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Hizo el gobernador maestro de campo a Don Alonso de Figueroa por sus muchos méritos, valor, esperiencia y buen consejo y por tratarse de parientes, y trató con su consejo de despoblar la isla de la Mocha, donde están hasta trescientos indios con sus familias, por parecerle que los naturales de aquella isla daban armas y lanzas a los de tierra firme con quienes tenia la guerra. Y aunque al pasar por alli los navios se mostraban amigos y les feriaban cosas de comer, les tenian por neutrales, y lo mismo hacen con los piratas cuando llegan a su puerto, que les dan comidas y ferian con ellos lo que tienen. Ventilóse varias veces esta despoblacion y las personas pias la contradigeron con grande esfuerzo, diciendo que no era justo ni conforme a la voluntad de su Magestad desnaturalizarlos de sus tierras y ponerlos en perpetua servidumdre; y que siendo libres era un genero de cautiverio el entregarlos al servicio personal, que se debia quitar en los demas. Otros eran de parecer que era mejor sacarlos y que trabajasen en las minas y en las facciones de guerra, donde tendria el rei mas utilidad de ellos y menos enemigos, pues aunque no eran declarados, eran sospechosos. Venció la opinion pia y el parecer de los hombres doctos y desinteresados y dejaron estar a estos miserables indios en el estado en que hasta alli habian estado y en sus tierras. Ojalá se hubiera tratado de enviar

quien los doctrinase y convirtiese a nuesconvirtiese a nues

tra santa fe, que por estar en isla, apartados de tierra firme, no han podido ir a

predicarles los relijiosos, sino de paso, cuando pasan los navios, y se están en su infidelidad hasta hoi; pero muestran tener buenos naturales y aficion a las cosas de nuestra relijion católica.

Deseó el gobernador pasar el tercio de San Felipe al puesto de Yumbel por hacer alli plaza de armas para hacer la guerra como antes se hacia, y aconsejáronle sus capitanes que lo suspendiera hasta ver si venia confirmado del gobierno, que entonces le podia hacer de su mano y dejarle en perfeccion, porque si venia otro y decia que no era a su gusto, le habia de mudar. Y alentábale las esperanzas de la confirmaciou del gobierno el favor que tenia en el virrei y los buenos sucesos que en la guerra habia tenido. Y en este tiempo tuvo un buen suceso el maestro de campo don Alonso de Figueroa, que corriendo la playa de la costa hasta Tirua, imajinando que hallaria alli jente cojiendo marisco, cautivó diez indios principales y dos indios de cuenta que prometian buenas suertes si la fortuna quisiera y no diese la vuelta. Que hasta aqui fueron los sucesos favorables a este gobernador, siguiéndose felizmente los unos a los otros; pero como no consiste la felicidad de las armas en comenzar bien y assimismo de todas las demas cosas, sino en acabar bien, porque los fines coronan las obras y la palma no se da a quien comienza a pelear, sino a quien acaba victorioso, no consistió su fortuna en los prósperos principios que tuvo, sino en los adversos fines con que acabó, y aunque los principios merecen su loa y deben ser engrandecidos por ser muestra de su gran valor y ánimo, pero faltóles el complemento, que fué el buen fin. Hablábasse mucho entre los soldados, que siempre son agoreros y anuncian los males, que estas entradas tan a menudo y la codicia de las piezas esclavas y el interes de

ellas, avia de ser causa de algun notable suceso. Y todos los hombres entendidos y desapasionados han dicho siempre que esta esclavitud y estas malocas y el desorden de ellas por captivar esclavos que vender, ha de ser la perdicion de esta guerra y de este Reino, porque cada dia se va aumentando la sedienta codicia de los españoles y los ánimos de los indios se van endureciendo mas cada dia, y la esperiencia de los sucesos lo confirmará ser assi. Para la consultada poblacion que deseaba hacer en Yumbel el gobernador, pasó muestra general a los treinta y uno de octubre a toda la gente que avia sin sueldo dentro de su jurisdiccion con fin de asegurar aquella ciudad y su puerto, por nueva duplicada que tuvo de el gobernador de Buenos Aires de que el holandes pasa ba por el estrecho a infestar estas costas; y hallándose con doscientos hombres con armas, sin las que aquel pueblo tenia de guarnicion, previno al Probeedor general sacasse bueyes de Itata y Maule para acarrear maderas para la poblacion. Aseguraba esta determinacion que ciertos caciques habian dado la paz por la parte de la cordillera y una buena suerte que avia hecho en los enemigos serranos con quienes tenian guerras civiles; mas suspendióse todo por una nueva que tuvo de que se avian visto cinco navios de enemigos holandeses, con que ubo de dexar la poblacion y ocuparse en fortificar la ciudad de la Concepcion y su puerto, aunque despues no

ubo navios.

Salió el sargento mayor Juan Fernandez Rebolledo con ordenes de el gobernador a tierras de la Imperial a maloquear y coger piezas. Sacó consigo setecientos hombres de pelea, los trescientos españoles y los demas indios; y a dos jornadas cogió dos espias de el enemigo, y con ellas y otro indio de guia de los esclavos anti

guos se prometia una buena suerte. Passó el rio de Tabon y dexó su infanteria en sitio a propósito para su retirada, en un quartel bien fortificado a cargo de el capitan Diego Sarmiento Troncoso. Arrojó cuatro cuadrillas a correr la tierra, y con estar avisada hizieron una gran suerte y cogieron doscientas y sesenta piezas, y entre ellas cuatro españolas captivas y una mestiza; tres caciques principales y un toqui; quinientas bacas y muchos despoxos de llancas, que son sus diamantes, y mucha plata labrada que se halló de la que abian robado en la pérdida de la ciudad de la Imperial, hasta donde llegó una quadrilla, y se admiró ver las calles, que antes estaban tan aliñadas, hechas un bosque y habitacion de fieras; que de las casas que en otro tiempo eran palacios, solo se vian algunos paredones cubiertos de yerba y matorrales. Quemó mas de cuatrocientos ranchos, con grande cantidad de comida, y se retiró con sola la pérdida de tres hombres que halló menos cuando se recojió. Durmió aquella noche legua y media de donde maloqueó, con mucha vigilancia y con las armas en las manos, y por la mañana marchó, y si como hizo y dispuso la maloca, como tan buen soldado y vigilante, prosigue en conservarla, ubiera ganado grande fama; pero como la gracia de el saber nadar es guardar la ropa y la victoria no se canta hasta el fin, se le fué de las manos la ventura y perdió por un descuido lo que habia ganado con tantos desvelos. Y si la noche siguiente vela como la pasada, no le quita el enemigo la pressa ni le mata tanta gente como le mató por hallarle durmiendo.

Los indios de la Imperial, viendo que les trahia sus mugeres y hijos, se juntaron hasta setecientos, acaudillados de dos famosos capitanes, Lientur el uno y Leuquen el otro, y le siguieron determinados de restaurar el daño o morir, y con intento de dar en

el quartel de los españoles antes de amanecer y quando los españoles cansados estubiessen mas cargados de el sueño. El Sargento Mayor no pudo alcanzar aquel dia al puesto donde avia dexado la infanteria por traher un capitan muy enfermo y aver marchado poco a poco, y aloxóse en un quartel que hizo algo dilatado, disponiendo las postas y la vigilancia en todo como buen soldado. Y aquel dia se le vino al camino un soldado fugitivo que le vino a pedir misericordia, el qual le dixo que viviesse con cuidado, porque el enemigo le venia siguiendo con mucha caballeria, y que sin duda le avia de acometer aquella noche al cuarto de la segunda, porque venia determinado a hazerlo como lo avia tratado. Y confiado el Sargento Mayor en su buena estrella, le dixo: "Venga en hora buena, que aqui nos hallará;" y aunque puso todo el cuydado que debia en fortificarse, como los soldados estaban rendidos de el cansancio y faltos de sueño de aver velado la noche antes, se echaron a dormir, excepto las postas, las rondas y los batidores, que estos acudieron a su obligacion, pero el enemigo, al cuarto de la modorra, reconoció el aloxamiento, y ha llando a los españoles en silencio, hizo Lientur un razonamiento a sus soldados infundiéndoles ánimo sobre el corage corage que trahian por la pérdida de sus mugeres y hixos, y díxoles que aquella era la hora mas aproposito, por coger a los españoles dormidos con el cansancio y desvelo de las noches pasadas, y repartiendo la gente por los cuatro costados, dió a un tiempo, llebándose por delante las postas, rondas y batidores con el tropel y furia con que embistió.

Tocaron arma las postas, y el Sargento Mayor salió a la estacada de la frente, que por ser flaca la rompieron los indios: con él salieron algunos reformados de obliga

cion, y los demas, por ser gente recien venida de el Perú, se echaron al monte, siguiendo a un capitan visoño y mozo que en lugar de salir a pelear se metió en él. Acudió al otro costado el capitan Alonso Cid, soldado viexo y animoso, con el su teniente Juan de Zamora y otros diez soldados de brio. Resistieron estos valerosamente la belicosa soberbia de el enemigo, hasta que fué alzado este capitan dos vezes sobre las picas y dexádole por muerto de nueve heridas que le dieron. Desarmáronle y dexáronle desnudo, y mataron junto a él a su teniente y a otros tres soldados. El Sargento Mayor fué llebado de los enemigos peleando y resistiendo su tropel hasta cerca del monte, llamando a los soldados, que unos estaban durmiendo y otros en el monte, tan cargados de miedo como los otros de sueño. Y viendo que no salian a su llamado, usó de una buena estratagema, que fué cantar victoria y decir: ¡victoria, españoles, victoria! ¡que huye el enemigo! y a esta fingida victoria salieron los soldados de el monte y hecho un cuerpo con ellos, fué llebando los indios por delante, peleando todos, ya puestos en el empeño con valor y saliendo todos heridos y el Sargento Mayor, que peleó con extremada vizarria y valor, levantándole los enemigos en las picas y dándole tantas lanzadas que fué tenido por muerto, pero ayudaronle valerosamente cuatro yanaconas suyos, que nunca dexaron su lado y le libraron, y assimismo otros hombres de obligacion que perecieron junto a él.

La segunda tropa de enemigos, que dió a donde la presa estaba, toda la arrancó de quaxo y se la llebó, y solo quedaron seis piezas que por ser para poco no se fueron con las demas. Murió alli el capitan de los indios Leuquen y con él muchos de sus soldados. La tropa que dió en

las bacas y en los indios amigos que estaban en su guardia, no andubo perezosa, porque de prima instancia mató cuatro indios amigos y captivó a su capitan llamado Juan Alonso. Duró la pelea hora y media, hasta que vino la mañana, y ha lláronse muertos veinte y ocho españoles y hasta ochenta enemigos, sin los muchos heridos que de entrambas partes ubo. Llebóse el enemigo, demas de las piezas, mucho despoxo de armas y ropa y caballos, y a no embarazarse en el despoxo y en librar sus piezas, ubieran muerto muchos mas de los nuestros. Cortó el enemigo todas las cabezas de los españoles muertos y cantó victoria a la vista del campo español, puestos en un cerrillo, disparando un arcabuzaso y llamando a pelear a los nuestros. Y como quisiessen los indios volver a dar otra acometida, los abandonó Lientur diziéndoles que eran unos cobardes y codiciosos, que por la codicia de el despoxo avian perdido aquella noche la mexor ocasion que pudieran desear, pues los avia metido en el quartel de los espa⚫ñoles quando estaban durmiendo y pudiéndolos aver muerto a todos no lo avian hecho, y aora que estaban despiertos y con las armas en las manos los querian acometer para su destruccion. "No lo consentiré, dixo, por quanto ay; que no me está bien a mi presuncion, ni es bien po nerme a riesgo de perder la gloria de la victoria alcanzada:" con que, volviendo la rienda al caballo, se volvió con la presa para sus tierras, y el Sargento Mayor con buen orden para las suyas, todos tristes por aver perdido la buena suerte ya ganada y los soldados y despoxo que les llebó el enemigo.

Llegó la nueva al Gobernador, que estaba en la Concepcion, teñida en sangre, que de oirla recivió gran pena, juntamente con todo el Reyno. Mandó luego a su

Maestro de campo que saliesse con todo su tercio hácia Relomo y corriesse la tierra, para dar a entender al enemigo que no le faltaban fuerzas ni ánimo para oponérsele. Corrió sin recevir daño y saqueó la comarca y traxo treinta piezas; pero el cacique Lientur, luego que volvió victorioso de la suerte que tubo con el Sargento Mayor Juan Fernandez, celebró con las cabezas de los españoles una gran borrachera y las repartió por todas las provincias guerreras, provocándolas a pelear y y pidiéndolas gente para salir a la venganza contra los españoles. Y en esta ocasion hizo cargo a los caciques de Puren de que estando a las puertas de la guerra y teniendo tan buenos soldados, dexaban passar la tierra adentro a los españoles y trataban de pazes con ellos en daño de las provincias, y amenazándoles que los haria la guerra como a estraños si otra vez los dexaban entrar y no daban gente contra los españoles. Que se dexassen de paz, pues no se la querian admitir los españoles, y pusiessen centinelas en los caminos. y hiziessen frente a los altos, y para obligarles a tomar las armas les presentó algunas cabezas. Dieron los de Puren sus excusas de que tenian presentes los males que los españoles les avian hecho en el tiempo en que abian sustentado la guerra y que con ella no avian medrado nada, sino consumirse y acabarse, y que ya que se vian pocos, querian conservarse y no acabarse de arruinar de todo punto. Y que si querian que hiziessen la guerra como fronterizos, se viniessen a unir con ellos a la frontera los de Quecheregua y otros que por no hazer frente se avian metido la tierra adentro de la Imperial, y viendo los de la Imperial que esta peticion era justa, echaron de sus tierras mil lanzas y más de indios fronterizos que huyendo de la guerra se avian ido a sus tierras, y és

y

tos con los de Puren se unieron, y Lientur se halló con gente con que hazer la guerra para oponerse al Gobernador si saliesse a la venganza y para infestar nuestras tierras y estancias, y le laurearon levantaron de comun aplauso por general de las armas y caudillo de la guerra que intentaba hazer. Y de comun acuerdo repartieron los cargos de la milicia y sus fronteras en tres partes: a la parte de la cordillera pusieron al general Lientur; a Queupuante, gran soldado y capitan de mucho valor, que era señor de la costa, a la parte de la mar con toda la gente de Ilicura, Tirua, Repocura y Relomo, y a Pailaguala, capitan general de Puren, en el medio de toda la tierra y en el centro de ella: cuyas tres frentes son como tres puntas de un esquadron armado que nos las tienen puestas a los ojos y a los pechos, y abrazan toda la tierra fronteriza y la defienden, y a estas frentes y caminos llaman Utanmapu, y cada parcialidad defiende su camino, y en ocasiones de aprietos grandes se juntan todos, y este modo de gobierno han tenido para defender sus

tierras y infestar las nuestras, y los gobernadores y los españoles que no saben sus usos y modo de gobierno lo han ignorado.

Salió de este parlamento Lientur muy animado, y para coger lengua y saber lo que intentaban hazer los españoles dió con doscientos caballos ligeros en Quinel y saqueó lo poco que en aquella reduccion de amigos halló, que fueron doze piezas. Salió el Sargento Mayor Juan Fernandez en su seguimiento y dándoles alcance a veinte, que los demas avian sido mas diligentes en retirarse, les mató tres y les quitó la parte de la presa que llebaban y sus caballos, porque por escaparse los dexaron y se echaron al monte, que es su sagrado y refugio. Vino a los diez y siete de Diciembre un rezago de el situado de ciento y treinta mil pesos en plata y ropa, con que socorrió el Gobernador las mayores necesidades, y embió el ordinario socorro a la provincia de Chiloé y a que la gobernasse al Maestro de campo don Francisco de Avendaño, por quexas que ubo de aquella tierra de su antecesor.

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