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ilecha esta faccion, se partió el Gobernador para la Estancia de el Rey a hacer resguardio a las sementeras, y apenas se apeó de el caballo quando le tocaron arma trescientos indios enemigos que dieron en la estancia de el comisario Contreras y se llebaron dos indios y la saquearon, escapándose los demas por pies. Subió lucgo a caballo y salió con su compañia de capitanes en seguimiento de el enemigo, y no le dió alcanze, porque estos indios son como el alcon, que en dando una punta para hazer la presa, dan luego otra para escaparse con ella. Juntó alguna gente de

el tercio y de las estancias y salió de

trasnochada a emboscarse en las viñas de Angol y hazer alli frente para ver si el enemigo le buscaba y queria pelear. Y porque los indios enemigos solian venir a las viñas de Angol a coger uba, se emboscó para cogerlos a ellos, pero no vinieron en aquellos dias, con que se volvió. Dormia todo el tiempo destas armas y trasnochadas como qualquiera pobre soldado sobre una adarga arrimado a la lanza y la silla de su caballo por almohada, que todo lo sufria su mucho brio y su grande ánimo, posponiendo el regalo y la cama a la vigilancia y al cuidado.

CAPÍTULO IX.

Haze el Sargento mayor Juan Fernandez una buena suerte en los pegüenches, porque dieron paso a Lientur. Tienen los de Arauco una victoria contra Queupuante y viene en venganza a Colcura y haze gran destrozo.

Manda el Gobernador que se castigue con una maloca a los pegiienches. Haze una buena suerte el Sargento mayor Juan Fernandez. -- Vuélvese luego porque no se vayan los soldados por las pampas de Buenos Aires. -Maloca en Arauco: cogen piezas, pelean y salen victoriosos. Vaxa el Gobernador a Santiago y pide al Cabildo socorro de gente y vituallas. — Procura el Maestro de campo ganar a Queupuante. - Haze una maloca a sus tierras, ya que no quiere por bien. Pelean los nuestros y alcanzan victoria. - Haze Queupuante gran destrozo en Colcura. Tiene el Gobernador nueva de sucesor, y orden que en la Concepcion espere al holandes. — Servicios y calidad de Don Diego Flores de Leon. — Hizo mercedes, dió licencias y borró plazas. - Viene Lientur y la gente de Puren con una junta y húyesele un español. — Avisa de los intentos de el enemigo y repáralos el Gobernador. - Mata Lientur cuatro centinelas y retírase.

-

Sentido el Gobernador de que los pegüenches, que son los indios que habitan en medio de la cordillera, ubiessen dado paso a Lientur para venir a maloquear a Chillan por las espaldas, aunque algunos dezian que los puelches les avian dade paso, pero no fué assi, que los puelches es otra nacion que habita, no en la cordillera, sino de la otra banda, en los llanos que van a Córdova y Buenos Ayres y es nacion que habla diferente lengua, y viste pellones, y no viene a guerrear acá a nuestras tierras, sino que los pegüenches fueron los que le dieron paso y le vinieron acompañando; y assi, para castigarlos, embió al Sargento Mayor Juan Fernandez y al capitan Domingo de la Parra, que gobernaba los amigos.

Subió el Sargento Mayor aquellas cerranias con harto trabaxo y cansancio de caballos por ser tan ásperas, y tuvo tan buena cuenta que cogió ciento y treinta piezas,

quitóles treinta caballos y colgó de los arboles los indios que pudo aver a las manos, con pérdida de solo un soldado que le mataron peleando en un paso. Y aunque embió al Capitan Domingo de la Parra adelante para proseguir el viage y pasar a los sar a los puelches, como volviesse a dezirle que ya desde aquellos altos se descubrian las llanuras y pampas que van a Buenos Ayres, receloso de que no se le huyessen por alli algunos soldados y porque no supiessen el camino para salir de Chile y huir de los trabaxos de la guerra, volvió luego la rienda y se vino a su tercio de San Felipe con toda la presa.

Los indios de Arauco con algunos españoles hizieron al mismo tiempo otra entrada por la costa, embiados de el Maestro de campo Don Alonso de Figueroa, y corriendo a Relomo cogieron treinta piezas y cien caballos, y púdoles costar bien caro, porque se juntó una gran multitud

de aquellos valles para quitarles la presa, y peleando con fiereza y valor por recobrar sus mugeres y hijos, fué Dios servido que los nuestros les apretassen de suerte que saliessen vencedores en la batalla, matándoles cinco indios; y cogiendo luego la cabeza de uno de ellos y poniéndola en la punta de una lanza, cantaron victoria nuestros amigos, con que desmayó el orgullo de el enemigo y se volvió triste y lastimado a sus tierras.

Retiróse el Gobernador a la Concepcion a imbernar, y a muchos no les pareció bien por ver que el enemigo menudeaba tanto las entradas en imbierno y en verano y verano y que los amigos andaban mal contentos, y para sazonar a estos y reprimir la audacia de los otros, estubiera mexor en la frontera, y en razon militar este era el mejor consexo, pero dexóse llebar del que le dieron otros que aspiraban al ocio y al descanso y fuésse a la Concepcion y de alli vaxó a Santiago, juzgando por importante su ida para prevenir caballos, vituallas y gente, que como se haga con la prisa que el Gobernador don Luis lo hizo, es cosa conveniente y de utilidad para los tercios. Hizo el Gobernador un discreto razonamiento al Cabildo de Santiago, representándole la falta que tenia de gente, de caballos y bastimentos, el orgullo de el enemigo y las victorias que avia tenido, y que pues aquella nobilissima ciudad avia socorrido siempre la guerra y sustentadola con gente y vituallas, mostrándose tan servidores de su Magestad, hiziessen en ocasion de tanto aprieto ostentacion de su bizarria y liberalidad. Diéronle ochocientos caballos, dos mil fanegas de trigo y otros pertrechos de bacas y cuerda, y ofreciéronse de su voluntad muchos criollos y personas de lucimiento a seguirle a la guerra, y como era un fuego y tan presto en acudir a ella, luego salió de Santiago y a

los onze de Setiembre estubo en la Concepcion.

Mientras estubo en Santiago el Gobernador, mandó hazer el Maestro de campo Don Alonso de Figueroa, que quedó con el gobierno de las armas, algunas entradas por la costa para tener cuydadoso al enemigo, y por ganar a Queupuante y ver si le podia traher a nuestra amistad, le embió algunos mensages, dando libertad a indios prisioneros que le fuessen a hablar de su parte, y nunca quiso reducirse, antes era el que a todos movia para hazer la guerra y el que velaba de continuo en los caminos. Y para cogerle por armas, ya que no le podia atraher por bien, despachó trescientos indios y ochenta españoles a sus tierras, los quales no pudieron dar con él por el grande cuydado con que vivia: cogieron treinta piezas, ochenta caballos, y mataron nueve indios, y retiráronse con tan recio tiempo, que de la calamidad y frios se les murieron cuatro indias captivas, y los soldados vinieron tan impacientes con los frios y las aguas sobre tanta desnudez, que daban a la ira mala las malocas y dezian impacientes en los fogones que la codicia de las piezas avia de perder el Reyno: que los que no pillan vienen desesperados, y los que cogen piezas dizen bien de las malocas, donde se verifica que cada uno cuenta de la feria como le va en ella.

Entrada la primavera hizo Queupuante una entrada a nuestras tierras por vengar las que avian hecho los españoles a las suyas, y con trescientos indios dió en el fuerte y reduccion de Colcura al cuarto de la segunda, cogiéndolos durmiendo y descuidado de su venida, donde estaba Don Juan Seron por capitan con veinte y ocho españoles, y se entró dentro de la reduccion y mató al cacique Curapil y a su hermano, que era un valiente indio,

y ambos a dos fidelissimos amigos de los españoles, y les llebaron las cabezas: quitaron tambien la vida a otros nueve y captivaron sesenta piezás, mugeres de los indios amigos: con que dexaron aquella reduccion saqueada y destruida. Quando se le tocó el arma al Capitan que estaba en un fuerte aparte, ya Queupuante avia hecho la presa y vueltose a su tierra, y aunque el Maestro de campo salió a cortarle el paso hasta Mariguano, no pudo dar con el enemigo. Por esta impensada entrada salió al Estado de Arauco el Gobernador a ocho de Noviembre con su compañia, y pasando por Colcura consoló y animó a los pocos amigos que avian quedado y alentó la milicia con su presencia y animosas exhortaciones, esforzándolos para la guerra y sosegando el descontento que tenia de la tardanza de el situado.

Bien pensó este caballero tener confirmacion de su gobierno de su Magestad para hacer en otra forma la guerra; mas, con el navio de el situado, que llegó a fines de aquel mes de Noviembre, le vino nueva como le sucedia don Francisco Lazo de la Vega por nombramiento de su Magestad, con que pararon sus intentos, aunque no sus cuidados y solicitud en cuidar de la guerra y de todo lo que fué de el servicio de su Magestad mientras llegó el sucesor. Embióle el Virrey el situado de doscientos y doze mil ducados de Castilla y orden que asistiesse en la Concepcion por las nuevas que tenia de holandeses, lo qual cumplió solicitando las fortificaciones de la marina y distribuyendo el situado a los soldados, que estaban bien necesitados de él. Viniéronle en el navio de el situado treinta soldados a cargo del Maestro de Campo Don Gerónimo Flores de Leon, caballero de buenas partes, de prudencia y discrecion, heredero de las muchas obligaciones de su padre el Maestro de Cam

po Don Diego Flores de Leon, caballero de reconocida nobleza y que sirvió en este Reyno con grande nombre y hazañosos hechos en la guerra desde pobre soldado hasta alcanzar por sus servicios los mexores puestos de la guerra, sin valerse de el fabor, aunque le pudo tener muy grande por ser su nobleza tan conocida y descendiente de los Reyes de Francia por via de varon, y de los Reyes de Leon por parte de muger, al qual, conociendo su nobleza y por honrar los servicios que en otras partes y en este Reyno avia hecho, le hizo Sargento Mayor de el Reyno Alonso de Rivera, el qual le dejó en su lugar yendo a recebir a Alonso Garcia Ramon, que le volvió a reelegir por sargento mayor de el Reyno, en cuyo puesto tuvo muchas victorias con el enemigo, sin desgracia ninguna, y sacó treinta y dos personas españolas de captiverio, sustentando y vistiendo a muchas de ellas con su hacienda, despues de lo qual fué elegido por Maestro de Campo general de el Reyno. Y entre los hechos hazañosos que hizo, que fuera largo el referirlos, fué uno que por librar a un soldado, cargaron tantos indios y tantas lanzadas sobre él, que le quitaron la adarga, y conociéndola en otra batalla en poder de uno de los que gobernaban el campo contrario, le acometió y se la quitó, matándole, que fué causa de que los nuestros alcanzassen la victoria, y por estos y otros muchos servicios le honró su Magestad con tad con un habito de Santiago y con una encomienda de indios de mil y quinientos ducados de renta.

Vino despues de breves dias otra leva de sesenta soldados con el capitan Castillejo, y con esta gente socorrió el gobernador al tercio de Arauco y a Chiloé, y alentó aquella provincia con armas, municiones y gente, y fué haciendo probehimientos en beneméritos de la milicia y abrió la mano

para sus criados y para algunos aversos por ganar con beneficios las voluntades. Hizo a los caciques de Arauco un razonamiento, alentándolos al servicio del Rey y agradeciéndoles la mucha fidelidad que en ellos avia esperimentado. Fué dando licencias y borrando plazas con tanto exceso, que a eso se atribuyó la ruina que despues vino por el tercio de Yumbel, y eso y el aver hecho tantos capitanes de un dia se le notó mucho.

En este tiempo le llegó nueva de que venia marchando una gruesa junta de Puren y que los nuestros le avian quitado, en los aloxamientos que venia haziendo, sesenta caballos. Dió órden el Gobernador al Sargento Mayor que saliesse al encuentro desta junta y diesse traza de pelear con el enemigo para que affloxasse su orgullo y atrebimiento. Vínose a nosotros de entre la junta un soldado llamado Ortega y dixo cómo Lientur trahia dos intentos: de dar con cuatrocientos caballos en Arauco y con quinientos en el fuerte de San Rosendo, que estaba flaco de gente, y que para divertir al Sargento Mayor y hazer a salvo su effecto, le avia él en persona de hazer rostro con un trozo de caballeria y hazer

para

que las demas quadrillas hiziessen su faccion en las partes señaladas. Probeyó a todas ellas el gobernador con presteza y quien saliesse a opoñerse al enemigo, encargando al Maestro de Campo don Alonso de Figueroa el cuydado y defensa del fuerte de Arauco y al sargento Moscoso que con veinte mosqueteros viniesse en un barco por el rio de Biobio y se pusiesse a la vista de el fuerte de San Rosendo defenderle, y al Sargento Mayor que saliesse a pelear con Lientur, el qual, aviendo visto que el español dicho avia hecho ausencia de su egercito y que los españoles por su aviso estarian con cuydado, por no desanimar las tropas que trahia y por darlas alguna presa que llebar, dió con cien caballos en las centinelas de Longonaval y degolló las cuatro de seis que eran por hallarlas dormidas, y las dos se escaparon por pies, y retiróse. El Sargento Mayor, que avia salido a buscarle con filos de pelear con él, visto que se retiraba por montañas y parte áspera y que no le podia seguir con todo su campo, se volvió a su tercio pesaroso de no averle hallado corrido de que le hubiesse muerto las centinelas y se volviesse riyendo y sin castigo.

y

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