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empresas son grandiosas, i llevan el sello de la inmortalidad.

Ve quién llama....

Philip (Sale i vuelve a entrar). El caballero Lodini...

Faber. Que entre.

ESCENA II

FABER I LODINI

Lodini. ¿Qué os pareció, Mister Faber, la Misan

tropía?

Faber. ¡Oh! es la obra maestra de la sensibilidad. Lodini. El que hizo de misántropo, es bien afec

tado.

Faber. Se reviste del carácter que representa. Lodini. Nada me gusta de los jenios alemanes, ni de los ingleses.

Faber. I por qué?

Lodini. Por dos lances diabólicos, que me sucedieron en Londres ¿Quereis que os los refiera?

Faber. ¿De modo que son dos capítulos de vuestras largas aventuras.... eh? Contadme ca

pítulo por capítulo, pero que no sean mui largos....

Lodini. Pues, señor, ha de saber usted que en la posada en que yo vivía, se hospedó una bellísima suíza. Viéndola yo tan afable, quise tomarle una manita, entonando la arieta: o che manina ténera; i tiene usted que levantó la mano i me plantó una bofetada, que me hizo bramar. El demonio de la herejota!

(Se ríe Faber). · Yo quise cascarle con el palo, pero dos

ingleses me echaron rodando la escalera abajo, sin irles ni venirles.

Faber. Ya veis que en todas partes se ampara a las señoras: lo mismo se hará en vuestro

país.

Lodini. En mi tierra, no se hace caso de mujeres. Faber. Capítulo segundo.

Lodini. Ví a un juez de paz i le di un informe terrible contra la atrevida; le dije que no se sabía de donde sacaba dinero, etc., etc., i todo para nada; porque todos sostuvieron la buena comportación de la estranjera i dicen que comprobaron que era rica en su país.

Faber. ¿Sabeis como se llamaba?

Lodini. Creo que Miss Bernoulli, o Bernoudli, o diablo....

Faber. I de cuál de los cantones suízos era? Lodini. No lo sé-I tiene usted que el otro día se armó contra mí en la mesa una tempestad horrible: dijeron los ingleses que yo era espía del gobierno. I un joven de SudAmérica dijo: Cierto ha de ser porque yo conocí a este pícaro de portero de la inquisición de Roma.

(Se ríe altamente Faber). ¡El canalla de Buenos Aires con lo que fue a salir! Llamarme a mí portero, cuando un tío mío fue inquisidor fiscal de Cre

mona!

(Se ríe Faber).

Faber. I les dijisteis lo del tío inquisidor?
Lodini. ¡Jesús! entonces me hubieran ahorcado.
Sin decirles eso, me echaron de la casa a
patadas.

Faber. Mal hecho.... ¿Conque era buena moza

la suíza?

Lodini. Eso sí: elegante.

Faber. Era altita.. de ojos humildes.. mui be

llos..?

Lodini. Qué sé yo..? Servitore.

(Vase precipitadamente)

Philip. Señor: esta carta..

(Entrega a Faber una carta que lee para sí solo).

ESCENA III

FABER solo.

Faber. ¿A quién interesa en Baltimore saber de la existencia de un infeliz que huyó de Europa para esconder su deshonor en el nuevo mundo? Yo no conservo ni el honorable nombre con que era conocido en Alemania. La pérfida, la ingrata que me cubrió de ignominia, i llenó de amargura mis días (antes tan alegres) habrá resuelto perseguirme aun en el sepulcro. ¡Perversa! Solicitará, talvez desde Londres, noticias de un hombre de bien, a quien hizo desgraciado, o confiando en sus artificios, o para que mi afrenta se haga mas pública. ¡Mujeres! ¡cómo ocultais las mas negras perfidias bajo el esterior hechicero de la amabilidad i de las gracias! ¡Es posible que la felicidad del hombre dependa de la voluntad movible de una mujer frájil! Los seductores artificiosos combaten sin cesar la vacilante virtud de estas criaturas tan débiles como delicadas. ¿Quién podrá describir los daños que ocasionan en el sagrado de las familias, i cómo per

turban el orden social? Sobre ellos debía agravarse toda la fuerza de las leyes.

¡Está tan corrompida la Europa..! Los funestos ejemplos de las cortes han llevado el contajio a todas partes, sin respetar ni aun al país de los suízos, en que se habían atrincherado las virtudes de la naturaleza, el pudor, i la fidelidad conyugal.-¡Por qué no vendría yo a casarme en América! Este es el asilo de las virtudes: aqui reflorece la naturaleza humana. Lodini (entra precipitadamente). Se me olvidó dejaros la Misantropía para que la leais despacio. Servitore. (Vase dejándole un cuaderno).

FABER solo

Faber. Misantropía.. una mujer sin honor: un hombre de bien i desgraciado.. ¡eh! los poetas describen los usos i costumbres de su país i de su siglo. Demasiados horrores ofrece la sociedad europea.. mujeres inmorales, hombres desdichados.. sin que hayan de buscarse en los dramas injeniosos. (Tira el cuaderno sobre la mesa).

Los primeros emigrados de Norte América trajeron consigo el odio a la tiranía, i a los escándalos de la Europa. Así estos establecimientos se distinguieron desde su orijen por la frugalidad i la sencillez, i por las virtudes activas i severas. En toda la Pensilvania, se hace notar en la moral pública la influencia de los cuáqueros, i la impresión de sus cándidas i puras costumbres.-Mas jai de mí! yo fuí mui desgraciado..! ¿En qué parte del

mundo no se encuentran mujeres virtuosas, i esposas irreprensibles?-El cielo me favoreció con muchos dones; ha sido para mí mui benigno; pero me negó una compañera digna de mi ternura. Ši a lo menos mi tierna hija Matilde pudiese acompañarme, i hacer menos tristes mis pesados días! No.. mi destino me condena a la soledad. Los recintos mas solitarios son mi delicia. (Toca una campanilla).

Philip. Señor.

Faber. Regresaremos pasado mañana a mi casa de campo de Pittsburg.

Philip Está bien: se aprontará todo.

Faber. Trae mi sombrero; quiero despedirme de algunos amigos. (Toma el sombrero i vase).

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