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sas, y aun el mismo triunfo alcanzado por los realistas. Hé aquí como

se espresa:

«Este gran triunfo (la rendicion de Beresford) sin embargo, produjo efectos muy contrarios á la estabilidad del dominic español, porque debilitado con la complicacion de los sucesos, el imperio de las leyes y el respeto hacia las autoridades, se estinguia totalmente aquel prestigio tan necesario para conservar el pueblo en la sumisa dependencia; y aprovechándose los intrigantes del necio orgullo y torpe imprevision de la muchedumbre, fueron socavando el edificio del gobierno, envolviendo con sus criminales maquinaciones á los que, deslumbrados con la precaria aura popular no conocian que su verdadera existencia política, y la mas firme égida de sus personas, estaban identificados con la conservacion de las leyes y magistrados (1).»

«Hasta el mismo gobierno se deslumbró con el brillo y pompa de los naturales: aquel entusiasmo que se notaba en todas las clases, la emulacion de gloria, los desprendimientos generosos, la general disposicion de sacrificarse todos por sostener el honor de las armas españolas y la firme decision y confianza con que desafiaban al gran poder británico, hicieron creer que un pueblo dotado de tan nobles sentimientos no seria capaz de volver las armas contra aquel mismo soberano, que de tan buena fé se las habia confiado para su propia defensa (2).»

«

<< Los ingleses habian sembrado varias semillas de discordia con el objeto de fomentar en los habitantes su aficion á la independencia. Su comercio clandestino, con el que se habian enriquecido algunas familias, escitó en otros el deseo de que continuase aquel desórden en la administracion: el ayuntamiento y los cuerpos voluntarios, compuestos en su mayor parte de la gente mercantil, lejos de apoyar la autoridad para cortar tales escesos, los favorecian porque se hallaban interesados en ellos el gobierno tenia que tolerarlos á su pesar, porque de quererlos resistir abiertamente, habria quedado desairado. No fueron pocos los casos en que los comandantes de los cuerpos llegaron al estremo de atropellar á los empleados y guardias de la Real Hacienda. >>

«Por otra parte, todos estos cuerpos que en su origen no habian irrogado gasto alguno, ensoberbecidos con sus recientes triunfos, se hicieron tan exigentes que fué preciso darles un sueldo mayor á los

(4) Hist. de la rev. hisp.-am.-t. I. p. 10. (2) Ibidem, p. 43.

TOMO III.

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mismos veteranos y cuanto podia sostener su lujo y estravagancia ¡Desgraciado el gobierno que se ve en la necesidad de tener que halagar á la fuerza armada! Cuando las masas ignorantes llegan á penetrarse de su valor é importancia, se convierten en verdaderos enemigos del mismo gobierno por el que debieran sacrificarse. Tal fué el resultado en Buenos-Aires: el virey conocia estos inconvenientes, y no veia otro remedio á tan grave mal sino la insensible reforma de aquellos cuerpos. Para llevarla á efecto se pidieron tropas veteranas á España, sin las cuales era imposible destruir el maligno contagio insurreccional que iba cundiendo por América, ya con las intrigas de los estrangeros, ya con la lectura de nuestros publicistas y modernos filósofos, y ya finalmente con algunas furtivas publicaciones de los americanos mas bulliciosos y atrevidos. »

«Con tales elementos no es estraño que el espíritu de revolucion recorriese con rapidez largos espacios y fuese preparando la opinion de los pueblos para declararse contra el dominio español, tan pronto como se les proporcionase una ocasion favorable, en la que pudiesen con menos riesgo entregarse á la ejecucion de sus atrevidos planes (1). »

Muchas observaciones, ó mejor dicho, rectificaciones podríamos hacer á este juicio del señor Torrente, que exacto en el fondo, en cuanto se refiere á la influencia ejercida por la invasion estrangera, peca, como toda su voluminosa obra en la justa apreciacion de los hechos, anteriores y posteriores, por el espíritu y la parcialidad que mueven la pluma del autor. Esperamos probárselos otro dia hasta la evidencia con su misma obra en la mano, segun tenemos ya ofrecido, haciendo un estudio imparcial y concienzudo de su titulada Historia de la revolucion Hispano-americana.

Cúmplenos al terminar este artículo, poner aqui de bulto como una de las fases mas importantes de la lucha con Inglaterra, la imprevision y gravísimo error en que incurrió España, respecto de los Estados-Unidos. Apenas se concibe como una metrópoli que poseia colonias tan estensas y ricas, se adhiriese á una liga en favor de un pueblo colonial y pelease por la libertad de los norte-americanos, legando tan funesto ejemplo á las demas potencias y á sus propios colonos.

Consecuencia del funesto pacto de familia, esa guerra le fué doblemente fatal: «brillando una vez en la América anglicana el relámpa

(4) Hist. cit. tom. 1. p. 19.

go de la independencia, dice Filangieri, ¿no comunicaria su luz á todo el resto de aquel vasto continente?..» Estas pocas palabras reasumen todos los cargos que podrian hacerse á la metrópoli, y están indicando, sin necesidad de mas comentarios, la funesta trascendencia que un hecho semejante debia ejercer en las ideas de la generalidad de los hombres capaces de comprenderlo. Mucho mas si se considera hasta donde se estenderia su influencia en América, si en Europa, como supone un famoso escritor (1) fué la causa inmediata de la revolucion francesa.

A. MAGARIÑOS CERVANTES.

(4) Chateaubriand. Essa historique, politique et moral sur les revolutions. p. 120. Londres, 4820.

ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA

DEL GOBIERNO REPRESENTATIVO EN ESPAÑA,

POR DON JOSÉ RUA FIGUEROA.

PARTE SEGUNDA.

CORTES DE LEON Y DE CASTILLA.

I.

El concilio celebrado por Alfonso V en Leon en 1020, al que los eruditos dan tambien el nombre de Fuero de Leon, atendiendo á las leyes y ordenanzas que en él se promulgaron, ocupa el primer lugar en el catálogo de nuestras Cortes por designacion de los bibliófilos y el voto unánime de los historiadores. No se entienda por eso que dicho concilio es el primero que se ha congregado desde la época de la restauracion iniciada solemnemente en Covadonga; porque hay noticia de otros varios á que asistieron los prelados y grandes del reino; si bien la natural confusion de los tiempos ha envuelto en su negro torbellino el testo literal y el conjunto de sus deliberaciones.

Pero por grande que en la civilizacion del pais haya sido la influencia de los concilios anteriores al de Leon, desde la entrada de los sarracenos en nuestra patria, es innegable que ninguno puede disputar su

importancia, el valor de sus consecuencias ni el mérito de sus resoluciones al convocado por Alfonso V en la metrópoli de su imperio.

Las sociedades avanzan unas veces, otras retroceden positiva ó aparentemente, otras se estacionan en los dificiles caminos del progreso. Esta es la ley invariable del mundo moral; esto es lo que nos enseñan los libros ó sea la esperiencia de los antepasados: nunca se ha visto que ningun pueblo, siguiendo el órden providencial de su lento desarrollo, caminase á saltos sin poner su planta en los terrenos agrios y resbaladizos, haciendo una solucion de continuidad entre la jornada de la víspera y la del dia siguiente.

Cuando por un acceso de locura se comete semejante infraccion de las reglas inalterables que presiden al destino de las naciones, el castigo que estas reciben no es otro que el de volver al punto de partida y pisar, mas o menos pausadamente, la senda que se ha dejado intacta. Nadie podrá desmentir esta verdad tan profunda como incontrovertible. Los pueblos no mudan de fisonomía á la manera de un actor de teatro, ni como él cambian á la ligera de vestiduras. Parecidos en cierto modo á los individuos, los vereis en su edad juvenil con distinta fisonomía y distintos gustos que en la niñez; los vereis dentro de diez ó veinte años cambiados en el carácter y costumbres; pero siempre los reconocereis los mismos en un rasgo esencial, inalterable y característico, en ese rasgo que se llama tipo de raza en las dinastías y aire de familia en los consanguíneos; pero nunca un dia despues del dia antes sorprendereis la novedad que necesariamente han debido producir en ellos veinte y cuatro horas mas de vida, de estudio y de esperiencia.

Muévenos á estas reflexiones el exámen del concilio de Leon. Ya han pasado muchos y dolorosos años desde los Concilios de Toledo, ya han ocurrido inauditos y singulares sucesos en la Península, ya se han educado los españoles en la escuela de las vicisitudes y de las penalidades, y todo este largo transcurso de dias y de acontecimientos viene á dar de sí, no un nuevo ser político, no una institucion diversa de la antigua, sino el mismo ser de los pasados tiempos, la misma institucion, aunque alterada y reformada grave y sustancialmente como para demostrarnos que ni los siglos ni las conmociones discurren en vano á través de las sociedades.

El concilio de Leon-y volvemos á repetir lo que ya hemos dichopuede sin repugnancia de la armonía figurar al lado de los de Toledo, porque no hay diferencia alguna fundamental que los separe, ni nadie que no se preste á considerar al uno y á los otros como ramos de un

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