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pero no como una clase privilejiada, ni menos como una corporación, a la cual se adjudicaban bienes propios en medio de la escasez del erario.

En la sesión del 23 de agosto, espuso, tratando de uno de esos artículos, «que, desde que en la iglesia se habían introducido las pretensiones a dignidades, se había corrompido la disciplina».

La lejión de mérito chocaba demasiado con las ideas republicanas i de igualdad para que pudiera establecerse, sin perjuicio de que algunas de sus ceremonias se prestaban a la risa, como una vestimenta antigua en medio de los trajes modernos. Hé aquí el título referente a la recepción de los lejionarios:

«ARTÍCULO 1.o

«Luego que se publiquen en el concejo los instituídos, el secretario los convocará por billetes a la sala directorial de las sesiones, para que concurran con el concejo en la tarde de las vísperas de los aniversarios del 12 de febrero, 5 de abril i 18 de setiembre a la iglesia catedral (a donde asistirán todos los individuos de la lejión). Sentados los candidatos con separación, leerá el secretario sus diplomas en voz alta; en seguida el maestro de ceremonias conducirá a cada uno al sitial del presidente, en cuyas manos prestarán el voto cívico por esta fórmula:

«Presidente.-¿Prometeis por vuestro honor ante Dios i la Patria sostener su libertad e independencia, i corresponder con acciones dignas de este sagrado objeto a la honorífica distinción con que ella os condecora i que jamás desmentireis en vuestra conducta?

«Candidato.-Lo prometo sobre mi honor.

«Presidente.-Si así lo hiciereis, tendreis el bene

plácito de Dios i de la Patria; i si no, su indig

nación.

«Prestado el voto, tomará el canciller la estrella de la lejión i, puesta en manos del presidente, la colocará éste al pecho del candidato, conduciéndole luego el maestro de ceremonias a abrazar a cada uno de los consejeros, i tomará el último asiento en su clase.

«ART. 2.o

«Verificado este acto, se cantará un tedeum con repique, i, concluído, recibirá el candidato de mano del secretario un ejemplar de estos estatutos, i se retirará la lejión dejando en su sala al presidente. La tropa debe estar formada en dos alas desde el uno hasta el otro punto, i los castillos hacer salvas a la salida i vuelta de la lejión.

«ART. 3.o

«Los instituídos que estuvieren fuera de la Corte, quedan recibidos con presentar su diploma al miembro de la lejión de mas graduación que esté en el lugar de su residencia, le reciba el voto cívico del modo mas solemne i remita la dilijencia certificada al secretario canciller, para que se anote en el respectivo libro. Si no hubiese ningún individuo de la lejión en su residencia, quedará instituído el agraciado con acusar al secretario el recibo de su diploma espresando el voto.

«ART. 4.o

«Los agraciados fuera del país pertenecientes a otra nación, quedan instituídos con acusar el recibo i aceptación de su diploma».

El 21 de setiembre de 1822, el supremo director dio una espléndida comida a don Joaquín Mosquera, ministro plenipotenciario de Colombia.

Fue de treinta i cuatro cubiertos.

Entre los convidados estuvo Camilo Henríquez. «Levantados los manteles i bien avanzada la noche, resonó la música, i se pronunciaron muchos brindis».

Voi a copiar los principales. O'Higgins brindó como sigue: 1. Al libertador de Colombia. 2.o Al protector del Perú.

3.o Después de tantas batallas, de tan felices i gloriosos esfuerzos, antes deje el sol de alumbrarnos para siempre, que el que se establezca en América un cetro, una corona.

Me asocio con todo corazón a los estrepitosos aplausos que acojieron estos tres brindis.

La historia los consignará en sus pájinas, i la posteridad los repetirá con el mismo entusiasmo que los escribo.

¿Por qué O'Higgins daba entonces a su gloriosa espada el resplandor amarillento de un cetro?

¿Por qué pretendía adornar su sombrero apuntado, ennegrecido con el humo i el polvo de los combates, con los relumbrones postizos de una corona encubierta?

Las ideas republicanas se habían difundido en las colonias emancipadas, como un aire de primavera, de salud, de vida.

Don Joaquín Mosquera habló dos veces:

1.o Honor i nombre eterno al jenio tutelar de Chile, el jeneral O'Higgins.

2.o Sea la América la soberana del mundo i la madre de las repúblicas.

Ese deseo se ha cumplido en una parte, i se cumplirá en la otra.

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La virjen del mundo, como llamaba el gran poeta Quintana a la América, ha sido madre de repúblicas.

¿Será señora del mundo?

Esperemos.

Don Joaquín Campino se espresó como sigue: 1.o Al pueblo rejenerador del universo, a aquél con cuyo nombre i fraternidad nos honramos, a los Estados Unidos de Norte América.

2.o Las pretensiones monárquicas en América serán derrotadas por solo el ridículo.

3.o El jeneral Bolívar sea mas grande, respetando las libertades i derechos de sus conciudadanos i de los demás pueblos independientes, que ganando batallas contra sus opresores.

Camilo Henríquez brindó dos veces:

1. El viejo i benemérito Arauco que por su ancianidad tiene el sacerdocio de la naturaleza, ve con placer los juveniles i gloriosísimos esfuerzos de Colombia, Perú i Bonaria.

2. El espíritu público que prevalece en esta mesa, llama mi ánimo a comparaciones i graves recuerdos. ¡Qué diferente fue el aspecto de las cosas públicas cuando vuestra excelencia fue miembro del primer congreso, i cuando celebramos exequias a los mártires de la libertad en Venezuela! Los destinos de la patria estaban por todas partes amenazados. Derrotas en el Perú, cadalsos levantados en Venezuela, en Cundinamarca, en Quito. El virrei de Lima lanzaba o preparaba espediciones, poniendo en acción infatigable grandes recursos i grandes talentos. Nosotros sin armas, sin ejército

... i hoi vuestra excelencia ve en esta mesa reunidos a los plenipotenciarios de Colombia, del Perú i de Buenos Aires. Veamos en ella en el siguiente setiembre, mes de Chile, a los plenipotenciarios de España i de las otras grandes potencias. Salieron,

como del seno de la nada, grandes jenerales en la guerra. En la paz, van saliendo grandes lejisladores i grandes ministros en toda la América. Brindo, pues, por la feliz fecundidad de nuestra madre patria.

Después de brindar por don Ambrosio O'Higgins, el jeneral Miranda, el exjesuíta Biscardo, el porteño Boedo, el jeneral Mackenna i don Juan Martínez de Rozas, todos los circunstantes se pusieron de pie; i el mariscal don Joaquín Prieto i el coronel don Luís José Pereira entonaron la canción nacional.

El director don Bernardo O'Higgins i los demás concurrentes cantaron el coro.

El banquete concluyó a las nueve i media de la noche en que O'Higgins pidió se bebiese una copa a la salud de los señores i caros amigos que le habían proporcionado un rato tan dulce i consolante, acompañándole a la mesa.

No quiero terminar este párrafo sin llamar la atención sobre las palabras proferidas por Henríquez en uno de sus brindis: Veamos en el próximo setiembre a los plenipotenciarios de España sentados a nuestra mesa.

El hombre que había proclamado antes que todos la independencia de Chile, era el primero que, una vez asegurada, se apresuraba a tender una mano fraternal a los adversarios de ayer.

Hacía poco que él mismo había promovido una lei de amnistía en que se incluía al obispo don José Santiago Rodríguez, que no podía menos de mirarle como un lobo en su rebaño.

Años después, don Diego José Benavente me decía con su lenguaje cáustico i pintoresco, hablando sobre Camilo Henríquez:

-Ese jote era una paloma sin hiel.

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