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Ministerio de Relaciones Exteriores.

(CONFIDENCIAL)

Señor Ministro:

Buenos Aires, Julio 15 de 1872.

He recibido la nota confidencial que con fecha 7 del corriente V. E. me ha dirijido desde esa capital, habiendo igualmente recibido la de 1o. de Julio desde Montevideo.

Creo como V. E. que la publicacion de las contestaciones del Brasil á las notas argentinas habilitan á V. E. para iniciar la negociacion, por el tono pacífico que ellas manifiestan en sus términos y en sus propósitos.

La respuesta ha sido acordada como V. E. la deseaba, limitándose, segun V. E. lo verá en la cópia que se le adjunta, á un acuse recibo.

Dios guarde al Sr. Ministro.

CARLOS TEjedor.

Legacion Argentina en el Brasil.

(CONFIDENCIAL)

Rio de Janeiro, Julfo 9 de 1872.

A. S. E. el Sr. Ministro de Relaciones Esteriores de la República Argentina.

Tengo el honor de poner en conocimiento de V. E. qne conforme lo insinué en mi anterior confidencial, me dirijí al Sr. Ministro de Negocios Estranjeros del Imperio, anunciándole por medio de una nota verbal mi arribo á esta Cor

te y pidiéndole una conferencia para su larle particularmente, con el objeto de conocer las disposiciones en què se' hallaba este gobierno. El Sr. Ministro me contestó inmediatamente, citándome para hoy á las once en el Ministerio de Negocios Estranjeros.

La conferencia tuvo lugar á la hora in lienda y el Sr. Ministro me recibió muy amistosamente; y habiéndole dicho que tenia el gusto de volver á visitarlos, aunque en otro carácter y con otros objetos, me contestó: «< infelizmente no tan bien como la otra vez » - A esto respondí: «Que del mismo modo en cuanto á mi y tal vez bajo mejores auspicios en cuanto á mi país y gobierno, de cuya opinion y política creia ser jenuino representante al aceptar una mision de paz y amistad en el sentido de la union y de los grandes intereses de ambos paises. Me dijo que á juzgar por ciertos he hos no parecia así. A esto le contesté que los hechos probaban elocuentemente que la buena política de la paz y de la amistad tenian raices en la voluntad nacional, porque ni los hombres ni los gobiernos habrian podido realizar y mantener una política contra las resistencias, con razon ó sin ella que aquí se suponian contra la alianza y el Brasil, y que el hecho de ser enviado yo á representar la política que siempre habia sostenido contando con la confianza de mi Gobierno y la opinion de mi pais que me habia encomendado la solucion de las cuestiones pendientes que nos ajitabin, probaban que esa política tenia vida y prevalecia en los consejos y en los sentimientos.

El Sr. Ministro me habló entonces de la publicacion de las notas, diciéndome que habia visto en una anɔtacion puesta por << La Nacion » á la circular Brasilera al cuerpo Diplomático que lo culpaba de haber sido el primero que publicó las notas, hecho que negó, esplicándolo de este modo: que hasta entonces la discusion no tenia acritud, que habién

dole comunicado el Sr. Magalhaes el pensamiento del Gobierno Arjentino de mantener todavia en reserva los documentos ya habia él mandado decir que esa reserva tenia su limite por la apertura del Parlamento, no solo por que era un deber dar cuenta, sino porque tomando la iniciativa las Cámaras en el negocio, por medios de interpelaciones, habrian producido el resultado de la publicidad con mas inconvenientes, llevando al Gobierno Brasilero mas allá tal vez de donde él lo deseaba. Que la nota última del Sr. Tejedor llegó precisamente en los momentos de la crisis parlamentaria, sobre lo cual se espresó con difusion entrando en algunas consideraciones de política interna que nuestra intimidad autorizaba en aquel acto. Me habló en seguida repitiendo algunas jeneralidades sobre el derecho de tratar solos, lo que no importaba ruptura de la alianza, desde que podiamos hacer lo mismo y ellos no habian pactado nada contra nuestro derecho; estudiando sin embargo mucho sus palabras sobre este punto, que con el conocimiento que tengo de las personas me parecieron ser el eco de las opiniones que hoy profesa el Sr. Paranhos, en cuanto á considerar la alianza. limitada á los fines de la guerra, viendo solo en los arreglos definitivos los medios de ponerle fin en una forma cualquiera, como se habia puesto fin á la guerra misma.

Mi contestacion fué dirijida tanto á mi interlocutor cuanto al personaje que me pareció hablar por boca del Sr. Correia. Dijele qué no venia á hacer el proceso de los actos ni de las opiniones de nadie. Que profesaba opiniones diametralmente opuestas, como él lo sabia, no en vista de argumentaciones que podian oscurecer por un momento el testo claro de los compromisos internacionales, sino en presencia del sentido recto y jenuino de los tratados de alianza y protocolos complementarios que debian ser en todo tiempo el punto de partida asi como sus consecuencias lójicas debian

ser nuestro objetivo; que por lo tanto mis convicciones habían sido bebidas en esas fuentes á fin, no de hacer discusion sino política, tomando en cuenta los hechos posteriores que se habian producido; que el gobierno argentino no pretendía anular sino armonizar con el plan general de la alianza en cuanto á sus resultados definitivos. Que en este espíritu práctico y elevado habia sido concebido el plan de mi mision y que el mismo Ministro de Relaciones Exteriores de la República Argentina en consejo de Gobierno, habia manifestado francamente que la discusion por medio de notas de gobierno á gobierno no hacia sino empeorar la cuestion y que por esto habia sido yo nombrado y habia aceptado. Que á mi arribo aqui habia conocido la contestacion de este gobierno, sobre la cual reservé mi juicio, diciéndole sin embargo que ella liquidaba la cuenta de los notas, como la prensa de uno y otro pais habia liquidado la suya. Que por lo tanto, era tiempo de trasladar la discusion á los actos diplomáticos á fin de producir resultados que despejase, la situacion y pacificasen los espíritus, restableciendo las cordiales relaciones, agregando, sin admitir la hipótesis de una guerra entre dos pueblos que habian combatido cinco años por la paz de estos paises, y tenian sus muertos enterados en santa fraternidad, y calificando la sola idea de la guerra, no solo como una inmoralidad que nos llenaria de oprobio ante el mundo degradándonos como naciones civilizadas.

Esta sola perturbacion accidental en que nos hallábamos era un verdadero escándalo que no debia prolongarse por mas tiempo, buscando de comun acuerdo una solucion igualmente decorosa y con veniente para ámbos.

El Sr. Ministro que hasta entonces se habia manifestado con cierta reserva ó mas bien, con cierta irresolucion para pisar en un terreno que no conocia, quiso esplorarlo dicien

dome que si yo estaba autorizado para contestar la nota ó para proponer algo podriamos entendernos.

Entonces le manifesté yo, que mi opinion era que la últitima nota seria probablemente la suya y que segun lo que me habia manifestado mi gobierno, la contestacion á ella seria referirse á lo que yo hiciese ó dijese, en cuyo sentido habia escrito confidencialmente á Buenos Aires, al conocer aquí la espresada nota. Que por lo tanto me consideraba habilitado para ser recibido y entrar desde luego á ocuparme del cbjeto de mi mision especial.

La contestacion del señor Ministro fué mas espansiva que las anteriores, entrando en algunas esplicaciones sobre el espíritu de su última contestacion, diciendo que por su parte se habia limitado á lo muy necesario, escusando tocar el recuerdo ingrato de Ituzaingó que había escita do con justo motivo la opinion dcl Brasil, haciendo algunas alusiones á conceptos que pudieran parecer ofensivos.

Mi contestacion fué franca y á la vez satisfactoria, diciéndole que precisamente reconociendo ese espíritu en el gabinete del Brasil, mi gobierno habia encarado esta cuestion como un asunto ó tratarse tranquilamente entre hombres de estado; que felizmente ya la cuestion de las notas y de las pretendidas ofensas ó satisfacciones recíprocas á que pudiesen dar lugar estaban felizmente terminadas, pero que me era agradable poderle decir que en mis instrucciones se preveia el caso de que el Brasil viese algunas ofensas en nuestra última nota, y me prevenia en ellas declarar que el ánimo del gobierno argentino nunca habia sido ofender ni al pueblo ni al gobierno brasilero, declaracion que no habia tenido embarazo de consignar por escrito. Que el recuerdo de Ituzaingó no tenia ni siquiera una intencion ofensiva, y que asi como él me lo habia declarado (me lo habia dicho. antes) que el recuerdo de Caceros habia tenido solo per ob

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