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viese un millon de ducados, sino servir a V. M. con ellos, y que me haga en esta tierra mercedes, y para que dellas despues de mis dias gocen mis herederos, y quede memoria de mí y dellos para adelante.

Y tampoco no quisiera haber tenido mas posibilidad, sino fuera tanta que hobiera para dejar y llevar, porque a no ir con ella adelante, miéntras mas jente hobiera, mas trabajos pasara en la sustentar. Con la que he tenido, aventurando muchas veces sus vidas y la mia, he hecho el fruto que ha sido menester para tener las espaldas seguras cuando me vaya a meter de hecho en donde pueda poblar y perpetuarse lo poblado.

Sepa V. M. que desde el valle de Copoyapo hasta aquí hai cien leguas, y siete valles en medio, y de ancho hai veinte y cinco leguas y siete valles en medio, por lo mas, y por otras quince y¡ménos, y las jentes que de las provincias del Perú han de venir a estas, el trabajo de todo su camino es de allí aquí, porque hasta el valle de Atacama, como estan de paz los indios del Perú, con la buena órden que el gobernador Vaca de Castro ha dado, hallarán comida en todas partes, y en Atacama de rehacen della para pasar el gran despoblado que hai hasta Copoyapo de ciento y veinte leguas, los indios del cual y de todos los demas, como son luego avisados, alzan las comidas en partes que no se pueden haber, y no solo no les dan ningunas a los que vienen, pero hácenles la guerra. Y porque ya en esta tierra se pueden sustentar todos los que estan y vinieren, atento que se cojerán de aquí a tres meses por diciembre, que es el medio del verano, en esta ciudad diez o doce mil hanegas de trigo, y maiz sin número, y de las dos porquezuelas y cochinillo que salvamos cuando los indios quemaron esta ciudad, hai ya ocho o diez mil cabezas, y de la polla y el pollo tantas gallinas como yerbas, que verano e invierno se crian en abundancia. Procuré este verano pasado, en tanto que yo entendia en dar maña para enviar al Perú, poblar la ciudad de la Serena en el valle de Coquimbo, que es a la mitad del camino; y hase dado tan buena maña a el teniente que allí envié con la jente que llevó, que dentro de dos meses trujo de paz todos aquellos valles, y llámase el capitan Juan Bohon: y con esto puede venir de aquí adelante seis de [a] caballo del Perú acá sin peligro ni trabajo.

Como dieron la vuelta el capitan Juan Bautista de Pastene, mi teniente por la mar, y mi maestre de campo por la tierra, de donde los habia enviado, y que los indios comenzaban a asentar y sembrar, por poder ir yo adelante a buscar de dar de comer a doscientos hombres que tengo, que en lo repartido a esta ciudad, que es de aquí hasta Mauli, no hai para veinte y cinco vecinos, y es mucho porque son treinta leguas en largo, y catorce o quince en ancho, y porque me puedan venir caballos y yeguas para la jente que tengo, que en la guerra y trabajos della me ha muerto la mayor parte que truje: eché este verano pasado a las minas los anaconcillas que nos servian, y nosotros con nuestros caballos les acarreábamos las comidas por no fatigar a los naturales, hasta que asienten, trabajando estos que tenemos por hermanos por haberlos hallado en nuestras necesidades por tales, y ellos se

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hueigan viendo que haren tanto fruto, y en las mazamorras que han ɑjado los indus ut is tierna dinle sacaban oro, han sacado hasta veinte - re mi castelaos, con los cuales y con nuevos poderes y crédito para cue me collgur erros cien mil, envié al capitan Alonso de Monroy, Ta's one tame sende trabajo, a las provincias del Perú; y por responang bernador Van de Castro, que le he hallado en Qe V. M. La convenido, como aquí digo; y para que h% solum & los meron leres y jutes que se quisieren venir a sanı porque esta tierra es tal que para poder vivir nove coarse no la hai m jor en el mundo, dígolo porque es sta, de mucho content); tiene cuatro meses de invierno me que en clos sino es cuan lo hace cuarto la luna que llueve un Wie de che a law los demas hacen tan lindos soles, que no hai para que ' སུ པསཾ Fl verano es tan templado, y corren tan deleitosos ★ you a se falò el dia se puede el hombre andar al sol, que no le es impensa. Es la mas abua lante de pastos y sementeras, y para darse to

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e de ganado y plantas que se puede pintar: mucha e mui lina madera para hacer casas, infini al otra de leña para el servicio deta, y las minas riquísimas de oro, y toʻla la tierra está llena dello, y donde quieran que quisieren sacarlo allí hallarán en que sembrar, y po que edificar, y agua, leña, y yerba para sus ganados, que parece la puta Dios a posta para polerio tener todo a la mano; y a que me compu paballos para dar a los que han muerto en la guerra como mui buenos soldados, hasta que tengan de que los comprar, porque no es justo anden 4 pio, pues son buenos hom! res de a caballo, y la tierra ha menester; y algunas y eguas para que con otras cincuenta que aquí hai al presente 4 tonga de aquí adelante rece la de enviar a traer caballos de otras patos para que diga a todos los jentileshombres y súbditos de V. M. que no tienen allá de comer, que vengan con él si lo desean tener acá.

on esto viaje tengo por mí los caminos, y voluntades de los homqua so abrirán, y vendrán a e-ta tierra muchos sin dineros a tenerlos. polla y cuando no, quien ha ga-talo lo de hasta aquí, y espera gasfar lo de agora, lo pagará, y gastará otro tanto por acabar de acreditar la Horra, y perpetuaria a V. M.; y el que está como yo al pié de la hra, ha gastado y espera gastar lo que digo, y pasado los trabajos; vea V. M. qué puede hacer el que viniere por el estrecho con jente nueva. Tambien envio al capitan Juan Bautista Pastene mi teniente por la mar con algunos dineros y crédito a traerme por allá armas, herrajo, pólvora y jente.

Tambien quiero alvertir a V. M. de una cosa, que yo envié a pola ciudad de la Serena por la causa dicha de tener el camino abierhice Cabildo, y les di to las las demas autoridades que convenia nombre de V. M., y esto me convino hacer y decir. Y porque las onas que allá envié fuesen de buena gana, les deposité indios que aca nacieron, por no decirles habian de ir sin ellos a trabajos de nuedespues de haber pasado los tan crecidos de por acá. Así que para

mí tengo, que como se haya hecho el efecto por que lo poblé, convenga despoblarse si detras de la cordillera de la nieve no se descubren indios que sirvan allí, porque no hai desde Copoyapo hasta el valle de Canconcagua, que es diez leguas de aquí, tres mil indios, y los vecinos que agora hai, que serán hasta diez, tienen a ciento y doscientos indios no mas; y por esto me conviene, en tanto que hai seguridad de jente en esta tierra, con el trato della tener una docena de criados mios en frontería con aquellos vecinos, y de lo que aquellos valles podrán servir a sus amos en esta ciudad de Santiago será con algun tributo; y con tener un tambo en cada valle donde se acojan los cristianos que vinieren y les den de comer; y haránlo esto los indios mui de buena voluntad, y no les será trabajo ninguno, ántes se holgarán.

Así que V. M. sepa que esta ciudad de Santiago del Nuevo Extremo es el primer escalon para armar sobre él los demas, e ir poblando por ellos toda esta tierra a V. M. hasta el Estrecho de Magallanes y mar del norte. Y de aquí ha de comenzar la merced que V. M. será servido de me hacer, porque la perpetuidad desta tierra, y los trabajos que por sustentarla he pasado, no son para mas de poder emprender lo de adelante: porque a no haber hecho este pié, y meterme mas en la tierra sin poblar aquí, si del cielo no caian hombres y caballos, por la tierra era excusado venir pocos, y mucho ménos por la falta de los mantenimientos, y por mar no pueden traerse caballos por no ser para ello la navegacion; y con poblar aquí y sustentar ya Coquimbo de prestado, pueden ir y venir a placer todos los que quisieren. Y como me venga agora jente, aunque no sea mucha, para la seguridad de aquí, y algunos caballos para dar a la que acá tengo a pié, entraré con ella a buscar a donde les dar de comer y poblar y correr hasta el estrecho, si fuere menester. Así que este es el discurso de lo que se ha podido y pienso hacer, y las razones por qué se ha hecho, aunque en breve dichas.

Tambien repartí esta tierra, como aquí vine sin noticia, porque así convino para aplacar los ánimos de los soldados, y dismembré a los caciques por dar a cada uno quien le sirvicse; y la relacion que pude tener fué de cantidad de indios desde este valle del Mapocho hasta Mauli, y muchos nombres de caciques: y es que como estos nunca han sabido servir porque el Ynga no conquistó mas de hasta aquí, y con behetrías eran nombrados todos los principalejos, y cada uno destos los indios que tienen son a veinte y treinta, y así los deposité despues que cesó la guerra, y he ido a los visitar; lo comienzo a poner en órden tomando a los principales caciques sus indios, haciendo como mejor puedo para que no se disipen los naturales que hai, y se perpetúe esta tierra; y llevaré conmigo adelante todos los que aquí tenian no nada, y lo dejan, con satisfacer a V. M., que particularmente ni por mi propio interes no haré agravio a nadie; y si lo que se hiciere les pareciere a algunos lo es, será por el servicio de V. M. y jeneral bien de toda la tierra y naturales, a los cuales trato yo conforme a los mandamientos de V. M. por descargar su real conciencia y la mia. Y para ello hai cuatro relijiosos sacer

dejado concertado en las provincias del Perú con las personas que gobernaban al D. Diego, que me matasen a mí acá por este tiempo, porque así hacian ellos allá al marques Pizarro por abril o mayo; y esta fué su determinacion, y irse a tener vida exenta en el Perú con los de su parcialidad, y desamparar la tierra si no pudiesen sostenerla.

Luego tuve noticia que se hacia junta de toda la tierra en dos partes para venir a hacernos la guerra, y yo con noventa hombres fuí a dar en la mayor, dejando a mi teniente para la guardia de la ciudad con cincuenta, los treinta de [a] caballo. Y en tanto que yo andaba con los unos, los otros vinieron sobre ella, y pelearon todo un dia en peso con los cristianos, y le mataron veintitres caballos y cuatro cristianos, y quemaron toda la ciudad y comida, y la ropa, y cuanta hacienda teníamos, que no quedamos sino con los andrajos que teníamos para la guerra, y con las armas que a cuestas traíamos, y dos porquezuelas, y un cochinillo, y una polla, y un pollo, y hasta dos almuerzas de trigo, y al fin al venir de la noche cobraron tanto ánimo los cristianos con el que su caudillo les ponia, que con estar todos heridos, favoreciéndolos señor Santiago, que fueron los indios desbaratados, y mataron delios gran cantidad, y otro dia me hizo saber el capitan Monroy la victoria sangrienta con pérdida de lo que teníamos, y quema de la ciudad. Y en esto comienza la guerra de veras como nos la hicieron, no queriendo sembrar, manteniéndose de unas cebolletas, y una simiente menuda como avena que da una yerba, y otras legumbres que produce de suyo esta tierra sin lo sembrar y en abundancia, que con esto y alguno maicejo que sembraban entre las sierras podian pasar como pasaron.

Como vi las orejas al lobo, parecíame para perseverar en la tierra y perpetuarla a V. M. habíamos de comer del trabajo de nuestras manos, como en la primera edad, procuré de darme a sembrar, y hice de la jente que tenia dos partes, y todos cavábamos, arábamos, y sembrábamos en su tiempo, estando siempre armados y los caballos ensillados de dia; y una noche hacia cuerpo de guardia la mitad, y por sus cuartas velaban, y lo mismo la otra ; y hechas las sementeras, los unos atendian a la guardia dellas y de la ciudad de la manera dicha, y yo con la otra andaba a la contínua ocho y diez leguas a la redonda della, deshaciendo las juntas de indios, do sabia que estaban, que de todas partes nos tenian cercados; y con los cristianos y pecezuelas de nuestro servicio que trujimos del Perú reedifiqué la ciudad, y hicimos nuestras casas, y sembrábamos para nos sustentar, y no fué poco hallar maiz para semilla, y se hobo con harto riesgo; y tambien hice sembrar las dos almuerzas de trigo, y dellas se cojieron aquel año doce hanegas con que nos hemos sementado.

Como los indios vieron que nos disponíamos a sembrar, porque ellos no lo querian hacer, procuraban de nos destruir nuestras sementeras por constreñirnos a que de necesidad desamparásemos la tierra. Y como se me traslucian las necesidades en que la contínua guerra nos habia de poner, por prevenir a ella si poder ser proveido, en tanto que las podíamos

sufrir, determiné enviar a las provincias del Perú al capitan Alonso de Monroy con cinco hombres, con los mejores caballos que tenia, que no pude darle mas, y él se ofreció al peligro tan manifiesto por servir a V. M. y traerme remedio, que si de Dios nó, de otro no lo esperaba, atento que sabia que ninguna jente se moveria a venir a esta tierra por la ruin fama della, si de acá no iba quien la trajese y llevase oro para comprar los hombres a peso dél; y porque por do habia de pasar estaba la tierra de guerra y habia grandes despoblados, habrán de ir a la lijera e noche sin meson, determiné para mover los ánimos de los soldados llevando muestra de la tierra, enviar hasta siete mil pesos, que en tanto que estuve en el valle de Canconcagua entendiendo en el bergantin los habian sacado los anaconas, y tal vez anaconcillas de los cristianos, que eran allí las minas, y me los dieron todos para el comun bien; y porque no llevasen carga los caballos hice seis pares de estriberas para ellos y guarniciones para las espadas y un par de vasos en que bebiesen, y de los estribos de hierro y guarniciones y de otro poco mas que entre todos se buscó, les hice hacer herraduras hechizas a un herrero que truje con su fragua, con que herraron mui bien los caballos, y llevó cada uno para el suyo otras cuatro, y cien clavos, y echándoles la bendicion los encomendé a Dios y envié, encargando a mi teniente se acordase siempre en el franjente que quedaba.

y

Hecho esto entendí en proveer a lo que nos convenia, y viendo la gran desvergüenza y pujanza que los indios tenian por la poca que en nosotros veian, y lo mucho que nos acosaban, matándonos cada dia a las puertas de nuestros casas nuestros anaconcillas, que eran nuestra vida, y a los hijos de los cristianos; determiné hacer un cercado de estado medio en alto, de mil y seiscientos piés en cuadro, que llevó doscientos mil adobes de a vara de largo y un palmo de alto, que a ellos y a él hicieron a fuerza de brazos los vasallos de V. M., y yo con ellos, y con nuestras armas a cuestas trabajamos desde que lo comenzamos hasta que se acabó, sin descansar hora, y en habiendo grita de indios se acojian a él la jente menuda y bagaje, y allí estaba la comida poca que teníamos guardada, y los peones quedaban a la defensa, y los de [a] caballo salíamos a correr el camino, y pelear con los indios, y defender nuestras sementeras. Esto nos duró desde que la tierra se labró, sin quitarnos una hora las armas de a cuestas, hasta que el capitan Monroy volvió a ella con el socorro, que pasó espacio de casi tres años.

Los trabajos de la guerra, invictísimo César, puédenlos pasar los hombres, porque loor es al soldado morir peleando; pero los de la hambre concurriendo con ellos, para los sufrir mas que hombres han de ser; pues tales se han mostrado los vasallos de V. M. en ambos, debajo de mi proteccion, y yo de la de Dios y de V. M., por sustentarle esta tierra. Y hasta el último año destos tres que nos simentamos mui bien, y tuvimos harta comida, pasamos los dos primeros con extrema necesidad, y tanta que no la podria significar; y a muchos de los cristianos les era forzado ir un dia a cavar cebolletas para se sustentar aquel y otros dos,

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