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mundo cuando su descucrimiento, i en el interminable martirolojio a que habían estado sometidas la raza o razas que lo poblaban.

Las circunstancias habían influído, pues, para que se alzaran, no uno, sino millares de vengadores, de los huesos de aquellos infelices, muchos de los cuales estaban reducidos a polvo tiempo hacía.

Por otro lado, el valor indomable de los araucanos que habían defendido su independencia durante trescientos años, presentaba un ejemplo heroico que convenía poner de resalto en la situación actual.

Arauco era un espejo en que Chile debía mirarse para luchar sin tregua ni descanso.

Se citaban con orgullo las palabras dirijidas a Reinoso por Caupolicán desde el horrendo cadalso:

No pienses que, aunque muera aquí a tus manos, ha de faltar cabeza en el estado,

que luego habrá otros mil Caupolicanos.

Los insurjentes unían, a los agravios i vejámenes de que eran víctimas, las injusticias i estorciones que habían padecido los aboríjenes.

«Los primitivos hijos de la América, decía Camilo Henríquez, fueron reducidos a la miseria i servidumbre con tanta crueldad, tal barbarie, tales atrocidades, que el venerable frai Bartolomé de las Casas anunció que, en castigo de ellas, había de ser la España arruinada, destruída de tal modo que había de perder el nombre de nación, desapareciendo así de la faz del mundo».

I Henríquez copiaba una larga pájina del autor de la Brevísima Relación de la destrucción de las Indias que terminaba por esta frase:

«Por aquellos pecados (por lo que leo en la Sagrada Escritura) Dios ha de castigar con horribles

castigos, e quizá totalmente destruirá toda Es paña».

Esta frase era leída con estupor en la colonia.

Causó tanta impresión que don Antonio José de Irisarri la repetía después en uno de sus artículos, a fin de obtener el mismo resultado.

Escusado es advertir que el libro de frai Bartolomé de las Casas estaba prohibido en Chile; pero no faltaba algún descreído que lo tuviese oculto.

«Don José Antonio Rojas conservaba en su biblioteca un ejemplar de la obra del señor Casas de una edición antiquísima en letras casi góticas», refiere el padre Camilo.

Yo mismo he visto el tal ejemplar que un curioso conservaba como una joya preciosa.

Esos caracteres casi góticos que llamaban la atención de Camilo Henríquez, debían parecer entonces signos cabalísticos.

El primer número de El Monitor Araucano salió a luz después del desembarco de Pareja.

Camilo Henríquez no se sintió intimidado por el ejército invasor, sus cañones, sus pertrechos, su disciplina, su altivez.

Valor i constancia fue su divisa cuando supo que el enemigo había pisado nuestro territorio encar gando a las armas el fallo de la litis.

Sabía demasiado bien que la emancipación no podía obtenerse sino a costa de enormes sacrificios.

A su clara intelijencia no se había ocultado nunca que la guerra era inevitable i que ésta sería des

tructora i mortífera.

La España no podía perder un mundo sin quemar un cartucho ni disparar una bala.

El periodista chileno afrontó la situación con enerjía examinándola en todas sus fases.

En el número 63 de El Monitor Araucano, correspondiente al 2 de setiembre de 1813, decía con su grandilocuencia habitual:

«Nada falta a la causa que sostenemos para ser ilustre i para inspirar el mas vivo interés a los hombres entendidos i liberales. Peleamos por la libertad, i este bien tan espléndido i divino no puede comprarse a poco precio. Esta causa ha sido siempre la de los grandes hombres; i solo la han emprendido los pueblos esforzados i varoniles. El ánimo estenso i elevado se ocupa en estos arduos momentos de perspectivas mui grandes e interesantes: la patria ceñida de laureles, pisando con desdén sus antiguas cadenas, i marchando gloriosa a colocarse entre los poderes del mundo; una serie de prosperidades i mejoras preparadas a mil jeneraciones que bendicen sus esfuerzos; el esplendor de su nombre llenando la tierra; el agradecimiento de la jeneración presente, a quien ha libertado de las horribles calamidades que la amenazaban. Estas ideas sublimes han sostenido a nuestros héroes, que, en medio del crudo invierno, cuando solo sobreviven el valor i las esperanzas, defendieron la libertad, la vida i el honor del pueblo por una serie de acciones brillantes, recuperaron a Concepción i Talcahuano, contuvieron los progresos de un enemigo audaz por desesperación, respetable al principio, i activo en medio de su debilidad.

«Contemplando la revolución en grande, i todo lo que se ha hecho i dicho en las provincias revolucionadas, comparando los hechos i las consecuencias, lo que hai que esperar i lo que hai que temer, vemos que han pasado la línea terrible, que ya no pueden repasar, o han llegado a un estremo del cual no pueden volver. Aun prescindieudo del sa

crosanto amor de la patria, que se halla tan empeñado, no hai ya en la capital, no hai ya en la estensión del estado, una familia ilustre que no esté

comprometida, no hai persona visible que no se ha

ya comprometido inmediatamente o por sus rela

ciones.

«La empresa, pues, debe continuarse; i concluirá por la oportuna aplicación de las fuerzas i recursos, por un espíritu de economía, por una prudencia firme i una resolución intrépida i vigorosa de parte de la administración.

«Tal es nuestra situación, i todos la conocen. Por la perseverancia i fortaleza, tenemos el prospecto de un éxito dichoso; por la cobardía, la perspectiva de los males mas terribles: la devastación del país, la despoblación de las ciudades, la deshonra de las familias, las habitaciones sin seguridad, una esclavitud sin esperanza, una posteridad infame, la patria cubierta de cadalsos, miseria, desesperación.... ¡Oh!. Contemplad esta pintura, i penetraos de ella. Si hai alguno tan insensible que no se horrorice, o que no la crea, sufra estos males i no haya quien lo lamente».

El fraile valdiviano no bendecía con el puño cerrado i no predicaba la guerra con el crucifijo en la mano; però era mas propio para componer una arenga patriótica, pue para redactar una homilía evanjélica.

Camilo Henríquez profesaba afecto de hijo a la España.

En la constitución de 1812, había consignado este precepto: el español es nuestro hermano.

Pero había dos cosas pue no perdonaba a la monarquía de Fernando el Católico, Carlos V i Felipe II: el réjimen colonial, i el establecimiento de la inquisición.

En un artículo titulado Reflexiones sobre la libertad americana, que comenzó a insertar en el número 64 de El Monitor Araucano, correspondiente al 4 de setiembre de 1813, decía:

«Así como no conviene al hombre pasar toda su vida en perpetuo pupilaje o en una eterna infancia, así no conviene a los pueblos depender para siempre de otro. Siempre hai una natural oposición de interés entre las metrópolis i sus colonias. A éstas solo se permite lo que puede enriquecer a aquéllas. La ilustración, los buenos libros, el trato con estranjeros i cuanto puede hacer nacer entre los colonos pensamientos de libertad, es sospechoso i odioso a las metrópolis. Los gobernadores enviados por ellas tienen que ejercer dos funciones u ocupaciones principales: la una es ser unos espías del ministerio; la otra, hacer su propia fortuna o enriquecerse. Bajo el primer carácter, ellos deben velar sobre los sentimientos i disposiciones del pueblo i sobre el aumento de las fortunas privadas i ascendiente de las personas visibles; deben además informar i dar providencias oportunas para que se suprima i destruya todo cuanto pueda impedir el que las riquezas coloniales vayan integras a la metrópoli. De aquí el monopolio de ésta; de aquí la oposición al establecimiento de fábricas i al comercio libre de las colonias. Bajo el otro respecto, los pueblos que aun jimen bajo el yugo de los mandatarios antiguos, toleran bastante de su rapacidad i codicia, que, aunque públicas i escandalosas, no por eso dejan de quedar impunes. Esta es una verdad que no pueden negar sus mas afectos».

El cuadro era exacto por lo que toca a Chile,

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