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res maestros. Y por esta razon Xenofonte en su Ciropedia introduce, á Cambises, dando instrucciones. y documentos á Ciro, que despues las hemos visto mejoradas en lo que el valeroso Cárlos V. Emperador de Romanos, y Rey de las Españas dixo á Filipo II. y lo que este prudente Rey dexó, escrito para enseñanza del santo amado Rey Filipo, III. Asi tambien no pueden ser buenos maestros del arte de privar, si+ no aquellos solos que habiendo.ganado la gracia de sus Príncipes, se han conservado en la estimacion y amor del pueblo. Con lo qual se pudiera condenar la licenciosa osadia de los que sin experiencia, ni no: ticia de negocios, se atreven á sacar á luz varios libros de doctrinas para advertencias de Reyes, y en señanzas de Gobernadores; siendo cosa absurda quiera enseñar á manejar el timon de la nave el que ape nas conoce las jarcias, ni jamás vió las tormentas del már. Con esta razon pudiera excusarme de lo que me manda V. E. si la fuerza de la obediencia no me re, presentara que no ha de admitir por suficientes laş disculpas que van in diciadas con la inurbanidad de la desobediencia y asi haré lo que me manda V. E. animandome el ver que el Enperador Trajano no, se desdeñó de encomendar á Plutarco, su maestro, escribiese el libro de su política; y Salustio escribió á Cesar las oraciones para ordenar bien la República: Y Socrates en las que escribió á Nisocles: Sinesio al Emperador Arcadio: Martino, Obispo Francés, á Miro, Rey Godo: Sidonio. Apolinar, Obispo, de Albernia, y santo Thomás en el libro que escribió de gobierno de Príncipes, cuyo asunto siguieron Oso-, rio, Mariana, Nata, Bartholomé, Felipe, el culto Lipsio, y el doctísimo Cardenal Belarmino, con otros infinitos graves, autores. Y asi yo, aunque Cc 2.

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poco práctico en el gobierno, haré lo que los armeros, que sin ser práctios de la milicia, labran los fuertes arneses, de que se adornan los valerosos Capitanes. Admita pues V. E. con ánimo dócil y blando, lo que no como lisongero pretendiente dixere; pues de la adulacion me exîme el aborrecimiento que tengo á este detestable vicio, y de la pretension me libra el hallarme en tan distantes, y remotas Provincias; sin que en las de nuestro Rey haya para mí un solo resquicio de concebir esperanzas de medra: que donde las hay, facilmente se enturbian y empañan los cristales del saño y limpio consejo, como nos lo advirtió el Eclesiástico, diciendo, que mirasemos las pretensiones que tienen los que vienen á darle. Y por esto San Gregorio calificó por buen consejero al que del aconsejado no pretende cosa alguna. Con esta prevencion, y forzado de la obediencia diré en la corta latitud de esta carta, no lo que por practica de negocios graves he alcanzado (porque los que por mi mano pasan son de inferior gerarquía); sino lo que tengo observado en la leccion de varios autores filosofos, historiadores, y políticos; añadiendo algo de lo que he visto en diversas Provincias y Cortes de Principes que he peregrinado: que esto (como dixo el Rey Teodorico) suele ser muy útil para conocimiento de las materias de Estado y Potílicas y por eso ponderó Homero, que el prudente Ulises habia visto varios sucesos en diferentes Provincias y Ciudades. Lo que yo dixere con mi bumilde caudal, to perfeccionará V. E. con la pronta agudeza de su delicado y singular ingenio.

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Alabo en primer lugar la acertada eleccion que el Rey ha hecho, sublimando á V. E. al supremo puesto de su Privanza, y poniendo en sus manos lo

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mas trabajoso y penoso del gobierno de tan inmensa dilatada Monarquía, á que por su juvenil edad Y (aunque es superior el talento) no son suficientes las fuerzas, por ser, como ponderó el gran Aurelio Casiodoro cosa dificultosa que un Rey mozo pueda por sí solo, sin ayuda de otros, disponer y determinar las varias materias que á sus manos llegan. Alabo pues esta cleccion hecha, no por los inconsiderados antojos y caprichos de la ciega fortuna, ni por los apasionados de la voluntad, sino exâminada por los vigilantes hijos de la prudencia, habiendo primero experimentado el Rey en las costumbres de V. E. lo que de las de su privado Artemidoro dixo Theodorico, ponderando que con solo haberle dado sú gracia, habia calificado sus méritos. Pues no habiendo cosa con que poder compararse el llegar á merecer la freqüente, y familiar comunicacion de los Reyes, se débe presumir, que estando en su mano elegir los mejores sugetos para este ministerio, y su gracia, lo son los que llegan á conseguirle. Y asi tengo por cierto que la vigilancia y cuidado de V. E. ha de ser de mayor utilidad á esos Reynos, que las inmensas ride abundan. Pero siendo cosa cierta que quezas que el verdadero amor, de quien dixó el Poeta que era una cuidadosa solicitud llena de temores, pocas veces dexa de andar acompañada de recelos, suplico á V. E. no atribuya á desconfianza, si con los deseos que tengo de su conservacion traxere á la memoria, que habiendo sido muchos los que la fortuna ha derribado del sublime puesto, que tan dignamente ocupa V. E. han sido pocos los que en él se han conservado. Y aunque esto sucede mas de ordinario en los que habiendo subido de estado humilde, se desvanecen en la altura en que los puso la fortuna, qui

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zá con fin de que fuese mayor su, caida, como hablando de la de Rufino, privado de Theodosio, dixo Claudiano; y asimismo parece, cesa la causa de temer estos accidentes, en los que tienen fundado su valimiento con zanjas de antigua y heredada.nobleza, loables y exemplares costumbres, contra quien no tiene imperio la fortuna, que no puede quitar lo que no dió; siendo cierto lo que dixo Socrates, que no podían ser expelidos del templos de la prosperidad, los que entran en él por la puerta de la virtud.; con todo, siendo tan fuerte el veneno de la envidia, que no suelen bastar para su reparo la contrahierva del vivir bien, ni los antídotos de hacer infinitos beneficios; suplíco á V..E..esté con suma vigilancia, para que el vagel de su privanza no peligre en los encubiertos escollos, en que tantos han naufra-gados

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Y porque mi intento, y lo que V. E me mane. da no es, que discurra, en las virtudes comunes, que deben concurrir en qualquier Príncipe christiano, sino de solas aquellas que miran á la buena execucion del ministerio que exerce, y á la conservacion del lugar que ocupa, dexaré lo primero, y diré mi parecer en lo segundo, ciñendo el discurso á solo aquello que toca al trato domestico de Palacio, para que ya que posee V. E. la gracia de su Rey, sea sin perder la de los cortesanos, y porque la materia de que se trata tienes tanta vecindad con las acciones. Reales, no diré cosa que no sea de Reyes ó privados.

Lo primero en que suele peligrar el vagel de la privanza, es quando por ser demasiado velero, embiste en los peñascos de la ambicion, vicio de que sin particular socorro del Cielo se escapan, pocas veces los que ocupan la gracia de los Reyes, como

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hablando de las virtudes de Senario lo ponderó Theodorico. Esta culpa sucede mas de ordinario en los que de baxos y humildes principios subieron á la privanza de los Reyes, como se vió en Amán, que siendo hijo de Amadati Macedonio, y descendien, te de la generacion de Agab, y de aquel Alnalecita, á quien mató el Profeta Samuel, llegó á tanto valimiecto con el Rey Asuero, que como él mismo pondera, era respetado como si fuera su padre, y todos los Príncipes, y. Sátrapas de 127 Provincias, hincaban ante él la rodilla; habiendo llegado su privanza á ser combidado de la Reyna; pero como su cabeza no estaba acostumbrada á los fuertes y preciosos vinos de las mesas Reales, al punto se le desvaneció teniendo congojas, de que Mardoqueo, Tio, de la Reyna Estér, no se le humillaba; y pasó tan . adelante su ambicion,que propuso privar al Rey. del Reyno y de la vida, como consta de las cartas que el mismo Asuero escribió á las Ciudades, dan-, doles cuenta del castigo. Tan antiguo es escribir los Reyes á sus vasallos los sucesos grandes de sus Reynos. Lo mismo sucedió al ambicioso Seyano, que : por medio del adulterio y casamiento con Livia, as-, piró á parentesco con la sangre imperial, llevando en ello fines mayores con que fue justo que cabezas que por tan malos fines y medios pretendian las Coronas, parasen en las manos de infames verdugos.. Mejor entendió esta razon de Estado David, pucs quando por sus grandes méritos le ofreció Saul á su hija Micol; respondió con toda humildad, diciendo: „¿Quién soy yo, ó que calidad y nobleza es la mia para presumir ser yerno del Rey? Y asi V. E, debe vivir: con particular y vigilante cuidado, á no dar lugar. que los emulos de su grandeza vean, y noten en

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