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dados. Salióle a recevir el Sargento Mayor con el tercio de San Felipe y todos los indios amigos y los caciques que avian venido de la tierra adentro, que tuvieron harto que ver en tanto lucimiento de soldados. Alli en la estancia de el Rey halló el Marques que le estaban esperando para darle la paz los pegüenches y los puelches, nacion que la una habita en la cordillera nevada y la otra en la otra banda, en las pampas que van a Buenos Ayres, que con las noticias y buenas nuevas que Lincopichon les avia embiado del agrado y buen agasaxo de el Marques, vinieron a rendirle sus personas, sus armas y su flechas, traspasando los montes. Vino el Toqui general llamado Ruya acompañado de los caciques Antemones, Quiñemanque, Curilebi y otros, todos vestidos con sus galas de pellones de guanacos pintados y tigres de varios colores, cabellera larga, aljaba al hombro, una corona o cerco de lana de muchos colores en la cabeza y atravesadas muchas flechas al rededor de la cabeza, trage que los haze ferozes y semexantes a los salvages entre quienes habitan. Alegróse en extremo el Marques de ver que de tan lexas tierras viniessen a darle la obediencia, y por amansar fieras con su agasaxo y que se viesse por experiencia que hasta las fieras se rinden y domestican con el buen trato y el alago, los regaló y agasajó con singulares caricias.

Mientras llegaba el campo de Arauco a encorporarse con el de Yumbel, confirió el Sargento Mayor Pedro Ramirez con el Marques si seria bien despachar adelante a los huespedes caciques para que avisassen como ya iba marchando su Señoria y convocassen su gente para el puesto señalado de Quillin, y aunque fuera mexor hazer confianza de ellos y embiarlos luego, porque siempre la detencion les es molesta y sospechosa de que les quieren hazer al

gun mal, todavia le pareció al Gobernador mas conveniente detenerlos en su campo por la cautela de que los daños no prevenidos despues causan arrepentimiento sin remedio, y dispuso que se detubiessen los caciques y sirviessen de prendas para que los nuevamente confederados, si tenian algun mal intento o pretendian hazer algun movimiento, se rescatassen por tener entre nosotros caciques de tanta importancia y prendas para la seguridad; pero impaciente de tanta detencion, se escapó el cacique Catupillan, que significa Cielo dividido, y apartándose de los demas al disimulo con achaque de buscar su caballo, dexando un capotillo que le avian dado, la silla y freno, saltando en su caballo en pelo, se desapareció, dexando corridos a los caciques sus compañeros y indiciados de sospechosos y por traidores de alguna conjuracion o algun mal aviso. Sintiéronlo en extremo y dieron satisfaccion de sa inocencia y de la fidelidad de su trato y pedian que se buscasse con diligencia el fugitivo y con tormentos pagasse su liviandad y confesasse los intentos con que se huia, y ellos quedassen purgados de la sospecha. Salieron el Teniente Diego Jaque con treinta arcabuzeros y el comisario Domingo de la Parra con los amigos de San Christóval hasta la cordillera y no pudieron dar con él, sino con el rastro que iba dexando. Consoló el Gobernador a los huespedes, dándoles a entender que tenia mucha satisfaccion de su fidelidad, y fué marchando el exército con mucho concierto y orden militar hasta Quillin, aumentándose el gusto de el viage a cada paso y asegurándose las sospechas de algunos por salirle a ver al Marques differentes caciques, y lo que mas le aumentó el gusto fué salirle al encuentro muchos españoles y españolas captivas que trahian los caciques y se los offrecian, dándoles libe

ralmente y sin pedir precio del rescate la libertad descada y haziéndole redemptor de tantos captivos, que alegres de verse entre christianos llamaban al Marques su redemptor, su padre y su Moises que los avia sacado de las tierras y poder de Pharaon. No podia el Marques contener las lagrimas de gozo de ver tanto captivo redimido y tantos españoles y españolas cu tan misero estado y desnudos, vestidos solo con una camiseta, descalzos de pie y pierna y descubiertas las cabezas, y daba por bien empleada su venida al Reyno y todos sus trabaxos por premiados con hazer a Dios y poderle offrezer un servicio tan agradable como ser causa de la libertad de tantos captivos. Salieron de el captiverio Don Pedro de Soto, persona principal que desde pequeño le captivaron en Valdivia y con su muger vivió siempre en tierra de el enemigo, que fué una señora noble llamada Doña Anna de Santander, y como no avia cura con quien casarse, hizieron entre sí sus conciertos y matrimonio clandestino, de que tubieron muchos hijos lejitimos, blancos y rubios, sin saber la lengua española ni tener mas que algunas luces confusas de las cosas de Dios.

Salió tambien a recevir al camino al Marques el cacique Caniuñancu con cincuenta indios y offrecióles un español captivo antiguo llamado Rodrigo de Cuevas, y a Doña Gerónima Carlos, a Doña Mariana de Soto y a Doña Maria de Santander. El cacique Clentaro, de Boroa, traxo tambien ocho españolas captivas al Gobernador, embiado de Chicaguala; a Don Lope de Inistrosa, hiyo de Don Gregorio de Inistrosa, de quien digimos arriba que le captivaron niño y despues que salió de Captiverio fué Gobernador de el Para

guay; y a Doña Aldonsa de Castro y Aguilera, madre de Don Antonio Chicaguala, que niña la captivaron y por ser persona tan noble se abian hecho muchas diligencias para sacarla de captiverio, sin averlo podido conseguir, y ahora la embió su hixo Chicaguala a que viviesse entre los españoles y se la presentó al Marques por triunfo de sus rescates para que pudiesse gloriarsse que con la paz avia alcanzado lo que ningun gobernador avia podido conseguir con la guerra (1).

Hizo el Marques reseña de su gente en el camino y halló mil y trescientos soldados españoles, y novecientos y cuarenta indios, que hazian todos un copioso y lucido exército. Y diziéndole el Maestro de campo Alfonso de Villanueva Soberal, hombre prudente y que sabia el sentimiento que hazian los indios de que los llevassen como presos con el campo, que los dexasse ir adelante a prevenir su gente para juntarse en Quillin y hiziesse confianza de ellos, porque se daban por muy sentidos, le ordenó el Marques que fuesse en persona y les digese a los caciques que ninguno se apartasse de alli, y que si querian embiar a prevenir algo, que embiassen sus soldados y indios ordinarios; y llegándoselo a notificar el Maestro de campo a los caciques, oyendo esto Liencura, indio altivo y mal sufrido, juzgando que se tenia poca confianza de él y de su buen trato, teniéndolo por agravio, echó mano a un alfange, haziendo ademan de que1er matar al Maestro de campo, aunque se perdiese todo lo trabaxado; mas el Sargento Mayor Pedro Ramirez Zabala, con prudentes razones, le ataxó y satisfizo, diciéndole que no mandaba el Marques que él y los demas caciques él y los demas caciques quedasen presos

(1) Estos entroncamientos son el orijen de los hermosos indios boroanos, que existen todavía, con fisonomías aguileñas i en ocasiones con ojos azules i pelo rubio.

ni los detenia por desconfianzas, sino por valerse de su consexo y llevarlos por guias de su camino. Y tomando la mano el cacique Clantaro, afeó el atrebimiento al otro cacique y dixo que alli avian venido a dar la obediencia al Marques, y que pues estaban sugetos a su voluntad, hiziesse de ellos lo que gustasse; que si los detenia para consegeros era honra muy grande, y si por sospechosos mayor fabor, porque presto se desengañaria y estimaria mas su lealtad y las finezas con que le servian.

| denada fuga y infame hecho, le quiso dorar con hablar a los caciques en favor de los christianos, aficionándolos a su amistad y a que diesen la paz; y como este español se ubiesse aplicado a sombrerero, oficio que no avia entre los indios y por el qual le estimaban mucho, y con el oficio ubiesse ganado hazienda y adquirido muchas mugeres; como los indios le respetaban mucho y tenia con ellos grande autoridad, y principalmente por saber leer y escribir, que avia sido estudiante y colegial en Quito, y por su medio escribian los caci

Como llobia gente al camino a ver al Marques, le llegaron mensageros y caciques y trataban los rescates y cosas de imques de la Imperial con cartas de el Ca- portancia quando eran enemigos, y en esta pitan Francisco de Almendras, que desde ocasion de las pazes le oyeron todos muy el alzamiento general estaba captivo y le bien y él escribió varias vezes lo que se cogieron mancebo en Valdivia y se crió trataba, correspondiéndose con el Marques, entre los indios, y para buscar la vida y y quando le salió a ver al camino recivió tener cabida- se dió a herrero, con que ga- mucho gusto de verle y le perdonó todo lo nó mucho y tubo muchas mugeres, como pasado, agradeciéndole lo mucho que avia los indios, y gran numero de hixos y nie- trabaxado en aficionar los indios a la paz, tos. Este español sabia leer y escribir muy muy dió dió por nueva cómo ya venian a tropas bien, y desde la Imperial escribia siempre a juntarse en Quillin indios y indias, hasa los gobernadores dándoles muy buenos ta las viexas y niños, por ver al Marques, avisos y noticia de lo que pasaba en tie- y que todos tenian muy buen deseo de rra de el enemigo con muy buen zelo y estar de paz y no faltar a ella por ningun fidelidad; y ahora escribió al Marques có- acontecimiento. Marchaba con esto el exérmo todos los caciques de toda la tierra y cito muy contento y descoso de ver un particularmente los de la Imperial, donde dia tan alegre como el que esperaban él estaba, le iban a ver, gozosos de su veni- viendo a toda la tierra de paz. da y con deseos de hazer unas pazes firmes y estables; que no tubiesen recelo, que sus corazones están muy conformes y unidos para dar la paz y perseverar en ella, que mucho ha lo deseaban, y no avia faltado por los indios, sino por los españoles, que no se la avian querido admitir, causando tantas muertes y daños en la

guerra.

Vino tambien Gaspar Alvarez, español, que aviéndose huido de el tercio de Arauco, donde era soldado, siendo mozo y de poca esperiencia, arrepentido de su desor

Quando llegó el exército al hermoso y dilatado valle de Quillin, vió coronados todos los montes que le rodeaban de indios que festivos y vestidos de differentes colores parecian guirnalda de los montes y primavera de los campos. Y con ser a seis de Enero y la fuerza de el estio, el valle con lo florido de el exército español parecia un jardin ameno. Fué dia alegre para todos, assi españoles como indios, que admirados de ver tanto lucimiento de armas, tanto numero de soldados y indios amigos, y que ya aquellas armas que an

tes miraban con terror y para su destruccion, ya las admiraban con gusto para su amparo y defensa. No se podian contener sin ir a dar de tropel la bien venida al Marques y los parabienes a los españoles y indios amigos, abrazándose todos como si ubieran sido grandes amigos toda la vida. Aloxóse el campo con el concierto que suele y esta vez en forma de corona, dexando una gran plaza en medio para hazer el parlamento. Aloxáronse a los costados los amigos antiguos con la cerca ordinaria de empalizada y los amigos nuevos se fueron a sus aloxamientos, derramándose por aquella campaña y quebradas cercanas para volver el dia siguiente, en que se cantó una misa con gran solemnidad, pidiendo a Dios el buen suceso de las pazes. Confesaron y comulgaron muchos, que el Padre Francisco de Vargas de la Compañia de Jesus, confesor de el Marques, y su compañero (1) exortaron al exército a obligar a Dios con oraciones, confesiones y buenas obras para el buen fin de aquellas pazes, y con el deseo de la conversion de aquellos infieles, como mi

sioneros apostólicos, confirmaban al Marques en el buen propósito de recevirlas y le ayudaban mucho a agasaxar a los indios traherlos a la paz.

У Quando fué hora de juntarse, hizieron señas los clarines y las caxas, y cogiendo las centinelas las eminencias de los montes y la caballeria los costados, hizo la infanteria un esquadron, assi para la seguridad como para ostentar las armas. Púsose el Marques armado de punta en blanco en la plaza que estaba hecha en medio de el quartel, acompañado de los capitanes reformados, y por el un costado vinieron los indios que de nuevo daban la paz, en numero de ciento y setenta caciques y mas de dos mil indios de lanza, todos sin armas y con ramos de canelo en las manos en lugar de lanzas, en señal de paz, y por el otro costado entraron los indios amigos, y saludándose los unos a los otros y abrazándose con sumo contento por verse ya amigos los de una sangre y que antes se la querian beber los unos a los otros, sentáronse por su orden y comenzaron los parlamentos.

(I) Este compañero tan modestamente aludido es el mismo Rosales.

CAPÍTULO VII.

Razonamiento de el Marques de Baydes a los indios para el asiento de las pazes y los parlamentos que hizieron los caciques que las dieron, y Catumalo exhortándolos a la firmeza de ellas.

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Razonamiento de el Marques a los caciques. — La piedad de el Rey, que no les ha querido mal aunque han hecho guerra. Que los ha procurado reduzir por medios suaves, y por averse empeorado ha usado del rigor. - Que se sugeten a Dios y a la justicia. Que el Rey no los quiere acabar sino conservar para que sean christianos. El fin de las conquistas no es oro, plata ni hazienda, sino la salvacion de sus almas. Que se tengan lástima a sí y a sus hixos y haziendas. - El gusto de todos fué grande de oir al Marques. - Offrecen sus tierras y sus personas. Esta es mayor victoria rendir voluntades sin armas. Que no les faltaba gente con que hazer la guerra. - Que quisiera que fueran mas para tener mas que ofrezer. Que hasta aqui se han unido solo en hazer guerra, y ahora en dar la paz. Que no oyga chismes contra ellos. Que no son tan irracionales que no conozcan su bien. —Si todos los Gobernadores ubieran sido assi, otra estubiera la tierra. — Ya correrán las fuentes aguas cristalinas, no ensangrentadas. — Que les dé buenos ministros y buenos curas. — Que los agravios los levantaron y endurecieron. - Partes de Butapichon y su razonamiento como general de la guerra. Que estime el Marques la victoria que oy alcanza sin armas. Que no dan la paz por necesidad ni falta de poder. - Que muy bien les iba con el pillage de la guerra. Que buenos testigos tienen de la sangre derramada y de los cueros de españoles.-- Que las Cangregeras con sus vocas publican sus victorias. — Que el capoton de Don Francisco Lazo y la cruz rox dirán su valor. Que todas estas victorias le levantaron a las estrellas y quiso levantarse con ellas. Que esto levanta al Marques sobre las estrellas, pues le pone sobre todas ellas. - Habla Llancagueno por los caciques y republicanos amigos. - Habla Catumilo por los soldados y responde a las arrogancias de Butapichon. — Dízeles que los ha echado de sus tierras. — Que no los ha dexado a sol ni a sombra, ní dormir con sosiego ni en sus casas. Que le soñaban que ni perros ni gallos tenian porque no les descubriessen. —Que agradezcan al Marques que los admitan a la paz y les dé sus tierras. Que traten verdad, que bien se conocen unos u otros las mañas.

Quiso el Marques ser el primero en dar la bien venida a los caciques y en hablarlos para afirmarlos en la fee y lealtad que debian a su Magestad, y assi, por medio de el capitan Miguel de Ibanzos, lengua general, los habló de esta manera: "Caciques nobles, Toquis generales, soldados valientes, que con tanto esfuerzo y valor aveis sustentado tantos años la guerra, consumiendo en vano vuestras haziendas, acabándoos los unos a los otros y menoscabando vuestras familias con porfia y sin fruto, huyendo de vuestro bien, cerrando los ojos a la luz de vuestras almas

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y negando la obediencia a Dios y a la Iglesia y a vuestro Rey y Señor, que como a hijos y vasallos queridos os ama y con piedad de padre y señor os desea todo bien: Sabed que me ha embiado a esta tierra a que como ovejas perdidas os busque, como errados os endereze, y como a ciegos os alumbre, para que conozcais vuestro bien temporal y espiritual. Es nuestro Rey y vuestro tan piadoso que os perdona generalmente todos los yerros, y facil y suave os condona todos los delitos que contra su Real Magestad aveis cometido, que como está en lugar de Dios, obra como

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