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vista, i estar inquieto. Cuando se pusieren muchas viandas, es cortesía probarlas, i glotonería acabarlas. No descortece el pan ni esmigaje el queso. No deje cosa señalada con la boca, ni la dé a otro. No eche debajo de la mesa cáscaras o huesos, sino a un lado del plato, salvo cuando come otro juntamente con él. No se limpie los dientes con la servilleta, ni con las uñas, ni con el cuchillo, sino con mondadientes, i esto despues de levantado de la mesa, i no lo deje en la boca o en la oreja. Comiendo con persona de respeto, no tome el plato hasta que otro le tenga, ni le aparte él hasta que (el otro) aparte el suyo. No vuelva la comida que le traen. en el plato que tiene. Ni llene mucho la escudilla, i esto se ha de comer con cuchara. No se....>>

Estos cánones sobre aseo i urbanidad son debidos al célebre humanista Erasmo, lejislador de la cultura social en su tratadito De civilitate morum puerilium, mui usado en las escuelas durante el renacimiento; pero lo que llama la atencion en ese capítulo es aquel sentarse a la mesa con sombrero, que ahora nos choca aun en una fonda; aquellos tres dedos metidos en vez de tenedor para tomar la vianda, costumbre hoi ni de rústicos; i aquel comer dos en un plato, de que solo queda recuerdo en las conocidas frases que indican gran confianza o aversion invencible: «comen en un plato», i «suegra i yerno, perro i gato, etc.>>

Tales costumbres fueron comunes a toda Europa, con escepcion de Italia, donde el tenedor comenzó a jeneralizarse en la época de las últimas cruzadas.

¿Cuándo empezó a dejarse el sombrero para sentarse a la mesa? No recordamos haber encontrado indicacion alguna en nuestras lecturas de cosas españolas, i como no nos proponemos hacer una pesquisa para ilustrar es

pecialmente esta nota con tal materia, un pasaje de las Memorias del duque de Luynes, citado por Sainte-Beuve, nos dará testimonio suficiente de lo que sucedió en Francia, cuyas modas pasaron a ser el modelo de las españolas, i por ende de las nuestras, desde el reinado del primer Borbon. Dice pues el duque en una de sus prolijas notas correspondiente a 1738, que desde largo tiempo se ha introducido el uso de descubrirse cuando se tiene el honor de comer a la mesa del rei, i que segun se le informa, la misma costumbre imponian a sus comensales el duque de Borgoña i el mariscal de Boufflers; lo cual parece probar que en las mesas que no eran de la corte se seguia hasta esa fecha conservando el sombrero. Pero la corte daba la norma, i aunque las modas no pasasen entónces de pueblo a pueblo con la rapidez de hoi, como modas al fin iban encontrando con facilidad imitadores. No es pues aventurado suponer que ya de España directamente por los empleados de alta categoría, capitanes jenerales, oidores i jefes de oficinas que se enviaban a esta colonia, ya por la oficialidad de los muchos barcos franceses que durante el siglo dieciocho arribaron a nuestras costas, el nuevo uso se jeneralizara de tal suerte en Chile que cuando Gallardo reimprimia el Caton, fuera una antigualla de que apenas quedaba memoria el cubrirse en el comedor.

¿I cuándo dejaron de comer dos en un plato? Necesidad impuesta por la escasez de comodidades para la vida, debió de abandonarse por resultado del progreso natural que acá como en Europa traía mayor bienestar i permitia por consiguiente tener mobiliarios de mesa capaces de servir individualmente a cada comensal, sin embargo que no seria por falta de platos que Luis XIV solia convidar a alguna princesa a servirse en el suyo. Talvez era

un rastro de la galantería con que entre jentes bien educadas se embellecia esa costumbre impuesta por la necesidad, lo que Perez Rosales refiere en sus Recuerdos del Pasado como de moda todavía en los primeros años de este siglo que fenece: «La dueña de casa, a poco de principiar la comida, buscaba en su propio plato, o en el de aceitunas que nunca hacia falta en la mesa, un apetitoso bocado, i elevándolo con su propio tenedor, se lo ofrecia con gracioso ademan al convidado, quien haciendo con presteza otro tanto con su propio tenedor, devolvia a la dama la fineza con un cortés saludo.>>

Es cosa ya bien averiguada que el uso del tenedor es moderno. Ignorado por la antigüedad clásica, ni lo mencionan los autores griegos i latinos, ni se le encuentra entre la multitud de objetos de la vida doméstica de los Tomanos conservados en Herculano i Pompeya. Tampoco se le conoció en la edad media, período durante el cual, como se sabe, los recursos de la vida llegaron a los mayores estremos de escasez i de pobreza. Parece que Europa debió su conocimiento a la refinada metrópoli del imperio de oriente, pues dícese que en el siglo once lo introdujo en Venecia una princesa bizantina, i que contra su uso, mirado como una molicie pecaminosa, predicó San Pedro Damiano. El útil instrumento, apesar de tan caracterizada oposicion, empezó a ganarse partidarios, si bien lentamente; mas hácia 1600 ya era comun en Italia en todas las clases de la sociedad, segun el testimonio de un viajero inglés que no lo vió en Francia i que acostumbrándose a su uso en la península, lo introdujo a su vuelta en Inglaterra, donde uno de sus amigos que siempre le veía en la mesa con tan raro instrumento, se complacia en darle el apodo de furcifer. Los pocos ingleses que durante el reinado de Jacobo

usaron el tenedor, no fueron sino unos cuantos petimetres que hacian gala de adoptar modas estranjeras, miéntras el resto de la buena sociedad de esa nacion, que ha llegado a crearse un traje i etiquetas especiales para la mesa, seguia untándose los dedos al comer, como sus rudos antepasados los normandos. Por esta misma época i aun largos años despues no andaban mas adelantados los franceses en el uso del tenedor, pues al decir de un autor bien informado, cuando el gran rei o sus cortesanos no comian de gran mantel, sin esfuerzos volvian a la tradicional costumbre de los dedos, i en cuanto a la burguesía, es decir, el resto de la nacion, no entró por tal moda sino a los comienzos del siglo dieciocho, sin perjuicio de haber conservado hasta hoi alguna reminiscencia del tiempo antiguo, para lo cual dánles sus diestros cocineros envuelta en golillas de papel picado la estremidad del hueso de chuletas i patas de ave. Ni anduvo mas de prisa la soñadora Jermania, que feliz con poder engullirse a cucharadas su deplorable mazamorra de repollo fermentado, i de beber sin tasa el insulso enjendro del oblon i la cebada, no llegó a pensar sino mui tarde en apropiarse el tenedor, de lo cual cítase en testimonio una ordenanza dada para un hospital en 1787, que no lo menciona entre los útiles de comer.

Pero vengamos a España, que en aceptar este progreso de la mesa no fué «la postrera de las tierras» del viejo mundo. Con los nombres de broca i de tridente usábanse ya a principios del siglo quince dos instrumentos que si no eran el mismo tenedor de hoi, por lo parecidos a él, fueron por lo ménos sus antecesores, segun la prolija descripcion que con modelo dibujado, da el marques de Villena, docto tratadista del arte cisoria. Uno de esos instrumentos, la broca, era de dos puntas o dientes, i el

otro de tres, como su nombre lo dice, i ámbos en vez de cabo, tenian otra punta o diente, pues se les usaba de un modo indistinto por uno i otro lado. El tridente servía al repostero para sujetar lo que trinchaba, i la broca se ponia en la mesa con la cuchara al lado del plato. «Con sus dos puntas podíase comer vianda adobada sin untarse las manos, i con la otra punta moras, o nueces, confites, jenjibre verde, e otros lutuarios», que si a estos eran semejantes, parecen mas bien el postre de un benedictino que no el de un regalon con o el buen marques de Villena. Los nombres de broca i de tridente no llegaron a jeneralizarse, talvez porque el aseado instrumento no descendió de la corte a la masa burguesa, que luego aprendió a usarle durante las guerras de Italia, i lo bautizó con el nombre que le ha quedado en castellano, nombre que le dan algunos autores de fines del siglo quince, pero que solo entró en el diccionario de la lengua despues de la publicacion del Tesoro de Cobarrúbias que apareció en 1611.

Los rudos soldados de la conquista, muchos de ellos veteranos de los tercios que guerreaban en Italia, trajeron el tenedor a Chile, i es curioso considerar que cuando Santiago era poco mas que una pajiza aldea, sus moradores que usaban tenedor de plata, comian con mas limpieza i señorío que sus contemporáneos de casi todas las ciudades de la culta Europa. Sujiérennos esta observacion algunas notas que sobre esta materia hemos recojido en inventarios de antiguas testamentarías, en los cuales los útiles de plata aparecen distintamente especificados. Resulta de esas notas que durante el siglo diecisiete entre 15 familias, 7 usaban el tenedor, i entre 23 del siglo siguiente, solo 7 no lo usaban. Como un documento propio de este libro formado de pequeñas

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