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DON JAVIER MOLINA

Un tomo en pergamino del libro cuarto de los Reyes.

DON JOAQUÍN EGAÑA

Cinco tomos en folio de las obras del jurisconsulto Torres.

DON MANUEL GARRETÓN

Compendio metódico de varios conocimientos polítcos por don Antonio Márquez.

Don Andrés Nicolás de Orjera cedió para la biblioteca del Instituto Nacional:

Almeida, Recreaciones Filosóficas, 3 tomos en pergamino.

Cartas matemáticas en portugués, 2 tomos. Gramática italiana i francesa, 1 tomo. Diccionario de estas dos lenguas, 1 tomo. Jeografia del padre Bufier en italiano, 1 tomo. La lista anterior permite inferir la escasez de obras impresas existentes en Chile; i la mala calidad de ellas, esceptuando las obras de Bufon donadas por don Juan Egaña i alguna otra.

Apparent rari nantes in gurgite vasto.

No podía ser de otro modo.

La metrópoli miraba a los libros con el entrecejo arrugado, como a enemigos peligrosos, i los rechazaba en la frontera.

Los que lograban pasarla, cuando no eran de devoción, de teolojía o de jurisprudencia, lo hacían de contrabando.

«Cada libro de los pueblos cultos i poderosos

parecía a los españoles un tigre», decía Camilo Henríquez en el número 66 de El Monitor Arau

cano.

Racine mismo, el dulce autor de Atalía, fue repelido de Chile, como si no fuera suficiente proscripción estar escrito en francés, idioma que mui pocos entendían entre nosotros.

La falta de instrucción competente dada por el estado, i la dificultad de que el individuo pudiera proporcionarse una a sus espensas, habían producido la anemia intelectual.

La temperatura de los entendimientos había descendido bajo cero.

¿Qué digo?

Había algo peor que la nada.

Una educación monjil había enturbiado i corrompido la misma fuente del saber.

Don Antonio José de Irisarri escribía con fecha 18 de setiembre de 1813:

«Majistrados de la patria, temed la crítica justa de los filósofos que talvez dirán: En Chile aun no saben lo que traen entre manos. Allí se habla mucho de institutos, de colejios, de cátedras, bibliotecas, laboratorios, anfiteatros, jardines botánicos, gabinetes de historia natural, reglamentos sobre todas las cosas; pero aun no piensan en cortar el primer inconveniente que se opone a la ilustración universal: la tenebrosa inquisición influye todavía sobre los talentos de Chile».

El mal denunciado por Irisarri era efectivo; pero los medicamentos arbitrados eran los mas efica ces para estinguirlo.

Contraria contrariis curantur.

Camilo Henríquez aplicaba este aforismo de una

escuela médica al tratamiento de las dolencias sociales.

Solo la instrucción pública puesta a el alcance de todos podía sembrar los buenos principios i desarraigar las preocupaciones inveteradas.

Virjilio hace decir a Dido:

Non ignara malis, miseris succurrere disco.

Habiendo palpado los funestos efectos de la ignorancia, Camilo Henríquez quería que se cumpliese estrictamente la obra de misericordia que ordena enseñar al que no sabe.

«En qué tinieblas fuimos educados! ¡Cuán raros, cuán perseguidos fueron los buenos libros! ¡Cuán densas sombras nos precedieron! Los talentos mas bellos del mundo, las disposiciones mas felices quedaron sin cultura. Grandes cuerpos de delirios, vastas colecciones de absurdos, compendios miserables, desnudos de ciencia i de gusto, ocupaban los preciosos años de nuestros jóvenes i hacían el encanto de nuestros venerables viejos).

Así escribía Camilo Henríquez en Buenos Aires, donde presentaba como un modelo el Instituto Nacional a cuya instalación había cooperado tanto con su palabra vivificante.

«Establecido un colejio (decía en El Censor), ¿qué cuesta abrir sus puertas a los jóvenes pobres que no pueden pagar la pensión señalada, i hacer que vigan cuanto se enseña a los alumnos del colejio, estendiendo así a todos el beneficio de la enseñanza i de la instrucción? Su pobreza los hace acreedores a ser tratados con mayor bondad; i la probabilidad i esperanza de que muchos de ellos se distingan i se hagan hombres eminentes, debe excitar en su favor el celo i el esmero de los maestros. Es sabido que la Europa debe un gran número de grandes hom

bres a la enseñanza gratuíta en sus mas famosas universidades. De este modo estudió el ilustre Lineo, que, en medio de la abundancia i esplendor que le alenazaron sus singulares conocimientos, acordándose de las pobrezas de su juventud, estableció un fondo para calzar gratuítamente a los estudiantes pobres de la universidad.

«Con esta consideración, en el Instituto Nacional de Chile, se destinó un claustro bien capaz para los estudiantes pobres, i para cuantos, sin sujetarse a la disciplina del colejio, quisiesen estudiar, retirándose a sus casas concluídas las horas de estudio i lección. El número de estos estudiantes llegó a ser mui considerable cn poco tiempo.

«Es innegable que de este modo la educación i la instrucción se difunden mas i se jeneralizan. Hai muchos jóvenes de talento que desean aprender el inglés i el francés, o a lo menos aprender su traducción; mas ¿cómo han de lograrlo si no tienen cómo pagar maestro, i si carecen de artes, diccionarios i libros?

La República Chilena ha ido todavía mas adelante que su primer vocero; i como madre amantísima ha tratado a todos sus hijos con el mismo afecto.

Sin hacer distinciones siempre odiosas entre pobres i ricos, ha dado la leche de la instrucción a todos ellos con la igualdad mas completa.

Las puertas de sus escuelas i colejios han estado abiertas para todos sin exijir a la entrada retribución alguna.

X

El Monitor Araucano.-Camilo Henríquez excita a la guerra.— Ataca el sistema colonial.-Su odio contra la inquisición.

El Monitor Araucano reemplazó a la Aurora de Chile.

Se estableció por decreto de la junta ejecutiva compuesta de don Juan José Carrera, don Francisco Antonio Pérez i don José Miguel Infante.

El primer numero apareció el 6 de abril de 1813; i el último, el 30 de setiembre de 1814.

Se publicaba día por medio.

Encargóse su redacción a Camilo Henríquez, que había probado su competencia en la Aurora. ¿Por qué se denominó Monitor Araucano el nuevo periódico?

No se necesita meditar mucho para colejirlo.

La guerra declarada por la España contra los colonos sublevados era mui diversa de la emprendida en otro tiempo contra los indios; pero, como en la actual, la metrópoli alegaba entre sus títulos de dominio la conquista, se comprende fácilmente que los revolucionarios hicieran suya la causa de los indíjenas.

Los españoles americanos olvidaban que sus antecesores habían tomado parte activa en la inmensa hecatombe de que había sido teatro el nuevo

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