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Acerca de este punto, ha habido una reluctancia insuperable. Sobre otros, se ha orijinado una competencia peligrosa.

«Así es como el reglamento provisorio se ha hecho funesto a la patria. Mas ¿por qué veneramos tanto este reglamento? Él en todas sus partes es nulo. Sabeis que los que lo formamos no obtuvimos para ello poderes del pueblo. Él fue obra de cuatro amigos. Nosotros hicimos lo que entonces convenía. Él fue suscrito, pero sin libertad. Entonces se espuso al público en el Consulado un cartel en que estaba la lista de los nuevos funcionarios; i este cartel fue suscrito por medio de la fuerza. Hablemos con franqueza; esto me mandan mi carácter, índole i empleo. No hubo elección libre; i si no hubo elección libre, se suscribió por temor. ¿Hasta cuándo sostenemos en los días que apellidamos de libertad unos procedimientos desusados i no conocidos en los mismos pueblos que llamamos esclavos?

«Convóquese al pueblo; i el gobierno dicte providencias que son mui fáciles para que elija sus gobernantes libremente, con buen orden i regularidad.

«Hágase la elección por votos secretos para que sea mas libre. La capital da el tono a las provincias. Ellas aplaudirán esta señal deseada de libertad; se harán cargo de la premura del tiempo; i aprobarán una medida indispensable i provisoria hasta el próximo congreso.

«La presencia del enemigo, i la evidencia de los riesgos que por todas partes nos rodean, impondrán silencio a las pasiones i abrirán los ojos de los electores para que pongan hombres excelentes al frente de los negocios públicos. Todos saben que la salvación de la patria depende de las manos a quienes

se confíe el timón del estado. Traed a la memoria cuanto he dicho en un discurso, que está en los últimos Monitores, acerca de la oportunidad de las circunstancias presentes para reunirnos, uniformarnos i organizarnos en un estado regular.

«La guerra es saludable a las repúblicas. La guerra hace pensar con virtud i cordura a los estados nacientes. Teneis el ejemplo en la Holanda, i mas cerca, en los Estados Unidos, que formaron su constitución, estando invadidos de poderosos ejércitos. Reanimad el patriotismo, entusiasmad al pueblo; esto es fácil, dándole una influencia indirecta en los grandes asuntos por medio de la elección libre de los gobernantes».

El rejidor don Antonio José de Irisarri tomó en seguida la palabra para decir:

«Que creía no hubiese un solo hombre de bien sobre la tierra que dejase de confesar la nulidad de la constitución i de las elecciones del gobierno, del senado i del cabildo; que todo había sido obra de la violencia, de la fuerza i de la arbitrariedad; que los pueblos solo podían darse por satisfechos del ultraje que habían recibido, reponiéndolos en el goce de sus derechos; que si se temía la demora que necesariamente había de traer una convocación jeneral, se nombrase interinamente el gobierno por los sufrajios de la capital, haciendo entender a los demás pueblos del estado que las circunstancias no permitían consultar la voluntad de todos ellos; que, siendo la constitución nula e incapaz de proporcionar el bien del estado, no merecía la menor consideración; que el senado, que era un cuerpo que nada podía influír en el buen manejo de los negocios de la tria, i cuyas facultades no estaban bien determinadas en la constitución, debía suspender sus funciones hasta que el pueblo determinase lo que fuese de şu soberano agrado; i que todo esto podría quedar

pa

evacuado en el dia, citando para aquel mismo lugar a todos los vecinos padres de familia i reputados ciudadanos».

Es de estrañar que Camilo Henríquez i don Antonio José de Irisarri hubieran ocupado un asiento, el primero en el senado i el segundo en el cabildo, cuando proclamaban en voz alta i sin empacho alguno que era nula la elección que los había elevado a su respectivo puesto.

Oh política! a cuántas inconsecuencias nos obligas!

Los rejidores don Antonio Hermida i don Juan Francisco Barra, los alcaldes don Jorje Godoi i don Joaquín Trucíos, el cónsul (miembro del tribunal de comercio) don José Mariano Astaburuaga, los prefectos don José María Ugarte i don Francisco Javier Errázuriz i el comandante de voluntarios don José Santiago Luco, declararon que aceptaban en todas sus partes el dictamen del senador Henríquez.

Algunos concurrentes defendieron la conservación del orden existente.

de

El procurador don Anselmo de la Cruz espresó: «Que la nulidad de que se trataba era una cosa poco momento; que desde Adan hasta el día todos los gobiernos del mundo habían sido tan ilejítimos, como el nuestro, a escepción del de Saúl, que fue unjido por el Señor; que, en esta virtud, era de opinión que todo siguiese como hasta aquí; i que solo se procediese a nombrar por el senado el vocal que faltaba»

El padre custodio de San Francisco frai Francisco Bauza, i el administrador del banco de minería don José Ureta, se conformaron con el voto del procurador de ciudad.

El coronel don Manuel Barros dijo: «que era de la misma opinión del procurador de ciudad; i que solo se procediese a nombrar el vocal que faltaba en el gobierno, debiendo recaer esta elección en un militar».

El brigadier don Ignacio de la Carrera, padre de don Juan José, don José Miguel i don Luís, espresó: «que su voto era el mismo de don Manuel Barros».

Sería tan inútil, como prolijo, especificar el dictamen de los otros asistentes, esceptuando uno de que paso a hacer mención.

El comandante de artillería don Luís Carrera, que manejaba la lengua con tanta valentía como la espada, dio su verdadero significado a la asamblea de notables a que había sido invitado.

Cuando le tocó hablar, espuso con la mayor franqueza:

«Que conocía la nulidad de la constitución, del gobierno i del senado; pero que creía que era conveniente no hacer novedad en nada; que no se separase el gobierno del senado; i que solo se elijiese

por ambos cuerpos el vocal que faltaba en el pri

mero.

Agregó en seguida:

«Que él entendía que toda la mutación que se trataba de hacer era para que su familia, que tiene actualmente la fuerza, no se hiciese mas formidable al pueblo; pero que desde luego él aseguraba sobre su palabra de honor que, luego que se concluyese la actual guerra o antes, dejarían él i sus hermanos el mando de las armas, i se irían fuera del reino».

Don Luís Carrera jugaba con las cartas sobre el tapete verde, o mas bien dejaba sobre la mesa su corazón para que todos conocieran sus sentimientos.

Ignoro si sus hermanos hubieran ratificado, i so. bre todo, cumplido esa promesa.

Efectivamente, la vocería levantada contra la constitución del estado i contra la elección del gobierno, del senado i del cabildo iba dirijida contra los Carreras.

La verdad ante todo.

La historia no admite ficciones, como la novela. No se crea por esto que yo considero la constitución embrionaria de 1812 un dechado de perfección, i la elección en que fue aprobada el modelo de las votaciones.

No, mil veces no.

Pero sea de esto lo que fuere, ello es que los des- . contentos querían principalmente el ostracismo militar de los tres hermanos cuyo destino fue tan trájico.

Dejemos trascurrir tres días.

El 9 de octubre, don Francisco Antonio Pérez renunció su puesto en la junta; i fue reemplazado por el cura de Talca don José Ignacio Cienfue

gos.

I el 14 del mismo mes, esa misma junta, que confesaba estar mal elejida, i hallarse sin popularidad por ello, se dirijía hacia el sur para llevar a

cabo esa destitución.

El 27 de noviembre deponía del mando a los tres jefes, dejándoles el goce de sus grados, prerrogativas, sueldos i uniformes.

Don Bernardo O'Higgins reemplazó a don José Miguel Carrera en el jeneralato del ejército.

Las corporaciones, así las seculares como las

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