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ramente maravillosa hacia frente a los peligros de que se veia rodeado por todos partes.

Sin embargo, los jérmenes del descontento i de la insurreccion existian latentes en todo el vireinato, si bien no se dejaban percibir en la capital. Lima, como Méjico, estaba supeditada, puede decirse así, no tanto por las fuerzas que la guarnecian, cuanto por la influencia i el prestijio de los altos. funcionarios i de los caracterizados señores que residian en ella. En las provincias mas apartadas del vireinato se habian notado síntomas mas o ménos manifiestos de insurreccion que fueron perseguidos i castigados con gran dureza; pero los pueblos se mantuvieron sumisos por temor a los poderosos recursos con que contaba el virei mas bien que por afeccion a la metrópoli (1).

De todos estos conatos de revolucion, el mas notable fué uno que tuvo lugar en el Cuzco i que puso en gran peligro el poder del virei i la estabilidad de la dominacion española en el Perú. La planteacion del réjimen constitucional creado en España en 1812, i las resistencias que oponian las autoridades a su ejecucion, produjeron un gran descontento en aquella' provincia. Algunos vecinos del Cuzco, patriotas ardorosos, tramaron una conspiracion que fué denunciada oportunamente al presidente interino, brigadier don Martin Concha, natural de la misma ciudad. Ignorando este denuncio, los patriotas atacaron una noche (5 de noviembre de 1813) el cuartel de la guarnicion de la plaza; pero fueron recibidos a balazos, i tuvieron que dispersarse dejando en las calles algunos de los suyos muertos i heridos. El dia siguiente, fueron apresados i sometidos a juicio varios caballeros influyentes de la ciudad, a quienes se les atribuia participacion en el malogrado motin. Uno de ellos fué don José Angulo, que estaba destinado a desempeñar un papel notable en la revolucion americana.

El juicio de los presos marchaba con gran lentitud, cuando llegó al Cuzco là noticia de la rendicion de la importante plaza de Montevideo i el triunfo completo de los revolucionarios arjentinos en ambas orillas del Plata. Angulo, creyó que era llegado el momento de dar un golpe decisivo, i poniéndose de acuerdo con los mismos oficiales encargados de su custodia, preparó la revolucion. Algunos de los militares

(1) Don Benjamin Vicuña Mackenna en su libro titulado La revolucion de la independencia del Perú desde 1810 a 1820, Lima 1860, ha consignado prolijas noticias históricas sobre todos estos intentos de revolucion.

realistas vencidos en Salta por Belgrano, i capitulados despues de su derrota, quejosos por el mal trato que recibieron de sus jefes, secundaron a Angulo en sus trabajos (2). Al fiu, en la noche del 2 de agosto (1814), dió la voz de insurreccion con el apoyo de la tropa, apresó al presidente Concha, a otros altos funcionarios i a casi todos los españoles residentes en el Cuzco. En la mañana siguiente (3 de agosto), fueron convocadas las corporaciones civiles i eclesiásticas, i los vecinos de mayor respeto; i allí se organizó un gobierno provisorio compuesto de tres individuos. Angulo conservó para sí el mando militar de la plaza.

El mas importante de los miembros de ese gobieruo fué un indio, cacique de una reduccion inmediata al Cuzco, que gozaba de grandes consideraciones en toda la provincia, i que ha dado su nombre a la revolucion de 1814. Don Mateo García Pumacagua, así se llamaba, se habia distinguido siempre por su fidelidad al rei i a sus delegados. En 1781, a la época de la insurreccion de Tupac-Amaru, i apesar de creerse descendiente de los antiguos incas, Pumacagua se pronunció en favor de las autoridades españolas, i sufrió por ello grandes daños. Treinta años mas tarde, en 1811, sirvió como jefe de una division a las órdenes del jeneral Goyeneche, e hizo una importante campaña en el Alto-Perú. El virei lo elevó al grado de brigadier del ejército español, i le confió durante algunos meses, el gobierno interino del Cuzco. Pumacagua, sin embargo, creia desatendidos sus servicios, i vivia retirado en sus dilatadas posesiones de campo cuando se le avisó que los revolucionarios lo llamaban al gobierno.

Los revolucionarios pusieron inmediatamente sobre las armas fuerzas considerables. Formaron con ellas tres divisiones que salieron a campaña por diversos puntos, una para operar sobre Guamanga, otra sobre Arequipa i la tercera sobre el Desaguadero i la Paz. La revolucion triunfo desde luego en todas partes: la Paz fué tomada a viva fuerza el 24 de setiembre; Guamanga fué ocupada sin dificultad; i Arequipa cayó en poder de Pumacagua despues de sangrientos combates (10 de noviembre). En todas partes tambien la revolucion cometió grandes desmanes, fusilando a los jefes vencidos i permitiendo el saqueo de las propiedades particulares.

(2) García Camba, Memorias para la historia de las armas reales en el Perú, tomo I, cap. VI, páj. 118.—Véase la páj. 274 de este mismo Campendio..

La insurreccion del Cuzco produjo un terror profundo en Lima. Abascal se hallaba separado del grueso del ejército del vireinato, que estaba colocado a las órdenes del jeneral Pezuela en las fronteras de las provincias arjentinas. Otra parte de sus tropas habia partido poco ántes para Chile bajo el mando del coronel Ossorio con encargo de consumar la reconquista de este pais. El virei, en medio de la turbacion i el sobresalto, mandó reunir las fuerzas de que podia disponer i las hizo salir para el Cuzco llevando a su cabeza al teniente coronel don Vicente Gonzalez. En seguida dispuso que Ossorio abandonase la campaña de Chile, se reembarcase a la mayor brevedad i fuese al Perú en ausilio de las autoridades amenazadas por el cataclismo revolucionario.

Todas estas medidas habrian sido completamente infructuosas para pacificar el Perú si el jeneral don Joaquin de la Pezuela no se hubiera apresurado a combatir a los revolucionarios con grande actividad. Temiendo que los arjentinos, libres ya de los realistas que habian ocupado la plaza de Montevideo, reforzasen su ejército del norte, Pezuela se retiraba hácia Potosí cuando tuvo noticia de la insurreccion del Cuzco, que venia a cortarle sus comunicaciones con Lima. En esas circunstancias, el coronel don Saturnino Castro, americano que se habia distinguido como militar en las filas españolas, quiso sublevar una parte del ejército; pero descubierto en sus trabajos, Pezuela tomó una resolucion suprema para estirpar todo jérmen de insurreccion; apresó al coronel Castro, lo sometió a juicio i lo hizo fusilar por el delito de traicion. En seguida, separando de su ejército una division de 1,200 hombres bajo el mando del mariscal de campo don Juan Ramirez, le dió órden de marchar prontamente contra los revolucionarios del Cuzco.

A Ramirez cupo la gloria de pacificar el Perú en tan angustiadas circuntancias. El 16 de setiembre (1814) partió de Santiago de Cotagaita, donde estaba acampado el ejército español, i el 28 del mismo mes se hallaba en los alrededores de la Paz, en donde derrotó a los revolucionarios que cuatro dias antes habian ocupado aquella ciudad. El resto de su campaña fué una série no interrumpida de triunfos. Pumacagua abandonó a Arequipa (6 de diciembre) al solo anuncio de que se aproximaba el ejército español, llevando consigo en calidad de prisioneros a los jenerales don Francisco Picoaga i don José Gabriel Moscoso, americanos ámbos que se habian distinguidos notablemente en el ejército del rei, i que fueron fusilados en el Cuzco pocos dias despues, Ramirez se

demoró en esa ciudad cerca de dos meses para reunir algunas fuerzas que el virei Abascal enviaba desde Lima, porque juzgaba temerario el abrir la campaña contra el Cuzco, en donde esperaba con razon hallar una vigorosa resistencia.

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En esta ciudad, en efecto, los rebeldes desplegaron grande actividad para formar un ejército bastante respetable. Las relaciones i documentos españoles, que son los únicos que nos hayan quedado sobre estos sucesos, hacen subir a 20 i hasta a 30,000 el número de los soldados que Angulo i Pumacagua pusieron sobre las armas. Lo que es evidente es que apesar de la actividad desplegada por los caudillos, la gran maza de los habitantes de aquella provincia se sintió desfallecer poco tiempo despues de proclamada la insurrec cion. En el Cuzco se supo que Chile habia sido completa. mente reducido a la dominacion española, que los revolucionarios arjentinos no se hallaban en situación de atacar i de destruir a Pezuela como se habia creido, que un ejército respetable enviado de España a los órdenes del jeneral Morillo iba a consumar la reconquista de la Nueva Granada, i por último que el restablecimiento de Fernando VII en el trono de sus mayores, ponia a la metrópoli en situacion de enviar nuevos ejércitos para terminar el sometimiento de los americanos. Por otra parte, las misma sejecuciones con que los revolucionarios del Cuzco habian ensangrentado sus triunfos produjeron un jermen de reaccion, que se desarrolló considerablemente cuando se comenzó a comprender que era mui dificil siuo imposible el resistir al poder del virei. Faltaron ademas a los revolucionarios armas i municiones para sus tropas, de manera que aunque contaban los soldados por millares, solo poseian 800 fusiles i algunos cañones pequeños i malos.

El 13 de febrero (1815) Ramirez salió de Arequipa en busca de los rebeldes, Despues de una larga i penosa marcha avistó al numeroso ejército del Cuzco que estaba acampado a orillas del rio Llalli, que riega el valle de Santa Rosa (11 de marzo). Las tropas realistas atravesaron ese rio a la vista del enemigo bajo un nutrido fuego de fusil i de cañon;; pero una vez en la ribera opuesta, cargaron con grande impetu sobre los desordenados pelotones del ejército insurjente poniéndolos en completa derrota. Desde el mismo campo de batalla (conocido en la historia con el nombre de Humachiri) Ramirez despachó algunos destacamentos i tomó otras medidas para sofocar la revolucion en las provincias inme-diatas. En el pueblo de Sicuani los rebeldes se pronuncia.

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ron por el rei, apresando a Pumacagua i entregándolo, al jeneral Ramirez. Allí mismo fué ahorcado, i su cabeza en viada al Cuzco en una pica. En esta ciudad se hallaban reunidos los otros jefes de la insurreccion dispuestos a resistir todavía a sus victoriosos enemigos. En esos momentos de natural turbacion estalló en la misma ciudad una contrarevolucion realista que vino a poner término decisivo a la revuelta (18 de marzo). Los principales jefes de la insurreccion fueron apresados i entregados al jeneral Ramirez, que se presentó en el Cuzco siete dias despues (25 de marzo). Allí fueron ejecutados sin piedad todos los hombres que se habian señalado combatiendo por la insurreccion (29 de marzo). Entre las numerosas víctimas de aquellas sangrientas venganzas se contaba don Mariano Melgar, jóven poeta de un talento admirable, que habia servido de auditor de guerra en el ejército revolucionario (3).

GOBIERNO DEL VIREI PEZUELA.-Despues de estas sangrientas ejecuciones, el sur del Perú quedó completamente pacificado. El ejército español mandado por el jeneral Pezuela recibió considerables refuerzos enviados de Lima i de Chile, que lo pusieron en estado de rechazar una nueva invasion de los insurjentes de Buenos-Aires i de derrotarlos completamente en la gran batalla de Sipe-Sipe o de Viluma (29 de noviembre de 1815). En esa época, los españoles se ostentaban vencedores en la America del sur, en donde los revolucionarios no contaban mas que las provincias arjentinas; pero aquellos creian confiadamente que en poco tiempo mas la reconquista de las antiguas colonias seria total i definitiva.

El virei Abascal estaba envanecido con los triunfos alcan zados por las armas realistas bajo su gobierno, cuando supo que el rei habia decretado su reemplazo en el mando del Perú por el jeneral don Joaquin de la Pezuela, que se habia ilustrado por tres grandes victorias en la direccion de la guerra contra los insurjentes arjentinos. Pezuela se recibió del gobierno del vireinato el 7 de julio de 1816. El jeneral don José de La-Serna, recien llegado de España, tomó el mando del ejército realista del alto Perú.

La tranquilidad del Perú se mantuvo inalterable durante

(3) Sobre la insurreccion del Cuzco se pueden consultar una memoria del oidor Pardo, publicada por don B. Vicuña Mackenna en el libro citado, la obra de García Camba i un opúsculo publicado en Lima en 1815 con el titulo de Diario de la espedicion del mariscal de campo don Juan Ramirez, por el teniente coronel don Juan José Alcon.

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