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observaciones del cielo y de la tierra en el órden astronómico, meteoro

lógico y magnético.

La meteorologia, una de las ciencias fisicas mas inmediatamente útiles al hombre, es sin embargo de fecha muy reciente, si bien en lo antiguo se sospechó ya su importancia, como lo acreditan los escritos de Aristóteles. El grande impulso, orígen de sus progresos actuales, cuya mayor celeridad preparan trabajos contemporáneos, cuenta apenas un siglo. Nombres célebres como los de Saussure, Franklin, el descubridor de la identidad del rayo con la electricidad, Volta y otros, se unieron sucesivamente á aquellos progresos que dieron lugar al plantel de observaciones propias de este género.

El exámen de los adelantos hechos en ella y de los que se deben à los estudios de físicos modernos, nos llevarían mas allá del límite à que es forzoso sujetarnos, por sensible que sea.

El distinguido Quetelet, fundador del reciente observatorio de Bruselas, que con tanto afan cultiva los estudios meteorológicos y climatolégicos, ha contribuido sobremanera al método y mejoramiento de las observaciones y á realizar uniforme y simultáneamente los vigorosos y recíprocos esfuerzos de los físicos de nuestros dias. Con referencia á observatorios meteorológicos propiamente dichos se multiplican otros dependientes de ellos ó sean estaciones contraidas á este solo objeto, las cuales forman una verdadera red que abraza varios y extensos paises.

Perfecciónanse al propio tiempo los instrumentos adecuados hasta el punto de que, á favor de un mecanismo de relojería, marcan continuamente por sí propios la variacion de las condiciones atmosféricas, mientras que termómetros colocados en la tierra hasta la profundidad de veinte y cuatro y mas piés, sirven para apreciar su temperatura. Mr. Maury director del observatorio de Washington, tuvo la idea de generalizar aquella red por toda la extension del globo, haciendo que los buques asi mercantes como de guerra llevasen observatorios flotantes sometidos à un plan uniforme por medio de instrumentos y métodos comparados entre sí á horas determinadas. En 1853 se verificó en Bruselas la reunion notable de un gran número de sábios que, constituyendo lo que se llamó Conferencia, aceptaron esta idea y acordaron medidas oportunísimas para abrazar en estos estudios la superficie de la tierra, á donde sea dado al hombre realizarlo. Una nueva conferencia hubiera tenido lugar en la misma ciudad, si las circunstancias lo hubicsen permitido. Entretanto se encuentran ya en los boletines científicos, como el de la naciente sociedad meteorológica de Francia,

el resultado de observaciones hechas sistemáticamente en el mar. La España, participando de tan saludable influjo científico, da pasos acelerados. El observatorio de la isla de Leon se dedicó hace años á esta clase de trabajos; dióse posteriormente igual incumbencia al de Madrid, y hace pocos meses que ha nacido en él un órden de estudios que comienza a producir frutos copiosos. Desde enero de este año funcionan las diversas estaciones que, con sujecion à un bien entendido plan, practican y dirigen á Madrid sus observaciones. Para establecer aquellas se ha analizado debidamente la topografía fisica de nuestra península, que por su extraño relieve, la variedad de planos que lo forman y de las exposiciones que de ellos resultan, no menos que por su vasto litoral combatido de mares de tan distinta índole como el Occéano y el Mediterráneo, ofrece un raro y fecundo campo á esta clase de investigaciones.

Asciende hoy á diez y siete el número de dichas estaciones, elegidas acertadamente en zonas bien calculadas y con referencia á las altas mesetas, á las cuencas de los rios y á las circunstancias de las costas.

De esperar es que estos primeros pasos nos acerquen á tomar parte en el empeño del conocimiento meteorológico de nuestro globo, al cual se dirigen con tanto ardor los esfuerzos de otras naciones.

No menos nuevo ni fecundo es el campo abierto á la observacion de los fenómenos naturales por los recientes progresos hechos en el estudio del magnetismo terrestre, á pesar de los misterios que aun encierra. De varios modos han encaminado los sábios sus esfuerzos hácia este fin.

Instrumentos de medicion, viages, trazados gráficos y otros recursos han contribuido al apoyo de la teoría de Gauss, arriba citada, á esclarecer materia tan difícil. Uno de los arbitrios mas felices es el que ofrecen los observatorios magnéticos y la comparacion de sus trabajos. Dada la aguja, su inclinacion y declinacion y al mismo tiempo la intensidad tambien variable del magnetismo terrestre, natural era que se tratase de apreciar cada una de estas propiedades. Y asi se ha hecho, empleando los aparatos convenientes y otros medios ingeniosos, hasta obtener de la combinacion de las observaciones en muchos puntos consecuencias generales, luminosas. He aquí un ejemplo.

El efecto completo, que produce dicho magnetismo al exterior puede representarse gráficamente con el auxilio de tres sistemas de líneas, á saber: las llamadas isodinámicas, las isoclínicas y las isogónicas, y en otros términos las lineas de igual intensidad, de igual inclinacion y de igual declinacion, siendo notable que las primeras tienen grande analogía con las isotermas ó de igual temperatura, asi como estas guardan

intima afinidad con la vida órgánica, ó sean los vegetales y animales propios de cada region.

Obedeciendo al mismo impulso, que generaliza y coordina las observaciones astronómicas y meteorológicas sobre la superficie de nuestro globo, se extienden hoy los puntos consagrados á las magnéticas desde el alto Canadá al cabo de Buena Esperanza y á la tierra de Van-Diemen, y desde París á Pekin. Multiplícanse en otras direcciones los observatorios de este género, y la España comienza bajo buenos auspicios à imitar ejemplo tan loable.

No fatigaré vuestra atencion, señores, por mas tiempo. Si hubiera de permitirme en este instante el desahogo que reclama mi imaginacion encendida á la luz de tan brillantes objetos, fuera interminable mi tarea y menoscabára sin duda el mérito de las elevadas consideraciones á que os contemplo entregados. Séame lícito, no obstante, dar alguna cabida á la que mas señorea mi ánimo en el momento presente, á saber: la extension sucesiva del mundo intelectual, que los tiempos han ido propor cionando al hombre, y cuyos límites indefinidos se dilatan de continuo con mayor fuerza y exactitud, anunciando una era inmedita de mas amplio ensanche, precursora de otras aun mas fecundas.

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El bello cuadro histórico de la astronomía, que nos ha presentado en su discurso el nuevo académico, nos ha traido á este punto ¡Qué diferencia, señores, del universo de los antiguos al que hoy miramos como nuestro! No parece sino que los descubrimientos, hechos dentro de su inmensidad, han seguido cierta analogía con los que desde el Oriente al Occidente y luego al Sur y al Norte han ido aumentando el mapa geográfico de nuestra mansion.

¡Qué diferencia! los sábios asiáticos, los egipcios, los griegos, los romanos, que en el orgullo de sus conquistas fijaron en las columnas de Hércules «non plus ultra» tenian sin embargo limitada su vista por horizontes mas o menos estrechos, que hoy aparecen mezquinos á nuestros ojos. Vino el siglo XVI y en pos de él asomaron unos y otros descubri mientos, que nos han llevado à determinar los límites de la tierra. Ese mismo impulso extendió nuestra vista por el cielo, enriqueciéndola con nuevas y felices investigaciones; y en la série de los progresos entendimiento humano creció y crece su velocidad de un modo sorprendente,

del

Sin alejarnos de nuestro siglo ¿qué digo? en nuestros dias, penetramos mas y mas debajo del suelo que nos sostiene, descubriendo en los restos fósiles de los seres orgánicos, cuyas especies desaparecieron, ca

ractéres que determinan su vetusta historia, mientras que remontandonos á la bóveda celeste vemos lo que no veíamos; nuevos y nuevos planetas se descubren cada dia; acreciéntase notablemente el número de los cometas; estúdianse con éxito las relaciones de esos asteroides misteriosos en su curso, ya fuera, ya dentro de nuestra atmósfera, y no parece sino que la obra de la creacion se engrandece para nosotros.

Pues bien, señores, ¿qué va á suceder en adelante à medida que los esfuerzos, mas o menos aislados hasta aquí, se liguen y en cierto modo se reconcentren para producir con su unidad el resultado nunca visto hasta ahora del poder de la ciencia?

Yo considero uno de los caractéres distintivos de nuestra época ese espíritu de generalizacion, de reciprocidad ó de mancomunidad, por decirlo asi, que de unas en otras cosas se propaga, y que con gran fuerza se experimenta ya en los estudios científicos. No contentándose los sábios y los gobiernos ilustrados con la multiplicacion de establecimientos propios de dichos estudios, todo el mundo se apresura á comunicar sus adelantos y ponerlos á la prueba del juicio ageno. Para completar el pensamiento no se perdona medio ni fatiga; no son obstáculo las diferencias de idioma, ni circunstancias de ningun género; allánanse las fronteras que separan las naciones, en el mar y en la tierra se hacen de consuno investigaciones análogas; establécense fórmulas que proporcionan á su resultado la apetecible uniformidad; y sobre todo, aprovechandose del tesoro de la electricidad, que da al tiempo nuevo y mágico valor por medio de los hilos que enlazan unos y otros establecimientos, adquieren las observaciones ese carácter de simultaneidad, ese isocronismo que de mil y mil modos aumenta sus inestimables frutos. El amor propio de los que á ellos se consagran, se estimula poderosamente; la duracion de un error, cometido en un punto, debe ser casi instantánea; no pudiendo á la verdad calcularse el trascendental efecto de ese nuevo modo de poner en ejercicio nuestra inteligencia.

En tales circunstancias, señores académicos, grandes son nuestros deberes y harto limitados el espacio y los medios de que nos es dado disponer. Sin embargo, ese vehemente amor al saber, esa fé, que nos mueve y guia y de que vemos participar á nuestro nuevo colega, nos alientan y animan. ¡Ojalá que el éxito de nuestros esfuerzos justifique la pureza y eficacia de nuestros esfuerzos!

ANTONIO REMON ZARCO DEL VALLE.

APUNTES

PARA LA HISTORIA DE LA REVOLUCION MEJICANA.

No hace mucho tiempo que por tres interesantes artículos, publicados en las Revistas de mayo, junio y julio, tuve noticia de la obra del Sr. don Lucas Alaman, titulada Historia de Méjico desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808, etc. Al punto hice por adquirirla y me dediqué á leerla con el interés natural de quien conocia mucho al autor y de quien habia presenciado buena parte de los sucesos allí referidos. A la verdad no vino, como suele á menudo, tras de la ilusion el desencanto, pues me costaba no poco soltar un tomo antes de terminarlo, y ya concluido emprendia la lectura del siguiente con el mismo anhelo, no ocurriéndome sino palabras de elogio para aplaudir el noble pensamiento de vindicar á los españoles, que puso al Sr. Alaman la pluma en la mano; y el tono de imparcialidad y la rígida exactitud que resaltan en toda su obra; y la admirable energía y dignísima perseverancia en destruir preocupaciones de insurgentes, allí donde la lava de las pasiones aun quema, y donde por tanto el campeon de la verdad se halla siempre cara á cara con el peligro. Asi no pude menos de asociarme à las alabanzas tributadas al Sr. Alaman en

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