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señan jeneralmente mui mal, pudiendo los niños, en el mismo tiempo i mas fácilmente, adquirir todos aquellos conocimientos aritméticos que se necesitan tanto en la vida civil i en cualquiera profesión a que se dediquen. El actual gobierno interior de las escuelas no es aprobado por las personas

sensatas.

<<Fuera mui de desear que el catecismo patriótico se esparciese por todas las clases de la sociedad, por todas las villas i pueblos, entre los artesanos i entre los militares i cuerpos del ejército.

«Todas estas cosas son mui fáciles de hacerse i deben contarse entre las de la mayor importancia i necesidad.

«Todos están convencidos de la neglijencia de los antiguos gobiernos o de sus funestas intenciones acerca de este asunto. Aquellos gobiernos miraban como una cosa indeferente el que los hombres fuesen ilustrados o ignorantes: por mejor decir, el despotismo, enemigo de las luces, procuraba conservarlos en una estupidez permanente, se desvelaba en dividirlos para mejor esclavizarlos, oponía obstáculos continuos a la difusión de los buenos principios i a la perfección de la razón pública. Es, pues, tiempo de que una política ilustrada i liberal, una administración virtuosa i prudente, i una municipalidad, tan activa como amante del pueblo, estirpen abusos i establezcan lo que nos falta i mas necesitamos.

«Por ahora podemos dividir en tres clases a las personas que han de ser el objeto de la educación e instrucción. A la de los niños se consulta por medio de lo que se ha dicho sobre las escuelas; a la de los jóvenes de familias honestas se consulta por medio del Instituto; i la instrucción de la plebe puede promoverse por medio del catecismo patriótico aprendido i recitado por los niños, i esparcido entre todas

las clases, i además por el medio eficacísimo insinuado ya de los misioneros patriotas que lleven i difundan por todas partes los conocimientos mas útiles, i disipen las preocupaciones i engaños funes

tos».

Confiando en la excelencia de su método, Camilo Henríquez se puso a escribir una especie de cartilla cívica adecuada a la situación de Chile.

Le puso el nombre de Catecismo de los Patriotas, i comenzó a insertarlo en el número 99 de El Monitor Araucano, fecha 27 de noviembre de 1813.

Volney, el conocido autor de Las Ruínas de Palmira, había publicado en 1793 un Catecismo del ciudadano francés, a que dio mas tarde el rótulo de La Lei Natural o Principios físicos de moral, sacados de la organización del hombre i del universo.

El célebre escritor español don José Marchena tradujo en 1822 estas dos obras que andan juntas en un mismo volumen.

Camilo Henríquez había leído El Catecismo del ciudadano francés, en que se trata de demostrar que la moral es una ciencia físico-matemática sujeta a las reglas de las ciencias exactas; pero el autor chileno solo tomó al francés el pensamiento de que su compendio se enseñase en las escuelas.

Voi a insertar íntegro el trabajo de Camilo Henríquez; porque da a conocer las ideas del publicista de la revolución en una época en que hacer profesión de ellas importaba un crimen de estado.

do

EL CATECISMO DE LOS PATRIOTAS

«¿Qué es un patriota?

«El amigo de la América i de la libertad.

«El amor de la patria es un sentimiento inspirapor la naturaleza i sancionado por la relijión.

«Como la patria es esta gran familia, esta sociedad de nuestros conciudadanos, que comprende todas las familias, debemos amar a la patria mas que a nuestra familia, que es una entre tantas. El interés personal está unido al bien de la patria, porque cada ciudadano participa de la felicidad i gloria de la patria. Si la patria tiene un buen gobierno, los ciudadanos son bien gobernados, se les administra bien la justicia, sus hijos son bien educados, hai industria i ocupación para todos, i cada uno vive en seguridad i quietud. Si la patria vence i confunde a sus enemigos, si florece en la literatura i en las ciencias, cada ciudadano se gloría de pertenecer a la patria. Nuestro Salvador nos dio ejemplo del amor a la patria cuando derramó lágrimas sobre Jerusalén, sabiendo los males que iban a venir sobre ella.

«La libertad es de dos modos: libertad nacional i libertad civil.

«La libertad nacional es la independencia, esto es, que la patria no dependa de la España, de la Francia, de Inglaterra, de Turquía, etc; sino que se gobierne por sí misma.

La libertad civil consiste en que la lei sea igual para todos; en que todos sean iguales delante de la lei, i solo sean superiores de los ciudadanos los que han sido elejidos para mandarlos por la elección libre de los mismos ciudadanos o de sus representantes libremente nombrados por ellos. Donde hai libertad clvil, todos están igualmente sujetos al gobierno; i el gobierno está sujeto a la lei. La libertad civil es la observancia de los derechos del ciudadano. La libertad nacional es la observancia de los derechos del hombre.

«El olvido i el desprecio de estos derechos son las causas principales de las desgracias públicas, de las opresiones i de la corrupción de los gobiernos,

Si estos derechos fuesen bien entendidos i estuviesen siempre a la vista de todos, se compararían fácilmente los actos de la autoridad lejislativa i ejecutiva con lo que se debe al hombre ya por la naturaleza, ya por el fin de la sociedad civil i de todas las instituciones políticas; i no se habría arraigado tanto el despotismo si los pueblos hubiesen conocido lo que se les debía por principios sencillos e incontestables. Estos derechos son la base de la libertad i de la prosperidad pública. Ellos señalan a los majistrados la regla de sus acciones; a los lejisladores, el objeto de su misión; i a los ciudadanos, sus libertades i prerrogativas para que no se dejen oprimir ni ultrajar por los tiranos.

«Se han publicado en Europa i en América varias i hermosas declaraciones de los derechos del hombre i del ciudadano. La siguiente es bella i compendiosa.

«El fin i el objeto de la sociedad civil es la felicidad pública.

«Los gobiernos se han instituído para conservar a los hombres en el goce de sus derechos naturales i eternos.

«Estos derechos son la igualdad, la libertad, la seguridad, la propiedad i la resistencia a la opre

sión.

«Todos los hombres nacen iguales e independientes, i deben ser iguales a los ojos de la lei.

«La lei es la espresión libre i solemne de la voluntad jeneral. Ella debe ser igual para todos, sea que proteja, sea que castigue; ella solo puede mandar lo que es justo i útil a la sociedad; i ella solo puede prohibir lo que es dañoso.

«No es contra la igualdad la preferencia que se da por los pueblos libres a las virtudes, a los méritos i a los talentos, porque tienen ante los ojos la utilidad jeneral.

«La libertad es el poder i facultad que tiene todo hombre de hacer lo que no sea contrario a los derechos de otro. La libertad está fundada en la naturaleza: tiene por regla la justicia; i por baluarte i salvaguardia, la lei. Los límites de la libertad están comprendidos en esta máxima de nuestro señor Jesucristo: No hagas a otro lo que no quieres que se haga contigo. Alteri ne feceris quod tibi fieri non

vis.

«La necesidad de anunciar i proclamar sus derechos supone la presencia o la reciente memoria del despotismo.

«Jamás puede suspenderse la libertad de manifestar sus pensamientos, sea por medio de la prensa, sea de cualquier otro modo.

«La seguridad consiste en la protección que concede la sociedad a cada uno de sus miembros para la conservación de su persona, de sus derechos i de sus propiedades.

«La lei debe protejer la libertad pública e individual contra toda opresión.

«Ninguno puede ser acusado ni preso, sino en los casos determinados por la lei, i según el modo i forma que ella prescribe. Todo acto practicado contra un hombre fuera de los casos i formas prescritas por la lei, es arbitrario i tiránico.

«Las penas deben ser proporcionadas al delito i útiles a la sociedad.

«El derecho de propiedad es la facultad que tienen los ciudadanos de disponer a su gusto de sus bienes, rentas i fruto de su trabajo e industria.

«El objeto i fin único de las contribuciones es la utilidad jeneral. Todos los ciudadanos tienen dere-. cho para concurrir al establecimiento de las contribuciones; para averiguar i velar sobre la distribución que se hace de sus productos; i para que se les dé cuenta de su inversión.

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