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con que han atacado la predicacion, privilegio sagrado de la Iglesia, en el que se funda su perfecto triunfo. La particular de España, llamada por Dios para tan digna empresa, habia creado con especial solicitud el plantel escogido de operarios, que abrazando bajo las alas de su caridad el universo dilataban el dominio de la fe, infatigables en sus trabajos apostólicos: pero esta profesion edificante, que habia pasado hasta ahora por heróica, era la que mas aborrecian los sofistas, quienes, conjurados contra los institutos religiosos, destruyeron á fuerza de revoluciones la obra de nuestros padres; cegaron el manantial copioso de la sangre del martirio, con el que regados los campos de la fe se recogian despues opimos frutos; retiraron

sus brazos de mil naciones sentadas á la sombra de la muerte en espectativa de nuestros heróicos misioneros; consintieron á la Francia colocarse al frente de la propagacion de la fe; y reduciendo el servicio de la religion á los ministros ordinarios, no se avergonzaron de que la Iglesia hispana, á semejanza de las sectas de los nestorianos y eutiquianos en el Asia, y luteranos y calvinistas en Europa, se estrechase en los límites de su territorio, abandonando las gentes á las tinieblas del politeismo. Una hostilidad tan escandalosa contra el progreso del Evangelio escede, no lo negaré, las opiniones mas exageradas de los teólogos y canonistas, preocupados acerca de la disciplina esterna; pero como el partido revolucionario lleva

por delante gobernar la Iglesia al modo de una sociedad humana, se vale para conseguir el fin de sus ideas de otros argumentos tomados de los protestantes, que me propongo recorrer aparte ahora con el designio de seguir el curso gradual de los errores, vindicar la independencia de la Iglesia, y rebatir uno por uno los sofismas en que pretenden apoyarse.

CAPÍTULO II.

Continúan las pruebas.-Division fantástica del hombre.-La Iglesia en el Estado.-Mi reino no es de este mundo.Incompatibilidad de dos soberanías.Derecho de proteccion.

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1. Entre el número de cavilaciones insidiosas con que los sectarios han intentado sostener la supremacía del Estado en la reforma, se ha hecho un lugar muy conocido la fantástica division del hombre contraida á la política, segun

la que el cuerpo debe pertenecer al

Gobierno y á la Iglesia el alma: sistema que se diria inventado por el sutil Escoto ó la escuela de los nominales, y que sin embargo ha adoptado con aceptacion en España el partido revo lucionario; siendo de notar que los mas de sus

individuos, admiradores de la filosofía material de Helvecio, todo lo esplican por los órganos. La posteridad no podria creer un delirio tan injurioso á la dignidad del hombre si no le hallase comprobado en mil escritos políticos y discursos parlamentarios. Los que están medianamente instruidos en la historia del protestantismo, y saben que el sistema favorito de aquellos príncipes para dorar su usurpacion ha sido, como acredita el radical Cobbet, asalariar las plumas distinguidas, á fin de persuadir al pueblo de que la reforma de la Iglesia es una prerogativa inherente á la Corona, nada se estrañan de que los escritores coligados se empeñasen con calor en adquirir pensiones y libras esterlinas inventando argumentos á costa de su reputacion; pero á la mitad del siglo XIX, en el reino católico de España venir los revolucionarios reproduciendo especies tan ignominiosas á la faz de la ilustracion universal que se estiende por Europa, no deja de causar sorpresa. ¡Qué ignorancia! Por ventura ¿no forma el hombre un todo de alma y cuerpo tan indivisible como inseparable? La comunicacion entre ambos comparece misteriosa, pero no por eso deja de ser cierta. El cuerpo en pluma de Ciceron es un apéndice del alma, ó, valiéndome del mismo concepto amplificado por Bonald, el alma no representa mas que un espíritu servido por los órganos corporales. Asi que, la sana filosofía deberia haber preservado de tales delirios á los revolucionarios si se hubiesen condu

por

cido el destello de sus luces, puesto que segun la referida esplicacion, tanto el Estado como la Iglesia ejerce un derecho relativo en el cuerpo y alma del hombre. Mas ya que nos vemos precisados á tocar un punto tan metafisico observaré con esta ocasion, que á los ojos de la fe se descubren relaciones mas profundas, originales, sublimes y mucho mas consoladoras que las que la razon nos denunciaba entre la parte corporal y espiritual del hombre. En efecto, penetrando en el santuario de la revelacion, advertimos al instante con una grata sorpresa que el cuerpo del cristiano es miembro de Cristo y templo del Espíritu Santo, compañero inseparable de su alma. Hay mas en medio de esta union tan íntima y perpétua existe por desgracia una contradiccion abierta entre ambos; existe una ley diferente y enteramente opuesta entre ellos: el cuerpo sigue la de la concupiscencia; el espíritu reconoce la de Dios. De esta pugna nunca interrumpida depende el término final del hombre. El cuerpo se reunirá al alma en la eternidad, y participará de sus premios ó castigos segun la victoria del espíritu ó de la carne.

2.o La Iglesia, pues, atenta á esta lucha del cristiano, se vale de su autoridad y disciplina para que prevalezca la ley espiritual. Con tan piadosa y maternal solicitud ejerce un imperio verdadero en nuestros cuerpos; y á fin de reducirles á là servidumbre sujetando la concupiscencia, les acorta el sueño, les cercena la

comida, les impone abstinencias, les priva de los espectáculos, y no les olvida ni en la muerte, pues aun entonces se apodera de los cadáveres, que un dia resucitarán para padecer ó gozar eternamente en compañía de las almas. ¡Qué admirables, qué halagüeñas consideraciones presentan estas ideas religiosas! Los políticos que se han esplicado de otro modo han dado poco honor á sus talentos, y menos á la potestad civil, de la que se muestran tan celosos. El cuerpo y el alma de los ciudadanos están subordinados al Gobierno por principios de religion; el alma y el cuerpo de los mismos se hallan igualmente sometidos á la Iglesia, y segun las relaciones respectivas de ambas autoridades, se sostienen y fortifican mútuamente. El ciudadano que presta el juramento de fidelidad á Isabel II queda ligado delante de Dios y de los hombres; y esta union íntima de las palabras con el corazon, que se remiten ante el tribunal del Todopoderoso, es lo que constituye la fuerza radical del pacto, é inspira la confianza del Gobierno.

3.o La luz de esta verdad detiene á los sofistas, pero no se desaniman. Habiéndoles enseñado la esperiencia que su ilusoria division del cuerpo y alma del hombre ha tropezado en todas partes con la burla; viéndose tambien desamparados en la lid de sus primeros auxiliares, prosiguen no obstante en su carrera de desorden, apoyados en la falsa política del mundo; ciencia funesta que, arrostrando todo género de atentados, no reconoce mas límites que los

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