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Rodriguez, contra lo que algunos escritores han asegurado sin fundamento, no trajo la impopularidad al gobierno de O'Higgins; por el contrario, la aplazó i pareció detenerla en su curso de declinacion, preparándole recursos i asistiéndolo con buenos consejos. A la noticia, del levantamiento de Concepcion le aconsejó la conciliacion i la magnanimidad. El 28 de enero salvó, con su consejo i su ascendiente sobre el Director, a la capital de una conflagracion sangrienta, i a la república de una guerra civil en circunstancias que el enemigo estaba a nuestras puertas. O'Higgins residenciado en Valparaiso, convertido en el blanco de las venganzas i de las pasiones, solo oyó la voz de Rodriguez, residenciado tambien, calumniado i atacado. O'Higgins en el destierro no tenia mas seguro confidente en su patria que su antiguo ministro, que junto con él habia caido i participaba doblemente de su desgracia. Era, pues, natural que cuando las puertas de la patria parecian cerrarse para siempre al vencedor de Chacabuco, hiciese Rodriguez el último esfuerzo para abrirselas.

XXV.

Despues de dos años de destierro Rodriguez llegaba a Chile cuando el Director Freire habia hecho su renuncia definitiva de la presidencia de la República a principios de 1827. El Senado, en virtud de sus reiteradas instancias, la habia admitido i se habia encargado desde entónces de la administracion el vice-presidente don Francisco Antonio Pinto.

La República se encontraba próxima a una desorganizacion completa; las asonades i los motines militares se sucedian con frecuencia sin que el Gobierno tuviese la enerjía suficiente para sofocarlos, ni la prevision necesaria para evitarios.

Todo presajiaba que el pais ina a entrar en un período de lucha i atravesar una crísis que se prolongeria mas o ménos tiempo, segun se organizaran los partidos, mui divididos en aquel entónces, i la actitud que tomuria el Gobierno para inclinarse a este o aquel bando político i adherir a este o aquel órden de principios en la Constitucion definitiva de la República. Desde la caida de O'Higgins se trabajaba por alcanzar esa organizacion definitiva para cerrar de una vez la historia de los gobiernos provisorios i precarios, ese período de pruebas i de ensayos cuya duracion, al paso que desacreditaba las instituciones republicanas, sembraba odios i rencores que mantenian los ánimos en un estado permanente de inquietudes i zozobras.

Natural era que en la lucha que se divisaba mui cercana, a parte de los mezquinos intereses personales i de las rencillas de partido, un interes de un órden superior ilamaso la atencion de los que iban a presentarse en el combate, i eso interes no podia ser otro que las leyes fundamentales de la República para constituirla sobre bases sólidas i duraderas. Los partidos se veian así en la necesidad de proclamar francamente sus principios políticos i tomar como divisa la Constitucion que ofrecian dar a la República.

Tal era, repetimos, la situacion en que se haliaba el pais cuando Rodri

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guez volvió del Perú. Informado de todo en los pocos dias que perma neció en Valparaiso, se decidió a retirarse al campo i alejarse completamen te de la vida pública. Así lo participó al jeneral O'Higgins en una carta escrita en esa época, agregándole que habian surjido algunas dificultades para realizar su propósito i que cuestiones privadas i de familia le obligaban a pasar a la capital donde no permaneceria sino el tiempo necesario para el arreglo de sus interes personales.

Rodriguez que tenia en Santiago numerosas relaciones i que gozaba de una alta i merecida reputacion como abogado, se vió en breve rodeado de amigos i clientes, instándole los primeros para que tomara parte en los negocios públicos i rogándole los otros para que se encargara de sus asuntos. El ministro de O'Higgins tan adulado en el poder i tan perseguido cuando volvió a la vida privada; el hombre acusado por sus enemigos políticos como el único responsable de todos los actos de aquel gobierno, se veia de repente cortejado por los diferentes partidos, i las injurias e injustas acusaciones de otro tiempo se tornaron en blandos alhagos.

Los unos ensalzaban su carácter i enerjía como hombre de Estado, tributando otros elojios a sus talentos i profundo saber como jurisconsulto, i creyéndole todos un hombre necesario i que no podia escusarse de tomar parte en los grandes trabajos de organizacion que se preparaban.

Rodriguez que amaba a su pais a que habia servido siempre con abnegacion i patriotismo, retardando de dia en dia su separacion de la capital, abrió su estudio de abogado i no tardó en reunir una clientela nu

merosa.

Al estudio del abogado principiaron a darse cita los políticos, se hablaba i se discutia en él sobre los negocios de Estado, i poco a poco fué tomando en ellos una parte mas activa i abandonando el propósito que concibió a su llegada a Valparaiso. Los amigos i partidarios del jeneral O'Higgins no tardaron en acercarse al antiguo ministro para conocer cuales eran las intenciones de su jefe, si se hallaria dispuesto a venir al pais, i si podrian contar con él en la campaña politica en que debian entrar. Rodriguez era, en verdad, el primero i mejor amigo de O'Higgins. En él habia depositado toda su confianza, i le habria necesariamente participado su resolucion i futuros planes durante su residencia en Lima. Las intenciones de O'Higgins no las ocultó Rodriguez un solo instante, i respondió con franqueza a todas las preguntas, que creia difícil vencer la resistencia del jeneral. "Lleva la vida de un filósofo, decia, ama tiernamente a su patria, i aunque en el Perú le han colmado de atenciones i de honores i se han encargado de proveer a su subsistencia, si viera ya a Chile constituido, si supiera que reinaba el órden i que se hacia justicia a sus grandes servicios ia su alto desprendimiento, pasaria entre nosotros el resto de sus dias."

Uno de los mas decididos partidarios de O'Higgins que se hallaba en Concepcion i tenia influencia en esa provincia, escribió a Rodriguez preguntándole si en el caso de estallar la revolucion en el sur, proclamando a O'Higgins Presidente de la República, vendria éste inmediatamente a ponerse al frente de las fuerzas que se organizaran. Rodriguez contestó que no solo lo juzgaba difícil, sino que él mismo reprobaba esa medida,

porque no era ese el medio que debia elejirse para franquearle a O'Higgins la entrada en el pais. "El jeneral, decia, lleva un nombre glorioso que pasará a la posteridad, i de ninguna manera se comprometeria en una lucha fratricida; porque no es la ambicion de mando la que le domina, sino el deseo de que nuestro pais alcance una solucion pacífica, se inicie pronto una era de progreso i se establezca un gobierno que sepa mantener el órden i aprovecharse de los consejos de las personas que están llamadas a influir en los negocios públicos."

A medida que los partidos conocidos entónces con el nombre de pipiolos, federales i estanqueros se empeñaban en ganar prosélitos, cundia el temor i la desconfianza, tanto en la capital como en las provincias, ya para disputarse el predominio en el campo electoral, ya para procurarse elementos de guerra, si al fin todo habia de decidirse en una batalla. Rodriguez comprendió que le era al fin difícil mostrarse indiferente ni guardar entera prescindencia en las contiendas que iban a decidir de la suerte del pais. Republicano sincero, pero hombre de convicciones i de principios moderados, no queria sacrificar la libertad a la autoridad, ni la autoridad a la libertad. Versado en la historia i mas adelantado que la mayor parte de sus contemporáneos en el conocimiento de las ciencias políticas, reposado en sus cálculos i maduro en sus reflexiones, sabia bien que nunca puede romperse bruscamente con el pasado, i que cada vez que se opera un cambio en la organizacion social i política de los pueblos, se deben tomar en cuenta sus antecedentes, su civilizacion i hasta sus mismas

preocupaciones para darles las instituciones mas análogas. Así fué que Rodriguez, que pudo fácilmente inclinarse a este o aquel bando político, porque todos lo solicitaban i todos le habian reservado un puesto distinguido, se inclinó, como era natural, al partido llamado entonces estanquero, encontrando en él no solo analojía de principios sino hasta simpatías i relaciones de familia que siempre le fueron caras, i que ejercian en él una influencia irresistible.

Portales, jóven todavía, se distinguia entre los estanqueros por su actividad i mostraba la audacia de un gran caudillo político. Rodriguez entró en relaciones con él, i puede decirse, que uno i otro conocieron de lo que eran capaces. Portales comprendió que Rodriguez, por sus antecedentes, su esperiencia en los negocios públicos i las relaciones que le ligaban con los partidarios de O'Higgins, especialmente con algunos jefes del ejército, era el llamado a dirijir a los estanqueros i que tendria entónces mas prosélitos que él mismo. Rodriguez, por su parte, comprendió tambien que Portales no se resignaria a ocupar un puesto secundario, que aspiraria a ejercer grande influencia, i querria, en fin, presentarse mas tarde como el verdadero jefe del partido que se aumentaba de dia en dia, i que contaba con hombres distinguidos en todas las esferas sociales. Uno i otro se vieron, no obstante, en la necesidad de obrar de consuno, porque ámbos anhelaban que la República saliera del estado de postracion en que se hallaba i se cerrara, como hemos dicho, el período de pruebas i de los gobiernos provisorios.

XXVI.

Hubo otra consideracion que influyó sobremanera en las determinaciones de Rodriguez. Amigo sincero de O'Higgins, no podia malograr la oportunidad que se le presentaba para hacer cesar la proscripcion del héroe de nuestra independencia, huésped entónces del Perú, i confiaba en que se le devolveria su rango en el ejército, estimulándolo con esto a que volviera a su pais. Si esta consideracion no obró de preferencia en el ánimo de Rodriguez, no cabe duda que fué uno de sus mas poderosos motivos, i al paso que iba a cooperar a la reorganizacion de la República, pagaba tambien un tributo de amistad al hombre de sus simpatías i predileccion.

Talvez Rodriguez llegó a creer que volviendo O'Higgins a Chile en su rango de capitan jeneral, su sola presencia bastaria para reanimar a sus partidarios, i se operaria una reaccion hasta colocarle sin violencia en el primer puesto de la República. Talvez juzgó bien propicias las circunstancias por la gran diverjencia de opiniones. Como parecia inevitable la revolucion, llegado el momento de elejir un nuevo Presidente, creyó que reuniria O'Higgins mayor número de sufrajios por el recuerdo de tantas glorias frescas aun en la memoria de los chilenos. Talvez el mismo O'Higgins, que parecia decidido a permanecer en el Perú i que mostraba una resistencia invencible para tomar parte en la guerra civil, aclamado por los pueblos, habria aceptado el puesto que habia desempeñado en otro tiempo. Talvez, en fin, O'Higgins i Rodriguez se habrian encontrado reunidos en el Gobierno, i habrian aprovechado esa oportunidad para labrarse nuevos títulos en la estimacion de sus conciudadanos, mostrándoles que amaban sinceramente la libertad i que nunca abrigaron el propósito de falscar la revolucion de la Independencia, ni de dar a Chile instituciones contrarias a los principios que fueron la enseña de la misma revolucion.

Puede ser que hasta ahí hubieran llegado entónces los pensamientos e intenciones de Rodriguez. Lo que no admite duda fué que constantemente encarecia la necesidad de dar de alta a O'Higgins en el ejército, i miraba esa medida reparadora, no solo como urjente, sino como mui propicia al triunfo del partido que contaria con la cooperacion del mismo O'Higgins, o por lo menos con su aquiescencia i el apoyo que debia prestarle el prestijio de su nombre. Los hombres de mayor influencia entre los estanqueros, incluso Portales, i hasta Gandarillas que no tenia simpatías por O'Higgins, se mostraban dispuestos a complacer a Rodriguez, segun aseguró éste repetidas veces a varios de sus amigos. Decia tambien Rodriguez que le habian dejado entrever algunos temores sospechando que abrigara el pensamiento de colocar a O'Higgins en la presidencia de la República, pero que les habia protestado que no era esa su intencion, pues solo queria que le devolvieran su empleo de capitan jeneral, franqueándole de una manera honrosa su vuelta al pais.

XXVII.

Hemos procurado dar una idea mui compendiada de la situacion de Rodriguez i la parte que tomó en los acontecimientos que prepararon la revolucion del año de 1829. Llegaba ya el momento de obrar con decision i enerjis.

Promulgada la Constitucion de 1828, si bien los pelucones o estanqueros no juzgaban esa Constitucion adaptable a la situacion del pais, esperaban que el tiempo revelaria sus defectos, i que el Gobierno mismo i demas poderes constituidos por la nueva carta fundamental, tocarian sérias dificultades en su aplicacion.

Elejido el nuevo Congreso en el año de 1829, Rodriguez fué nombrado senador por la provincia de Concepcion. Rehusó al principio aceptar ese noble cargo porque se habian reanimado en él sus antiguas intenciones de consagrarse esclusivamente al ejercicio de su profesion, alejándose de la vida pública. Como lo participara así a la Asamblea de Concepcion, le dirijió ésta una nota (1) instándole para que desistiera de su renuncia "por los bienes incalculables que reportarán estos pueblos, decia el Presidento de la Asamblea, de tener en manos de US. la defensa de sus imprescriptibles derechos que a veces observan hollados con dolor."

Rodriguez, llamado tambien en la misma nota hijo predilecto de la patria, no podia ya escusarse de corresponder a la confianza que en él habia depositado la Asamblea de Concepcion. Mas, reunido el Congreso presentó sus poderes i fueron anulados, cerrándole así la entrada en el Senado. Esa circunstancia contribuyó a que Rodriguez estrechara sus relaciones con el partido que se queria a toda costa alejar de los negocios

(1) "Concepcion, agosto 25 de 1829.--Al señor senador don José Antonio Rodriguez Aldea.

"La respetable nota de US. fecha 4 del presente, por la que solicita se le exonere del cargo de senador a que fué llamado por la representacion de esta provincia, le fué presentada en su sesion ordinaria de ayer; i aunque to la la Sala se penetró de los prudentes fundamentos en que se apoya, convencida por otra parte, del inmenso vacío que dejaria su admision, resolvió que por el imperio de las circunstancias era de absoluta necesidad negar su deferencia, por los bienes incalculables que resultan a estos pueblos de tener en manos de US. la defensa de su imprescriptibles derechos que a veces observan hollados con dolor. En su consecuencia, se me encargó de ponerlo en conocimiento de US., i que al mismo tiempo le suplicase, como lo hago, se resignase, aceptando un sacrificio que no desconoce, pero que es mui digao de soportar por un hijo predilecto de la patria.

"El presidente, al cumplir con aquella resolucion, aprovecha la feliz oportu nidad de saludar a US. cordial i respetuosamente. Juan José Manzano, presidente.-D. Binimelis, secretario.'

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