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pojo procedente de la revolucion, por cuanto el concordato lo habia puesto á salvo todo; en vez de que si en España ocurriese la mas ligera contraseña, el Gobierno que se pusiese al frente asalariaria miles de plumas que defenderian por principios de justicia la nulidad de los decretos referentes á materias eclesiásticas espedidos sin consentimiento de la Iglesia, y las declamaciones que en tal caso repetirian los interesados quejándose de los efectos retroactivos se oirian con sarcasmo ó irrision, porque realmente los legisladores que no habian temido echar abajo los cánones, las leyes y la posesion no interrumpida de diez y ocho siglos, no debian considerarse acreedores á que se guardase respeto á los atropellos cometidos durante media docena de años de su odiosa dominacion.

11. Estas verdades son amargas, pero no temo decir que examinadas con imparcialidad merecen grande atencion al Gobierno de V. M., porque en el estado que se encuentra España, lo que sobre todo importa á la nacion es revalidar las nulidades cometidas recurriendo á un sábio concordato; es decir, declarada en el concordato la nulidad de los procedimientos legislativos sobre materias eclesiásticas actuados sin consentimiento de los Obispos, se conservaria ileso el principio de la independencia de la Iglesia, y asi los asaltos dados por la revolucion se graduarian de violencias y atentados indignos de servir de testo en adelante, que es

lo que los Obispos necesitan para la tranquilidad de sus conciencias y seguridad de la religion, y lo que hace falta precisa, segun indiqué antes, al Estado para no arriesgar inutilmente su existencia, puesto que los compradores de bienes nacionales y cuantos se hallan comprometidos en semejantes negociaciones están pendientes de un hilo y de una contingencia, en términos que cualquier mudanza dinástica ó pequeña contrarevolucion de las muchas que se repiten continuamente en el reino, desplomaria todo el edificio levantado por las Cortes,

12. Pocos hay, Señora, que se decidan á declarar al trono estas verdades importantes, y menos que tomen á su cargo el combatirlas, porque siendo la posesion de los bienes nacionales el pensamiento secreto de los dos partidos estremados, ninguno de ellos desca ni ama una medida que pusiese término á sus esperanzas de una completa adquisicion ó de un total reintegro. Ya es tiempo que se sacuda el yugo ominoso de ambos, y que cediendo todos los buenos ciudadanos de sus pretensiones, se consolide un gobierno firme y permanente, que asentado sobre las bases de justicia universal, rescate la España de la deplorable situacion en que se encuentra. El concordato que propongo á V. M. es un medio absolutamente necesario para esta empresa politica; medio por otra parte facilitado en la misma revolucion á pesar de su carrera atropellada, puesto que paralizada al aspecto terrible

de los precipicios que le salen al encuentro á cada paso, ha tenido que soltar prendas que la dejan en un visible descubierto. Esta observacion, que tampoco ha sido elevada todavía á V. M. por ningun escritor público, no puede ser bien comprendida si no se la esplana con pruebas conducentes, por lo que haré mérito ahora de algunas mas principales en los pliegos que me restan.

CAPÍTULO V.

De la tendencia de algunas órdenes del Gobierno al concordato.

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1. El cetro de Castilla, aunque desmembrado, Señora, de los poderosos imperios del continente americano, disfruta aún en medio de tantos infortunios colonias importantes y opulentas en las Antillas y en el Asia, que merecen la alta consideracion del Gobierno de V. M. Hablaré primero de las del Asia, porque agregan á los cuantiosos rendimientos pecuniarios. la recomendable circunstancia del lustre que acompaña al renombre español en aquellas riquísimas posesiones. La envidia de los estrangeros, prevaliéndose del eclipse que padece la gloria nacional en épocas adversas, intenta disminuir su antigua gloria exagerando maliciosamente ciertos lunares que la empañan; pero

quieran ó no quieran observan mal de su grado en las Filipinas el recuerdo de un pueblo belicoso, que abriéndose paso por el estrecho de Magallanes, se lanzó intrépidamente en la vasta estension del Océano Pacífico, y dió la vuelta al mundo plantando en aquel archipiélago remoto el sello de su heroicidad.

2. Sin embargo, no es el valor ni la pericia militar tan cumplidamente desplegada en aquellos nuevos climas lo que reclama ahora mi atencion, sino una circunstancia peregrina que entonces y ahora, despues de trescientos años, encarece la conquista. Los españoles en el descubrimiento del nuevo continente, asi como los demás europeos que se establecieron alli mas adelante, encontraron un fenómeno, un prodigio, una fatal contradiccion incógnita en los anales de la historia; á saber, habitantes bárbaros, flojos, desnudos, y tan incapaces, apáticos é indiferentes, que preferian la muerte al mas ligero trabajo y á la mas suave ocupacion, precisando en consecuencia á los conquistadores á mantenerlos con el sudor de su rostro ó á arrojarlos de su territorio.

3. Esta oposicion insuperable, que jamás cedió á cuantas medidas y consejos prudentes adoptó la corte de Madrid, no podia menos de deslucir el concepto de los conquistadores, por cuya razon los estrangeros, prontos á levantar su voz contra los españoles, han empleado todos sus esfuerzos en calumniar su nobilísimo carácter, imputando á solo el orgullo nacional

los escesos que se cometieron en aquella situacion difícil, siendo asi que para afrenta de la humanidad ahora mismo se está viendo, despues de trescientos años, que los indios, indiferentes á todas las cosas del mundo, y espectadores frios de la civilizacion europea, únicamente aprenden los vicios, y sobre todos la embriaguez, continuando torpemente en una aversion invencible á la agricultura y á las artes, de las que provienen las sustancias alimenticias y el fomento de la sociedad. Entrando en cuenta estas justas observaciones, las calumnias de los estrangeros se desvanecen al momento, y mas reflexionando luego que aun en la actual ilustrada época, en la que los conocimientos han progresado tanto y la esperiencia ha doctrinado á los hombres en el arte de civilizar las colonias, los anglo-americanos, poseedores pacíficos de vastos dominios, exterminan por el hambre las tribus salvages segun adelanta su prodigiosa poblacion. Con todo, como la calumnia produce siempre cierto mal efecto en el espíritu del vulgo, inclinado á la maledicencia y la venganza, el nombre español careceria de un testimonio adecuado contra las exageraciones de sus enemigos si no salieran al frente las islas Filipinas, en las que nuestros mayores, libres de la alternativa mencionada contra la que lucharon en el continente americano, tuvieron lugar de desplegar la generosidad que les es propia, pues apoyados en la santa Religion, que engrandece y vivifica las virtudes, verificaron

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