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Iglesia, se deja se deja percibir muy facilmente profundizando el carácter del obispado español, mas diferente de lo que muchos imaginan del que formaba la Iglesia galicana al tiempo de estallar su revolucion. No obstante, como un trastorno nuevo producido por los tumultuarios pudiera eclipsar el ascendiente venturoso de V. M., y sustituyendo á su vez el influjo de las logias dar lugar á repetir tentativas semejantes bajo el pretesto de disciplina esterna, alta policía, cabeza de la Iglesia, me permitirá V. M. que, cumpliendo la reserva que me hice sobre el punto hablando de las regalías, tome en consideracion ahora estas voces capciosas de que se valieron los revoltosos para conmover otras naciones, é introducir en Francia la apostasía y el cisma, y haga ver al mismo tiempo lo inaplicables que son á nuestra nacion tales ideas, por la diferencia notable que distingue á nuestra Iglesia nacional de la galicana de aquella desgraciada época; diferencia que espondré sucintamente, aunque no tanto que sacrifique las pruebas conducentes á su ilustracion, y mas amenazándonos siempre muy de cerca el abominable y pertinaz sistema de acomodar la constitucion civil del clero de Francia, aborto del ateismo, á la católica España.

PARTE SEGUNDA.

CAPÍTULO I.

Siguen las pruebas.—Disciplina esterna.

1.°

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Estamos en el fondo de la cuestion. Hasta aqui todo cuanto hemos disertado acerca de los antiguos cánones de la Iglesia hispana, de las falsas decretales, de regalías, &c., &c., no ha sido mas que cierta contemplacion con los adversarios de la Iglesia, y una especie de salvaguardia al plan que me propuse de ir orillando uno tras otro los sofismas aparentes, á fin de aplicar despues todo el peso de la razon al objeto principal de los revolucionarios. A pesar del prolijo trabajo en que me empeñó la esplanacion de los puntos referidos, no se crea por eso que emprendí semejante tarea persuadiéndome que impondrian respeto mis raciocinios y pruebas documentadas á los enemigos de la religion; no por cierto. Acaso me equivocaré; pero si mis juicios no me desvanecen, me atreveria á asegurar que dado un número,

por ejemplo ciento, de los renombrados corifeos que mas han sostenido la necesidad de reformar la Iglesia, no se encuentran dos entre ellos que hayan saludado el derecho canónico; ó lo que es lo mismo, noventa y ocho de las cien capacidades, segun modestamente se denominan á sí mismos, no perciben el concepto canónico que envuelven los nueve códices de la antigua coleccion hispana, las falsas decretales, patronato y demás materias eclesiásticas que han ocupado mi pluma. No doy á entender que los noventa y ocho carezcan de talentos. ¡Pluguiera á Dios que los empleasen en beneficio de la patria! Pero preciados de sábios publicistas, y embebecidos en las máximas del jacobinismo francés, no han interesado su honor en orientarse de las ciencias eclesiásticas; y asi es que en cuantas ocasiones han ocurrido de esta clase han abandonado su discusion á sus espertos auxiliares, reservando para sí la gloria de fijar la opinion pública y captarse la admiracion de los patriotas á favor de las decantadas frases disciplina esterna, la Iglesia en el Estado, y otras iguales, acomodadas directamente á la subversion.completa de la Iglesia; frases que me propongo examinar ahora distinta y sucesivamente, para poner en claro los sofismas y mala fe de sus autores. Entremos con la disciplina

esterna.

2. El primer pensamiento de los enemigos de la Iglesia fue el de valerse de Obispos de su creacion emancipados de la Santa Sede; pero

habiendo encontrado insuperable la valla de la confirmacion mil veces embestida y siempre infructuosamente, han apelado con preferencia á la frase anfibológica de la disciplina esterna, con el designio de lograr sus miras por un medio supletorio; y á la verdad que bien pudieran consolarse con este nuevo hallazgo si los centinelas de Israel lo permitiesen, porque concediendo al Estado la facultad de arreglar lo que ellos significan con la palabra disciplina esterna, corresponderia á su inspeccion aun el sacrosanto sacrificio de la Misa. Jamás ha habido un error tan craso, absurdo y al mismo tiempo tan palpable, incluido el ateismo. No exagero ni temo repetirlo: menos incomprensible se me representa una persona alucinada que, al contemplar triunfante el crimen muchas veces sobre la tierra y víctima el inocente de la venganza del malvado, desconoce al Criador del universo (olvidándose que esto mismo comprueba una vida futura), que otra orgullosa persuadida de la divinidad de Jesucristo cabeza de la Iglesia, y que no obstante atribuye al gobierno temporal la prerogativa de mandarla; pues en suma viene á ser lo mismo que disputar el gobierno á Jesucristo. ¡Impíos..... algun dia le vereis llenos de espanto al pasar á su siniestra! En vano intentarán descargarse de tan horrible blasfemia, consignando á la potestad civil la parte esclusiva de disciplina esterna; porque, reservándome examinar despues esta frase herética, y aun recibiéndola en el sentido

falso de los innovadores, era preciso todavia acreditar que Jesucristo privó á su santa Iglesia de la disciplina llamada esterna; era preciso además probarnos que el Espíritu Santo no habia encomendado á los Apóstoles y á sus sucesores el nombramiento de los Obispos y el de los presbíteros, la convocacion de los Concilios, el uso del anatema, la distribucion de la limosna, la imposicion del ayuno, la santificacion de las fiestas, &c., &c., para exonerarse del peso irresistible de la consecuencia: porque si Jesucristo, como consta espresamente de sus divinas palabras, depositó en su santa Iglesia las referidas y otras muchas atribuciones, y esto no obstante las pudiera ejercer ó coartar el gobierno temporal, resultará indisputablemente que á éste le corresponde en la actual época lo que hasta ahora nos venia del Espíritu Santo. Por esta causa la absurdidad del principio, cuando se analiza bien el pensamiento, es tan repugnante á la razon, que á pesar de haber conseguido todas las heregías y aun el ateismo arrastrar partidarios numerosos por medio de sus libros y sistemas, jamás ha arribado á formar secta el monstruoso invento político de la disciplina esterna sin haber ido apoyada en el poder de los tiranos. Toda la historia confirma esta observacion. La Corona de Inglaterra, por ejemplo, que innovó la disciplina de la Iglesia católica, no cuenta un sufragio á su favor en ningun pueblo fuera de su imperio. Aquel gobier no protestante, respetando hasta cierto punto el

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