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dad para ver lo que debe ser i lo que será. ¿Estaba o no preparada para entrar a nueva vida i someterse a un sistema diametralmente opuesto al que la rijió tres siglos, i bajo el cual se desenvolvió su existencia? No por cierto: el colono habia sido precisamente educado para vivir siempre ligado a la servidumbre, i para no desear ni conocer siquiera una condicion mejor que aquella a que estaba sometido; las leyes i las costumbres conspiraban de consuno a ocultarle su importancia moral i a destruir su individualidad; el colono, en fin, no tenia conciencia de sí mismo i todo él, su vida i sus intereses estaban absorvidos en el poder real i teocrático, del cual dependia íntegramente. El sistema colonial se apoyaba, pues, en las costumbres i marchaba con ellas en íntima unidad i perfecta armonia. Esta verdad nos da a conocer cuán absurdo seria considerar nuestra revolucion como un efecto de nuestra civilizacion i de nuestras costumbres, tal como puede considerarse la de Norte-América i hasta cierto punto la de Francia. Los angloamericanos tenian una manera de vivir profundamente democrática, tenian sobre todo costumbres industriales, intereses mercantiles que elaboraban en aquel pueblo desde mucho tiempo atras un elemento poderoso de independencia; así es que desde el instante mismo en que estas costumbres i estos intereses llegaron a ponerse en conflicto con los de la metrópoli, se rompió bruscamente el vínculo debilitado que a ella los unia, i apareció una república omnipotente, que luego se atrajo los respetos del mundo entero. La revolucion de Francia, por otra parte, fué un resultado lójico de antecedentes conocidos: desde la

muerte de Luis XIV principió a debilitarse el trono i a dejar de estar en armonía con las costumbres é intereses populares; i en la época de Luis XV, "trono, parlamento, nobleza, clero, relijion i filosofía, todo se hallaba ya en completa guerra"; i no podia ser de otra manera, puesto que las costumbres estaban en pugna abierta con las leyes i con los intereses del clero i la nobleza. Hubo un tiempo de indecision, las opiniones no podian definirse ni clasificarse, "pero a la primera ráfaga de la luz que esclareció algun tanto el horizonte político i moral de la Francia, al oir de boca de Mirabeau resonar aquellas palabras -id i decid a vuestro amo que nosotros nos hallamos aquí reunidos por la voluntad del pueblo, todos tomaron su partido, cada uno ocupó su puesto en las filas i se trabó el combate." (1)

Fueron, pues, radicales las revoluciones de Francia i Norte-América, porque apoyándose en las costumbres, i hallándose el individuo con la conciencia de su importancia moral i de sus derechos, la fuerza de la reaccion fué necesariamente espansiva i abrazó todos los estremos, haciendo completa la reforma. La nuestra, por el contrario, no siendo consecuencia de iguales antecedentes ni estando apoyada en las costumbres, debió seguir el curso ordinario i fatal de la naturaleza de las cosas i no pudo ménos de ser disimulada en su orijen i parcial en su objeto i en su desarrollo.

Si los americanos al traves de las tinieblas de la co

(1) MATTER De la influencia de las costumbres sobre las leyes, etc, part. 2 cap. III.

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Ionia habian columbrado el esplendor de los triunfos de la libertad i de la intelijencia en el Norte de nuestro continente i en la Francia, en lugar de conservar en relijioso silencio su ilustracion i sus vastas aspiraciones hubiesen tentado romper bruscamente los vínculos que nos unian a la metrópoli, no solo habrian tenido que vencer formidables obstáculos para llegar a inculcar su pensamiento en los hombres mas aventajados de aquella época i preparar los elementos i arbitrios que necesitaban para emprender nuestra emancipacion política, sino que tambien habria fracasado necesariamente su empresa heróica en el escollo insuperable de las costumbres, Era necesario que aconte cimientos enteramente estraños i casuales para los colonos vinieran a despertarlos del letargo i a presentarles una ocasion feliz para emanciparse. Las juntas provinciales gubernativas que se improvisaron en España con motivo de la prision de los reyes católicos en Bayona, en abril de 1808, i su posterior reclusion en Valencey, sirvieron de ejemplo i de estímulo a Méjico i Buenos Aires para que erijieran tambien sus juntas soberanas. Tan notables acontecimientos despiertan la apatía de la servidumbre en Chile i llaman la atencion de los mas ilustrados sobre el derecho que les correspondia para imitar aquellos ejemplos; porque en Chile habia tambien corazones que, en el centro de la esclavitud, latian por la libertad. ¡Tan cierto es que el despotismo, por fiero que se muestre, no puede sofocar jamas aquellos arranques espontaneos de la naturaleza que revelan al hombre su dignidad! Un accidente feliz en aquellas circunstancias viene a avivar la exaltacion, tal es la oposicion tenaz que

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despliega el presidente Carrasco contra los deseos de los revolucionarios; desde este momento comienzan a chocarse las opiniones i a dividirse los ánimos. Esta escitacion, de todo punto estraordinaria en la colonia, ajita de tal modo a los chilenos que relaja en sus almas los vínculos que los unian al sistema antiguo: se habla de responsabilidad, se somete a exámen la conducta irregular del presidente, se ridiculiza su ineptitud, se vituperan sus arbitrariedades i al fin se le depone por medio de un movimiento popular ordenado i pacífico, dirijido i promovido por el ayuntamiento de la capital. Estos preludios de la revolucion produjeron por resultado una junta gubernativa que se instaló en 18 de setiembre de 1810 con el título de conservadora de los derechos del rei durante su cautiverio.

Observando la marcha de los acontecimientos revolucionarios hasta julio de 1811, se vé todavía patente el predominio de las costumbres i de las preocupaciones coloniales: todo el pasado aparece influyendo en las deliberaciones i en las medidas del nuevo gobierno, la idea del monarca sojuzgaba los ánimos i ́su bien i libertad personal eran el único objeto ostensible de todos los procedimientos, porque no habria sido posible despreciar violentamente su augusta majestad, sin esponerse a hacer abortar la empresa de una manera deplorable. Mucha luz nos da sobre el estado moral de nuestra sociedad en aquella época, para siempre memorable, el discurso pronunciado en la apertura del primer Congreso de representantes convocado en Santiago en julio de aquel año. (1) En (1) Lo pronunció don Juan Martinez de Rosas.

él aparece ya un feliz desarrollo de las ideas, se concibe la utilidad pública, el bien de la patria; se proclama la soberanía del pueblo i se reconoce la importancia del hombre, se inculca la necesidad de una constitucion i aun se deja entrever el deseo de estatuir una forma de gobierno que contenga al pueblo en la justa obediencia i a los gobernantes en el círculo de sus atribuciones, haciendo de la lei el centro de la dicha comun i de la recíproca seguridad. Empero, estos principios se disfrazan todavía con los antiguos: se lamenta el cautiverio de la augusta familia de los reyes, se protesta que toda la nacion obedecerá esclusivamente a Fernado VII i le reservará a toda costa sus dominios de Chile, aun cuando pierda los demas, i en fin se funda en el bien de este monarca la necesidad de sostener al gobierno que acaba de establecerse. De esta manera disfrazan i prosiguen su conducta los revolucionarios; mas la idea del soberano va desapareciendo paulatinamente i perdiendo su prestijio en fuerza de los acontecimientos, hasta que es reemplazada por la de la independencia de la patria, cuando la conflagracion llega a hacerse jeneral, tomando parte en el movimiento la mayoría de la nacion.

Es para mí todavía un problema si en este modo. de proceder influyó la prudencia de los fautores de nuestra revolucion, o el temor de chocar bruscamente con las preocupaciones sin terer elementos para vencerlas, o bien la limitacion de sus aspiraciones, reducidas talvez únicamente al bien de no ser gobernados por un poder estraño que no estaba revestido de la majestad de los reyes. Curioso i en gran manera útil

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