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públicos, i que debia en breve alcanzar un triunfo i fundar el Gobierno de mas duracion en la América española, restal lecer el órden i dar impulso a los elementos de riqueza i de prosperidad, transformando a la mas lejana de las colonias en una República citada como ejemplo por los mismos gabinetes europeos.

Acontecimientos de grande interes se sucedieron rápidamente. El jeneral Pinto renunció la presidencia de la República con motivo de la resolucion del Congreso en el escrutinio para la eleccion de vice-presidente; resolucion que el mismo jeneral Pinto estimó como una infraccion constitucional.

La determinacion del Presidente i la censura que le acompañaba, debia precipitar los sucesos en el sentido de las previsiones de los caudillos del partido pelucon. Así fué que no tardaron en aprestarse al combate los bandos políticos. Gandarillas, el escritor mas elegante i enérjico de aquella época, publicó el Sufragante, periódico en que escribia el mismo Rodriguez. El Sufragante reanimó a los enemigos de la administracion i fué el eco mas elocuente del partido a que servia de órgano. Todo principió a desmoronarse hasta apelar a las armas, i a la jornada de Ochagavía sucedió la batalla de Lircai que puso término a la revolucion.

XXVIII.

Instalado el Congreso que se llamó de plenipotenciarios; ántes de la batalla de Lircai, Rodriguez fué nombrado vice-presidente, i mas tarde ocupó la presidencia.

Llegaba ya tambien el momento en que, habiendo sido uno de los principales actores en el drama político, alcanzara o no la rehabilitacion de O'Higgins para verle en Chile en posesion de sus honores i rango que le habian valido sus grandes servicios.

Se trataba ya de elejir Presidente de la República. Portales parecia inclinarse a don José Tomas Ovalle que sucedió en la vice-presidencia a don Francisco Ruiz Tagle. Fuera de Ovalle no podia ser otro que el jeneral Prieto el candidato de los pelucones.. Cualquiera division habria sido funesta; lo conocian así los caudillos del partido dominante i trabajaban para arribar a un acuerdo en la eleccion del primer majistrado de la República.

Un acontecimiento doloroso vino a hacer innecesarios los trabajos de conciliacion i operó el acuerdo que todos anhelaban. Atacado casi repentinamente de una grave enfermedad, falleció el vice-presidente Ovalle i le sucedió en el gobierno provisorio don Fernando Errázuris.

Rodriguez interpuso su influencia con sus partidarios i amigos, sobre todo con los antiguos O'Higginistas a fin de que Prieto triunfase en las elecciones, esperando que éste satisfaria sus esperanzas, llamando al jeneral O'Higgins del destierro. Las elecciones dieron el mismo resultado que se habia propuesto, i Prieto inició pronto con un nuevo gobierno la nueva política que debia dominar largo tiempo en el pais.

XXIX.

El gobierno del jeneral Prieto vino a consumar en las instituciones lo que el ejército revolucionario habia iniciado en los campos de batalla, esto es, una reaccion contra el antiguo sistema político. Pero esta reaccion en nada sirvió a las esperanzas de Rodriguez que, despues de haber hecho tanto por la revolucion, sin pedir por sus servicios otra recompensa que la vuelta del jeneral O'Higgins, no habia podido conseguirlo.

Durante la administracion del jeneral Prieto, Rodriguez fué elejido senador; i aunque se ocupó poco de estas funciones, conservó siempre grande influencia en los consejos del Gobierno. Solicitado varias veces para desempeñar empleos de importancia, negóse a ello constantemente consagrándose con esclusion de todo al ejercicio de su profesion i a la vida privada que tan grata debia serle despues de las ajitaciones de su vida pública.

XXX.

Hasta aquí conocemos la vida política del doctor Rodriguez. Nos falta conocer al jurisconsulto, al hombre de ciencia i finalmente al hombre privado. En esta parte de nuestro trabajo nos hemos servido de la complacencia de una persona competente que conoció de cerca a Rodriguez pudiendo apreciar sus cualidades.

XXXI.

El último período de la vida de Rodriguez, aunque alejado de los negocios públicos, no fué ménos glorioso para su nombre. Solicitado de todos como abogado, no habia causa célebre de las que se ventilaban en los Tribunales en que no figurara Rodriguez. Incansable en el trabajo, principiaba de ordinario sus tareas forenses a las seis de la mañana i las terminaba a las tres de la tarde. Accesible para todos, se veian en su estudio no solo sus clientes, sino tambien los hombres de todos los partidos i de todas condiciones, desde el rico propietario hasta el menesteroso, a quienes recibia con amabilidad ì daba consejo en las materias que le consultaban.

A veces su estudio parecia una verdadera academia de derecho. Los jóvenes abogados acudian a él para pedirle su opinion, i disimulando con sagacidad i finura las equivocaciones o errores que notaba en la esposicion de las cuestiones legales, sabia ilustrarlos sin herirles i presentándose él mismo como ejemplo de las equivocaciones que tambien habia pade

cido en sus primeros años de abogado, les estimulaba para que redoblaran sus esfuerzos en el estudio, asegurándoles que el tiempo coronaria sus

tareas.

Acudian tambien al estudio de Rodriguez los ministros, los majistrados de las Cortes de Justicia i otros funcionarios a pedir consejo al hombre de Estado, al jurisconsulto, al ciudadano que en el retiro de la vida privada se informaba de los negocios públicos, aplaudia o censuraba con grande imparcialidad lo que juzgaba digno de encomio o lo que merecia su reprobacion.

Interrumpido a cada paso en sus tareas sin mostrar enfado ni revelar siquiera en su semblante el menor signo de disgusto, volvia a continuarlas con una facilidad admirable. Recordaba la frase que habia dejado pendiente, i cuando el escribiente iba a leerle las últimas líneas como para refrescarle la memoria, le dictaba al instante completando la frase que talvez bacia una hora que habia interrumpido. Diariamente colocaba a un lado de su asiento los espedientes que iba a despachar i al otro los códigos i los autores que habia rejistrado la víspera marcando los pasajes que se proponia citar. Despues de haber dictado un escrito sobre tal o cual materia, pasaba a otra que no tenia ninguna analojía con la anterior, i así sucesivamente. sin permitirse el mas leve descanso, ni mas pausa que el tiempo necesario para rejistrar las leyes o los autores del caso.

Rodriguez fué, sin disputa, el jurisconsulto mas distinguido de aquella época. Conocia a fondo la lejislacion i los jurisconsultos romanos i españoles. Conocia tambien la lejislacion francesa i cuanto se habia escrito hasta esa época comentando esa lejislacion, habia hecho estudios espe ciales i profundos del derecho canónico i aun decia que era mas canonis ta que civilista. Se dedicó al estudio de las ciencias teolójicas i le consul taban con frecuencia sobre materias eclesiásticas los miembros mas distinguidos del clero.

Abogado necesario, como hemos dicho, en las causas célebres que se ventilaban, le gustaba informar en derecho, i sus escritos de ese jénero se leian con grande interes, se citaban en los tribunales, i en mas de un punto dudoso de nuestra jurisprudencia, las opiniones de Rodriguez prevalecieron de tal modo que fijaron para lo venidero la intelijencia que debia darse a la lei, i servir de norma a las sentencias.

Aunque en las contínuas i pesadas tareas del foro habria tenido Rodriguez sobrado alimento para su estudio i laboriosidad, sentia, por otra parte, la necesidad de amenizar sus trabajos, i ávido de conocimientos en todos los ramos del saber humano, se dedicó tambien al estudio de las ciencias políticas, de la filosofía i especialmente de la historia i de la literatura. Logró aprender solo el ingles i el frances que los traducia con facilidad. Se distinguia como latinista i casi siempre en sus conversaciones repetia largos trozos de sus clásicos latinos, mostrando así que le eran bien conocidos.

De Rodriguez Aldea, gracias a su prolijidad, nos queda tan solo, fuera de los espedientes de oficina, una coleccion de vistas fiscales pertenecientes a la época de la reconquista, durante la cual era miembro de la Real Audiencia, en que se admira tanto la erudicion como el criterio, el espíritu de justicia, la jenerosidad de intenciones i el rarísimo tino en el deslinde de los derechos. La coleccion de vistas fiscales del doctor Ro

driguez, de que creemos no exista mas de un ejemplar, deberia figurar en los armarios de todos los hombres de la profesion.

La historia de la jurisprudencia, ni la del foro nacional se han escrito todavia, i por eso tal vez Rodriguez Aldea i muchos de los hombres mas eminentes del pais no son aun conocidos, sino de uno que otro erudito, que a lo mas se ha dado cuenta del conjunto de los hechos, sin entrar en su análisis ni en sus detalles.

El folleto titulado la Satisfaccion Pública, escrito en su defensa en 1823, desde la prision, si no hemos de fijarnos en el estilo de la época, que pasa como la moda de los vestidos i de los tocados, es curiosísimo bajo muchos aspectos. La erudicion campea en él con facilidad i sin pedantería, el razonamiento es nutrido i vigoroso, la lójica inflexible, el apropósito de admirable efecto.

Ademas de numerosos informes en derecho, nos queda aun de Rodriguez el famoso informe sobre la conveniencia de la reunion del Seminario con el Instituto, de que ya hemos hablado, que le mereció una distincion honrosa del Senado, i que marcó su vuelta a los destinos públicos. En aquel trabajo sobresalen su patriotismo, sus ideas elevadas no ménos que su rara erudicion teolójica.

Otro folleto interesante de Rodriguez que ha llegado a nuestros dias, aunque en mui escasos ejemplares, es una carta suscrita por don Cayetano Requena, pero escrita por él, de la cual hemos tenido ocasion de copiar algunos párrafos en el curso de esta biografía, i que nos pinta a desnudo la época de la reconquista, con todos sus incidentes, horrores i crueldades, i en que se manifiesta de una manera evidente, razonable, legal i relijiosamente los derechos que tenian las antiguas colonias americanas a la independencia a que aspiraban.

No haremos mencion de varios trabajos de menor importancia, entre los cuales la Contestacion del espreso al virei de Popayan, i otros que se recomiendan por el razonamiento i la viveza del injenio.

XXXII.

Hasta aquí hemos hablado del hombre público i del jurisconsulto que con tanta justicia mereció la estimacion de sus conciudadanos.

No fué ménos recomendable por la excelencia de sus prendas personales. El doctor Rodriguez habia contraido matrimonio en 1820, en Santiago, con la señora doña María del Rosario Velasco, de quien enviudó en 1825, durante su destierro al Perú; i en 1827, de vuelta a Chile, celebró segundas nupcias con la señora doña Mercedes Velasco, hermana de su primera esposa. En su vida doméstica, como esposo i como padre de familia manifestaba sentimientos afectuosos i aquella terneza delicada i esquisita que distingue a los hombres de corazon. Amaba a sus hijos con una efusion verdaderamente encantadora, i no habia medio mas seguro de captarse su voluntad i de alcanzar su proteccion i servicios, que mostrándole afecto por ellos. Niños todavía, solo dos principiaban su educacion en el Instituto Nacional i otros se hallaban en escuelas primarias,

Rodriguez visitaba con frecuencia el Instituto i las escuelas donde re

cibian sus hijos la enseñanza primaria, se informaba de sus progresos en el estudio i se complacia en prodigar el nombre de amigos a los directores i maestros, anticipándoles su gratitud, iniciándoles en sus relaciones, i mostrándoles un vivo deseo de servirles. Tanta era la ternura de sus sentimientos para con los herederos de su nombre. Parecia presentir cercano el término de su existencia i queria grabar en sus hijos afectos indelebles al darles el último adios.

Fuera de la vida doméstica, el sentimiento de la amistad, propio de las almas nobles i jenerosas, tuvo siempre en Rodriguez un fiel intérprete. Lo probó así su constante adhesion al jeneral O'Higgins en la próspera i adversa fortuna. O'Higgins proscripto i alejado del suelo que le vió nacer, fué para Rodriguez mas digno de su estimacion que en los dias de poder i de gloria.

No ha faltado quien, juzgando a Rodriguez por informes i escritos apasionados, ha querido presentarle ávido de intereses pecuniarios. Al contrario, nunca fué el dinero ni el mezquino interes el móvil de sus acciones. Las famosas igualas de que tambien se ha hablado, no pasaron de aquellas justas i equitativas remuneraciones que no guardaban tal vez proporcion con la importancia de los servicios i la profundidad de sus comientos adquiridos en largos años de labores constantes i de contínuas

as.

En el ejercicio de su profesion fué precisamente donde Rodriguez mostró gran desprendimiento i jenerosidad. Jamas rehusó sus servicios a los pobres ni a los hombres desgraciados, sin que la falta de recompensa entibiara su celo ni el empeño que mostraba siempre en sus trabajos forenses. Sucedió una vez que patrocinando una causa de cuyo éxito dependia el porvenir de una familia pobre i desgraciada, llegó a informar en derecho i costeó él mismo la impresion de ese informe, que fué uno de sus escritos mas luminosos.

No pocas familias recibian tambien socorros periódicos i le contaron como su único i mas jeneroso protector.

Contaba Rodriguez sesenta i un años i diez meses cuando se anunció un dia que se hallaba gravemente enfermo de un ataque pulmonar. Se creyó al principio que podria prolongarse su existencia, pero gastada su naturaleza con el trabajo, flaquearon sus fuerzas, se agravó instantáneamente i pocos momentos despues de haber recibido los socorros de la relijion se perturbó su intelijencia i cayó en un delirio que duró como treinta horas, hablando incesantemente casi hasta el último instante. Rodeado de sus deudos i amigos, en uno que otro intervalo lúcido lo primero que recordaba era a su mujer i a sus hijos, sintiendo dejarles en una edad en la que tanto necesitaban de sus cuidados i de su direccion. El 3 de junio de 1841 casi con el último crepúsculo se apagó tan preciosa existencia. Don Mariano Egaña escribió sobre su tumba las siguientes palabras como un tributo de admiracion i aprecio:

«Don José Antonio Rodriguez Aldea,
«Sábio profundo,
Filósofo modesto,

«Jurisconsulto i literato eminente,

«Murió el dia 3 de junio de 1841.»

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