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lenos practicaban el gobierno de sí mismos, i se iban acostumbrando al nuevo sistema.

Las juntas i las asambleas que se elijieron o nombraron desde 1810 para adelante declaraban siempre que rejian la nacion a nombre de Fernando VII; pero como este soberano se hallaba cautivo, i no podia ser consultado sobre nada, su decantada autoridad estaba reducida a una sombra impalpable e invisible.

Lo cierto era que los chilenos comenzaron a resolver i a obrar sin sujetarse a ningun poder estraño.

La majestad de Fernando VII, tan invocada en los documentos oficiales, no pasaba de ser en la realidad la mas vana de las palabras.

Mientras los publicistas inventaban distinciones i sutilezas para conciliar los intereses del monarca i del pueblo, los majistrados establecidos por la revolucion ejercian toda la suma del poder.

Formaban ejércitos, cobraban las contribuciones, creaban empleos públicos, nombraban las personas que debian desempeñarlos, abrian puertos al comercio estranjero, fundaban escuelas i colejios, dictaban constituciones i leyes, i hacian, enfin, todo lo que podia hacer el estado mas sobe

rano.

La independencia no existia en las palabras, pero sí en los hechos.

Esta situacion, que fué prolongándose, acostumbró naturalmente al pueblo a un nuevo órden de

cosas.

En medio de circunstancias tan favorables para operar un trastorno social, se apoderó de la direccion del estado don José Miguel Carrera, jóven caudillo ambicioso i osado, que poseia muchas de las cualidades propias para adquirir predominio,

i que parecia formado para fomentar una revolucion.

Despreciador del qué dirán, se complacia en infrinjir los usos establecidos.

A él no le imponian susto, como a tantos otros de sus contemporáneos, aun mas ilustrados, las violaciones ni de la etiqueta privada, ni de la etiqueta política.

La vida del cuartel o del campamento en España habia despercudido su espíritu de las pocas preocupaciones que habia sido capaz de aceptar. Era uno de esos hombres que ponen en la carta de las revoluciones el triunfo o la muerte.

Como casi siempre sucede, tuvo en una partida de solo diez años el uno i la otra.

Convengo en que sus propósitos no fueron siempre bien determinados; confieso que los recursos que empleó no fueron siempre laudables; pero creo que sin faltar a la mas estricta justicia, no se puede negar que dió al plan de la independencia de Chile un impulso estraordinario.

Mientras muchos vacilaban, él obró.

Mientras otros guardaban las mayores consideraciones al réjimen colonial, él no tuvo reparo en atropellarlo.

En tales casos, es lo que se ha menester.

Voi a poner un ejemplo que aclarará mi pensamiento.

"Al mismo tiempo que proclamaba a Fernando VII rei de Chile (escribia Vera en un artículo del Semanario Republicano, que antes he tenido ocasion de citar), sus banderas i escudos de armas caian abatidos delante de las insignias de la Patria victoriosa."

Precisamente, esta disposicion fué una de las mas atrevidas de Carrera.

Carrera reemplazó la bandera española por otra formada de tres listas: azul, blanca i amarilla.

La variacion se efectuó de hecho, sin ser ordenada por ningun decreto.

De otro modo, quizá habria suscitado una discusion enojosa, habria suministrado un nuevo motivo de descontento a las personas timoratas, que no eran pocas, i por supuesto, a los partidarios del antiguo sistema, que eran muchos.

Sin embargo, el acto tenia una gran significacion, puesto que daba a la personalidad de la nacion chilena, por decirlo así, un signo diferente del que simbolizaba la de España.

Frai Melchor Martínez, en su Memoria Histórica sobre la Revolucion de Chile, parece dar a entender que la nueva bandera tricolor fué enarbolada por la primera vez en una fiesta patriótica celebrada el 30 de setiembre de 1812 (1). Pero la Aurora de Chile, número 22, tomo 1, anuncia terminantemente que esa bandera habia aparecido ya el 4 de julio de aquel año, aniversario de la indépendencia de los Estados Unidos de Norte América.

"El gobierno, dice, tomó en la celebridad de este dia todo el interes imajinable. Preparó los ánimos para este grande objeto, dando órden a todos los cuerpos militares i empleados de llevar la escarapela tricolor. El ramillete en pue se veia cruzado el pabellon de los Estados Unidos con el estandarte tricolor, los brindis, las espresiones i alegría de todas las personas ilustres que asistieron al lucido ambigú ofrecido por el cónsul de Norte América (Mr. Joel Roberto Poinsett), todo inspiraba ideas de libertad."

(1) Martínez, Memoria Histórica sobre la Revolucion de Chile, pájina 150.

¿Los colores nacionales se ostentaron aquel dia por la primera vez?

Todo lo hace presumir así.

Lo que yo sé es que un decreto espedido con fecha 16 de julio de 1812 por la junta gubernativa, cuya alma era don José Miguel Carrera, ordenó que "todas las clases del estado secular" usasen "la escarapela tricolor que se dispensó al ejército, con solo la diferencia de no traer las presillas de oro i plata que habian sido privativas de los mili

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Evidentemente, lo que la junta se proponia con aquella disposicion era que todos los ciudadanos se vieran obligados a decidirse de un modo ostensible por la causa de la revolucion.

El 30 del mismo mes i año, se dictaron otros dos decretos referentes al asunto de que estoi tratando.

Por el primero, se mandaba que no se pagara sueldo al empleado que, no llevara la escarapela tricolor en el sombrero, cualquiera que fuese la clase de aquel que usase; i por el segundo, se permitia a los eclesiásticos seculares i regulares el decorarse con el emblema de la Patria.

Don José Miguel Carrera determinó en 1812 celebrar por primera vez con la mayor esplendidez el aniversario de la instalacion de un gobierno nacional en el 18 de setiembre de 1810.

No habiéndose podido terminar oportunamente los suntuosos preparativos, hubo que diferir la funcion para el 30 de setiembre.

No me detendré en la descripcion de las fiestas, que fueron mas o ménos las que se acostumbran en tales casos; pero tengo que mencionar las que tuvieron una significacion política, que en aquellas circunstancias fué por demas espresiva.

La nueva bandera tricolor fué enarbolada solemnemente al estampido de una salva de veinte i un cañonazos.

El sitio principal de la funcion era la casa de Moneda, en cuyos salones se dió un espléndido baile.

El esterior i el interior del edificio estaban decorados con adornos o inscripciones que revelaban a las claras los propósitos revolucionarios del gobierno.

Enumeraré los mas notables.

En la portada principal, se habia colocado un lienzo ovalado en el cual se habia pintado el nuevo escudo de Chile.

Este consistia en una columna dominada por un globo, sobre el cual habia cruzadas una lanza i una palma. Al lado izquierdo de la columna, estaba un gallardo jóven vestido de indio; i a la derecha, una hermosa mujer con el mismo traje. Encima de todo, a alguna distancia, se elevaba radiante una estrella. En la parte superior, se leia: Post tenebras lux; i en la inferior: Aut consillio, aut

ense.

La bandera tricolor que se habia enarbolado en la fachada del edificio tenia en el medio el escudo acabo de describir.

que

Habia entonces en el segundo patio de la Moneda, frente a la entrada, donde ahora está la puerta de la sala de armas, una gran ventana que tenia una primorosa reja de hierro con el escudo real de España.

Se pusieron muchas luces detras de aquella reja, habiéndose cuidado de cubrir con hojas de lata el escudo real, que así formaba una mancha oscura en medio de un espacio resplandeciente.

Era evidente, murmuraban los realistas, que

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