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para ejercer el patronato de los conventos de los santos lugares. En primer lugar, contra esta pretension ocurre el principio proclamado en todas las legislaciones, de que en acabandose el dominio se concluyen tambien los privilegios inherentes á los señoríos. Ahora bien, habiendo desaparecido hace seis siglos de la faz del mundo el reino de Jerusalén, han debido quedar en consecuencia ilusorias las franquicias dominicales; y tanto mas, cuanto que si se quiere dar mucha importancia al derecho de conquista, no puede traerse en comparacion la ocupacion de Jerusalén por los Cruzados durante ochenta y ocho años, con la de seiscientos que llevan los turcos de tiranicidio. En la actualidad el verdadero dueño y déspota de la Tierra Santa es el Sultan, y asi se guardará bien de entrar ningun español en la iglesia del santo Sepulcro si no desembolsa antes nueve cequíes (144 reales).

14. Es necesario pagar este homenage á la verdad la cristiandad debe á los Papas el pensamiento de encomendar al celo de los religiosos de San Francisco la asistencia de los santos lugares, y al heroismo evangélico de los Padres debe indudablemente la conservacion del culto, que aún subsiste á pesar de tantos infortunios. Luego que la peste y el alfange musulman lanzaron á los cruzados de la Tierra Santa, y quedaron humillados aquellos guerreros valerosos, Jerusalén hubiera subsistido solo en la memoria si los hijos de San

Francisco no se hubieran espuesto á sufrir y sufrido mil géneros de tormentos por dar culto al Señor en aquellos sitios imponentes que fueron santificados por su divina Persona. ¡Cosa admirable! Lo que no pudo conseguir toda la cristiandad de Europa armada, lo han logrado la humildad y heróica paciencia de unos cuantos pobres frailes. Bien persuadidos de esto mismo los Pontífices, escitaron desde entonces la piedad de los príncipes cristianos, y se valieron de sus donativos para mantener constantemente los religiosos franciscos en el Santo Sepulcro y en la Tierra Santa; y acordes los monarcas con un pensamiento tan digno del Padre de los fieles, se hicieron reglamentos en Francia, en Italia y en España, que todavía hacen resonar en Jerusalén la voz de los cristianos. Asi que, teniendo presentes todas estas nociones ahora, se deduce que el Gobierno de V. M. carece de facultades para innovar los capítulos vigentes sin anuencia del Papa; y que estando confiados aquellos conventos á religiosos de diferentes reinos y naciones, no puede enviar tampoco para su servicio sacerdotes seculares ni frailes que no estén vestidos con el hábito de su orden franciscana. No es punto ligero el de Jerusalén. Cincuenta años hace que si un Obispo hubiera tenido que tocarle le habrian tratado acaso como al devoto peregrino; pero despues que los dos poetas modernos mas brillantes de Francia, Chateaubriand y Lamartine, han arran

cado lágrimas de ternura y escitado la admiracion con sus pintorescas y sublimes descripciones, á tiempo tambien en que, desplomado el edificio babilónico de los enciclopedistas, vaca espacio á los literatos para recrearse con los cantos deliciosos del Tasso, y trasportar su alma encantada á aquellos venerables lugares donde se obraron los misterios de la redencion, no hay que temer ya esponer ante una nacion católica la importancia de tomar en consideracion el Santo Sepulcro, Belen, Nazaret, &c., &c., adonde llegan contínuamente donativos de los reyes cristianos, entre los que sería mengua no contar á los de España, puntualmente en una época memorable, en la que se nos ha revelado aquel misterio con que los impíos daban en rostro á los cristianos timoratos, y ahora les confunde y humilla á ellos. En efecto, los adversarios de la Religion, copiando á los enciclopedistas, principalmente á d'Alembert, preguntaban con sarcasmo y cierta compasion irónica, cómo permitia Dios que los lugares de su nacimiento, pasion, muerte y resurreccion, testimonios eternos de sus obras milagrosas, permanecieran en poder de los infieles con preferencia á los cristianos: y á la verdad, aunque la fe nunca vacila á causa de las dificultades persuadida de la limitacion del hombre y la sabiduría infinita del Eterno, producian estos argumentos cierto linage de melancolía mezclado con un deseo vivo y vehemente de ver en posesion de los cristianos unos lugares que se

aman y se adoran tanto. Pero desde que al aparecimiento de las heregías y al desarrollo de las revoluciones vimos la ruina de los templos, el despojo de sus alhajas; desde que vimos abiertas la urnas de santo Tomás de Cantorberi en Inglaterra, profanadas sus reliquias y jugadas á los dados sus preciosidades; desde que presenciamos en la revolucion francesa trasformarse las iglesias en lupanares, brillar las cómicas con los diges de las imágenes; y como si no fuera bastante tanta iniquidad, desde que oimos la grita de los bárbaros en la morada silenciosa de los muertos acometer el panteon, abrir los sepulcros y arrojar á los muladares los sagrados huesos de los Santos, se presenta muy óbvia la solucion de la dificultad que nos hacian los incrédulos, pues conocemos claramente que Dios reservó á los turcos el dominio de Jerusalén, previendo que los incrédulos que aparentaban tanto interés por los Santos Lugares formarian una generacion impía, bárbara y aleve, capaz de acabar con los cimientos si hubieran estado á sus alcances. Lo cierto es que mientras la Europa cristiana, devastada y profanada por la raza sacrilega de los jacobinos, ha despojado los templos y extinguido los órdenes religiosos, en el santo Sepulcro de Jerusalén arden cuarenta y cuatro lámparas noche y dia, y acaso trescientas mas en otras capillas; y los frailes franciscanos de Europa, los monges griegos y maronitas entonan cánticos sagrados y tributan culto al Se

ñor, sin que los turcos se lo impidan. Revelado, pues, el misterio de la posesion de los Lugares Santos ocupados por los infieles, y esclarecida la importancia de tan antiquísima devocion, el trono de España no puede prescindir de protegerla ni de entablar relaciones oportunas con el Sumo Pontífice, á fin de suministrar el producto de la obra pia en beneficio de aquellos venerables establecimientos que se hallan casi abandonados.

15. No me detendré, supuesto lo que va indicado, en los principios generales que he vertido tratando de la incompetencia; no me detendré, repito, en la necesidad que apremia tambien al Gobierno de V. M. de entenderse con el Sumo Pontifice respecto al tribunal de Espolios, Escusado, &c., el de la Rota y la Cruzada, todos tres procedentes de la Santa Sede, y creados bajo ciertas condiciones que se han de guardar ó relajarse en su defecto por el juez supremo, sin cuyos requisitos, en términos canónicos y legislativos, todo lleva el carácter de nulidad, y espone los derechos mas sagrados y trascendentales á las contingencias. de una reaccion, efecto necesario del imperio de la fuerza. En cuanto al tribunal de Espolios y Vacantes, ya queda completamente demostrado, no solamente que es de creacion debida á los Pontífices, sino tambien que, si para cludir este origen conocido ascendemos á nuestra antigua Iglesia y consultamos sus Concilios nacionales, leemos en los cánones antes citados que

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