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chas, etc.?-Pero vos pasasteis mui mala noche; os sentí desvelado, i habeis madru gado mucho.

Yari. ¡Cómo había de dormir con la relación que hicisteis de la muerte trájica de Salinas! ¿Conque los tiranos lo asesinaron? ¡Qué hombre perdió la patria! Qué corazón aquel! Qué entendimiento! Si pudiera yo traer aquí, i hacer felices a su viúda i a su desesperada hija! De tales personas es patria natural nuestra nueva Filadelfia.

D. José. ¿Qué nueva Filadelfia es esa?-Hablais tan bien el español....vuestro lenguaje, vuestras ideas, vuestros sentimientos, todo me admira; no sé qué pensar. Santo varón! no seais algún ánjel!..

¿Sois algún ánjel?

(Yari se sonríe).

Yari. Soi un indio de la tribu de los omaguas. Me crié en Jeveros. Serví allí al señor Salinas. Él me enseñó a leer i escribir; me trató con bondad paternal; me llenó de beneficios. Después la divina providencia me condujo a Lima, i logré hacer algunos estudios a la benéfica sombra de los señores Gave i Acrove.

D. José. Tengo larga noticia de esos caballeros. Son tan nobles como jenerosos; oficiosos i fieles amigos.

Yari. ¡Qué dulce es, sea en medio de las ciudades, sea en la soledad de las selvas, acordarse de sus fieles amigos, i de sus bien hechores!

(Se enternece).

Florecían en Lima en aquella época hombres eminentes. Tuve la fortuna de oírlos,

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de admirarlos, i de leer sus excelentes libros. Restituído a estas rejiones, atraído por los irresistibles encantos de un amor honesto, ya os conté anoche que soi esposo i padre; que vivo feliz i tranquilo; i que mi tierna hija es mui sabidita i hermosa. -Soi cuñado del cacique, o gobernante del país, i estoi como todos sus amigos con la cabeza llena de grandes proyectos, i cargado de comisiones de beneficencia.Mas ya viene a acompañarnos vuestra amable familia.

ESCENA II

LOS MISMOS I LA FAMILIA DE DON JOSÉ

D. José. Margarita, ¡qué rato de conversación has perdido! pero aun falta lo mejor.

Doña Marg. Hemos estado ocupadas. Nuestro huésped dispensará nuestra pobreza..... Tendreis, señor, la bondad de llevar para vuestra mujercita este relicario. Las dos miñaturas que contiene, son de la mano de mi hija. Por una parte, se ve a la humanidad, que aparta horrorizada la vista de la cabeza ensangrentada de un criminal ejecutado, que le presenta un verdugo. Por el otro lado, se ve a la América, nuestra madre, saliendo de las sombras, coronada de laureles.

Yari (sonriéndose). I ¿qué significa ese león que está postrado a sus pies?

Doña Marg. Ese es el león de las Españas! Yari. ¡Bella idea i espresada primorosamente! ¡Qué hallazgo hemos hecho! El gobernante

se vuelve loco con ustedes. Ustedes se

vienen conmigo......siquiera un paseito a nuestra población....llegaremos allá a las diez del día....el tiempo está hermoso....No hallareis las obras maestras de aquitectura de Quito; pero sí las habitaciones sencillas de un pueblo trabajador, frugal i feliz.-Entretanto, si la señorita Camila me quisiera hacer un favorcito... Doña Marg. ¿Cuál?

Yari. Ese manuscrito de su mano. Yo quiero tener el placer de presentárselo al Cacique, i sorprenderlo.

Camila. Es vuestro, lo llevareis.

Yari. ¿No me direis ahora, cómo el sanguinario Arredondo, jefe de las tropas de Lima, prendió a los patriotas, faltando a las promesas i proclamas que habían precedido? D. José. No sabeis que los tiranos no nos guardan palabra, porque dicen que somos rebeldes? Yari. ¡Perfidos! i los americanos siempre crédulos i confiados! Llamarlos a ustedes rebeldes! ¿Conque nuestras tribus serán rebeldes porque no se dejan despedazar por los tigres i los osos? Luego será preciso declarar rebelde a la naturaleza, de quien recibimos el instinto de no dejarnos oprimir; a la naturaleza, que nos inspira el deseo de la felicidad. El corazón humano está en un movimiento continuo anhelando por verse libre i dichoso. Las pretensiones de la España están en contradicción con la naturaleza. La naturaleza separa de los padres a los hijos, desde que están crecidos i se hacen hombres. La naturaleza divide las poblaciones en independientes familias, i la gran sociedad del mundo en naciones independientes, que son gran

des familias. I ¡qué una pequeña parte del mundo antiguo, la parte mas oscura i atrasada de la Europa, se atreva a llamar rebeldes, i quiera tener por esclavos a los habitantes de casi todo el nuevo mundo! Esto es insufrible. Mejor es vivir entre las fieras para no oír tales monstruosidades. Ellas harán mas odioso el nombre de los opresores; i harán mas interesante la gran causa de la razón, de la humanidad i de la naturaleza. La madre América, después de haber excitado las lágrimas de todos los pueblos, oirá los festivos aplausos con que solemnizarán su independencia i sus victorias.

D. José. Sin duda, la América será libre, confio en Dios: el fuego de la libertad ha de conmover toda su vasta masa; pero antes que llegue la última escena de este drama interesante; cuánto nos hace padecer la injusticia!

(Toda la familia se enjuga los ojos). Yari. ¡Pobrecitos! Vuestra emigración debió ser mui penosa. ¿Cómo vencisteis tantas difi

cultades?

Doña Marg. Desde Quito hasta las orillas del Napo caminamos a pie diez días. Aquel camino es uno de los mas ásperos que se conocen. Llueve diariamente, i veníamos cargados de las cosas mas necesarias. Consideradnos por aquellos eternos lodazales, mojados día i noche, i con las agonías del miedo, ya de los tiranos que podían perseguirnos i prendernos, ya de las bestias feroces que abundan tanto en estos climas.-Llegados a las márjenes del río, unos paisanos vuestros nos recibieron en

su canoa; i anduvieron tan jenerosos que no admitieron recompensa alguna, diciéndonos que todo hombre está obligado a servir i amparar a los infelices.

(Breve silencio).

Yari. Señor don José: ¿aun no habeis subido a la cumbre del cerro vecino?

D. José. Apenas hemos reconocido el país por el temor de los animales feroces.

Yari. Ese temor os demuestra que la naturaleza no nos crio para vivir solos. La sociedad nos es necesaria para existir. Venid, pues, a vivir con nosotros. Jamás os arrepentireis. Ya os dije, dije, siquiera por curiosidad,

por paseo.

Desde el cerro se descubre la vista mas pintoresca e imponente, que dilata a un ánimo americano: el profundo río de las Amazonas, el mayor del mundo, este mar de agua dulce, que anda mil i ochocientas leguas desde su orijen hasta el océano Atlántico. El recibe en sí innumerables ríos, canales naturales para el comercio i comunicación de todo el Perú, de toda la Nueva Granada, del Brasil, de la Europa. Sus orillas son vastos continentes, poblados de mil pequeñas naciones, i de bosques eternos de maderas esquisitas, de frutales deliciosos, del cacao, del árbol de la quina; presentes espontáneos con que la patria convida i llama a su seno a todas las naciones del mundo. D José. Por mí no hai dificultad para acompañaros; mas ya veis que en esta república yo no tengo mas que un voto. Si las señoras gustan..

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