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4. Los autores de partido, olvidados de estas reflexiones, se empeñaron en viajes literarios, juzgando que los archivos les prestarian materiales para fundar sus opiniones sistemáticas; pero frustradas sus mal concebidas esperanzas, nunca han presentado por frutos de sus fatigas y tareas mas que congeturas, lisonjas y declamaciones. Por mi parte, pareciéndome siempre superfluo tan improbo trabajo, bien penetrado de la independencia de la Iglesia y guiado de las santas escrituras, he investigado las regalías en su nacimiento, su infancia y su mayor acrecentacion, y con un medio tan natural se me han venido á las manos: he examinado cuidadosamente el origen de la eleccion, presentacion, confirmacion, beneficios, patronatos, diezmos, y he descubierto de siglo en siglo las inapreciables gracias de que la Iglesia ha colmado á los monarcas de España. No negaré que deseaba ardientemente este momento para entregarme al inesplicable gozo de establecer sólidamente todas y cada una de las regalías, y tributarlas mi mayor respeto. Deseábalo, lo uno por la complacencia que me causa ver el Trono Real rodeado de todo el esplendor con que le realza nuestra santa madre Iglesia, en premio y remuneracion de su incomparable celo por estender la Religion católica, y lo otro por exonerarme de cierta confusion que me perseguia en todo el curso de mis razonamientos, considerando el desagradable aspecto con que habian conseguido los enemigos representar el obispa

do español, como si fueran inconciliables las regalías con la libertad é independencia de la Iglesia. Es doloroso, Señora, para los prelados españoles, prontos todos por principios de educacion y de justicia á sacrificarse en obsequio de la magestad del trono, y que en cumplimiento de su ministerio estan siempre rogando á Dios por la felicidad de sus monarcas; es doloroso, repito, que hayan pervertido de tal suerte los revoltosos la moral política, que lograsen persuadir á las personas poco instruidas, que cuando los Obispos defienden la independencia eclesiástica, atacan, invaden y deprimen el derecho sagrado de los tronos; y por lo misahora que llega la época clara y distinta del aparecimiento de las regalías en el teatro de la historia nacional, me cabe la mayor satisfaccion en examinar radicalmente este punto, para vindicar al obispado español de las calumnias con que han intentado vulnerarle los revolucionarios, y patentizar á V. M. con una sencilla relacion quiénes son los que en realidad han combatido y deprimen los derechos reales de la Corona de España.

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5. Sin embargo, aunque preparados con las noticias precedentes nos introduciríamos con oportunidad en la época de su origen primitivo, ha sido tal el artificio empleado contra el clero por los revoltosos, que se hace preciso antes de todo esplicar la palabra regalía, y la doble inteligencia con que la acomodan nuestros adversarios en el desarrollo sucesivo de sus

planes. La regalía, pues, en general, segun el Diccionario de la lengua, es la preeminencia, prerogativa ó escepcion particular y privativa que, en virtud de suprema autoridad y potestad, ejerce cualquier soberano ó estado, como el batir moneda, &c., &c. Tomando por tipo esta definicion, y dejándola en el lugar que se merece para Diccionario, lo primero que ocurrió á los políticos al analizarla fue el investigar si la palabra regalía es una voz colectiva de significacion fija y constante, ó mas bien indefinida y susceptible de mas ó menos estension en sus atribuciones; pero como en el primer estremo, tanto respecto al sultan como al rey de los franceses, al emperador de Rusia como al de Inglaterra, asi en el siglo VI como en el XVIII, deberian ser iguales las regalías, se convencieron todos los inteligentes de que la voz regalía equivale descomponiéndola á derecho real, cuya significacion queda vaga si no se espresa á continuacion la clase en que se ejercita el derecho real á que se refiere. Calificada filosóficamente de este modo en su justo valor la palabra regalía, y separada de las abstracciones metafísi cas que tanto perjuicio han causado aun á las ciencias naturales, se ventiló despues si los derechos llamados regalías procedian esencialmente del trono, ó mas bien el trono los recibia del Estado; pero como en el primer caso deberia llevar siempre un carácter fijo en cualquier tiempo y en cualquier monarquía, y la historia general nos instruye de todo lo contrario,

pasa por opinion unánime entre todos los políticos, que los pueblos bajo una forma ú otra depositaban en sus reyes mas o menos prerogativas segun los usos, tradiciones ó constituciones que los gobiernan; y es tambien máxima admitida, que para evitar los caprichos de la arbitrariedad en los monarcas y el tumulto no menos temible de los pueblos, deben estar determinados espresa y nominalmente todos y cada uno de los derechos y preeminencias reales, ora sea el gobierno representativo, absoluto, misto ó despótico, pues tambien el Alcoran marca sus límites á los sultanes. En consecuencia, cuando á la nacion reunida en Cortes le plugo examinar la cuestion de las regalías en su relacion política y civil, aprovechándose del conocimiento del derecho público y del progreso de las luces, dividió los tres poderes, legislativo, judicial y ejecutivo; y coartando muchas prerogativas que hasta entonces poseia la Corona real, las fijó definitivamente para que en adelante sirviesen de norma á la nacion y los monarcas. Pues bien, resuelto el problema ya de esta manera, ¿quién habia de pensar que despues de haberse calificado la palabra regalía en la acepcion propia de su significado, y esplicádose segun la filosofía del lenguage cuando la aplicaban á la parte política y civil, se construiria respecto de la Iglesia en una acepcion vaga, bárbara, escolástica, y con frases abstractas é ininteligibles? ¿Quién menos imaginar que algunos políticos que habian escatimado, por decirlo asi,

las regalías y reducido el trono al mas estrecho círculo, las elevarian despues tratándose de las eclesiásticas por cima de las estrellas? Cómo ¿ llamaré unos adversarios que no observan las reglas de gramática en el lenguage, las de moral en la legislacion, las de religion en sus relaciones con la Iglesia, las de pacto social cuando se habla de ciudadanos católicos? ¿Guardan consecuencia en sus principios los que, á renglon seguido de haber despojado al trono del antiguo prestigio y esplendor que le rodeaba, y haberle sujetado á ciertas leyes formadas por la autoridad humana, pretenden introducirle en el santuario y darle el gobierno de la Iglesia? Guardan consecuencia, aparentan siquiera pundonor los que, habiendo encadenado el cetro en materias civiles y políticas, solicitan revestirle del poder de la tiara pontificia y usurpar la autoridad divina? Pregunto mas: ¿tienen derecho para reclamar las prerogativas inherentes de la Corona y recordárselas al clero, los revolucionarios que desde el año 12 han estado vociferando siempre contra los cclesiásticos, pintandolos como apologistas del absolutismo? Pues qué ¿no sería mas que absoluto y despótico un rey que impusiese leyes á la Iglesia? ¿No sería un Dios sobre la tierra? ¿ Pues cómo los altivos revolucionarios se permiten un lenguage tan abatido y tan infame? ¿No envuelve una abierta contradiccion con sus axiomas? ¿Qué misterio es este? ¿Qué arcano es la política? Yo le revelaré, Señora, porque de otro modo

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