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sus clases, se hallaba próxima á sufrir un espantoso sacudimiento. En tan apuradas circunstancias, las autoridades mandaron suspender el sorteo é hicieron retirar los anuncios que se habian fijado ya en los sitios de costumbre; comisionando al conde de CerveIlon y á otras personas notables para que se trasladáran á Madrid, á fin de solicitar de S. M. la revocacion del decreto sobre milicias, que era imposible llevar á cabo en Valencia, porque el pueblo en masa se oponia á su realizacion. No fue inútil la mision del conde y de sus compañeros, porque Carlos IV , que á todo trance queria conservar la paz á sus pueblos, no tuvo dificultad en espedir otra real órden, que por estraordinario se recibió en esta capital el treinta y uno de Agosto, dejando sin efecto los decretos anteriores, y devolviendo con esta medida pacífica la calma á Valencia; donde ya rugía sordamente la tempestad, que debia envolverla en sus sombras, para mostrar, despues de disipada, ancho lago de sangre, en que se hundieron muchas hojas de la esplendente corona, que ceñia la ciudad del Cid (1).

que

(1) Antes de concluir la narracion de los acontecimientos del siglo XVIII, no podemos menos de consignar las horrorosas desgracias acaecidas en Valencia en 1784, con motivo de la fiesta que llamaron de los Infantes. Era entonces la puerta del Real estrecha y mezquina, y desde el puente hasta el centro de la plaza de Sto. Domingo ofrecia un declive tan rápido, como el de una empinada colina. Celebrábase, pues, el nacimiento de los infantes gemelos, y como una de las vistosas diversiones del pueblo valenciano son los fuegos artificiales, se disparó un castillo delante del Palacio del Real. Acudió la inmensa poblacion de la capital; y apenas vió el primero, quiso disfrutar tambien del espectáculo de un segundo castillo que debia dispararse en la citada plaza de Sto. Domingo. Pero fue tal el ímpetu de la multitud que fue á atravesar el puente, que era imposible pudiera desembocar por la puerta estrecha que tenia delante. Díjose, sin embargo, que algunos mal intencionados tendieron una cuerda de una parte á otra del puente con el objeto de hacer caer á los que corrian; y fuera esto ó no, es lo cierto, que caidos unos en aquella rápida bajada, se precipitaron unos sobre otros, resultando infinitas muertes, cuyo espectáculo presentaba pocas horas despues la mas espantosa y lúgubre escena. En vista de estas desgracias se construyó la magnífica puerta actual, siendo intendente D. Jorge Palacios de Urdaniz, y arquitecto D. Juan la Corte. Una inscripcion colocada en la misma puerta indica este acontecimiento: y otra en la del centro que dice:

REINANDO CARLOS IV

Y MARIA LVISA DE BORBON.

AÑO 1801.

LIBRO X.

Sucesos del Escorial. = Conspiracion de Bertran de Lis. Moreno. La plaza

de las Pasas.

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miento. Correspondencia interceptada. — Toma de la ciudadela. Muerte del baron de Albalat. — Formacion de la Junta suprema.

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EPARADO por algun tiempo de los negocios públicos el príncipe de la Paz, tornó á ingerirse ya por via de mediacion, ya por via de consulta. Por via de mediacion obtuvo que fuese revocada la órden espedida al nuncio de la santa sede para que saliera del reino en determinados dias, á consecuencia de sus acres reclamaciones, cuando el espíritu de escuela quiso convertir en ley vigente una medida transitoria, por la que se restablecieron. algunas prácticas de la antigua disciplina, ínterin se nombraba sucesor á Pio VI. Por via de consulta hubo de redactar un informe, en que se traslucia su esmerado celo por los intereses nacionales, con motivo de la cesion del gran ducado de Toscana, erigido en reino por un infante de Castilla, propuesta por el general Bonaparte en cambio de la Luisiana. Por via de mediacion apartó á Carlos IV del propósito de enviar á Roma los obispos y eclesiásticos designados como innovadores, y de separar de sus empleos á todos los seglares comprometidos en aquellas disputas: solo con la recepcion de la bula, publicada en la capital del mundo cristiano á veintiocho de Agosto de mil setecientos setenta y cuatro, aplacó el príncipe de la Paz el justo enojo del sumo pontifice y del rey de España, libertando á prelados ilustres y á virtuosos sacerdotes

de las cavilosas pesquisas de la curia romana, y conservando á empleados beneméritos el goce de sus destinos. Por via de consulta, y cuando Portugal era un obstáculo para la paz de Europa, propuso que España interviniera cerca de aquella corte, siendo la Francia ausiliar suya y si á pesar de nuestros buenos oficios no cerraba sus puertos á Inglaterra, invadiríamos su territorio, sin gravar á los pueblos, ni acudir á empréstitos onerosos, por haIlarse directamente interesados los cabildos en aprontar los recursos pecuniarios, indispensables para dar cima á tamaña empresa. Convino Carlos IV en aquel proyecto, encargando de su egecucion al príncipe de la Paz, como predilecto depositario de su real confianza.

Ageno es á nuestra mision detallar uno por uno los sucesos acaecidos de mil ochocientos uno á mil ochocientos ocho, desde la campaña de Portugal, en que alcanzaron las tropas españolas brillantes y rápidos triunfos á las órdenes del valido del monarca, hasta su caida en uno de los sitios reales.

Habia tendido Bonaparte, dice un moderno escritor, sobre su bufete el mapa de Europa, trasformándolo en tablero de agedrez y dividiendo sus naciones en otras tantas casillas: movia á su antojo las piezas, y las divisiones que hoy le proporcionaban medios para sus combinaciones, servian mañana de blanco á sus irresistibles ataques: no de otro modo podia ser el árbitro de la diplomacia del continente: solo estrechando de continuo á alguna potencia le era dado prolongar el éxito de aquella partida en que se atravesaban ricos imperios. Tambien estaba reservada allí á España su correspondiente casilla, y por su colocacion parecia á propósito para combinar el juego de una manera ventajosa, mientras no le llegára el turno de estar en jaque. Al frente del gobierno, con un carácter indefinible y en posicion escéntrica, se hallaba el príncipe de la Paz por aquellos dias: no manejaba á su albedrío los negocios: caia sobre su cabeza toda la responsabilidad de los sucesos: siempre en lucha con elementos contrarios, en medio de terribles escollos, y fuertemente asido al timon, dirigia la nave del estado con vacilante curso, para enderezarla á seguro puerto. Godoy, á pesar de la estension de su talento, muy superior á cuantos le han sucedido en el mando hasta la época presente, era sin embargo, en comparacion de la alta capacidad del hombre de las batallas, un grano de arena ante la prodigiosa cordillera de los

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