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Nuestro compatriota había adquirido bastante influencia en la ciudad por sus luces, por su caudal i por sus conexiones.

En 1814, fue elejido rejidor del cabildo de Buenos Aires; i se aprovechó de su cargo para conseguir que se diera al proscrito una ocupación adecuada a su injenio.

Merced a la iniciativa i buenos oficios de Barros, Camilo Henríquez redactó la Gaceta de Buenos Aires, desde abril hasta noviembre de 1815, mediante el sueldo de mil pesos fuertes anuales, estando obligado además a hacer otra publicación mensual.

Un estatuto provisional había decretado el establecimiento de dos periódicos destinados el uno a censurar los abusos del gobierno i el otro a defenderlo, cuyos redactores eran nombrados i pagados por el ayuntamiento.

La dirección de uno de ellos se confió a Camilo Henríquez.

Tenía el título de Observaciones acerca de algunos asuntos útiles, 1815, en folio.

«Era una publicación mensual, (dice don Antonio Zinny en su Efemeridografia Arjirometropolitana) redactada por el distinguidísimo escritor padre Camilo Henríquez, que se firmaba C. Hz. La colección consta de cuatro números. Empezó el 31 de mayo i concluyó en setiembre.>>

Habiendo insertado Henríquez en el cuarto número de las Observaciones un artículo contra cier

tos actos gubernativos que pugnaban con sus convicciones, hizo dimisión del cargo de redactor oficial, porque se le quería obligar a que, según su contrato, sostuviese en la Gaceta lo que había atacado en las Observaciones.

El prefirió la miseria al envilecimiento de su pluma.

El literato cubano don Antonio José Valdés escribe sobre este particular lo que sigue:

«Cuando el padre Camilo fue propuesto al cabildo por el señor exrejidor don Diego Barros, convino en su acuerdo con el excelentísimo ayuntamiento que daría una Gaceta semanali las Observaciones mensuales, ambas cosas por el sueldo en que se convinieron, i debe constar en actas del cabildo. Por consiguiente, desde la remoción del padre Camilo, comenzó el público a carecer de las Observaciones contratadas, que no ha continuado (si es capaz de continuarlas) el editor actual».

El nuevo redactor de la Gaceta aseveró en el número 40 de su periódico:

«El padre Camilo se negó a contestar en la Gaceta a lo que había dicho contra el gobierno en el número 4 de las Observaciones mensuales, lo que era de su obligación. Así él mismo dejó el cargo, sin que nadie se lo hubiese quitado».

La circunstancia de que Camilo Henríquez hubiera sido destituído de su empleo o de que hubiera renunciado voluntariamente a él, no tiene importancia alguna en el asunto.

El hecho es que el escritor chileno prefirió volver a caer en la pobreza antes que traicionar su pensamiento.

No alquilaba su conciencia.

Camilo Henríquez redactó después El Censor, periódico oficial del cabildo de Buenos Aires, cuyo presidente le remitió el siguiente oficio para comunicarle la comisión que se le había conferido:

«Por renuncia de don Antonio José Valdés, en acuerdo de 7 del corriente, ha nombrado a Usted el excelentísimo cabildo para subrogarle en el de

sempeño del periódico titulado El Censor con la dotación de mil pesos anuales que aquél disfrutaba, debiendo publicar un papel en todas las semanas. Si los notorios talentos i juicioso discernimiento de Usted han decidido al excelentísimo ayuntamiento a la elección preferente realizada en su persona, su carácter bondoso i sumiso le prometen una pronta conformidad, que, dejando satisfechos sus deseos, llene la esperanza del público en el nuevo delicado cargo a que se le ha destinado.

«Dios guarde a Usted muchos años. Buenos Ai res, febrero 13 de 1817.

«Juan de Alagón.-Doctor Félix Ignacio Frías, secretario.

«Al señor presbitero don Camilo Henríquez».

Creo que el calificativo de bondadoso cuadraba perfectamente a Camilo Henriquez, pero no el de

sumiso.

Acababa de patentizarlo en el asunto de la Gaceta i de las Observaciones, referido en el párrafo ante

rior.'

Junto con aceptar el cargo, el nuevo redactor hizo la declaración siguiente:

<Tiempo há que no pensaba en política. Reposando con confianza en las sagaces operaciones del directorio, no me desvelaba por indagar cuál era la marcha de los negocios públicos. Precisado a peregrinar i viajar por mi particular situación, apenas llegaban a mi noticia los sucesos de Europa, i menos el estado de las relaciones esteriores. Mis lecturas i estudios eran acerca de las ciencias matemáticas, tan distantes de la política i de la consideración de los asuntos civiles. En medio de esta abstracción agradable de las cosas públicas, i en esta soledad pacífica del ánimo, recibí el honorable oficio que precede.

«Es cosa mui lisonjera alcanzar hasta este punto la estimación de los ciudadanos mas respetables; pero cuán difícil es llenar un cargo mui poco análogo a su propia índole, a sus meditaciones anteriores, i talvez superior a sus talentos».

Camilo Henríquez redactó El Censor desde el 20 de febrero de 1817 hasta el 11 de julio de 1818. Don Antonio Zinny, dice, hablando de El Censor, en su Efemeridografia Arjirometropolitana: «El Censor, 1815-1819, en 4.o, periódico oficial del cabildo de Buenos Aires.

«La colección consta de ciento setenta i siete números ordinarios.

«Principió el 1 de setiembre de 1815, i cesó el 6 de febrero de 1819. Fue redactado por el cubano don Antonio José Valdés desde el principio hasta el 7 de febrero de 1817, en que hizo su renuncia, i fue subrogado por el excelentísimo cabildo en 13 de febrero del mismo año por el distinguido e ilustrado jurisconsulto, físico, teólogo, etc., Camilo Henríquez, emigrado chileno, con la dotación de los mil pesos anuales que disfrutaba el señor Valdés, pero debiendo publicar además un papel en todas las semanas, que en efecto publicó bajo el título de Observaciones acerca de algunos asuntos útiles».

La última frase del erudito i laborioso literato citado encierra una inexactitud.

El papel que, según el acuerdo municipal, debía imprimirse semanalmente, era el mismo Censor, que efectivamente salía a luz cada jueves, habiendo comenzado a publicarse los sábados desde el número 132, fecha 20 de marzo de 1818.

Los cuatro números de las Observaciones acerca de algunos asuntos útiles aparecieron en 1815, según consta de la misma obra del señor Zinny.

Camilo Henríquez escribió también en El Curioso, periódico científico, literario i económico, publicado en 1821, en cuarto mayor.

Don Antonio Zinny dice acerca de este periódico:

«Fue redactado por don. Juan Crisóstomo Lafinur; i tuvo por colaborador a don frai Camilo Henríquez en puntos de historia natural i de medicina. La colección consta de prospecto i cuatro números. Este periódico está sin fecha; pero se sabe que el primer número es de 14 de julio. Se ignora la fecha fija de su cesación. (C. Lamas)».

El pésimo estado de su salud no permitió a Camilo Henríquez acompañar al ejército libertador en su viaje de redención.

Habría dejado los huesos en las soledades de la pampa o entre los peñascos de la cordillera.

Eso no le impidió seguirlo con la mente, i aun anticipar la marcha de los sucesos.

Tenía siempre alguno de esos fogonazos o relámpagos que alumbran los horizontes lejanos. El 20 de febrero de 1817 esclamaba:

«No pasará mucho tiempo sin que el pabellón de Chile aparezca formidable en el Mar Pacífico». La victoria de Chacabuco hizo rebosar el contento en su alma.

Apenas la supo, trasvasó en el papel el entusiasmo que desbordaba en su corazón.

EL TRIUNFO DE LOS ANDES

«Este interesante suceso es uno de los mas brillantes de nuestra historia militar. Una fuerza pre

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