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loables costumbres. Informóse de su antecesor y de las personas mas prácticas de la guerra y del estado en que estaba, pesaroso de que el tiempo con sus lluvias le impidiese la entrada a las tierras del enemigo y el hacer ostentacion de sus brios y valentia. Y mientras se hacia tiempo de reconocer las fuerzas del enemigo, su modo de hacer la guerra y los sitios donde se fortalecia, trató de dar vista a los tercios, reconocer los fuertes de los españoles y de socorrer al ejército.

Subió a este efecto con todos los capitanes reformados de su compañia por el mes de agosto a los tercios y halló a toda la milicia pobrisima y desnuda y asi mismo descontenta por los malos socorros pasados. Mas él los socorrió de su mano mui a gusto y con abundancia, con que quedaron contentisimos y diciendo que no habia habido tal gobernador: que el soldado en vistiéndole y matándole la hambre está contento y cobra grande amor a su jeneral, que aun a Dios le decia Jacob que le tendria por su Dios si le diere de comer y de vestir. A su venida le salieron a recibir los caciques y toquis jenerales de todas las reducciones amigas, ofreciéndole sus camaricos y dones ordinarios de los frutos de la tierra, a los cuales agasajó y habló con mucho amor, y despues de hablarles, oido sus propuestas y despachado sus demandas, mandó al fator que socorriese a los caciques y capitanes de los indios con socorro abentajado, y a los indios soldados con el ordinario de capotillos, sombreros, añil, cuchillos y otras cosas de su estimacion. Ilizo muestra jeneral de los soldados españoles y halló que tenia el ejército mil y trescientas y noventa y cuatro plazas efectivas, porque muchos habian borrado sus plazas y se habia disminuido el número de los soldados. Y reconociendo que los pocos

soldados que habia estaban repartidos en muchas compañias, reformó siete en el tercio de Arauco tercio de Arauco y de Yumbel por ahorrar a su Magestad de los sueldos aventajados de los oficiales, reduciendo todas las que habia en el reino a solas veintidos.

Habiéndose huido poco antes a la tierra de guerra cuatro yanaconas, se determinó a enviar a cojer lengua, receloso de que no viniesen con alguna junta, como suelen los huidos, y hiciesen algun daño en las rancherias de los amigos o en los potreros; y para esto envió al capitan Juan de Morales, lengua de los amigos de Arauco, con cuatrocientos araucanos y treinta españoles para su resguardo a tierra de Elicura, donde se acojian, como en la sauceda, los indios retirados, y cojió hasta treinta piezas de toda edad, y mató a catorce enemigos que se le opusieron. Y asi mismo cojió sesenta caballos y algun ganado y se retiró sin recibir daño, con que los españoles y los indios amigos vinieron victoriosos y contentos con la presa.

Supo de los cautivos como el enemigo con los rigores del imbierno estaba encojido y descuidado, pero que no se olvidaba de las armas para sustentar la guerra y ver si con los despojos de ella podia hacer rescates y redimir sus prendas. Y como entendiese esto y que en las provincias de la Imperial estaban algunas señoras cautivas vecinas de las ciudades perdidas, celoso de su remedio celoso de su remedio y de que estos naturales saliesen de su ceguedad y obstinacion, envió por la costa un cacique de Calcoimo y a otros dos indios de cuenta que estaban presos, libres a sus tierras, para que publicasen y diesen a entender a los indios de guerra la piedad del rei, y que les dijesen de su parte que tratasen de su sosiego y se dejasen de guerrear, pues les estaba bien, con que tendrian fácil entrada para rescatar ellos sus cautivos y nosotros

jiéronse algunos caballos y ganados, con que se volvieron.

do

Los caciques naturales de toda la costa y los de Elicura que con ella vecinan, vienque los españoles daban en maloquearlos y en picar alli mas que en parte algu na, como lastimados hicieron junta de toda su jente y determinaron de entrar en nuestras tierras y maloquear en Arauco las reducciones de nuestros indios amigos. Salieron doscientos y treinta caballos a esto a primeros de enero de 1626 y por cabeza de ellos Guenumal, cacique natural de Elicura, pero no pudieron hacer lance porque fueron sentidos de las centinelas. En esta sazon el capitan Juan de Morales, que salia con cuatrocientos araucanos y cuarenta españoles a maloqucar a Elicura, topó el rastro y viendo ser mucho siguió la güella hasta Quiapo, donde encontró con todo el cuerpo de la junta y determinóse a acometerla mediante los buenos solda

los nuestros, y que bastase la sangre ver-
tida de entrambas partes, que de andar
las armas no se escusaban muchas muertes
y desdichas que causa el furor de la gue-
rra, justificando con esto su causa y con-
vidando a los indios con la paz y con los
medios suaves que su Majestad repetida-
mente mandaba, a que no respondieron.
Despues de estas dilijencias dejó en-
cargada la guerra al maestro de campo
del reino don Fernando de Cea, a quien
hizo su antecesor maestro de campo a lo
último de su gobierno y le conservó Don
Luis de Córdova en el puesto conociendo
la importancia de su persona para él. Y
bajó de lijera a los fines de noviembre a
la ciudad de Santiago a recibirse de pre-
sidente, por haber tenido muchas cartas
de la Real Audiencia que le llamaban. Con
su ausencia el maestro de campo procuró
amedrentar al enemigo haciendo entra-
das en los valles de Elicura, porque veni-
do que fuese el gobernador a la guerra, dos
a la
si quisiese entrar en lo interior de ella
(como era su intento, por ver que no tenia
respuesta de sus mensajes) hallase casti-
gado a los naturales de estos valles y avier-
to el camino para lo mas interior de la
tierra. Salió con todo su tercio y con
quinientos amigos araucanos, y siendo sen-
tido se hubo de volver porque todos se
echaron al monte, contentándose con ha-
berles quemado muchos ranchos y muérto-
les tres indios.

El sarjento mayor Don Alonso de Figueroa, que gobernaba el tercio de Yumbel, habiendo salido a Puren con el mismo designio, fué tambien sentido de las centinelas que Anganamon tenia a lo largo; pero aunque fueron sentidos, dieron los amigos en Utanlebo y cojieron cinco piezas en un bosque donde toda la jente se habia escondido, y degollaron un cacique que no se quiso dar sino pelear hasta morir. Co

que llevaba y la ocasion lo pedia; y animando a su jente, que era hombre de mucho corazon y de grandes brios, se los puso mayores a todos y les acometió con tan grande furor que los hizo huir a los primeros encuentros y meter en un monte. Cerróles por todas partes las salidas del monte y cojiéndolos como en red, mató ciento y cincuenta indios, aprisionó cuarenta y tres, y cojió mas de trescientos caballos ensillados y enfrenados, con los

que

el enemigo traia de remuda, sin perder mas de un soldado que le mataron, llamado Diego de Araya, que era mui valiente y temido entre los indios, y sintió mucho el capitan Morales esta pérdida, que un buen soldado se debe estimar mas que una victoria. Fué mui señalada esta y causó muchas lagrimas en tierra del enemigo por haber quedado muertos y cautivos cerca de doscientos indios, los mas valerosos y guerreros de aquellas provincias,

y de mucho gusto para el tercio de Arauco por haber domado con ella la altivez de aquel enemigo.

Tubo el gobernador esta nueva en Santiago y celebróla aquella ciudad con muchas fiestas y regocijos, dando al gobernador muchos parabienes. Corrieron toros, jugaron cañas, representáronse comedias y hubo otros festejos con que la nobleza y la plebe dieron al gobernador muestras del grande gusto que habian recibido con los buenos sucesos y principios de su gobierno y de lo mucho que se prometian en lo de adelante. Y con liberalidad (como lo suele hacer aquella nobilísima ciudad de Santiago) le ofreció su ilustre cabildo una buena cantidad de caballos, que pasaron de mil, para que llevase a la guerra y los repartiese entre los soldados. Y demas de eso hizo buena provision de cuerda y de lo demas que habia menester la milicia, y trató de dar vuelta a las fronteras a disponer la entrada a las tierras del enemigo a molestarle en ellas antes que él entrase en las nuestras, como lo intentaban los de Elicura lastimados del golpe pasado.

Luego que entró a gobernar don Luis Fernandez de Córdova y Arce, a los seis meses y al principio del año de 1626 le vino carta de su tio el Virrey, su fecha a 3 de setiembre del año de 625, en que le avisa como su Magestad, habiendo oido los informes que de Chile le habian ido de como estos indios aunque mas les habian convidado con la paz y retenidose los españoles en la raya, sin entrarles a hacer guerra, no cesaban de hacer entradas y infestar nuestras tierras, ni querian los medios de paz, y si algunos los admitian era de cumplimiento, con ánimo finjido y con dos corazones y no duraban en la fe y en la paz prometida mas de cuanto les era de comodidad y provecho, y que con

la misma facilidad que la daban la quebrantaban, tomando las armas contra los españoles por causas lijeras y por el interes del pillaje, a que eran tan inclinados, sin guardar fe, justicia, palabra ni conciertos en sus tratos de paz, como jente bárbara; y que cuando la admitian se estaban en sus tierras haciendo a dos manos, y manos, y asi que mandaba su Magestad que se les volviese a hacer la guerra ofensiva como antes y se diesen por esclavos los indios que se cojiesen en las malocas y batallas, y que se guardase en esta razon y órden la que se tubo por la cedula que publicó el Doctor Luis Merlo de la Fuente, gobernador que fué de este reino, cuya disposicion vino remitida al mismo marques de Guadalcázar como a persona que tenia desde el Perú mas presente la cosa, y asi mismo mandó que para el modo y nueva forma con que se habia de asentar esta esclavitud y hacer la guerra ofensiva, hiciese junta de todas las personas de mas esperiencia, ciencia y conciencia que hubiere en el reino, y habiendo tomado los pareceres de todos, lo firmasen de sus nombres y se los enviase para conforme a ello disponer lo mas conveniente; y para justificar esta causa y asegurar la conciencia de su Magestad y la suya, hizo luego un largo acuerdo sobre esta razon, en el cual, hallándose muchos relijiosos graves y todas las personas de mas letras y esperiencia, pareció convenir que la guerra se hiciese ofensiva y con otros términos y calidades que hasta alli y que la esclavitud se publicase, y se pusiese en ejecucion lo que el Rei mandaba y lo que el virrei ordenaba, y en cuya conformidad mandó luego publicarla, animando a todos los vecinos y caballeros de la ciudad de Santiago vistiesen todos las armas y se animasen y dispusiesen a seguirle a la guerra, y en esta conformidad y nueva órden envió

un tanto de la carta a las fronteras y a todo el ejército para que en forma de bando se diese a saber y a entender a toda la milicia como su Magestad mandaba abrir la guerra y que fuese ofensiva, y que los indios que se cojiesen en la guerra en adelante fuesen esclavos, y esto se ejecutase mientras su Magestad no disponia otra

cosa.

Subió a la guerra el gobernador y llegó a primero de marzo a la Concepcion y recibió luego un socorro que le vino del Perú de ciento y ochenta y cuatro soldados, cuyos capitanes fueron Pedro Bueno Castillejo y Don Andres de los Infantes, caballero del hábito de Santiago, que los trajo a su cargo. Recibió tambien veinte mil pesos en reales y cincuenta botijas de pólvora, entre tanto que el situado llegaba. Reforzó los tercios con esta jente y fuése dilatando su entrada porque la distribucion la distribucion de esta poca plata y las aguas del invierno del invierno que entraron luego no dieron lugar a mas. Despachó el gobernador embajadores por todas partes a las tierras de el enemigo haciéndoles saber a los indios la voluntad y mandato espreso de el Rei de que se les hiciese la guerra y fuesen esclavos si dentro de dos meses no arrimasen las armas

y diesen la paz. Llevaron estos mensajes indios principales que estaban cautivos y presos, y con ser en su favor estas dilijencias, y los mensajes que se les enviaron tan pios y tan humanos, no enviaron respuesta, sino fué de las primeras provincias y esta fué enderesada a que les diesen los prisioneros y piezas cautivas que les habian cojido en suertes atrasadas. Pero despues vinieron los principales de toda la tierra a tratar las paces, que como no pueden tan presto convenir, se tardaron mas de los dos meses, y apresurándose el gobernador mandó prevenir lo necesario para la guerra y solicitó el cuidado en las fronte

ras en poner postas y cortar los caminos. Y pareciéndole que era necesario atajar el de Talcamavida y poner alli un fuerte, ordenó al sarjento mayor le poblase, el cual se levantó con título de Santa Juana de Guadalcázar, a contemplacion de la virreina, que se llamaba Doña Juana.

Con la buena suerte que se refirió que tuvo el capitan Morales en Quiapo, matando y cautivando tantos indios, temblaron las provincias que hai desde la cordillera a la costa, y por rescatar los caciques y indios de cuenta que alli se cautivaron y deseosos ya de dejar las armas y dar la paz y vivir con la quietud y favores que su Magestad les habia prometido aquellos años desde que vino el Padre Luis de Valdivia a solicitar las paces y lo que el gobernador les habia enviado a prometer con los embajadores que les despachó, enviaron embajadores a tratar de paz con muchas muestras de voluntad y descos de quietarse de una vez, que segun se supo de personas fidedignas que en aquel tiempo se hallaron cautivas en tierra de guerra, todos mui conformes querian la paz sin doblez ni traicion. Y no quedó por ellos el darla y el sosegarse la tierra y dar fin a la guerra, sino por nosotros, como se verá.

Llegaron los embajadores al tercio de Arauco y dieron su embajada al maestro de campo jeneral del reino Don Fernando de Cea y estuvieron con él algunos dias tratando del asiento de ellas con tantas veras, que el maestro de campo estaba gozosísimo de ver que toda la tierra pedia paz, y los mayores caciques y los indios mas rebeldes y mas cosarios la abrazaban con grandes muestras de firmeza y pedian licencia para venir a darla al gobernador.

Dió aviso el maestro de campo al gobernador de todo esto y su señoria dió licencia para que los que quisiesen venir a

dar la paz, que entrasen seguros y con salvo conducto, porque aviendo hecho consejo para responder a los embajadores, todos fueron de parecer que se les respondiese que viniesen todas las cabezas, toquis y caciques de las provincias a la Concepcion para que en su presencia tratasen los conciertos de las paces con las condiciones que para el servicio de S. M. y bien del reino conviniese, y para ello les puso término de los dias en que habian de venir, a que replicaron los embajadores que no les diesen tan breve término ni se admirasen ni tubiesen a falta del buen trato el que tardasen algun tiempo mas, porque los indios no están juntos ni se convocan como los españoles al sonido de una trompeta o de una campana, porque viven en provincias distantes y se convocan con mensajeros y se juntan convidándolos a beber chicha, y todo esto y el conciliar todas las voluntades, donde no hai una cabeza, pide tiempo: con que viendo la razon se le alargó el maestro de campo y los despidió mui gustosos y agasajados.

Envió Anganamon un mensajero al maestro de campo diciéndole como él estaba desengañado de ver cuan poco medraba por la guerra y que hasta alli habia procurado estorbar la paz que todos los caciques habian dado al rei y al Padre Valdivia, y que por el enojo de no haberle dado sus mujeres habia hecho las entradas que habia hecho con algunos pocos que habia podido acaudillar; pero que ya de todo estaba arrepentido y deseoso de ser amigo, y que sabria ser tan buen amigo como habia sabido ser enemigo; que por hallarse viejo y enfermo no iba en persona a verle y a dar la obediencia al gobernador; pero que si le daba licencia y le admitia la paz, iria en su nombre a darla su grande amigo y compañero en la guerra Quenpuante, jeneral de las armas,

por cuya mano aceptaria todos los conciertos y lo que se efectuase en esta razon. Avisó tambien en esta sazon al maestro de campo, de secreto, cómo algunos indios inquietos de la cienega de Puren, jente bandolera, querian entrar a hurtar caballos y llevarse, si pudiesen, alguna cabeza de español para estorbar las paces, y que viviese con cuidado y hiciese guardar los caminos para cojerlos, y entendiese que este aviso secreto nacia del amor que tenia a los españoles y del deseo de las paces y para que conociese cómo su trato era verdadero, pues le avisaba de los secretos y continuaria en darle avisos de todo cuanto se ofreciese, y que no por cuatro o seis ladrones que quisiesen entrar a hurtar caballos despreciase la voluntad con que él y todos los caciques le daban la paz, ni entendiese que nacia de ellos sino de la mala inclinacion de algunos ladrones; que a él le habia sucedido lo mismo, que con los bandoleros que acaudillaba hacia sus entradas sin dar parte a los caciques y antes guardándose y recatándose de ellos, y que cuando él estaba ofendido por sus mujeres procuraba poner con sus entradas mácula en la fidelidad y buen corazon de los caciques, para que los españoles no creyesen que querian paces de verdad, y que lo mismo harán ahora otros y no por eso se deben alterar los españoles y tenerlos a todos por traidores, sino procurar cojer a los ladrones y ahorcarlos y acabar esta mala semilla, que por eso les envia este aviso.

Conocióse el buen corazon de Anganamon y la fidelidad con que dió este aviso, porque dentro de seis dias se conoció su verdad, porque vinieron al estado de Arauco algunos indios bandoleros y se llevaron hasta veinte caballos que pacian en la campaña, y como el maestro de campo Don Fernando de Cea estaba con cuidado

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