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La convocacion de los representantes del pais estaba tambien prescripta en el momento en que el rey menor llegaba á su mayor edad. Los tutores ó gobernadores que hasta entonces habian ejercido los supremos atributos de la Corona, devolvian su autoridad provisional al monarca delante de la nacion llamada á sancionar por medio de sus procuradores este solemne acto. Esto es lo que se verificó concluidas

si aquí fuesen en particular nombrados, que tenia y guardará el patrimonio y señorío de la corona real de estos reinos, segun y como por las leyes de las Partidas y las otras de estos reinos, especialmente la lei del señor rei don Juan fecha en Valladolid, está proveido y ordenado, y que contra el tenor y forma y lo dispuesto en las dichas leyes no enagenará las ciudades, villas y lugares, términos ni jurisdicciones, rentas, pechos ni derechos de las que pertenecen á la dicha corana y patrimonio real, y que hoy dia tiene y posee y le pertenece y pertenecer puede de aquí adelante, y que si los enagenare, que la tal enagenacion que asi hieiere sea en si ninguna y de ningun valor y efecto; y que no se adquiera derecho ui posesion á la persona á quien se hiciese la enagenacion y merced, así Dios le ayude y los santos evangelios amen.

Y otro sí v. m. confirma á las dichas ciudades, villas lugares y á cada una de ellas sus libertades y franquezas y esenciones y privilegios así sobre su conservacion en el patrimonio de la Corona real como lo demas en los dichos sus privilegios contenido, y les confirma sus buenos usos y costumbres y ordenanzas confirmadas; y ansi mismo les confirma los propios y rentas, términos y juridicciones que tienen y les pertenece segun que por las leyes destos reinos está proveido y ordenado, y que contra lo en ellos dispuesto no les será quitado ni disminuido agora ni en tiempo alguno por sí ni por su real mandado ni por otra alguna forma ni causa ni razon, y que mandará que asi les sea guardado y cumplido, y que persona alguna no les vaya ni pase contra lo susodicho ni contra cosa alguna ni parte de ello, agora ni en ningun tiempo ni por alguna manera so pena de la su merced y de las penas en los dichos privilegios é cartas contenidas: todo lo cual v. m. como rei y señor de estos reinos á suplicacion de los procuradores de cortes que estan presentes jura y promete y otro sí confirma y dice.-La cual asi leida en alta voz y que pudo bien oir y entender por s. m. el dicho mui reverendo señor don Diego de los Cobos obispo de Avila electo de Jaen, tomó de mano de don Hernando Henrique limosnero mayor de s. m. que sirve al presente el oficio de sacristan mayor que allí estaba, un libro misal que en sus manos tenia, y lo abrió por donde estaban escriptos los santos evangelios, y puso encima del una cruz que allí estaba con el dicho libro misal para el dicho efecto, y lo llegó ante s. m. el dicho rei nuestro señor, é asi llegado s. m. quitada la gorra tocó con gran reverencia la dicha cruz y santos evangelios con la mano derecha, y habiéndolo tocado á la conclusion del dicho juramento dijo en voz alta é inteligible, asi lo juro, prometo, confirmo y digo. Lo cual ansi dicho, el dicho don Antonio Sarmiento alcalde mayor y procurador de cortes por la dicha ciudad de Burgos y todos los demas caballeros procuradores de cortes uno á uno llegaron y besaron la mano á s. m. y habiéndola besado y pidiendo á nos los dichos Juan Vazquez de Molina como á secretario de s. m. y á mí el dicho Gaspar Ramirez de Vargas como á escribano mayor de las dichas cortes se lo diesemos por testimonio, s. m. se entró en su cámara real y los dichos procuradores se salieron de la en que se hizo el juramento y se alzó este dicho ayuntamiento, testigos que á todo lo susodicho fueron presentes los dichos don Gomez de Figueroa conde de Feria y el marqués de Mondejar y don Enrique de Guzman conde de Albadeliste y don Antonio de Toledo prior de San Juan caballerizo mayor de s. m. y los dichos licenciados Menchaca y Otalora y dr. Martin de Velasco.-E yo el dicho Juan Vazquez de Molina secretario de s. m. que á todo lo que dicho es presente fuí en uno con los dichos testigos, de pedimento de los sobredichos procuradores de cortes y mandamiento de s. m. lo fice aquí escribir y fice aquí mi signo.-En testimonio de verdad.-Juan Vazquez.-E yo el dicho Gaspar Ramirez de Vargas escribano mayor de cortes de s. m. que á todo lo que dicho es presente fuí en uno con los dichos testigos; de pedimento de los dichos procuradores de cortes é mandamiento de s. m. fice aquí este mio signo atal-en testimonio de verdad.-Gaspar Ramirez de Vargas.»

las tutorías de Alonso VIII, Fernando IV, Alonso XI, Enrique III y Juan II. «Sepades-decia el último en las Córtes reunidas en Madrid en 1419, que en el ayuntamiento que yo agora fice en la villa de Madrid despues que cumpli la mi edad de catorce años, tomé é me fué otorgado el regimiento de los mis regnos é señoríos.»

En estas Córtes en que se inauguraba un nuevo reinado, el monarca juraba no enagenar el teritorio ni los bienes de la Corona;

conservar los fueros, libertades y franquezas de los pueblos (1); enmendar las injusticias cometidas, y anular las donaciones pródiga y escandalosamente hechas hasta entonces;

rodearse de buenos y leales consejeros que le ilustrasen con rectitud, con lealtad y con sabiduría.

Por último, los procuradores pedian la reforma de todos los abusos, la enmienda de todas las faltas cometidas, el comienzo en fin de una era de paz, de felicidad y sosiego que eternizase el nombre del nuevo rey y que le atrajese las bendiciones de los pueblos. Estos son generalmente los clamores de todos ellos al asomar la aurora de las mayorías en los reyes: estas son casi siempre sus esperanzas, y eso que lamentablemente mas veces se han visto defraudadas que cumplidas.

Acerca de la imperiosa obligacion en que se hallaba el monarca de convocar las Cortes cuando creia poder reclamar servicios pecuniarios de los pueblos, hemos hablado ya largamente, circunstancia que nos exime de ocuparnos ahora de este asunto.

(1) El mismo juramento se prestaba por el principe heredero como hemos visto mas arriba.

LOS GUERRILLEROS.

NOVELA.

PRIMERA PARTE.

LAUREANO.

(Continuacion) (1).

X.

LAUREANO A CALISTA.

Carta primera.

Hermana mia de mi corazon: ¡con qué impaciencia aguardarás esta carta hace ya seis mortales dias! Y yo por mi parte, ¡con cuánta aguardaba este delicioso momento en que me veo ya por fin sentado delante. de una mesa, con tintero, pluma y papel, y sosiego y tiempo á mi disposicion, para escribirte largo, muy largo! Ya acabaron las prisas, ya acabaron los sobresaltos del camino: ya al escribirte no dudo que mi carta llegará á tus manos..... como no sea que los facciosos intercepten el correo, ó le roben los ladrones, ó viole alguna autoridad nuestra correspondencia por si es de conspiradores.... pequeños azares á que vivimos hoy expuestos en España por nuestros pecados, segun dicen, aunque yo creo, querida mia, que ni los tuyos ni los de este tu pobre her

(4) Véanse los núms. de enero, febrero y marzo, págs. 76, 213 y 349.

mano, criado contigo en la áspera soledad de esas montañas, han de haber contribuido por mucho á traer las cosas públicas á este estado tan revuelto.... ¿Qué te parece? Pero dejemos la maldita política, como tú dices: hablemos de nosotros mismos. Imposible me seria pintarte lo que esperimento ahora, al ver por fin realizado uno de los sueños de mi imaginacion durante este mi primer viage, que en poco, poquísimo ha estado no fuese tambien el último.... Aqui estoy, y apenas acierto á creer que es verdad: aqui estoy, solo y muy tranquilo en el cuarto que me tenia dispuesto nuestra buena tia Magdalena. Cuatro paredes blancas, una cama, dos sillas, una cómoda, la mesa en que te estoy escribiendo.... y nada mas, nada, ni aun el baul en que tan prolija y amorosamente acomodaste las prendas de mi equipage, todas regadas con tus lágrimas en el dia cruel de nuestra despedida. Todo voló para nunca mas volver: ¡he llegado á Madrid con lo puesto!

Ya conoces el lugar de la escena en que me encuentro mientras te escribo: ya puedes imaginarte á tu hermano y todo lo que le rodea. Sé que te gusta como á mí, conocer estos pormenores intimos, y por eso te los doy; aun voy a darte mas. Un silencio profundo reina en esta casa, que es la de nuestros tios, y en la calle del Baño, á donde da la única ventana de mi cuarto. Una voz hueca, solemne y melancólica como la de un espectro, acaba de gritar: ¡La una y media y lloviendo! Supongo que será la voz del sereno... ¡El sereno! Tipo cortesano, institucion madrileña, que ni tú ni yo conocemos mas que por los libros. Yo, sin embargo, he visto ya algunos por las calles, con su capoton de capucha, su farol y su chuzo: uno de ellos me ha acompañado hasta aqui para enseñarme la casa, y te aseguro que, salvo el marcado acento gallego de las pocas palabras que me dirigió, se me figuraba ver en él al Bulto vestido del negro capuz, cuya lúgubre historia leimos juntos en el Artista. ¡Qué recuerdos!

Una hora hace que entré en esta casa: tres horas hará que entré en Madrid por la puerta de Alcalá; hoy se cumple un mes desde que nos separamos, y en todo este tiempo no he disfrutado una sola noche tranquila, pero no te enojes, Calista mia, porque en vez de acostarme, me pongo á escribirte. Es verdad que estoy molido, quebrantado, hecho pedazos; pero tan fácil me seria ahora dormir, como tocar la luna con las manos. Mi cabeza hierve como la gran caldera de nuestro respetable y querido abad en los cremallos (1) de su hogar, las noches en que nos

(1) Asi se llaman en el Alto Aragon las cadenas de hierro con garfios á que en Castilla se da el nombre de llares. Los hay en todas las cocinas, y de ellos se sus

obsequiaba con tortas de maiz y castañas cocidas.... ¿Te acuerdas? ¡Digno mosen Urbez! El es ahora tu solo amigo, tu compañero único y tu consuelo. Dios le dé toda la persuasiva elocuencia que necesita para confortar tu pobre corazon! ¿Qué te dirá? ¿Me reemplazará con el empeño que yo le pedí, suplirá tal vez mi ausencia con ventaja en esas largas horas de angustiosa soledad, en que el peso de los recuerdos abruma tu espíritu y embota tus fuerzas á tal punto que es conseguir un gran triunfo hacerte desahogar tu tristeza en llanto, como se desata en lluvias un cielo sombrío? ¿Podrán sus cansados pies seguirte como yo te seguia en tus excursiones por esas breñas, à las que te llama la imperiosa necesidad de un ejercicio violento y de respirar los recios vientos de las alturas?... Este es ahora, este está siendo hace un mes mi único pensamiento. Durante todo mi viage, y aun en lo mas crítico de las raras aventuras que le han dramatizado hasta el punto que te voy á contar, ni un solo instante se ha apartado de mi memoria y sobre todo de mi corazon, tu imagen querida. Siempre se me figuraba estarte viendo, ya en el momento de decirnos el último adios, entre tantos abrazos у sollozos, ya algunas horas antes, paseándonos solos tristemente por el huerto, asidos de la mano, hablando de nuestros temores y de nuestras esperanzas, y de este destino fatal á que parecemos condenados sin saber por qué ni para qué.......... Ahora, en fin, voy á saberlo y tú lo sabrás tambien, pues mi resolucion firme es tener mañana mismo, ¿qué digo mañana?-hoy, pues á la hora en que te escribo ya es mañana,-mi resolucion, repito, es no dejar pasar el dia que ya ha empezado, sin tener con don Diego Belmonte una explicacion que en vano he pedido á nuestro padre, tú lo sabes. Ten, pues, un poco mas de fortaleza, ahora que ya está cerca para nosotros el momento de ver disipadas dudas que tanto nos han atormentado, y á tí aun mas que a mí. ¡Pobre hermana mia! Ahora que no estoy yo á tu lado para darte ánimo y confianza en Dios, ¡qué horas tan amargas pasarás en tu destierro! Este pensamiento me desgarra el alma y produce en mi cabeza como una especie de distraccion dolorosa, y en todo mi cuerpo una postracion tal, que sino procurase vencerme, ni aun fuerzas me dejaria para coordinar mis ideas y escribirte esta carta tan deseada. Pero ¿quién sabe? acaso me exajero tu debilidad: acaso ahora, abandonada á tu propia energía,

penden sobre la lumbre, en los fogones bajos que alli se usan, grandes calderas para cocer legumbres y para otros objetos.

Abad se llama todavía al cura párroco en aquella provincia, como en algunas otras. Mosen vale en Aragon tanto como señor: es tratamiento que solo se da ya á los clérigos.

ΤΟΜΟ ΙΠ

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