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culares, empobrecido i casi arruinado el pais, habia que desembolsar en efectivo mas de tres millones de pesos que habia costado la espedicion al Perú! Negocios en aquella época en que las contribuciones forzadas no producian sino candeleros de plata, alhajas, útiles de cobre, cueros, grasa, cebo, etc., sin que se encontrase la menor cantidad en numerario! Negocios entonces cuando la patria aniquilada tenia necesidad de arrebatar a los patriotas mismos sus caballadas para montar sus ejércitos estenuados por el hambre i la fatiga, cuando el Estado, sin crédito ni responsabilidad, no encontraba quien le franquease cinco mil pesos, si la deuda no era garantida por la persona i bienes de los miembros del gobierno!........

Pero a qué continuar en estos detalles? Hemos comprobado matemáticamente que tales negocios no existieron durante la administracion de Rodriguez, o mas bien en el tiempo que éste desempeñó el ministerio. Hemos demostrado como el mismo Rodriguez tuvo necesidad de constituirse personalmente fiador del Estado por una cantidad insignificante. ¿Qué negocios, pues, podrian hacerse en aquella época? Sin embargo, los acusadores gratuitos de Rodriguez Aldea, hacen subir a millones los desfalcos. Pero nosotros preguntamos, ¿i esos millones que se hicieron? Rodriguez, desterrado en 1825, tuvo que pedir mil quinientos pesos prestados al señor don Juan Agustin Alcalde para hacer su viaje al Perú. En Lima, como ya lo hemos dicho, vivió pobremente de su trabajo, sujeto a todos los percances de la fortuna, metido con don Miguel Zañartu en un cuarto redondo, espuesto a las humillaciones de la miseria. Vuelto de nuevo a su pais, despues de la proscripcion, i consagrado durante quince años a su carrera profesional, en la que era el primero, segun testimonios incontrovertibles que dejamos citados, no dejó al tiempo de su muerte mas que la cantidad de ochenta i un mil pesos, mas o ménos, a sus hijos! (1) ¿Qué se hicieron, pues, los negocios de millones? ¿Qué se hicieron las famosas contratas i los mas famosos contrabandos de que con tan buena voluntad le acusa el defensor de O'Higgins?

Ya en 1823, respondiendo Rodriguez a sus impugnadores de entónces, i hablando sobre la organizacion del ministerio en Chile, decia estas palabras: «Aquí no ha habido hasta ahora una lei que designe sus atribuciones: se ha marchado como por instinto dejando legalmente casi arbitraria la obediencia: entregados al trabajo material de la pluma: meros secretarios, o mas bien escribientes: el de Hacienda como un corredor de Lonja, visitando personalmente los almacenes de comerciantes para conse

(1) Tenemos a la vista el espediente de las particiones del doctor Rodriguez Aldea. Existe orijinal en la escribanía de don José Domingo Rojas. El juez partidor fué el señor don Pedro Fernandez Recio. La cantidad partida ascendió por junto a 81,981 pesos 7 reales.-Calcúlese ahora por los hombres de la profesion lo que un abogado de la categoría de Rodriguez Aldea ha podido ganar en quince años de un trabajo asíduo, constante, tesonero, i dígasenos en qué se manifiestan los resultados de los negocios que hizo o pudo hacer con el gobierno miếntras desempeñaba los ministerios de Hacienda i de la Guerra en la administracion de O'Higgins!

guir efectos con que vestir a la tropa o dinero con que pagarla; oyendo familiarmente a todos i en todos instantes para no ser llamado terco u orgulloso, con poca o ninguna representacion, sin el prestijio i apoyo que en otras partes favorece a los ministros; sin aquellas consideraciones de respeto de que es útil rodearlos durante sus funciones, insultados a veces i muchas desobedecidos. ¿Cómo no se considera todo esto para graduar su responsabilidad?"

Sin duda, pues, este desórden de la administracion, consiguiente a los primeros tiempos i a los primeros ensayos, es lo que ha dado oríjen a los pretendidos negocios de qué se ha acusado a aquel gobierno. Talvez existieron esos negocios, pero Rodriguez no tuvo jamas nada que hacer en ellos. Recuérdese la carta que éste escribia a O'Higgins en 1823, en que le decia que tenia empeñada su casa en diez mil pesos i se encontraba debiendo otros mil. I esto lo decia pocos meses despues de haber salido del ministerio, cuando era de suponer que existiesen aun los millones ganados en desfalco del Erario.

Decimos que talvez existieron esos negocios, porque en la penuria estrema del Estado i en presencia de las grandes i urjentes necesidades que por todas partes lo acosaban, habia que recurrir a todos los espedientes: tomar dinero a crecido interes, empeñar las rentas ántes de percibirlas, hacer concesiones a los comerciantes, admitir mercaderías en pago, etc., etc., lo que hace todo gobierno i todo particular que se encuentra en conflictos; pero nada de esto da a esas transacciones, si las hubo, el carácter de fraude con que ha querido revestirlas la pasion.

El mismo O'Higgins, a quien no era posible se ocultasen esos manejos, si los hubo, escribia a Rodriguez desde Valparaiso dos meses despues de la revolucion de enero la siguiente carta:

"Valparaiso, marzo 16 de 1823.

"Señor don José Antonio Rodriguez.

"Mi querido amigo: En vano se cansan nuestros enemigos en querer desacreditar la administracion de mi gobierno, ni tampoco ganar terre"no en diseminar imposturas indignas de sostener, porque todos ros co"nocen. Jamas la bajeza i el abatimiento cupieron en un corazon acos"tumbrado a prodigar su existencia i sus intereses por el bien jeneral. "La posteridad i oportuno desengaño harán, al fin, justicia a la época «mas acrisolada de la República, i en el entretanto jueguen las pasiones «a su arbitrio, que ellas no verán otro provecho que el martirio de la «patria i de sus mejores majistrados.

"Mucho han hablado ciertamente de la administracion; pero, amigo «mio, nuestras conciencias están sanas; nada, nada, tenemos que temer. "Dejemos al tiempo ese desenlace, i por lo que a eso toca, debemos estar "mui tranquilos, i desearé que Ud. mande en cuanto quiera a su amigo "verdadero

"Bernardo O'Higgins (1)."

(1) Carta inédita.

¿No es este, en verdad, el mejor testimonio de la pureza de Rodriguez en la administracion, i el mejor desmentido a las calumniosas imputaciones de que ha sido blanco?

No insistiremos en otras acusaciones que caprichosamente se han hecho a la conducta pública de Rodriguez Aldea en el libro de que nos ocupamos. Los documentos i los testimonios que dejamos citados no admiten réplica i hacen inútil todo comentario.

Nada mas natural que los hombres que como Rodriguez ocuparon una posicion tan elevada en su pais, al lado de muchos amigos i partidarios, se hubiesen granjeado numerosos enemigos, i que éstos, en las querellas políticas, bajo la impresion de las emociones del momento, le hubiesen atacado con crudeza. Los periódicos de la época están llenos de acusaciones semejantes, no solo contra Rodriguez i O'Higgins, sino tambien contra los hombres públicos que les precedieron i que les siguieron en el poder. ¿Qué especie de acusaciones no se han hecho a los Carreras, a SanMartin, a Cochrane, a los primeros hombres de la Independencia? José Miguel Carrera, la figura mas patrióticamente audaz i simpática de nuestra revolucion, no fué para sus enemigos sino un traidor, un cobarde, un ladron vulgar; San-Martin, el primer jeneral de la Independencia, un cobarde, un borracho; Cochrane, el campeon de la libertad en ámbos mundos, un avariento de baja lei; O'Higgins, el vencedor de Chacabuco, el héroe de Rancagua, un sanguinario alevoso; Rodriguez Aldea, el hombre de la lealtad i de la abnegacion, un traficante; el intejérrimo i patriota Zenteno, un pillo; el bizarro i valiente Freire, el vencedor de Chiloé i de Arauco, un traidor, etc., etc. Pero ¿es digno acaso de la circunspeccion i de la imparcialidad de la historia basar sus juicios sobre los desahogos de la pasion i del odio, hacerse el eco de la irritacion de aquellos tiempos i convertir su mision reparadora i justiciera en una tea que venga a despertar las discordias pasadas?

La historia de aquellos tiempos se ha hecho ya por escritores de nota, i ninguno de ellos, salvo el que refutamos, se ha servido de tan impuros elementos, de datos tan absurdos. Ninguno de ellos tampoco ha aceptado las acusaciones del odio, ni dejado ver su falta de criterio, no oyendo para formar su juicio mas que a una sola de las partes, como ha hecho el autor del Ostracismo de O'Higgins con respecto a Rodriguez Aldea. Abranse los trabajos históricos de Amunátegui, de Gay, de Barros Arana, de todos los escritores nacionales i estranjeros que se han ocupado de aquella época, rejístrense los documentos oficiales i no oficiales relativos a esa administracion, consúltese a los contemporáneos que hoi ocupan los puestos mas elevados de la República sobre el carácter del hombre público i del hombre privado, del ministro i del jurisconsulto, del hombre de la política i del hombre de la lei, i se verá como lo hemos probado, la falsedad, la inverosimilitud, la calumnia de las acusaciones, la injusticia de los cargos i el dañado criterio de la apreciacion.

Felizmente para la vindicacion de Rodriguez, los tiempos no eran mui remotos i la verdad nos ha sido de fácil comprobacion. La opinion pública, a quien hemos apelado, i que ha tenido ocasion de compulsar los documentos con las acusaciones, los cargos con los descargos, puede ahora con pleno conocimiento de causa emitir su juicio, i la historia consignar en sus pájinas la autenticidad de los hechos.

APÉNDICE.

En 1823, despues de la abdicacion de O'Higgins, Rodriguez se encontraba, como saben nuestros lectores, en prision i sujeto al juicio de residencia. Se publicó entonces contra él un periódico anónimo, en dos números, titulado el Interrogante i Respondente, en que sus enemigos que no se atrevieron a acusarle en juicio, le hacian cargos i acusaciones falsas sobre su conducta política. Rodriguez, desde la prision, estando en el poder todos sus adversarios, vivas i presentes todas las personas que se citan, escribió la Satisfaccion Pública, en que, esplicando en detalle los hechos, respondió satisfactoriamente a las imputaciones. La defensa de Rodriguez, sin haber sido contestada en lo menor, ha pasado hasta nuestros dias como una cosa juzgada, auténtica en su esposicion, i aceptada por sus mismos adversarios.-Hemos creido necesaria esta esplicacion para que pueda, por las circunstancias en que se escribió, ser mejor apreciada por el lector.

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