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entre su Santidad el Papa Pio IX, y S. M. C. la Reina
de España Doña Isabel II.

POR

EL PRESBITERO D. JOSÉ SANCHEZ RUBIO,
Exmisionero apostólico en las partes de Levante, y censor
de las obras eclesiásticas que se publiquen en la Corte.

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A LOS LECTORES.

DERECHO

POR mas que queramos suponer en los lectores la mas estensa erudicion en las materias canónicas y disciplinales de la Iglesia, asi generales como particulares; el mas perfecto conocimiento del estado en que se han venido hallando en los tiempos hasta aqui transcurridos, y de la entidad de las modificaciones que introduce en aquellas el actual y presente Concordato, para formar un esacto y cabal juicio de la conveniencia y necesidad de ellas, todavía no nos hemos podido resolver á omitir cierta clase de nociones, que juzgamos necesarias á no pocos, y mucho mas cuando vemos lo inesacto que se anda en el tal juicio, y las aberraciones en que se incurre. Si escribiéramos para profesores instruidos solamente, para personas conocedoras y desapasionadas, para hombres rectos y sesudos, entonces no hay duda de que serian redundantes esas nociones que presentamos; pero escribiendo para todos, y mas bien para los escasos de conocimientos, o abundantes de supercheria, hemos creido una necesidad, un deber, no contentarnos con un corto y superficial folleto, que no sirviese á otra cosa que á cubrir, digámoslo asi, el espediente, á dejar á los lectores en las mismas ignorancias, y en las mismas preocupaciones, y aspirar por lo mismo á una obra mas lata y mas estensa, si bien procurando observar una prudente y acertada economia, evitando una erudicion pedantesca o pesada. Habiendo atendido, pues, á evitar estos dos estremos; y habiendo procurado tratar las cosas como ellas se merecen, unas á la ligera, y como allanando y preparando el camino á lo que ha de figurar en primera linea; y otras de lleno, y de frente, introduciéndonos en la esencia ó fondo de las mismas, esplicándolas, comparándolas, y sacando las debidas con

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secuencias, nos parece que acertamos obrando así del modo dicho: porque, sin ser nimiamente reducidos, y sin divagar á cosas no conducentes, cumplimos con lo que nos hemos propuesto, y con lo que se debia esperar del titulo de la Obra, porque sobre todo lo material de ella hay un objeto moral culminante, una necesidad que satisfacer á todo riesgo y trance, cual es la de la concentracion de la unidad, y la de la fortificacion de la autoridad, tan agraviadas por desgracia en estos desgraciados tiempos: en una palabra, ilustrar la opinion sobre el actual Concordato, y sacarle como com rresponde, lo mas airoso que él se merece, mediante que no tiende, ni se dirige a otra cosa que á reparar los desmanes de la revolucion reciente, y á modificar la disciplina actual de España en armonia con los sagradas Canones de la Iglesia y necesidades de la actual época. De todos modos, en poco, nunca se puede decir. mucho; y por eso nos hemos dejado de folletos, asi como de opiniones exageradas, y mal miradas de là Iglesia. Si hemos acertado ó no en la ejecucion de este trabajo, lo juzgará el público religioso, á cuyo fallo le sometemos con respecto a lo material y desempeño del buen gustos,

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Ni la especulacion mercantil, ni la adulacion, ni otra cualquiera innoble pasion nos ha movido al trabajo: ha sido el celo solamente. Dios quiera que que hayan empleado sus tareas sobre el mismo objeto, hayan tenido en ellas igual norte Sobre todo, Sua tractent fabrilia fabri, y habrá menos deslices, y menos resultados apasionados.

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4. Por circunspecto, por bien intencionado é impues

to que uno se considere en ciertas y ciertas materias, le tiembla desde luego la mano al ir á tratar de ellas en unos tiempos y circunstancias como las que estamos atravesando; porque á mas de haberse formado una atmósfera mefítica que ha trastornado el cerebro de no pocos con sus miasmas deletéreos; á mas de haberse establecido una corriente que ha arrastrado insensiblemente á muchos mas de los que pudiera pensarse, y debilitá→ dose por lo mismo con los golpes del mal ejemplo la base principal sobre que descansa todo principio y elemen→ to de orden, cual es la de la autoridad; ha venido á formarse una pasion funesta, como todas las de su clase, cuando insubordinadas ellas á los dictámenes de la razon, saltan la valla que las contuviera dentro de sus justos lí→ mites, y que no las dejára salir como furias infernales á causar estragos, y á enseñorearse de los que las debieran tener dentro de sus justos límites. Esta pasion es aquí, con respecto á lo que vamos hablando ahora, la de esa estremada suspicacia que se advierte con tanta generali, dad por todas partes, efecto mas bien que causa de la desconfianza recíproca, y que entraña el odio mas ó menos bien fundado hacia estas ó las otras cosas; y proviene de

e habiéndose dado tantos y tan tristes desenga

ños, ha venido á suceder, que personas las mas sencillas é inclinadas á juzgar benignamente de las mas, se hayan convertido en estremadamente suspicaces contra lo que dicta y aconseja la prudencia, para obrar racionalmente; porque los movimientos del ánimo en tanto serán indife→ rentes ó buenos, en cuanto no pierdan de vista los prin+ cipios de la sana razon, ó los consejos de la verdadera prudencia. Ofuscados los ánimos con esos vapores que ha producido en los pechos de no pocos la ccasion de

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