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CAPÍTULO IV.

Húyense a tierras del enemigo el hijo de Pelantaro y su sobrino, ya cristianos, y cogidos les quitan las cabezas. Hacen los de Chiloé una maloca a Valdivia y piérdese el navio con trescientos indios y veinticinco españoles. Sale de cautiverio el Capitan Marcos Chavari y da razon del enemigo.

Publica la tasa confirmada por el Rey. - Manda suspender la tasa a peticion de la ciudad. Trata de huirse al enemigo el hijo de Pelantaro y de Unabilu. - Eran ya cristianos que confesaban y comulgaban a menudo,--El Padre Valdivia los habia enseñado a leer y escribir y rezar el rosario y el oficio de Nuestra Señora.-Lláma los la patria y húyense. Estánse un mes emboscados para divertir a los que les fuesen a buscar. - Cogen los pasos de Biobio y fué de importancia su prision. - Ponen sus cabezas en tres palos. Tratan los caciques de Repocura de irse la tierra adentro. Contradicelo Lientur y dice que defiendan sus tierras.-Que no hagan caso de las valentias de los españoles. — Que el Gobernador amazará los brios en peleando con él. Aprueban todos su parecer y determinan pelear con el Gobernador. Sale a aquellas horas con estar enfermo. Camina en una noche once leguas y llega a Yumbel. - Retirase el enemigo y vuelve a la Concepcion. Entran dos socorros de gente del Perú. Envia a Don Pedro Paez a Chiloé y que maloquee en Valdivia. Pérdida de casi trescientos indios de Chiloé y muchos españoles en una tormenta.-Sale de cautiverio el Capitan Marcos Chavari con dos señoras. - La estimacion que los indios hacian de Chavari por ser tan gran soldado y saber tan bien su lengua. Relacion del Capitan Marcos Chavari al Gobernador. - Que los indios, aunque barbaros, son amigos de la verdad y buen trato, y por el que él hizo le guardaron la vida. - Que por faltarles a la palabra se han levantado siempre y por el mal tratamiento.— Que los ciento diez caciques que vinieron a dar la paz traian buen ánimo y él se le puso. Que se perdió una buena ocasion para poner de paz a Chile y no han querido comenzar ellos la guerra. Que ya Lientur y otros tratan de pelear con el Gobernador. Que los enemigos pasaban grande hambre y no habian sembrado por las malocas, y que él se ofrecia a guiar a las que se hicieren.

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Bajó el gobernador a la Concepcion para la espedicion de algunas cosas, en la cual hizo publicar la tasa que su Magestad confirmó para que no hubiese servicio personal y ordenó que los vecinos feudatarios residiesen en sus encomiendas con pena de perdimiento de ellas, cuya tasa mandó otra vez de nuevo que se suspendiese y que cesase la ejecucion por peticion que aquella ciudad metió, alegando su menoscabo, hasta que su Magestad proveyese

otra cosa.

En este tiempo el hijo de Pelantaro y su sobrino, hijo del cacique Unabilu, llamados el uno Don Felipe y el otro Don Lope, de quienes dijimos arriba que se habian bautizado y casado con indias principales de la Concepcion, vivian junto a ella en una rancheria que pretendieron que fuese ciudad de indios cristianos y que a ella se agregasen otros muchos. Y el Padre Luis de Valdivia habia puesto mucho cuidado en la enseñanza de estos dos hijos de caciques tan principales, asi por

el celo de aprovecharles en el conocimiento de nuestra relijion cristiana y guarda de su lei, como por haberlos encargado tanto Pelantaro que los enseñase y cuidase de ellos como de hijos propios, enseñándoles todas las cosas cristianas, y el padre lo hizo con tanto cuidado que se dieron mucho a la virtud, confesando y comulgando mui amenudo, y los tenia enseñados y industriados a rezar su rosario y a leer y escribir y que rezasen las horas de nuestra señora.

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Y despues que el Padre Valdivia se fué a España quedaron a cargo de los padres de la Compañia, continuando su buen modo de vivir, sirviendo en el colejio y ayudando a las misas, hasta que este año, en el gobierno de Don Luis Fernandez de Córdova, se juntaron con un mulato casado en la Concepcion y trataron entre los tres de irse al enemigo, porque como vieron que volvia otra vez la rra y que se habia de cerrar la puerta con eso para volver otra vez a su tierra, aunque ya eran cristianos mui ladinos y españolados y tan devotos al parecer, el interior afecto a la patria y a los suyos les tiró, y despues de haberlo andado trazando cerca de un año, se huyeron al enemigo y a sus tierras naturales con las dos mujeres y se emboscaron en un monte, dos leguas de la Concepcion, donde estuvieron un mes entero discurriendo bien que en echándolos menos los habian de ir a buscar por todos los caminos y seguirlos, y que en perdiendo la esperanza de hallarlos y cuando ya estuviesen los españoles en persuacion de que habian ganado sus tierras, saldrian y hallarian los caminos libres de los que los buscasen, y asi salieron con buen matalotage al cabo de un mes y pasaron con seguridad el rio de Bio-Bio, que era el mayor riesgo; pero quiso nuestra ventura y su desgracia que los indios de

Talcamavida hubiesen salido a una maloca de la otra banda de Bio-Bio y que cojiesen rastro de jente y siguiéndolos dieron con ellos y los prendieron. Fué esta prision de mucha importancia y de grande gusto para todos, porque habian puesto mucho cuidado con su huida por ser indios tan prácticos y criados entre los españoles, que habian guiado a malocas y si acaudillaban jente en su tierra nos podian hacer muchos daños. Mandóles cortar las cabezas el gobernador y ponerlas en tres palos, para ejemplo de los demas indios, en los altos de la Concepcion de donde se huyeron.

Los caciques y capitanes de la provincia de Repocura, viendo que estaban como piedra en el camino, que todos topan en ella, trataron de quitarse de él y entrarse la tierra adentro, y para esto hicieron un conclave de todos los caciques y propusieron: como ya los españoles habian comenzado a abrir la guerra y no les habian querido admitir la paz y que ellos estaban en el paso donde era fuerza que dieran los primeros golpes, y a poco los habian de acabar, y asi que seria bien para su conservacion incorporarse con los de la tierra adentro y juntando las armas defenderse y poder hacer mal a los que se le intentasen. Levantóse a esto el valiente Lientur, el que en tiempo del gobernador Don Cristóval de la Cerda de amigo se hizo enemigo con toda su rancheria y despues nos hizo el daño que está referido, y dijo: que no convenia retirarse sino hacer frente y poner el pecho al trabajo y hacer oposicion a los españoles; pues querian guerra, hartarles de ella; que no quisieran ellos mas que sentir cobardia en los indios y vanagloriarse de que los hacian volver pies atras, y que ya que no nos habian podido llevar a sus tierras, nos habian aventado a las agenas, donde como

huespedes y estraños seamos maltratados y peor acogidos; aqui hemos de hacer pie, dijo Lientur, y clavando la lanza en tierra la puso por termino y raya de donde ninguno habia de pasar, ordenándoles que cogiesen temprano sus cebadas y se pusiesen en campaña para esperar al gobernador y pelear con él sin dejarlo pasar de alli, diciéndoles que no hiciesen caso de su valentia y arrogancia, que ya conocia a los españoles y se habia criado con ellos y que cuando vienen de Lima vienen mui arrogantes y echando valentias contra los indios y en viéndolos pelear dicen: no entendiamos que eran tan valientes, y nos cobran miedo. Este gobernador es mozo y todo fervor y llamaradas; no se ha visto hasta ahora con nosotros ni le hemos hecho oposicion ninguna, antes le hemos rogado con la paz y dejado que nos haga guerra y que comience a abrirla, probará nuestras manos y darémosle algunos golpes y luego le vereis como deshace la rueda del Pabon, y que si la fortuna les fuese contraria entonces podrian retirarse, pero que por un golpe solo, sin haber hecho resistencia ni probado las manos con los españoles, no era bien mostrar cobardia y volver pie atras.

A todos les pareció bien el consejo de Lientur, y en lugar de tratar de la retirada, trazaron de prevenir las armas y de echar centinela a lo largo para en teniendo aviso de que viniese el gobernador pelear con él y que supiese con quien las habia y que les sobraban alientos a los indios para dar mucho en que entender a los suyos.

Entró el año de 1627 y a los dos dias de Enero llegó nueva del capitan del fuerte de San Cristóval, que lo era Francisco Hernandez Matamala, soldado de mucho cuidado y vijilancia, diciendo que estando nuestras centinelas velando sobre los pasos del rio de la Laja habia dado una tropa

de cuarenta indios de a caballo sobre ella y pasado el rio de esta parte y demostrándose otra de hasta sesenta, y que queriendo los centinelas reconocer bien si eran enemigos, los apretaron tanto que los hicieron retirar al fuerte. Llegó este aviso al gobernador Don Luis de noche a la Concepcion y con estar convaleciente de una indisposicion que habia tenido grave y sangrado muchas veces, se levantó a aquellas horas y dentro de media hora ya estaba a caballo y caminando al arma y marchó toda una noche. Adicionaron la salida algunos perezosos que no quisieran dejar sus comodidades ni que los sacase de ellas tan aprisa, condenándola a precipitacion, y fué injusta esta condenacion, porque en semejantes ocasiones la presteza y la diligencia es madre de la buena ventura, y en uno que gobierna la diligencia y la audacia hace a los soldados prestos y animosos al ejemplo de su general, y su intento fué salir con el sargento mayor y su tercio en alcance del enemigo para alentar a los soldados con su presencia; pero aunque caminó en aquella noche en ocho horas once leguas, no le pudo alcanzar, porque ya habia salido con el tercio en busca del enemigo y no le pudo alcanzar, porque siendo sentido de las postas se retiró a sus tierras con solo un caballo que cojió, aunque otros dicen que con mas, en que no hubo cosa cierta. Admiróse el sargento mayor de ver al gobernador y que hubiese venido al socorro con tanta ligereza, y por estar enfermo le rogó que se volviese a la Concepcion, mas no fué posible que lo hiciese, sino que quiso asistir con sus capitanes al resguardo de las sementeras de su Magestad, hasta que la enfermedad le apretó mas y le obligó a volverse a la Concepcion a mirar por su salud para trabajar despues mas en la guerra.

Favorecíanle a este caballero en este tiempo los buenos sucesos y poníanle en la cumbre para declinar despues: que esto tienen todas las felicidades, que en llegando a lo alto de la rueda, como siempre va dando vueltas, vuelven a bajar. A los siete de enero le llegó el contador Don Pedro Arias de Molina al fuerte de la Concepcion con el real situado; recibió con él cincuenta soldados y por capitan de ellos a don Pedro de Avalos, y dentro de breves dias otra leva con el capitan Don Francisco de Mogollon, primo del marques de Montora y práctico en esta guerra, que despues fué maestro de campo por el rei en Lima. Socorrió luego a Chiloé con ropa y gente por la poca que aquella provincia tenia para su conservacion, y con ella al general Don Pedro Paez Castillejo por cabo de aquella provincia, con orden que dicen tuvo tambien del virrei de que entrase con toda la fuerza que pudiese en el puerto de Valdivia y maloquease toda aquella tierra y la atemorizase para que diesen aquellos valles la obediencia y ayuda a su Magestad para la ciudad que intentaba poblar en aquel puerto y para estorbar al ingles que no se apoderase de él, como lo intentó despues. Y por el infortunio que a Don Pedro Paez le sucedió, que fué mui grande, se discautó despues que esta jornada se habia fundado, mas en codicia de coger piezas y hacerse de esclavos, que no en conveniencias de estorbar al ingles la entrada, que esa se habia de estorbar poblando y no maloqueando. Finalmente, él vino en un navio con trescientos indios de Chiloé y muchos españoles a maloquear a Valdivia, y siendo sentido no hizo nada y de retirada tuvieron una tormenta tan grande que dió el navio a las peñas y se hizo pedazos, ahogándose casi todos los trescientos indios y veinticinco españoles, y los pocos que sa

lieron a las peñas tan maltratados que milagrosamente llegaron a Chiloé, donde fué grandisimo el llanto por la muerte de tanta gente y por la ruina de aquella provincia.

Removió el gobernador el puesto de maestro de campo por dárselo al maestro de campo Alonso de Miranda Salon, persona cuerda y de buen gobierno en la república, y puso por sargento mayor a Juan Fernandez Rebolledo, por su buen nombre, y dió compañias de a caballo a Don Francisco Sotelo y a Don Francisco Mogollon, por honrarlos con estos puestos antes que se volviesen a Lima.

Trajeron por este tiempo unos indios del enemigo al capitan Marcos Chavari y a su hermana Doña Isabel Chavari y a otra señora llamada Doña Juana Sepeda, cosa que mucho desearon los Gobernadores y habian encargado los virreyes, solicitando su rescate. Por haber sido el capitan Marcos Chavari uno de los grandes y azañosos capitanes que tuvo este reino y que hizo famosos hechos en el alzamiento general, hasta que le cautivaron en la Villarica, y por ser hombre de tanto nombre y tan grande lenguaraz en la lengua de estos indios, le trataron en el cautiverio con mucho respeto y estimacion. Fueron parte para el rescate las muchas diligencias y las muchas pagas que el gobernador Don Luis dió a tres caciques que se ofrecieron a traerle hurtado y escondido de lo interior de la guerra, porque como los indios le querian tanto, no querian darle por ningun ningun precio; y asi se tomó esa traza de que otros fronterizos le hurtasen, como lo hicieron por el interes de las pagas, los cuales le trageron al fuerte de el Nacimiento a escondidas, al cabo de veintiseis años de cautiverio, de donde salió ya viejo y lleno de canas, quebrantado de los trabajos y con algunos achaques, pero en su

persona mostraba sus brios y grande valor, y en su talle, que era alto y bien dispues to, daba a entender haber sido formidable al enemigo. Tuvo el gobernador y todo el egercito grande gusto con su vista y él le tuvo mayor por verse despues de tantos. trabajos con los suyos y en tierra de cristianos.

Quiso el gobernador saber dél todo lo que pasaba en tierra del enemigo y el modo que podria tener de hacer la guerra, como de persona de tanta verdad, esperiencia militar y que acababa de salir de entre ellos y tenia tan penetrados sus pensamientos y designios, y el capitan Marcos Chavari, que era hombre de mucho peso y de gran razon, la dió de todo, diciendo:

"Señor: estos indios, aunque son barbaros, son mui amigos de la verdad y de que se la guardemos en los tratos, y por haberla conocido en mí he tenido tanta cabida entre ellos, y aunque su mayor blason es matar a un capitan que reconocen que es valiente y hazañoso y beber su chicha en su cabeza, y algunos pretendieron hacer lo mismo con la mia a los principios por haberles muerto tantos indios, con todo eso, todos, los mas, me defendieron, por quererme hacer esa lisonja de decir que yo era hombre que siempre los habia tratado con verdad, y que antes era de mas estima el haber muerto a muchos, pues habia sido en la guerra y no con malos tratos. Y la causa de haberse estos levantado tantas veces, como yo lo he visto y ellos siempre han referido, ha sido por no haberles guardado la palabra en lo que les prometian en nombre de su Magestad y por malos tratamientos. Ahora, cuando vinieron los ciento diez caciques a dar la paz, es cierto, y yo lo supe mui bien, que todos viuieron con mui buen ánimo y deseo de perseverar en nuestra amistad; y en ese tiempo estuve yo en Puren y tuve a

Liempichun, señor de aquella tierra, y a todos los caciques, mui sasonados y aficionados a la paz y a perseverar en ella; y entonces me digeron que ya se habia acabado la guerra y que ellos propios me traerian a la Concepcion en asentándose las pases, y que por decirles yo que se les guardaria todo lo que el rei les habia prometido, lo creian y querian venir a dar la paz, como vinieron. No se ajustó el recibírsela, y no sé por qué se perdió la mejor ocasion que ha tenido Chile de conseguir sus deseos, de ver acabada esta guerra; lo que sé es que el sentimiento y las lagrimas de los caciques fué grande, y que no quisieron ellos mover guerra, sino esperar a que se la hiciesen los españoles o que se mejorasen las determinaciones y los advirtiesen; pero como ya les han hecho algunas malocas, tratan de defenderse y de probar la mano, y están determinados. de pelear con vuesa señoria para ver como les va. Los que andan mas orgullosos y fomentan la guerra, son hasta ochocientos indios, los mas forasteros y serranos, y el que los rije y capitanea es el cacique Lientur, que de buen amigo nuestro, por mal agasajado se ha hecho valiente enemigo, y que lo que ahora trataban era de que en entrando el gobernador sobre sus tierras, habian ellos de dar sobre las nuestras por saber que quedaban desamparadas y sin fuerzas, y que les seria fácil el saquearlas y robar toda la hacienda de los españoles, y que al presente pasaban grandisima hambre, porque por temor de las entradas que el gobernador les habia hecho aquel invierno, no habian sembrado, sino que todo su cuidado habia sido guarecerse en los montes y que para cualquiera entrada que su señoria quisiese hacer estaba él mui pronto y dispuesto; que aunque viejo, cano y frio, conservaba el ardor juvenil y le podia

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