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temer de esta potencia para no imprimir un carácter militar á sus colonias, y por una real cédula de 23 de octubre de 1806 estaba mandado que en todos los vireynatos y gobiernos, aunque hubiese Real Audiencia, recayese el mando político y militar y la Presidencia (en caso de muerte, ausencia ó enfermedad del propietario) en el oficial de mayor graduacion, con tal que no fuese menos que coronel efectivo, y si S. M. no habia nombrado, por pliego de providencia ó de otro modo al que debia suceder; y que en el caso de no haber oficial de dicha ó mayor graduacion, recayese el mando en el Rejente ó en el oidor decano, y no en el Acuerdo.

Esta real cédula, tan clara y terminante, fué sin embargo interpretada en estraña manera por todos los oidores, que sostuvieron se limitaba su tenor á la capital, y de ningun modo á lo restante del país. Fundados en este falso raciocinio, se atrevieron á proclamar á su rejente por capitan jeneral y gobernador del reino, y el mismo dia, despues de haber sido reconocido como tal por el Ayuntamiento, que le entregó el baston de costumbre, se apresuraron á dar aviso á todas las administraciones, como tambien á los vireyes del Perú y de Buenos-Aires.

Este nombramiento era completamente ilegal y visiblemente contrario á las intenciones del gobierno que, en su delicada posicion, necesitaba mas de un militar que de un majistrado. Por esta razon, muchos jefes, entonces empleados en la provincia de Concepcion, se apresuraron á representar incontinente, protestando contra un acto evidente de mala fe y de injusticia. Dos de estos jefes tenian los títulos mas lejítimos, segun el

espíritu de la real cédula, siendo, como eran, ambos brigadieres; el uno, don Pedro Quijada, con despacho de 1795, y el otro, don Francisco García Carrasco, con fecha de dos años solamente.

Independientemente de esta protesta, Carrasco como el mas interesado, habia enviado á llamar al intendente don Luis de Alava, que se hallaba reconociendo, con Rosas, el agua de vida, que acababa de ser descubierta junto á Yumbel, y al punto en que llegaron á Concepcion, sin miramiento por la Real Audiencia, se celebró un consejo de guerra, compuesto de todos los oficiales de la Frontera, con el fin de nombrar, segun la real cédula, un presidente encargado del gobierno del país. La antigüedad de Quijada le daba la preferencia, y ya el rejente le habia escrito en este sentido; pero hallándose en edad avanzada, y lleno de achaques que le obligaban á estarse en cama, tuvo que renunciar á ella (1), de suerte que Carrasco quedaba solo, y con todo eso aun tuvo por competidor á don Luis de Alava, bien que solo tuviese grado de coronel, el cual pretendia tener derecho á ser nombrado, como intendente que era de la provincia, comandante jeneral de las armas de la frontera y reconocido como segundo jefe del reino. En consecuencia, Alava escribió por este tenor á la Real

(1) « No hallándome capaz, por mi avanzada edad, y graves continuados achaques, de desempeñar mando alguno, he solicitado de la real piedad mi retiro, y habiéndolo representado así al señor capitan jeneral, Don Francisco García Carrasco, doy á V. S. y señores vocales de ese real tribunal las mas afectuosas gracias por el lugar preferente que me han considerado para la sustitucion del mando accidental de este reino, en su auto de 7 del corriente mes, de que V. S. me acompaña testimonio con fecha de 12 del mismo. >>

Carta de don Pedro Quijada at Rejente don Juan.
Ballesteros, escrita en Concepcion, el 20 de marzo 1808.

Audiencia y se hizo apoyar en el consejo por don Luis Barragan; pero á pesar de todos los pasos que dió y de su actividad, tenia contra sí á la ley, y Carrasco fué nombrado (1).

El dia siguiente de esta deliberacion, es decir, el 5 de marzo de 1808, el nuevo presidente participó al rejente Ballesteros su nombramiento (2), y, poco tiempo despues, salió de Concepcion lleno de tristes presentimientos, como si previese su turbulenta suerte. En su compañía, iba don Juan Martinez Rosas, que debia de desempeñar el cargo de su asesor particular. Una misma fatalidad habia puesto al lado de Cisneros al hábil y audaz Moreno, y al de Carrasco al que iba á ser el alma de la emancipacion chilena, por donde se ve claramente que en aquella época la mano de la Providencia conducia aquellas desgraciadas colonias, desbastándolas de la fatal corteza que por tanto tiempo habia envuelto y sofocado su jenio y su capacidad.

La recepcion del nuevo presidente en Santiago, que

(1) Algun tiempo ántes de su muerte, Muñoz habia recibido órden de reunir la isla de Chiloe å su gobierno, separándola, por el hecho, del mando del Perú. Si esta órden hubiese sido ejecutada, Alvarez, que era gobernador de dicha isla, habria sucedido, de derecho, à Muñoz, y en razon de su talento, valentía y actividad, hubiera retardado por algun tiempo la ruina del poder español. (Conversacion con don Manuel Salas.)

(2) A este aviso, Carrasco añadia: «Me dispongo á pasar á la capital, á la mayor brevedad posible. Así es que no puedo reconocer á V. S. con otra representacion ni otro carácter que los de rejente de ese tribunal; cualesquiera que haya sido la resolucion del acuerdo, tomada sin mi conocimiento, siendo contraria á la suprema voluntad del Rey, es inobedecible. La responsabilidad à que estoy ligado, y la obligación en que me hallo para con el soberano, por mi empleo y graduacion, en circunstancias que el reino se halla amenazado de enemigos, me estrechan á sostener el acuerdo de la junta, aunque no tengo ambicion ni deseo de mandar. »

Carta de don Francisco Antonio Garcia Carrasco al rejente don Juan Rodrigo Ballesteros, del 5 demarzo de 1808.

tuvo lugar el 22 de abril de 1808, fué fria y casi ignorada, por la razon de que habia sido precedida del descontento manifiesto de la Real Audiencia, bastante rencorosa para no olvidar tan pronto una decepcion que la habia desazonado en gran manera. Por consideraciones de pura conveniencia, algunas personas de distincion se habian dejado llevar de los mismos zelos de amor propio, y no se mostraban menos desdeñosas y circonspectas hácia él. Carrasco conocia que se hallaba bajo los auspicios los mas desfavorables. Sin consideracion y casi sin apoyo, se veia á la cabeza de un gobierno empeñadísimo (1), con muy cortos recursos en aquellas críticas circunstancias y amenazado, despues de algun tiempo, de una invasion inglesa (2). Este último pensamiento, sobretodo, parecia preocuparle mas; porque no tenia gran confianza en las milicias, y porque su limitado y estéril entendimiento estaba muy lejos de sujerirle ideas de prevision. Afortunadamente para el país, su predecesor habia provisto anchamente á todo lo que no alcanzaba su incapacidad, haciendo levantar planes de defensa por hábiles oficiales y administradores. Francisco

(1) La administracion de Guzman habia sido tan sabia y económica, que á fines de 1805 existia en las arcas reales una cantidad de 646,512 p., cantidad que no fué suficiente para cubrir las reparaciones de la tesorería, la fundacion de la Aduana y costo de los milicianos rejimentados despues que habian llegado noticias de guerra. Por esta razon, á la llegada de Carrasco, las rentas reales, que ascendian á 923,723 p., tenian un desfalco de 97,282 p., y, por otro lado, el Virey del Perú, en razon de las muchas y grandes cantidades que habia tenido que enviar á España, y de los gastos ocasionados por la defensa de la costa y el envío de tropas á Quito y á la Paz, escribia que ya no podia remitir los 100,000 p. del situado de Valdivia, y esto justamente en una época en que esta plaza se hallaba alcanzada en una bancarrota de 115,000 p. que acababan de hacer los ministros de la tesorería en perjuicio de aquel situado. (V. mi parte estadística.)

(2) En una carta de Windham al jeneral Crawford, se ve que la Inglaterra queria enviar una espedicion de 4272 hombres á las costas de Chile.

Xavier de Reina, Buenaventura Matute y Tadeo Reyes habian presentado memorias tan sabias como claramente esplicadas. La del último, especialmente, habia sido muy apreciada y merecido la preferencia como mas adaptable á los recursos del país y á la penosa situacion de la tesorería, pues se trataba de quitar la subsistencia al enemigo, dejando, á la primera señal de invasion, las costas enteramente desiertas; de instruir á los milicianos para que se mantuviesen firmes en los primeros fuegos, y de armarlos con machetes, arma que las jentes de la tierra estaban acostumbradas á manejar, y que preferian al sable (1). En efecto, apenas fabricados, se entregaron cuatromil de estos machetes, y los milicianos armados con ellos fueron llamados cuchilleros.

Todos estos preparativos habian ocasionado gastos estraordinarios, y aun exijian otros muchos, porque los temores de una invasion inglesa tomaban incremento y habian motivado el armamento de un número mayor de milicianos pagados al pié del ejército.

Muñoz de Guzman, gracias á su habilidad y á su prestijio, habia podido hacer frente á estos crecidos gastos, reduciendo mucho el sueldo de los empleados mayores, y de los empleos superiores al de teniente coronel, sometiéndose todos gustosos á esta reforma (2); pero cuando Carrasco quiso emplear los mismos medios, encontró una resistencia obstinada, y tan enérjica, que se vió obligado á renunciar á ellos, como tuvo tambien que desistirse del que le propusieron los tesoreros, el cual era

(1) Instrucciones del presidente Guzman para la defensa del país.

(2) Guzman habia conseguido dar cumplimiento á uno de los mas injustos reales decretos, casi sin que nadie se quejase, el cual despojaba á las obras pias de todos sus bienes, sin mas promesa que la de pagarles los intereses.

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