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ciones de Europa cuando eran incógnitos en España, instruyen previamente á V. M., por qué una renta no mencionada en la historia de aquellas edades principia á figurar tanto desde el siglo XII, en el que la fueron adoptando las provincias ocupadas de cristianos. La reseña que adelanté, despues del poderoso influjo de los Papas, previene igualmente á V. M. el verdadero motivo por el que se aumentan progresivamente las relaciones pontificias. Con estos preliminares, absolutamente necesarios para la ilustracion de los sucesos, verá ahora sin sorpresa V. M. ir saliendo las regalías eclesiásticas de una en otra, principiando con las tercias reales concedidas personalmente al glorioso San Fernando, ampliadas en seguida á Alonso el Sabio, prorogadas por Bonifacio VIII en 1302 á ruego de Fernando IV, y últimamente perpetuadas por Clemente V en 1513: la espedida á D. Pedro I de Aragon por el Papa Urbano II, que estendió despues Calisto III á Enrique IV: las concedidas á D. Juan II sobre Castilla, estendidas luego por Alejandro VI á los Reyes Católicos á las conquistas de Granada, &c., á lo que se agrega la gracia de Cruzada, concedida á D. Alonso XI por el Papa Juan XXII, y la mas importante de la adjudicacion de los maestrazgos, hecha á los Reyes Católicos durante su vida por Alejandro VI en 1493, perpetuada á la Corona por el Papa Adriano VI en 1523; y lo que sobre todo merece mas la atencion, el patronato con que galardonó Inocencio VIII á los Reyes

Católicos, comprendido el reino de Granada; gracia estendida por Julio II en 1508 á los Reyes D. Fernando y Doña Juana sobre todos los dominios de Indias.

7. Al hacer relacion de todas y cada una de estas prerogativas y derechos reales, me hubiera sido grato aliviar la molestia de V. M., llamando su real atencion hácia las causas memorables que las produjeron, para que enseñoreándose por el vasto teatro de las hazañas de sus augustos progenitores, se complaciese ahora en ver á San Fernando habilitado con el fondo de las tercias reales caer sobre Baeza, Córdoba, Jaen, Sevilla, &c., caminando toda su vida de victoria en victoria, y sorprendido por la muerte cuando se preparaba para trasladar á Marruecos el campo de batalla: luego á su augusto descendiente D. Alfonso XI, enriquecido con los caudales del diezmo y la Cruzada, dejar vengada en las Navas de Tolosa la afrenta del nombre español en Guadalete; y en seguida ofrecer á la admiracion de V. M. el campo de los Reyes Católicos á vista de las almenas de Granada, en el que observarià resplandecer el genio de Isabel, abasteciendo con el producto de las regalías eclesiásticas y las suyas propias las numerosas huestes del bloqueo, hasta rendir aquel último baluarte del imperio sarraceno. Pero aunque me clama la necesidad de corroborar todas las pruebas con el brillo de la historia, para desvanecer el equivocado concepto formado generalmente sobre la influen

cia del poder temporal de los Papas ejercido en España en aquellos tiempos, me apremian tantos y tan diferentes puntos suscitados por los adversarios de la Iglesia, que me es preciso contentarme con estas indicaciones luminosas, confiando á la penetracion de V. M. el suplemento que hubiera podido prometerme de una completa esplanacion de la materia.

8. No obstante, la última regalía con que termina la carrera política de los Reyes Católicos es tan preciosa y trascendental, aun considerada esclusivamente con respecto á mi propósito, que no la podria pasar en silencio sin debilitar notablemente la causa que defiendo. Hablo de la agregacion de los maestrazgos, concedidos á sus augustas personas en 1493; privilegio memorable, con el que la perspicacia de Cisneros desplegó el vuelo de su fama. Los estrangeros mismos, instruidos en la historia de España, han conocido que la adquisicion de los maestrazgos, no solo llenó de riquezas permanentes á la Corona, sino que la libertó de la odiosa clientela en que la habian constituido los poderosos maestres de las Ordenes militares. Todos ellos altivos por su independencia, dueños y poseedores de fortalezas y castillos y de riquezas inmensas, y señores de vasallos armados que estaban en todo trance á su devocion, hacian tanta sombra al trono, que casi le eclipsaban cuando no ceñia la diadema un Rey como San Fernando, Alonso XI ó Isabel I; y por lo mismo su existencia casi era incompatible con

la magestad de los monarcas, y tanto mas, cuanto que si el orgullo pudiera ser justificado por alguna causa, ninguna historia del mundo presentaria. unos títulos mas recomendables que los adquiridos por aquellos valerosos caballeros. Todos ellos se gloriaban, y podian gloriarse en realidad, de que cuando los monarcas, entregados al rencor y animosidades de sus familias, habian dejado tomar pujanza á los moros y vuelto á poner al borde del precipicio la nacion, los maestres, entusiasmados de patriotismo y celo religioso, sostuvieron la guerra con valor heróico, y levantaron aquel plantel de bizarros adalides, cuyas hazañas dieron fin al yugo sarraceno. El que considere aquella posicion crítica de España, y compare además las revoluciones de Francia é Inglaterra, en donde los magnates, sin tantos motivos para entrar en competencia con sus reyes, los deponian y dominaban con el mayor desprecio, y reflexione despues que los Reyes Católicos libertaron para siempre de esta insolencia á sus sucesores con la bula de un Pontífice, es imposible que desconozca las ventajas políticas y morales que resultaron á la nacion de tan memorable privilegio. La monarquía se consolidó, y fue clevándose rápidamente desde entonces á aquel grado de esplendor que la ha ilustrado en todo el orbe. Las ventajas políticas que alcanzó por medio de las regalías son incalculables. Mas ¿quién podrá sumar los beneficios que consiguió la religion de mano de los reyes? Solo Jaime el Conquistador se dice que levantó mas de dos mil

templos. ¿Cuántos restauraba y levantaba al mismo tiempo el glorioso San Fernando? ¿Pues qué diré de los Reyes Católicos? ¿Quién es capaz tampoco de contar los sacrificios heróicos hechos á la Iglesia por otros muchos ínclitos monarcas? ¿Quién los paises por donde estendieron la luz del Evangelio? Los Papas se han gloriado de publicarlo una y mil veces en sus alocuciones, lo espresan en sus bulas, y han tributado como Vicarios de Jesucristo los mayores elogios á la Corona real de España. Pero por lo mismo que los Obispos se complacen en memorias tan gratas al nombre español, se honran de reconocer tambien en la Santa Sede el origen de las regalías eclesiásticas de España, y

de

que la influencia temporal de los Pontífices en esta parte ha sido la mas venturosa para nuestra nacion. Se dirá acaso que en otros puntos han producido las falsas decretales graves perjuicios y fatales consecuencias; pero á esa objecion responderé, que no pertenecen en España á las épocas que llevo recorridas, y he tra-, tado separadamente con el particular intento de no complicar cuestiones diferentes, reservando este examen para las sucesivas, en que voy á entrar á continuacion, y nos conducirán insensiblemente á los concordatos.

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