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Imprenta de la Sociedad de Operarios del mismo Arte, calle del Factor, núm 9.

1846.

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MIÉRCOLES 7 DE ENERO DE 1846.

NÚM. 101.

PENSAMIENTO DE LA NACION.

PERIÓDICO RELIGIOSO, POLÍTICO Y LITERARIO.

EL SENADO.

En la profunda division que trabaja el campo de la política, y en la irritacion cada dia creciente á que circunstancias infaustas y gravísimos desaciertos han conducido á los partidos, basta que una cosa sea la obra del actual gobierno para que se la mire con desden, cuando no con ojeriza. Desgraciadamente, esta calidad la tiene el Senado: es obra del actual gobierno. Nosotros sin embargo, aunque nada aficionados al autor, queremos hacer justicia á la obra; si no la ha hecho como hubieramos deseado, ha sido menos esclusivo é intolerante de lo que era de temer: la importancia del objeto ha prevalecido en muchos nombramientos sobre el espíritu de pandilla. A los hombres se les puede exigir que sean justos y razonables, pero no héroes; y el go

bierno actual, atendida su posicion angustiosa y la estrechísima base sobre que se apoya, si no ha sido héroe en los nombramientos, ni aun completamente justo, ha sido al menos razonable. Muchos individuos cuenta el Senado de quienes el gobierno no puede prometerse sino indiferencia ú oposicion; el gobierno lo sabia antes de nombrarlos, y sin embargo los ha nombrado: aplaudimos su imparcialidad, sin que baste á impedirnoslo el considerar que semejante conducta se la han inspirado los miramientos debidos á la opinion del pais. En los tiempos que alcanzamos es poco por ventura, el que un gobierno sacrifique á esta opinion sus designios ó sus pasiones? ¿Es poco el que los miramientos que ella se merece, inspiren un comportamiento justo y razonable? ¿No estamos viendo á cada paso que esta opinion es menospreciada aun en asuntos donde no hay necesidad de poner-'

se en desacuerdo con ella! Estas consideraciones han hecho que no hayamos inculpado al gobierno por motivo de los nombra mientos: seamos justos: si algun partido tiene razon de quejarse es mas bien el progresista que el monárquico-religioso.

Para no declararnos en oposicion al Senado, que tambien se la puede hacer á los cuerpos colegisladores aunque sean perpétaos, hemos tenido otra razon mas grave que las alegadas. En un pais profundamente conmovido, azotado por el huracan de las re. voluciones, donde la vista no descubre sino montones de ruinas, donde nada de lo antiguo ha quedado en pie, y no lo ha reemplazado nada nuevo, apenas se presenta á los ojos un pequeño grupo que encierre algunos elementos de reorganizacion, ya el corazon se ensancha y como que dice: «eso, con el tiempo, quizás podria llegar á ser una institucion; asi el náufrago lanzado sobre una tabla, á merced de los vientos y de las olas, convierte en puertos de salvacion las ligeras nubecillas que se arrastran en el confin del horizonte.

para

tes opuestos: si os acercais al elemento aristocrático, en vez de hombres políticos, de elevacion de miras, de carácter firme, de actividad, de nervio, podreis tropezar con débiles cortesanos que confundan la ambicion con la vanidad, que prefieran á la influencia politicalla benévola mirada de un privado, que estimen en mas un pedazo de cinta ó una placa, que el ejercicio de la accion robusta que impone á los reyes y penetra hasta el corazon de los pueblos; si os dirigís hacia el elemento democrático, os amenaza el peligro de encon traros con hombres díscolos y turbulentos, unos sedientos de riquezas, otros con fortunas improvisadas, sin el lustre del nacimiento, ni el brillo de alta capacidad, ni mas méritos la influencia en los negocios del estado que una travesura maléfica, una osadia impudente, y una locuacidad sin límites. Hablando ingénuamente, sea cual fuere el gobierno que en adelante haya de nombrar senadores, no alcanzamos que pueda buscarlos en otra parte que en el cuerpo episcopal, en la alta nobleza, en La tarea de constituir en España un Se- los grandes propietarios, en los funcionanado que correspondiese á la altura de su rios públicos de categoria mas elevada, y objeto, era dificil en alto grado. Consignar en cierta clase de dignidad y capacidades, en la constitucion las atribuciones de aque- en lo cual, y no embargante el testo de la lla cámara, y fijar las calidades exigidas á ley, quedará siempre mucho á discrecion sus miembros, es cosa harto fácil; la difi- de quien haya de nombrar. De todo esto ficultad está en encontrar en el pais los hay en el Senado actual: con el tiempo se elementos sociales á propósito para que de pueden hacer las mejoras convenientes con ellos pueda resultar una institucion politi- nombramientos acertados; pero desde lueca, dotada de fuerza propia, y que posea go creemos que lo que hay se puede aprouna vida independiente de los artículos de vechar, y que bien dirigido puede ser un la ley. ¿Cómo se logra esto en un pais elemento de gobierno. Prévias estas obserque lleva tres siglos de régimen absoluto, vaciones que manifiestan nuestro modo de y que al salir de este se ha encontrado con ver en este gravísimo negocio, vamos á las alternativas de una demagogia desenfre. emitir algunas consideraciones sobre la denada y de un despotismo militar? En tallicada posicion en que se encuentra el Secaso se lucha siempre con dos inconvenien- nado.

Una institucion politica se organiza por la ley; pero no vive de la ley. Lo que no tiene mas existencia que la puramente legal es una estátua inanimada: el artista mas eminente le dará la espresion de la vida, mas no la vida misma. La historia y la esperiencia estan de acuerdo en demostrar esta verdad. ¡Ay de lo que no tiene mas apoyo que el testo de la ley! frágil columna que no evitó jamás la ruina de los edificios desmoronados; caña cascada, inútil para la defensa y solo á propósito para lastimar la mano de quien la emplea. En toda revolucion se ve mas o menos el fenómeno de una existenci legal, luchando con una fuerza real; si esta fuerza es efectiva y no ficticia, el resultado de la lucha no puede ser dudoso; porque no puede serlo el de un combate entre la robustez de grandes elementos sociales y la debilidad de testos escri. tos: poco importa que lo esten en pergaminos viejos con caractéres indescifrables, ó en papel de máquina y con lujo tipográfico.

El Senado actual no debe perder de vista las verdades que se acaban de recordar: si se contenta con decir: «mi vida está en un articulo de la constitucion», su causa está fallada; pero si aspira à tener una vida propia, á desenvolver, á fecundar, á combinar, á organizar los elementos religiosos, sociales y politicos que encierra; si se penetra de la altura de su mision y de lo sagrado de sus deberes; si comprende sus intereses mismos, entonces su existencia puede ser duradera; en las tempestades que nos amenazan, en las hondas vicisitudes que sin duda sufriremos, podria el Senado resistir á los vaivenes, ya sea no su cumbiendo, ya reapareciendo de nuevo en la superficie de la sociedad, tan pronto como se templase el impetu de la primera

acometida.

Cuando una institucion no corresponde á su objeto, no hay necesidad de que se la mate; ella se muere por sí misma: en los momentos de agonía clama quizás contra los enemigos que la quieren arrojar de su puesto: ¡desventurada! no son enemigos, son los sepultureros que estan allí para enterrarla. No hay gobierno, no hay ley que pueda hacer respetar una institucion muerta; no hay fuerza capaz de conservarla siquiera en su lugar por mucho tiempo: por. el contrario, en tales casos la ruina del protegido suele acarrear la del mismo protector.

El Senado por la indole de los elementos que le componen, está exento de tenden. cias revolucionarias; y es bien seguro que si en esa direccion adelantase algun paso, no seria para revolver, sino para contempo rizar; es decir, que no lo haria á impulsos de arranques tribunicios, sino para no in. disponerse con el gobierno. Hasta ahora he. mos visto que la cámara alta de España ha estado completamente á discrecion del poder, siquiera se haya este empeñado en las medidas mas revolucionarias. El Estamento de Próceres hizo cuanto se le exigió; y el Senado de la Constitucion de 1857 no fue casi nunca mas que un dócil instrumento de los gobiernos. ¿Sucederá lo mismo con el de la Constitucion de 1845? Fuera de descar que no se repitiese un mal de tanta trascendencia para la importancia y aun para la vida de la cámara alta. Si esta principia por no tener pensamiento propio, por contentarse con espresar y amplificar el que el ministerio se haya servido inspirarle, no culpe á nadie de los contratiempos que las revolu. ciones le pudieran acarrear; si muere como sus antecesores, no morirá por asesinato sino por suicidio. No es respetado de los de mas quien no se respeta á sí propio; no con

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