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nate. El congreso de Praga se te pone a la vista, como si fuera un dragon devorador de las Américas. Todo es ruina, desolacion, muerte i miseria ante tus ojos. En nada piensas sino en buscar medios de esconderte de los furibundos enojados ministros de la rejencia, de Sánchez, de Abascal, de Pezuela, de Vigodet i de que sé yo cuántos mas. A la verdad, no puede darse una situacion mas triste que la tuya; i es preciso confesar que con mucha razón andas cabizbajo i pensativo. ¿Es acaso poco mal estarse un hombre ensayando a morir todos los momentos de su vida? ¡Valiera mas que le despenaran cuanto ántes, i le quitaran de encima el imsoportable peso del miedo, que es el oríjen de los mayores males! Tanto es esto, Cayo amigo, que te has puesto inconocible; ya no solo te hallas abandonado de aquellos sentimientos heroicos del republicanismo, sino que aun has perdido el uso de la crítica para raciocinar con acierto."

Dionisio Terrasa i Rejon, o sea don Antonio José de Irisarri, en aquella carta que honra a su talento i a su patriotismo, seguia rebatiendo a veces con gracioso injenio, i a veces con varonil elocuencia, los motivos de temor que se circulaban, i ademas, manifestaba que, aun suponiéndolos efectivos, no quedaba otro recurso que vencer o morir, porque los patriotas habian hecho lo bastante para no ser perdonados.

"Tú debes saber, Cayo, decia, que si Sánchez o Pezuela te logran en sus manos, ya sea rendido como un cordero, ya sea despues de una honrosa capitulacion, te han de hacer representar la trajedia del asesino del príncipe de Orange," "haciéndote echar un par de cabriolas en el aire."

"Yo a lo menos creo que no escaparia de acom

pañarte, i por esto no me gusta tratar de composturas, ni de capitulaciones.'

Como es fácil de concebirlo, la conclusion a que Irisarri arribaba en aquella espléndida carta era realmente heroica.

"No temas, Cayo, la venganza cruel de los Pezuelas, de los Sánchez, ni de los otros monstruos sanguinarios, enemigos de América, i por consiguiente de la justicia, de la virtud i de su misma especie. Ellos ejercerán su cruel ministerio sobre nosotros en el solo caso de que caigamos en sus manos; pero no será así mientras que con las armas les impongamos respeto. Tengamos la resolucion de Sagunto i de Numancia. Hagamos el ánimo a morir libres, i lo serémos a pesar de la oposicion de nuestros miserables tiranuelos. Pero si el temor nos sobrecoje, si caemos en el abatimiento vergonzoso de la esclavitud, bastarán cuatro eselavos ridículos de ese soñado fantasma de Fernando para hacer ilusorios los mas lisonjeros proyectos de la libertad: ellos nos humillarian, i los americanos seríamos el oprobio del mundo."

Supongo que el lector habrá comprendido que Dionisio Terrasa i Rejon, al hacer blanco de sus reprensiones patrióticas a Cayo Horacio, queria dirijirse, no a Camilo Henríquez, sino a los muchos patriotas que se habian acobardado, i que comenzaban a desesperar del triunfo de la revolucion. Las apostrofes a su amigo, i la pintura de su desaliento eran simples artificios literarios que empleaba Irisarri para no declarar a gritos que la desconfianza traia turbada i macilenta a una numerosa porcion del pueblo.

Precisamente, durante todo aquel tiempo, Camilo Henríquez estuvo trabajando en el Monitor Araucano con el mas ardoroso empeño en el mis

mo propósito de volver los brios a los patriotas a quienes las malas noticias del esterior habian anonadado.

Esta aseveracion puede comprobarse, entre otros artículos, con la carta firmada Roque Arismendic, que habia insertado el 21 de enero de 1814 en el número 13, tomo 2 de aquel periódico.

"Ahora que la revolucion casi universal del mundo, decia en ella hablando a los amilanados ciudadanos, va a hacer su crísis, i ha de tener asombrosos resultados, felices para los que los reciban i presencien con dignidad, i vergonzosos i humillantes para los cobardes e indolentes, ¿aparecemos tibios, acoquinados i confusos?"

Camilo Henríquez repitió varias veces bajo distintas formas exhortaciones análogas.

En el Monitor Araucano, número 21, tomo 2, fecha 18 de febrero, recordaba las atrocidades cometidas contra los patriotas americanos por los ajentes realistas a quienes las autoridades superiores habian concedido recompensas por ello. Luego agregaba.

"¿Esperarán los pueblos de Chile con indiferencia que se acerquen los momentos en que vean i no puedan impedir semejantes horrores? ¿Dejarán a sus descendientes la odiosa herencia de un nombre infame i de un eterno desprecio? ¿Se dirá algun dia: estos son los chilenos bravos que quisieron ser libres, pero mientras duró la contienda, unos se estuvieron enterrando su dinero, otros tendidos de barriga viendo comer a sus caballos, i permitieron que su ejército pereciese por falta de dinero, víveres i caballería: ¡qué poltrones, qué mancarrones, qué egoístas han sido los famosos descendientes del inmortal Colocolo!-? ¿Se dirá:no son los chilenos si no los chilotes (una parte de

las tropas realistas habia sido reclutada en aquella provincia) los verdaderos descendientes del bravo Caupolican i Lautaro? ¡Talem avertite casum! Los manes de aquellos grandes defensores de la libertad se conmoverian en su tumba contra tanta poltronería i tan brutal egoísmo. Caupolican dijo ántes de morir a manos de la fria crueldad del infernal español Reinoso: De mis cenizas se levantarán otros Caupolicanes, talvez mas afortunados que yo. El jeneroso O'Higgins no cede al antiguo Caupolican en elevacion de ánimo, en amor a la patria, a la libertad i al órden i en el odio a la tiranía; pero no puede continuar sus operaciones sin los ausilios de los pueblos."

Todos estos esfuerzos resultaron infructuosos. El desaliento no pudo disiparse, i léjos de esto, se propagó.

Como lo habia temido Irisarri, la enfermedad melancólica tomó las proporciones de una epidemia devastadora.

Se apoderó de algunos de los ciudadanos mas influentes, de los individuos del senado, del director supremo don Francisco de la Lastra, de los jenerales del ejército don Bernardo O'Higgins i don Juan Mackenna, de los mismos don Antonio José de Irisarri i Camilo Henríquez, que habian combatido con tan laudable entusiasmo la introduccion del mal.

Entónces sucedió que, a pesar de encontrarse a la sazon victoriosas las tropas patriotas, los que dirijian los negocios públicos de Chile se apresuraron a celebrar el 3 de mayo de 1814 el convenio de Lircai.

Los gobernantes chilenos, a nombre de su nacion, reconocian en aquel pacto del modo mas terminante la soberanía de Fernando VII, i mién

tras estuviera ausente de España, la autoridad de la rejencia; i se obligaban a obedecer lo que se determinase en las cortes de la Península, una vez que fueran admitidos en ellas, i oídos, los diputados que Chile, "usando de los derechos imprescriptibles que le competian como parte integrante de la monarquía española," enviaria con plenos poderes e instrucciones para sancionar la constitucion.

Sin embargo, los gobernantes chilenos, a pesar de lo que pudiera deducirse de la redaccion ambigua i poco precisa del artículo 1.° del convenio de Lircai, no entendieron renunciar de ningun modo al mantenimiento en el país de un gobierno i de un réjimen nacional.

Por esto estipularon testualmente que miéntras el rei i las cortes determinaban, se mantendrian en Chile "el gobierno interior con todo su poder i facultades, i el libre comercio con las naciones aliadas i neutrales."

A la verdad, este pensamiento no fué consignado en el testo del convenio con la debida especificacion i claridad; pero indudablemente era el que los gobernantes chilenos habian querido espresar.

Estaban resueltos a soportarlo todo ántes que consentir en que se restaurase el antiguo sistema colonial, ántes que tolerar que se les privara de un gobierno propio i constitucional.

Este es el designio que aparece de los documentos oficiales i de los papeles privados que se han podido examinar con serenidad muchos años despues del acontecimiento.

El convenio de Lircai era en sustancia la renovacion, puede decirse, de aquel plan primitivo de establecer una gran confederacion hispano-americana bajo la soberanía de Fernando VII i de sus sucesores; la reproduccion de algo parecido a lo

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