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no, proponiendo la paz, o con la espada i el fuego, a no dejar piedra sobre piedra en los pueblos que sordos a mi voz quieran seguir su propia ciega voluntad. Abran todos, pues, los ojos; vean la razón, la justicia i la equidad de mis sentimientos; i vean, al mismo tiempo, si les conviene, i prefieren a su bienestar, el esterminio i desolación que les esperan, si no abrazan inmediatamente el primero de los dos partidos».

Este ultimátum insolente cayó sobre los que mandaban en Chile, esto, es, sobre los que se disputaban el mando de Chile, como un bofetón asestado en la faz de la república, su madre.

Los dos émulos percibieron su locura, echaron sus rencores a la espalda, se estrecharon la mano, i volvieron sus armas contra el enemigo común.

O'Higgins reconoció la autoridad de Carrera. Ambos se pasearon del brazo en la capital, durmieron bajo el mismo techo, comieron en una misma mesa, firmaron una misma proclama.

Era ya tarde: la hora propicia había pasado.

La unión efectuada en tales condiciones no produjo todos los efectos apetecidos.

Un campo de batalla recién empapado en sangre no es el lugar mas adecuado para operar una reconciliación sincera entre dos bandos encarnizados en que ha habido heridos, muertos, prisioneros, vencedores i vencidos.

Los dos rivales que, como los hijos de Yocasta, habían peleado, puede decirse, en el mismo vientre de su madre, continuaron sus funestas disensiones, aun después de haberse apagado la hoguera en que sucumbió la república.

El desconcierto final se esplica suficientemente por ellas sin necesidad de recurrir a traiciones infames.

«No se sabe, dice Camilo Henríquez, por qué

nuestra fuerza se encerró en Rancagua, i no se reunió con la tercera división en la ventajosa posición del Mostazal. Se aseguró que el jeneral, que se hallaba en este punto, no fue obedecido. Sea lo que fuere, lo cierto es que es estraño este descalabro, i que, después de la derrota, no se reuniesen los que salieron de Rancagua a la tercera división en la Angostura o en otro punto. Atendiendo a la indisciplina e insubordinación de nuestras tropas i a otras causas que se esponen en la segunda parte de este ensayo (1), es un asombro, como dijo el jeneral Carrera al gobierno, el que hubiésemos tardado tanto tiempo en ser subyugados».

La confusión de la anarquía i el desorden de la última hora bastan para esplicar la catástrofe.

I yo pregunto: ¿No hubiera sido mejor que se hubiera presentado batalla a Gaínza antes de que se hubiera pronunciado la desunión de los patriotas i de que hubiera llegado un poderoso ausilio a los realistas?

La escena en que remata el primer acto del drama de la independencia chilena, fue tétrica pero grandiosa.

Una batalla que dura dos días, una ciudad que es incendiada durante ella, hombres que combaten dentro de ese horno hasta que se les agotan las municiones i una república que se sepulta bajo los escombros, llenan el ánimo de consternación i pa

vor.

Poco importa que los soldados no se contasen por millares, como sucede en las guerras europeas. El coraje no depende del número.

(1) Ensayo acerca de las causas de los sucesos desastrosos de Chile.

Dos individuos que se desafían, pueden manifestar, i manifiestan muchas veces, mas valor que dos ejércitos.

El león de España entró en Santiago, habiendo destrozado a sus valientes defensores.

Los niños del Instituto Nacional lo rechazaban casi siempre en sus pequeños tableros.

Feliz augurio.

A la larga, esto vencería a aquello, valiéndome de la frase de un gran poeta.

Las ideas elaboradas en aquel establecimiento debían derrotar las preocupaciones del antiguo réjimen,

Después de la derrota de Rancagua, Camilo Henríquez no podía permanecer en Chile.

En los tiempos mitolójicos, Júpiter había mandado encadenar a Prometeo en las rocas del Cáucaso por haber robado una chispa celeste, que había traído oculta en una caña, para animar una estatua hecha de barro.

¿Qué castigo habría impuesto el soberbio monarca de las Españas e Indias al pobre fraile valdiviano por haber empleado los tipos de imprenta en dar vida a una de las mas atrasadas de sus colonias?

Seguramente el encierro perpetuo en algún castillo de la Península, i quién sabe si el último suplicio en un patíbulo afrentoso.

La sotana no había salvado a otros reos que habían cometido igualmente el crimen de patriotismo.

El redactor de la Aurora, El Monitor Arauca

no i la continuación del Semanario Republicano obró prudentemente al poner los Andes entre su persona i los reconquistadores.

Camilo Henríquez trabajó por el triúnfo de la independencia, no solo en la prensa con sus escritos, sino también en las corporaciones con sus discursos, i en los consejos privados del gobierno con sus indicaciones.

En su calidad de poeta, ejerció además, junto con su amigo don Bernardo Vera i Pintado, una especie de sacerdocio poético en las fiestas patrióticas que solían celebrarse para fomentar el entusiamo popular en favor de las nuevas ideas.

Si se conmemoraba el aniversario del 18 de setiembre; si se hacían en la catedral de Santiago exequias a los mártires de la revolución de Venezuela; si el 17 de junio de 1813 se enarbolaba en la procesión de corpus la nueva bandera nacional, Camilo Henríquez sacaba de las cuerdas de su tosca lira sonidos que no eran mui armoniosos; pero que eran inspirados por el mas puro i fervoroso patriotismo.

El 2 de mayo de 1812, se solemnizó con un banquete la primera victoria que las tropas patriotas obtuvieron sobre los realistas en el campo de Yerbas Buenas.

Los ciudadanos Henríquez i Vera se sentaron en aquella solemne función a la cabecera de la mesa, cubiertos con el gorro de la libertad.

En seguida, cuando llegó el momento oportuno, pronunciaron alternativamente una serie de brindis.

Por último, entonaron un himno, alusivo a las circunstancias, cuya letra habían compuesto:

Salve Patria adorada,
amable, encantadora;
el corazón te adora
como a su gran deidad.

El resto del himno sigue por el estilo. Todo aquello inflamaba sobre manera el entusiasmo de los partidarios de la revolución.

Sin embargo, Camilo Henríquez, como otros muchos patriotas chilenos, flaqueó en sus convicciones, o aparentó flaquear en ellas, hacia la mitad del año de 1814.

Tuvo su vértigo o desmayo.

Las varias noticias desfavorables para su causa que por entonces les llegaron, tanto de Europa, como de América, les hicieron perder la esperanza de conseguir por lo pronto la independencia absoluta.

El desaliento a que me refiero dio orijen al malhadado convenio de Lircai.

Los gobernantes de Chile limitaron sus esfuerzos a establecer un réjimen constitucional bajo la soberanía del rei, ya que creían no poder alcanzar mas. Camilo Henríquez parece haber aceptado este proyecto.

Chile le perdone!

Lo cierto fue que en algunos números de El Monitor Araucano correspondientes al mes de mayo de 1814, insertó varios artículos tendentes a ese fin.

Algunos revolucionarios exaltados quemaron públicamente en una especie de auto de fe esos números del referido periódico.

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