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ella para morir, me apretó la mano i me dijo: «cuidad de Philip; sed padre de este pobrecito.» Sí, Philip, yo soi tu padre; yo conozco tu honradez, sé cuanto me amas; aun después de mis días, no serás pobre. Te aseguro que si mi Matilde..

(Se enternece).

Philip. Es alguna hijita vuestra? No: no sois casado.. aunque los hombres..

Faber. Tráeme tu libro, Philip.

(Philip sale por

el libro).

Faber (solo). Todo se conjura para traerme a la memoria a Ester i a Matilde. Parece que me persiguen sus sombras.

(Philip entra con el libro i lo entrega).

Faber. Bien: deja arreglados esos papeles.

(Vase Philip).

(Faber se sienta a hojear el libro i considerar sus láminas).

ESCENA II

FABER Solo

Faber. Esta es la emperatriz Catalina II, llorando sobre el sepulcro del sabio Juan Bernoulli.-Era destino de los Bernoullis hacer derramar lágrimas, i conducir a la soledad de los sepulcros.

(Sigue hojeando).

Aquí.. ¡qué hermoso está el carro del sol gobernado por Jaime Bernoulli! Éste no quiso casarse; miró con desdén la tierra manchada con infidelidades e ingratitudes.

(Melish aparece en la puerta dando tres golpes con el bastón sobre el pavimento).

ESCENA III

MELISH I FABER

Melish. Anda por aquí mi caro amigo Faber?
Faber. ¡Oh amable Melish!

(Se abrazan tiernamente i toman asiento). Melish. Llegué há tres días de Baltimore, i anoche supe que estabais en Filadelfia.

Faber. ¿Cómo os ha ido en vuestra espedición? Melish. Todo ha sido felicidad. Cuento con el favor de los americanos para la impresión de mis viajes por Norte América.

Faber. La suscripción es segura: sabeis lo que son estos hombres; i la obra es tan interesante i honrosa a todo americano.. contad también con vuestros amigos.

Melish. Mil gracias.

Faber. Según me escribisteis, el estado de la sociedad en el país es cada día mas floreciente. La América se presenta en su pudor virjinal, i con todas las gracias de la juventud. Son rápidos sus progresos en la civilización, en las ciencias, en la agricultura, artes i comercio. La población se aumenta de un modo prodijioso.. Ya se ve: la libertad i la sabiduría de la constitución hacen milagros. En Pittsburg la población se ha mas que duplicado en diez años, i sus manufacturas rinden anualmente un millón de pesos..! En poco tiempo, las riberas del Ohio hasta Pittsburg se han cubierto de poblaciones. Los terrenos parecen todos jardi

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Melish. I lo que me encanta es que no se alteran,

sino que florecen mas i mas la frugalidad i la inocencia de las costumbres. La emigración de hombres útiles i de familias laboriosas i desvalidas crece por instantes. Todos hallan aquí su patria, i lo que no gozaban en su patria, la libertad i la seguridad, garantidas por leyes paternales e imparciales. ¡Espectáculo asombroso! las jentes, las familias de diferentes países, lenguas i relijiones, viven unidas en imperturbable paz, hermandad i caridad. Todo esto, i los movimientos de SudAmérica, me persuaden que, bajo los auspicios de la Divina Providencia, el nuevo mundo va a abrir los brazos para amparar a la especie humana, fujitiva de las opresiones de la Europa i aun del Asia. Faber. Aun estamos en el gran proyecto de formar una vasta colonia de orijinarios de África, donde los pobres negros vivan libres i contentos gobernados por nuestras leyes i por gobernantes electos por ellos mismos. La lejislatura de Virjinia está mui empeñada en tan sabia i humana empresa. Melish. Lo harán los americanos. . Tienen grandes hombres, virtudes i riquezas. El cielo los bendice. Ya se ve: ¡cómo no ha de bendecir el cielo al asilo de la humanidad infeliz! Las oraciones de las mujeres de este país, los ruegos i los suspiros de unos corazones tan puros, tan compasivos i relijiosos, harán que lluevan las bendiciones del cielo sobre la afortunada América.Os referiré lo que vi i observé en Wallingford, en Harmonía i en Baltimore. Conozco vuestro carácter; os agradará esta breve relación.

Faber. Ojalá os oyese yo hablar desde la aurora hasta la noche.

Melish. «Se reunieron en sociedad las doncellas de la deliciosa villa de Wallingford en el estado de Connecticut. Elijieron a una de ellas para que fuese guardando el dinero que resultaba del cultivo de las hortalizas, que aquella amable sociedad enviaba a vender en la plaza de Hartford. Pasado algún tiempo, la tesorera informó a la sociedad que ya tenía una cantidad de pesos mui considerable. Las jovencitas se juntaron en congreso en el campo para deliberar qué harían de tanto dinero. Resolvieron a pluralidad de votos edificar una iglesia. Lo hicieron; el templo es precioso». Lo he visto, como leereis en mis viajes. Me hallé en la dedicación del dicho templo.

Faber. ¡Qué gracia! ¡Si estas criaturas son admirables! ¿I cómo fue la dedicación del templo?

Melish. Sabeis cuán respetadas son las doncellas en este país; que salen solitas, i que no hai hombre alguno que se atreva a hablarles una palabra. Sabeis también cuán respetada es la propiedad. Ellas resolvieron en su congreso que no asistiesen hombres a su función, esceptuando el majistrado del pueblo. Un hijo de Sud América i yo obtuvimos licencia para asistir por ser estranjeros; pero con la condición de ir con el majistrado, que nos llevó allá junto al altar. Luego las doncellas cantaron con voces de ánjeles en inglés el salmo ciento cuarenta i siete, que parece el himno patriótico de las Améri

cas. Concluído el salmo, la bellísima joven que presidía la sociedad, se puso en pie; i estendiendo los brazos i elevando al cielo sus hermosos ojos, dijo en tono profético: Dios bendijo a los pueblos de la América. El gran Dios es custodio de la patria. Otras naciones no fueron tan felices. Alabad al Señor i dadle gracias.

Permanecieron en oración como media hora, hasta que el majistrado dio con el bastón tres golpes en el pavimento i dijo: La iglesia queda consagrada al Ser Supremo, i cada una puede retirarse en paz.»> Faber. ¡Qué hermoso está todo esto! ¡Seguid ha

blando!

Melish. Nunca se borrarán de mi memoria los floridos campos, las florecientes fábricas, las habitaciones elegantes, las costumbres cándidas i amables del pueblo de Harmonía.

Sabeis que el sabio i virtuoso Rapp en 1804 condujo a América ciento sesenta familias disgustadas del espíritu intolerante del consistorio luterano de Wurtemberg en Alemania. Ellas se reunieron en sociedad i formaron un pueblo; i en memoria de sus sentimientos fraternales lo llamaron Harmonía. Vereis en mis viajes sus progresos rápidos, sus manufacturas, i la riqueza, abundancia e inocencia con que viven en común. La unión de sus matrimonios es inalterable; las doncellas son mui honestas i laboriosas; los hombres sobrios i trabajadores. «Todavía no ha habido un delito que castigar.» Estuvimos en su templo i oímos sus himnos armoniosos.

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