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que se firma el dicho tratado, continuarán su comercio las dos naciones segun los usos establecidos, y sobre el pie de los tratados anteriores.

Articulo 13."

Reconociendo su Majestad católica todos los abusos introducidos en el comercio contra la letra de los tratados, y principalmente por la nacion inglesa, á cuya estirpacion son igualmente interesadas las naciones española y francesa; ha determinado su dicha Majestad hacer poner todas las cosas en regla y segun la letra de los tratados. Y si en odio de lo que así se hiciere por su Majestad católica viniese à faltar la Inglaterra á alguno de sus empeños hacia la corona de España, ó á hacer algunas hostilidades ó insulto en los dominios ó estados de la corona de España dentro ó fuera de la Europa, hará su Majestad cristianísima causa comun con su Majestad católica así y en la forma que está ya esplicado arriba en el artículo 4.o, empleando á este fin todas sus fuerzas por mar y por tierra.

Articulo 14.

El presente tratado quedará en el mayor secreto todo el tiempo que las partes contratantes lo consideraren conveniente á sus intereses; y se mirará desde hoy como un pacto de familia perpétuo é irrevocable, que debe asegurar para siempre el nudo de la mas estrecha amistad entre sus Majestades católica y cristianísima.

Las ratificaciones del presente tratado se espedirán y se permutarán en el espacio de cinco semanas ó antes si pudiere ser, contando desde el dia en que se firmare. En fé de lo cual, nos abajo firmados ministros plenipotenciarios de su Majestad católica y de su Majestad cristianisi

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ma, autorizados con sus plenos poderes que han sido comunicados de una y otra parte, y que se hallarán abajo trasladados, hemos firmado el presente tratado y hemos hecho poner los sellos de nuestras armas. Fecho en San Lorenzo el real á 7 de noviembre de 1733.-Don José Patiño.-Rottembourg.

ARTICULO SEPARADO Y SECRETO.

Sus Majestades católica y cristianísima declaran por el presente artículo separado y secreto, que todos los tratados anteriores hechos entre la España y la Francia, y entre sus Majestades y cualesquiera de las otras potencias, no deben subsistir entre la España y la Francia sino en lo que en órden al comercio no fuere espresamente derogado, y fuere relativo á los artículos 12 y 13 enunciados en el tratado de hoy.

El presente artículo separado y secreto tendrá la misma fuerza que si estuviese inserto palabra por palabra en el tratado concluido y firmado hoy, y será ratificado de la misma forma, y se cangcarán las ratificaciones en el mismo tiempo que las del dicho tratado. En fé de lo cual, nos abajo firmados ministros plenipotenciarios de su Majestad católica y de su Majestad cristianisima, en virtud de nuestros plenos poderes hemos firmado el presente artículo separado y secreto, y hemos hecho poner el sello de nuestras armas. Fecho en San Lorenzo el real á 7 de noviembre de 1733.-Don José Patiño. - Rottembourg.

El 12 de diciembre de este año ratificó el tratado y articulo separado su Majestad cristianisima; habiéndolo hecho su Majestad católica por acto despachado en el mes de noviembre anterior en el mismo real sitio de San Lorenzo del Escorial.

NOTAS.

(1) La inclinacion constante de Felipe V en los distintos periodos y sucesos complicados de su largo reinado, se dirigió á unir los intereses de la corona de España con los de la casa que le habia dado el ser. Si desde la muerte de Luis XIV hasta ahora, es decir, en un período de veinte años, se habia unido alternativamente á las cortes de Viena y Londres, tales alianzas fueron siempre violentas, nacidas del desvío, timidez ó falsa politica de los ministros de Luis XV, del deseo personal y esperanzas muy

fundadas que tuvo en ocasiones de ceñir la corona francesa, ó del importuno aguijon de doña Isabel Farnesio, cuya política se encerraba en el estrecho círculo de no buscar en las alianzas mas principio que el engrandecimiento de sus hijos. Cuando tales accidentes no obraban en el ánimo de Felipe, los afectos de la sangre le llevaban de un modo irresistible hacia la tierra de sus abuelos.

El tratado de Viena de 22 de julio de 1731 habia suspendido, no cortado, el vivo sentimiento que ocasionaron al emperador las estipulaciones de Sevilla. Ni á su vez se hallaban menos quejosos los reyes católicos; porque, si bien Cárlos VI se habia visto eu la necesidad de consentir el establecimiento del infante don Carlos en los estados de Toscana, Parma y Plasencia, y que las tropas españolas, valiéndose de este pretesto, diesen guarnicion en plazas situadas entre las posesiones imperiales de Italia, no por eso dejaba aun de suscitar cuestiones y dificultades, que, si bien ya inútiles para el principal objeto, dejaban ver á las claras su antipatía é irritaban á la corte de Madrid.

Inquietábase tambien y temia esta que tuviesen por objeto una espedicion à Italia los aprestos militares del emperador, los cuales realmente se dirigian á alcanzar de los estados de Alemania la garantia de la pragmática sancion, y á que uniéndose su hija primogénita, la archiduquesa Maria Teresa, con el duque de Lorena, no se opusiesen á que este agregase la corona imperial al patrimonio de la casa de Austria. Finalmente, la alianza del gabinete de Londres con el de Viena, que en un principio fue útil á los intereses de doña Isabel Farnesio, allanando el camino para el tratado de 22 de julio, habíase estrechado demasiado y recelábase ahora que, haciendo causa comun contra España, quisiese la Inglaterra estender coactivamente el comercio fraudulento que hacian sus súbditos en las posesiones españolas de últramar, y vengarse de algunos actos violentos con que se habia procurado reprimirle.

En esta situacion política de las tres córtes, el medio mas natural que se presentaba á los reyes católicos para conservar los estados italianos de don Carlos y poner sus provincias ultramarinas al abrigo de un atentado de Inglaterra llamándole la atencion hacia la Europa, era traer á una alianza comun á la Francia y la Cerdeña para hacer de consuno una invasion en los dominios austriacos de Italia mientras el emperador se hallaba entretenido en Alemania. El rey de Cerdeña, diestro en aprovechar las circunstancias para convertirlas en su propio interés, no creía llegado el momento de adherir á las sugestiones de la reina de España. Tambien se retraia el cardenal de Fleuri, primer ministro de Luis XV, porque si bien se habia enfriado algun tanto la estrecha inteligencia en que habia corrido años antes con el ministro Walpool, y á la cual se habia debido la tranquilidad de Europa, su avanzada edad le hacian irresoluto y temia fundadamente que una alianza de las dos ramas de Borbon, movida por el genio altivo y ambiciosos proyectos de doña Isabel Farnesio, comprometiese à la Francia en empresas tan estériles como peligrosas.

Inútiles, pues, habian sido todas las tentativas de esta princesa por todo el año de 1731, y gran parte del de 32. Pero uno de aquellos sucesos que agitan impensadamente á las naciones, vinó á trastornar todo este sistema, infundiendo nuevo aliento y esperanzas á la corte de Madrid. Dicho queda atras que Luis XV, cediendo á las insinuaciones de su primer ministro e! duque de Borbon, al devolver á España la infanta con quien tenia concertado matrimonio, se unió en 1725 con María, hija de Estanislao Lesczinski, rey titular de Polonia. Este principe habia sido electo en el año de 1704, pero vióse en la necesidad de refugiarse á Francia cediendo los estados polacos al elector de Sajonia Augusto II. Falleció el elector en 1. de Febrero de 1733. El Austria, Rusia, y Prusia, previniendo ya de antemano la vacante de este trono y que el francés, como era natural, procuraria que la eleccion de Polonia recayese nuevamente en su suegro Estanislao, habian determinado formar oposicion, presentando como candidato á don Manuel, hermano de don Juan V, rey de Portugal. Para ello habíase ya concluido el 31 de diciembre de 1731 entre la emperatriz de Rusia y Federico Guillermo de Prusia el tratado que se llamó de Lawenwolde, por haberse hecho por mediacion del conde de este nombre, embajador del Austria. Los dos monarcas obligáronse por él á estorbar la eleccion de Estanislao y proteger la del principe portugués, y queriendo el rey de Prusia no olvidar sus intereses al comprometerse en los agenos, pudo conseguir del plenipotenciario Ruso, conde de Seckendorff que se estipulase la agregacion del ducado de Berg á la corona prusiana, y que á la muerte del último Kettler recayese la Curlandia en un príncipe de la casa de Brandeburgo.

Esta alianza que tan imponente se presentaba y tan dispuesta á contrariar las miras de Luis XV

sufrió modificaciones despues del fallecimiento del elector de Sajonia. La Prusia separó sus intereses de las otras dos potencias, tanto porque la emperatriz Ana de Rusia se habia negado á ratificar el tratado de Loewenwolde por la estipulacion que contenia relativa á la Curlandia, como porque creia mas útil á sus miras y proyectos la eleccion de Estanislao que la de un nuevo candidato que se presentó optando á la corona de Polonia. Era este Federico Augusto, hijo primogénito del último elector. Hallábase casado con la archidaquesa María Josefa, hija del difunto emperador José. Tenia por lo mismo derechos hereditarios á la casa de Austria que podian contrarestar un dia los que con tanto esfuerzo procuraba afirmar en la archiduquesa Maria Teresa su padre el emperador Cárlos VI con la pragmática sancion. Usó diestramente Federico Augusto de este medio para atraer á la corte de Viena á sus intereses, y para que por su mediacion apoyase tambien la emperatriz de Rusia su eleccion de rey de Polonia. Consiguió en efecto que estas dos córtes prohijasen su causa abandonando la del príncipe de Portugal. En 16 de julio de 1733 el conde de Lützelbourg y el baron de Zech, ministros plenipotenciarios del elector firmaron en Viena un convenio con los del emperador, príncipe Eugenio de Saboya y conde de Sinzendorff, de Starhemberg y de Koenigseck, por el cual el primero renunció de nuevo todos sus derechos á los estados hereditarios de Austria, dando su formal y entera garantía á la pragmática sancion. El emperador por su parte se obligó á oponerse á le eleccion de Estanislao y procurar juntamente con la Rusia que aquella recayese en Federico Augusto, idea que muchos años antes debió haber concebido la corte de Viena si se observa que precisamente con el fin de lisongearla, era una de las ofertas que le hacia Felipe V en el articulo 13 de las instrucciones dadas al baron de Ripperdá ea 22 de noviembre de 1724. Lo mismo prometió tambien la Rusia por otro tratado celebrado con el elector en el mes de julio de este año, y un convenio aclaratorio que se firmó en Varsovia el 25 de agosto por mediacion del embajador de Viena, conde de Wilezeck. En todas estas estipulaciones se señalaron los contingentes con que debian concurrir cada uno de los contratantes en la eventualidad de que la eleccion moviese una guerra en Europa; y dando un feo testimonio de inmoralidad y del desprecio con que miraban la libertad del sufragio en Polonia, prometian emplear alternativamente la negociacion, las amenazas y el dinero para alcanzar el triunfo y que saliese electo Federico Augusto.

No se descuidaba tampoco por su parte el rey de Francia, Aunque el dulce carácter y amables prendas de Estanislao le aseguraban un gran partido entre la nobleza polaca, dicese que el marqués de Monti, embajador de Luis XV en Varsovia, derramó cuantiosas sumas para facilitar la eleccion de aquel príncipe. La dieta se declaró en su favor por unanimidad, y el 12 de setiembre de 1733 Estanislao Lesczinski fue proclamado rey de Polonia por Teodoro Potocki, primado del reino. Pero algunos palatinos, capitaneados por el obispo de Cracovia, á quienes habia atraido á su partido el elector de Sajonia, se reunieron en Praga, y bajo los auspicios de un ejército ruso que habia invadido el territorio polaco, eligieron á este príncipe, proclamándole tambien rey de Polonia con el título de Augusto III.

El emperador reconoció la eleccion de Augusto. Las tropas rusas unidas á las de este elector arrojaron sucesivamente de Varsovia y de Dantzig al desgraciado Estanislao. Su yerno Luis XV, despues de haber empleado en vano las reconvenciones y amenazas para detener la proteccion armada del Austria y la Rusia en favor de Augusto, procuró contraer alianzas que contrarestasen la de aquellas potencias. Dirigióse para ello á varios gabinetes: de los de Londres y el Haya, como tambien de los electores de Baviera y Colonia, pudo alcanzar que se mantuviesen neutrales. Con el rey de Cerdeña concluyó en Tarin, el 26 de setiembre de 1733, un tratado de alianza estipulándose en él que su Majestad sarda no solo daria paso por sus estados á las tropas francesas y españolas, sino que uniria á estas sus propias fuerzas, mediante los subsidios que le facilitarian por mitad las cortes de París y Madrid, hasta apoderarse de los dominios austriacos de Italia. El estado de Milan quedaria al de Cerdeña; al infante de España don Carlos se le adjudicarian Nápoles y Sicilia. Cárlos Manuel pretendia que Felipe V entrase como parte principal en el tratado, pero el monarca español lo rehusó como mas por estenso se refiere en la siguiente nota.

La muerte del rey de Polonia habia allanado al fin todas las dificultades que el gabinete francés alegó en los años anteriores para rehusar una alianza de familia entre Luis XV y Felipe V. Los ministros franceses fueron ahora los que con gran instancia solicitaban la conclusion de este tratado. En principios de 1733 falleció el ministro de estado marqués de la Paz, reemplazándole don Jose Patiño, favorito de

doña Isabel Farnesio y sugeto dotado de las cualidades necesarias á un hombre de estado. Apetecia, como su antecesor, establecer la alianza entre España y Francia; mas quizá por complacer los deseos ambiciosos de su protectora que por hallarse convencido de que pudiera traer ventajas á la Península. Sin embargo, recibió y examinó con mas escrúpulo y frialdad que consentia la situacion urgente de los negocios el proyecto de tratado que le presentó el embajador de Francia, conde de Rottembourg. La negociacion seguia con lentitud, porque los reyes católicos, antes de ligarse con el tratado propuesto, exigian que el de Francia declarase la guerra al emperador, la empezase y sostuviese por la parte de Alemania. Calculaban que empeñadas formalmente las fuerzas de Luis XV en aquel paraje, serian bastante á llamar toda la atencion de los imperiales, en cuyo caso podria España llevar á cabo sin obstáculos la empresa que meditaba ya sobre Nápoles y Sicilia.

Estas pretensiones y dilacion no agradaban al rey de Francia, porque á su vez hubiera deseado intimidar al emperador con la nueva alianza y zanjar las diferencias sin recurrir al estremo de las armas. Así es que empleó todas las razones que sugeria la política, y apeló á los afectos de la sangre para decidir la vacilacion y repugnancia del rey católico. Pero este procuraba ganar tiempo, no sin alhagar á su sobrino con promesas que entre tuviesen su esperanza. El 16 de mayo de 1733 salieron los reyes de Sevilla para regresar á Madrid, despues de haber residido la corte en aquella ciudad desde principios del año de 1729. Desde Bailen escribió Felipe V, en 31 de aquel mes, una carta á Luis XV dándole completa seguridad de que el tratado se firmaria inmediatamente.

« Señor mi hermano y sobrino, le decia: teniendo particular satisfaccion al ver terminada una ne"gociacion que promete las mas gloriosas y ventajosas consecuencias á nuestra casa, doy las órdenes » é instrucciones convenientes para firmar, sin pérdida de tiempo, el tratado en que se convenga, segun >> las últimas proposiciones hechas por el conde de Rottembourg, embajador de vuestra Majestad; tanto >> mas que el presente estado de los negocios de Europa exige que se tomen cuanto antes medidas muy » seguras particularmente para entrar con otros príncipes en alianzas, para las cuales concurriré unáni» memente con vuestra Majestad en los gastos que se acuerden. Me ha parecido que debia anticipar á » vuestra Majestad mi determinacion sobre un punto tan importante como el presente, para que el re» tardo de las formalidades y estipulaciones de dicha negociacion no causen el menor perjuicio á cuales» quiera otras que vuestra Majestad juzgase oportuno concluir ventajosamente. Aprovecho con un vivo » placer esta ocasion para renovar á vuestra Majestad las seguridades de la tierna y cordial amistad con » que soy, etc. »

Sin embargo de decir con toda seguridad á Luis XV que daba las órdenes é instrucciones convenientes para que sin pérdida de tiempo se firmase el tratado, hasta el 26 de agosto no se remitió la plenipotencia al marqués de Castelar; y aun entonces, temiendo el rey comprometerse anticipadamente don José Patiño hacia á este embajador la prevencion siguiente: «< el rey no quiere que vuestra Escelencia pase á firmar el consabido tratado, no solo en el caso de no haberse todavía empezado por la Francia la guerra, sino es tambien en el de no quedar la Francia empeñada en ella, de forma que pueda quedar su Majestad asegurado de su continuacion en la forma proporcionada á las ideas concebidas de su progreso, ordenándome que haga á vuestra escelencia, sobre este particular, los mas especiales y repetidos encargos, pues considera su Majestad que al paso que nada se puede esconder à la penetracion de vuestra escelencia para lograr el acierto en este punto tan delicado, nada podria ser de mayor perjuicio y sentimiento de su Majestad que el que en esto interviniese el menor error ó equivocacion. Se persuade su Majestad que cuando por los relevantes motivos arriba espresados, no pasase vuestra escelencia á celebrar con su firma el enunciado tratado, no por eso debiera formalizarse la Francia, respecto de hallarse su Majestad en la firme resolucion de cultivar la idea proyectada en dicho tratado, para lo cual no se necesitan de solemnidades, que solo pueden servir para publicar las intenciones, pero no para estrechar los enlaces de union que ofrecen las alianzas de la sangre, de la amistad y de los intereses

comunes. >>>

De este modo fué entreteniendo el gobierno de Madrid la negociacion hasta que firmada la alianza de Turiu el 26 de setiembre, y habiendo ya declarado Luis XV la guerra al emperador, pareció á Felipe V que era llegado el tiempo de concluir su tratado con la Francia. El 19 del mismo octubre habia fallecido el embajador marqués de Castelar que, como queda dicho, se hallaba con plenos poderes para aquel

acto. Firmose pues el tratado en el Escorial el 7 de noviembre, siendo el primer pacto de familia que estrechó la politica é intereses de las dos ramas francesa y española de Borbon. Como hasta ahora no se ha publicado este tratado ni es tampoco muy conocido otro segundo de igual género que hicieron las dos cortes en Fontainebleau el 25 de octubre de 1743, no es estraño que se repute como primero y único el de París de 15 de agosto de 1761. Pero aunque el del Escorial no tenga la latitud de este último, las máximas y principios generales son los mismos, y puede por lo tanto considerársele como el fundamento de las alianzas sucesivas entre España y Francia.

Consumada la de estas dos potencias con el rey de Cerdeña, los aliados declararon la guerra al emperador y sacaron las tropas á campaña en fines del año de 1733. Un ejército francés á las órdenes de Berwich pasó el Rhin, y otro mandado por el mariscal de Villars se unió á las tropas de Cerdeña despues de haber atravesado los Alpes. El gobierno de Madrid envió diez y seis mil hombres de infantería y cinco mil caballos que desembarcaron en la costa de Génova, fijando su cuartel general en las cercanías de Sena bajo el mando del conde de Montemar. El 24 de febrero de 1734 se reunió al ejército español con el título de generalísimo el infante de España don Carlos despues de haber tomado las riendas del gobierno de Parma y fijado por sí mismo á catorce años la mayor edad de los que le sucediesen.

Creian los aliados que estas fuerzas se juntarian á las sardas y francesas para emprender la ocupacion del estado de Milan. Pero las intenciones del rey católico eran otras. Don Carlos se movió con su ejército, atravesó repentinamente los estados pontificios, y el 10 de abril entró casi sin oposicion en Napoles en medio de los vivas y aplausos de sus habitantes, que cansados de la dominacion austriaca recibieron con el mayor júbilo el nuevo rey que les destinaba Felipe V. El conde Visconti, virey de Nápoles, se situò ventajosamente en las inmediaciones de Bitonto con nueve mil austriacos; pero Montemar salió á su encuentro con doce mil españoles, atacó á los alemanes el 25 de mayo, y no obstante la viva resistencia de estos, alcanzó tan completa victoria que solo se salvaron cuatrocientos, quedando el resto muertos ó prisioneros. El ejército español entró en accion dividido en siete columnas, mandadas por los duques de Liria y de Castropiñano, conde de Maceda y marqueses de Pozobueno, de Bay, Chateaufort, y de la Mina. Don José Carrillo, conde de Montemar obtuvo en recompensa de esta accion la dignidad de grande de España de primera clase con el título de duque de Bitonto, una pension anual de catorce mil ducados y el gobierno perpétuo de Castelnovo.

de

La derrota de los austriacos allanó á don Cárlos la conquista de todo el reino de Nápoles. Montemar con nuevas tropas que llegaron de España se dirigió á Sicilia, cuya sumision fue tambien obra de pocos meses, de suerte que el 5 de julio de 1735 recibió aquel príncipe en Palermo la corona de rey de las Dos Sicilias.

Mientras el ejército español alcanzaba tan gloriosos triunfos, el francés del Rhin, despues de haber ocupado la Lorena y el fuerte de Kehl en fines de 1733, se habia hecho dueño en la campaña del siguiente año de Treveris, de Trarbach y de la importante plaza de Philippsbourg, en cuyo sitio murió valerosamente el mariscal de Berwick. Sucedióle en el mando el mariscal de Asfeld. Por mas esfuerzos que hizo en el año de 1735 el príncipe Eugenio para reanimar el valor de las tropas imperiales, en cuyo auxilio bajó el conde de Lacy con un ejército de diez mil rusos, no le fue posible adquirir superioridad sobre las tropas francesas, ni menos llevar a cabo su intento de entrar en el pais Mesino y la Lorena.

Concluida la reduccion de las Dos Sicilias, Montemar, con una parte del ejército español, desembarcó en la costa de Toscana y unió sus tropas á las de los aliados. Habiánse estos posesionado en las campañas anteriores de casi todo el estado de Milan, derrotando á los austriacos en dos celébres batallas, dada la una en las inmediaciones de Parma y la otra entre Guastala y Luzzara.

Tan rápidos progresos alarmaron á los gabinetes de Londres y la Haya. Habian rehusado, verdad es, tomar parte en la contienda, pero temerosos ahora de la superioridad que adquiria la casa de Borbon sobre la austriaca, hacian vivísimas gestiones y aun amenazas para asentar la paz entre los beligerantes. El emperador se prestaba muy gustoso, porque conocia la desigualdad de fuerzas con que sostenia la guerra. Tampoco se hallaba muy interesado Luis XV en que continuase, dueño ya, como era, del ducado de Lorena, objeto constante de la ambicion de los franceses, y aun el rey de Cerdeña andaba inquieto del rápido engrandecimiento de don Cárlos, y todavía mas de que se intentase formar un nuevo estado en la Lombardía para el infante don Felipe, hijo segundo de doña Isabel Farnesio.

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