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URANTE los prolongados dias que contó Sagunto combatido por los legionarios de Napoleon, habia procurado Blake no solo reparar los desaciertos de su antecesor el marqués del Palacio, sino que habia puesto la mayor eficacia en reunir las fuerzas del segundo egército las que operaban á las órdenes de D. José Obispo y D. Pedro Villacampa, que componian parte del tercer egército y las espedicionarias. Como la reunion de estos cuerpos no fue tan pronta como era de desear en aquellas circunstancias apremiantes, resolvió Blake llamar la atencion del general Suchet, mandando á D. José Obispo con tres mi hombres hácia Segorbe para incomodar al enemigo mientras permaneciese este en Murviedro. Con el mismo objeto colocó en Bétera á Don Carlos O'Donell, que regia la division de Villacampa y la caballería del egército de Valencia mandada por D. José Sanjuan. Suchet quiso alejar de su campo estas fuerzas, cuya proximacion no dejaba de molestarle, y al efecto dispuso que Palombini atacase á Obispo, que se vió en la necesidad de replegarse el treinta de Setiembre, situándose por escalones delante de Segorbe, en el camino Real la caballería, y los infantes en las alturas que le TOм. II.

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dominan. Pero el enemigo lo arrolló todo, obligando á Obispo á retirarse, no sin considerable pérdida, á Alcublas. Suchet atacó en persona el dos de Octubre á D. Carlos O'Donell, cuyas tropas se alojaban en los collados de Benaguacil y huerta de la Puebla de Valbona. O'Donell hizo una resistencia admirable; pero creyendo prudente repasar el Turia por Villamarchante, contuvo aquí á los enemigos, ocupando con oportunidad dos alturas escarpadas que protegen el camino, pudiendo de este modo llegar á Ribarroja sin descalabro notable. Acaso hubiera podido Blake impedir una y otra derrota, haciendo algun amago para proteger á aquellos gefes, y en particular á Obispo, cuya posicion era muy poco ventajosa; pero desgraciadamente no lo verificó así, dando lugar á que el soldado comenzase á dudar de la suerte que le esperaba en los combates. Libre entonces de tan molestos vecinos, pensó Suchet en apoderarse del castillo de Oropesa, que cerraba el paso del camino de Cataluña, y aprovechando la ocasion de tener que trasportar por aquel punto algunos cañones de grueso calibre, destinados al sitio de Sagunto, mandó detener algunos para batir sus muros. El castillo, compuesto de un torreon cuadrado, circuido por tres partes de otro recinto sin foso, pero amparado del escarpe del torreon, tenia de guarnicion doscientos cincuenta hombres, y lo artillaban cuatro cañones de hierro. Mandaba Don Pedro Gotti, capitan del regimiento de América; y á cuatrocientas toesas y á orillas del mar se hallaba otra torre, llamada del Rey, capitaneada por el teniente D. Juan José Campillo, al frente de ciento setenta hombres. El ocho de Octubre empezaron los franceses el ataque, despues de haberse apoderado de la villa, dirigidos por el general Compère. El diez llegó Suchet, y derribado un lienzo de la muralla, se vió el gobernador en la necesidad de capitular honrosamente, cuando ya los enemigos se disponian para el asalto. Esto no impidió que la torre del Rey continuase en la defensa, desechando Campillo las propuestas hechas por los franceses. Afortunadamente llegaron á aquellas aguas el navío inglés Magnífico, al mando de Eyre, y una division de faluchos á las órdenes de D. José Colmenares. No siendo, sin embargo, posible por mas tiempo la resistencia, resolvió Campillo evacuar la torre y trasladarse á bordo, verificando esta operacion arriesgada con admirable serenidad é inteligencia, embarcándose el último el mismo Campillo, protegido por la presteza de los marinos

ingleses y españoles, entre los que se distinguió el piloto D. Bruno de Egea.

Apremiando siempre Suchet el sitio de Sagunto, trató Blake de ir en persona á socorrer el fuerte, como hemos indicado en otra parte. Su egército ascendia á mas de veinticinco mil hom. bres, de los que dos mil quinientos de caballería. Tal vez hubiera Blake anticipado este movimiento, sino lo retardára la circunstancia de haber tenido que alejar antes al general Darmagnac, que amagaba por la parte de Cuenca el reino de Valencia. Pronto á salir el general en gefe, confió la custodia de la ciudad á la milicia honrada, y dió á su egército una proclama concebida en términos acomodados al caso. Abrió la marcha en la tarde del veinticuatro entre las bendiciones y las esperanzas de un pueblo que se agolpó á despedirle, y que veia en esta espedicion un obstáculo insuperable al avance de los franceses, y aquella misma noche acampó no lejos del enemigo: la derecha, compuesta de tres mil infantes y algunos caballos á las órdenes de D. José Zayas, y de una reserva de dos mil á las del brigadier Velasco en las alturas del Puig. Allí se apostó tambien el general en gefe con todo su estado mayor. El centro, situado en la Cartuja de Ara-Christi, constaba de tres mil infantes, regidos por D. José Lardizabal, y mil infantes espedicionarios del cargo de Loy y algunos de Valencia, todos bajo D. Juan Caro: habia además una reserva de dos mil hombres que mandaba el coronel Liori. La izquierda se estendia hacia el camino llamado de la Calderona, y cubria este punto D. Carlos O'Donell, que mandaba la division de D. Pedro Villacampa, compuesta de dos mil quinientos hombres, y la de D. José Miranda de cuatro mil con seiscientos caballos, que guiaba D. José Sanjuan. El general Obispo, bajo el mismo O'Donell, estaba con otra division en el punto mas estremo hácia Náquera, y debia servirle de reserva D. Nicolás Mahy, al frente de cuatro mil infantes y ochocientos ginetes. Aquella noche concurrieron al cuartel general oficiales enviados por los respectivos gefes, y con presencia de un diseño del terreno trazado antes por D. Ramon Perez, gefe de estado mayor, recibió cada cual sus instrucciones con la hora en que se debia romper el ataque. Hasta las once de la misma noche ignoró Suchet el movimiento de los españoles, y no pudiendo retirarse de Sagunto sin perder la artillería, tomó el partido, arriesgado sin duda, de admitir la batalla.

En su consecuencia se situó entre el mar y las alturas de Vall de Jesus y Sancti Spiritus, por donde se angosta el terreno, colocando á su izquierda del lado de la costa la division de Habert y á la derecha al general Harispe. Palombini formaba la segunda línea, y una reserva de dos regimientos de caballería á las órdenes de Boussard. En Petrés y Gilet quedó Compère con los napolitanos, mientras algunos batallones permanecian delante de Sagunto. Suchet contaba en línea cerca de veinte mil hombres.

A las ocho de la mañana del veinticinco rompieron los nuestros el ataque y rechazaron las tropas ligeras del enemigo. Trabóse la pelea, sin que las cortaduras del terreno cubierto además de acequias, garrofales y moreras, de vallados y cercas permitieran al egército español maniobrar en línea contigua, y sin que pudiera Blake, situado en el Puig, descubrir los diversos movimientos. Sin embargo nuestras columnas, segun afirma el mismo Suchet, avanzaban con admirable ordenanza; la division de Lardizabal hacia el convento de Vall de Jesus y Zayas hácia Puzol, para ceñir al enemigo por el lado de la costa; al paso que nuestra izquierda comenzó un amago general bien concertado.

Lardizabal apoderóse con intrepidéz del altozano inmediato donde plantó su artillería, cuya maniobra llenó de júbilo á los defensores de Sagunto. Suchet conoció en seguida la importancia de recobrar esta posicion, y para tomarla trató de hacer los mayores esfuerzos. Sus generales á la cabeza de las columnas arremetieron con su acostumbrado denuedo, pero encontraron una vivísima resistencia. Páris fue herido, lo mismo que otros oficiales superiores; muerto el caballo de Harispe, y arrollados una vez y otra vez los acometedores, que solo cerrando de cerca á los nuestros se enseñorearon al cabo de la altura. Bajados al llano no empero cejaron los españoles, y lograron conservar unido el centro, haciendo crítica la situacion del enemigo, pues Zayas comenzaba á abrazar el costado siniestro de los franceses acercándose á Murviedro, al tiempo que Villacampa adquiria por su parte otras ventajas. Lardizabal no solo se sostenia entre tanto formado en la llanura, sino que apoyado por la caballería de D. Juan Caro empezaba á recuperar la posicion perdida, despues de haber acuchillado y dispersado á los húsares enemigos y apoderádose el coronel Ric de algunas piezas. En tal conflicto avanzó el mismo Suchet con la segunda línea, y fue á exhortar á los coraceros que iban

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