acontecimiento afortunado, él puede romper las pesadas cadenas que carga, i refujiarse entre los hijos de América, entónces nosotros americanos le entregarémos estos preciosos restos de sus dominios, que le habríamos conservado como un depósito sagrado; mas entónces tambien, enseñados por la esperiencia de todos los tiempos, formarémos una constitucion impenetrable en el modo posible a los abusos del despotismo, del poder arbitrario, que asegure nuestra libertad, nuestra dignidad, nuestros derechos i prerrogativas como hombres i como ciudadanos, i en fin nuestra dicha i nuestra felicidad. Si las desgracias del príncipe no tienen término, ni lo tienen los delitos del tirano, entónces el tiempo i las circunstancias serán la regla de nuestra conducta; entónces podrémos formarnos el gobierno que juzguemos mas a propósito para nuestra felicidad i bienestar; pero de contado, ni reyes absolutos, ni intrusos, ni franceses, ni ingleses, ni Carlota, ni portugueses, ni dominacion alguna estranjera. Morir todos primero ántes que sufrir o cargar el yugo de nadie."

Aparece de lo espuesto, que don Juan Martínez de Rózas creia que en todo evento las naciones hispano-americanas debian ser independientes de España o de cualquiera otro estado estranjero, i que solo en la hipótesis de que Fernando VII viniera a residir en estos países, estaban privadas del derecho de elejir los gobernantes que mejor les conviniesen.

Escusado me parece advertir que estas ideas de don Juan Martínez de Rózas eran en aquel tiem

:

po aceptadas por mui reducido número de individuos.

Constituian el credo político solo de la porcion mas avanzada del partido criollo.

Pero juntamente debe tenerse entendido que era opinion mui aceptada entre los patriotas la de que si la metrópoli continuaba bajo la dominacion de José Bonaparte, o si caia en poder de cualquier otro monarca intruso, Chile debia separarse sin vacilacion.

Segun la doctrina sostenida por la mayor parte de los miembros del partido criollo, los pueblos hispano-americanos estaban obligados a prestar vasallaje a Fernando VII i a sus lejítimos sucesores, pero no a la España sin tomar en consideracion el monarca que la rijiese.

Como se ve, la posibilidad de la independencia era admitida aun por los mas moderados, a lo ménos en un caso que, vista la situacion, no era mui difícil de realizarse.

A principios de 1811, don Manuel de Sálas i Corvalan hizo circular manuscrito un folleto que llevaba este título: La verdad en campaña, o verdades de jente campestre, o la verdad traducida a lengua vulgar. Diálogo entre Argote, portero de la excelentísima junta, i Quevedo, de cabildo, por frai José Erazo del órden de hermitaños.

Sálas defendia mas o ménos las mismas teorías que don Juan Martínez de Rózas en el Catecismo Político Cristiano, pero con una diferencia notabilísima.

Martínez de Rózas se manifestaba dispuesto a reconocer la soberanía de Fernando VII con la precisa condicion de que viniera a residir en la América; mientras que Sálas se apresuraba a declarar que le prestaria la debida obediencia, con

la sola condicion de que fuera restituido al trono de sus mayores.

"Quevedo.-¿I si el rei volviese a Madrid o vencedor de sus enemigos, o por un convenio, o por muerte de Bonaparte, u otro accidente?

"Argote.-¡Ah compadre! moriríamos de gusto yo i cuantos le aman como yo. Entónces, aunque fuese rodando, o pidiendo limosna, iria sirviendo a los enviados de Chile a presenciar el acto mas grande que me he figurado muchas veces cuando he estado con calentura, i se ha exaltado mi imajinacion i mi amor hasta hacerme llorar.

"Quevedo.-Vaya! ¿i cómo se figura Usted que sería eso? ¿i qué es lo que dirian?

"Argote.-Entrarian a un gran salon, cuyas venerables murallas estarian despojadas de los preciosos tapices que robaron los infieles aliados, pero adornadas con la sangre de aquellos pocos heroicos españoles que perecieron el funesto 2 de mayo, víctimas de su lealtad. La guardia sería un pueblo de hombres mutilados por sus malos conciudadanos, i cuyas cicatrices les honrarian mas que las encomiendas i bordados con que se suplia ántes la falta de mérito. En medio de este conjunto de hijos i amigos del soberano, estaria el bueno, el desgraciado Fernando, que estendiendo sus brazos, abriria campo a nuestros chilenos. Llegarian éstos, harian ademan de prosternarse i serian levantados con benignidad. La ternura i sollozos causarian un silencio interesante. Al fin tomaria la palabra alguno de los diputados, i diria".

Sálas ponia en boca del orador un elocuente discurso en el cual resumia los agravios de los criollos contra los gobernantes españoles, i justificaba las precauciones que los primeros habian tomado en la crísis de la monarquía para ser de

Fernando VII o de nadie. "Si erraron aquellos remotos vasallos en el modo, concluia diciendo, sus fines eran laudables, i tolerarán con resignacion la desgracia de haberos desagradado por la gloria de haberos servido!".

"Me parece, continuaba el portero Argote, ver a Fernando con los ojos arrasados de lágrimas, descender del trono, i con la misma majestad con que Fernando el católico quitaba los grillos al que descubrió el nuevo mundo, abrazar a los que lo conservaron; i que mostraba el mismo horror a los Abascales, Elíos i Cisnéros, que tuvo aquel a los Bobadillas, Aguados, Cañetes, etc."

Los distintos propósitos de Rózas i de Sálas son demasiado patentes.

Sin embargo, aparece tambien claro que aun el autor del Diálogo de los Porteros reconocia la necesidad de la independencia en la hipótesis de que el rei lejítimo no recobrara el trono.

Los españoles europeos residentes en el nuevo mundo i sus allegados no aceptaban por nada semejante escepcion, i pretendian que la América quedara sujeta a la Península, sucediera lo que sucediera. Rechazaban por lo jeneral con toda la fuerza de su alma la usurpacion del Bonaparte; pero en el último estremo, si ellos se veian compelidos a resignarse a ella en Europa, exijian que los americanos siguieran su destino como simples subordinados.

Aunque no puedo determinar la fecha precisa, poco mas o ménos, junto con el Diálogo de los Porteros, circuló tambien manuscrita una proclama dirijida a los chilenos que habian sido llamados a elejir los diputados de su primer congreso.

Esta publicacion, si de tal puede calificarse, fué mucho mas leída que el Catecismo Político Cristia

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